La dinámica del desarrollo económico. Crecimiento, cambio estructural y desigualdad en Santiago del Estero, 1994-2007
Jorge Luis Silveti
La dinámica del desarrollo económico. Crecimiento, cambio estructural y desigualdad en Santiago del Estero, 1994-2007
books2bits
Jorge Luis Silveti
Cite este libro:
Silveti, J.L. (2024). La dinámica del desarrollo económico. Crecimiento, cambio estructural y desigualdad en Santiago del Estero, 1994-2007. Books2bits. https://doi.org/10.51438/B2Bsilveti2024
Colección:
Economías y Sociedades, 1
Mientras a consecuencia de las leyes y de las costumbres exista una condenación social, creando artificialmente, en plena civilización, infiernos, y complicando con una humana fatalidad el destino, que es divino; mientras no se resuelvan los tres problemas del siglo: la degradación del hombre por el proletariado, la decadencia de la mujer por el hambre, la atrofia del niño por las tinieblas; en tanto que en ciertas regiones sea posible la asfixia social; en otros términos y bajo un punto de vista más dilatado todavía, mientras haya sobre la tierra ignorancia y miseria, los libros de la naturaleza del presente podrán no ser inútiles. (Víctor Hugo, prólogo a Los miserables, 1862).
Introducción
La presente investigación examina el comportamiento de las estructuras socioeconómicas de Santiago del Estero -provincia ubicada en el noroeste argentino (mapa 1)-, con el fin de develar las causas de su atraso y dependencia. La cuestión se enmarca en la problemática que enfrentan las sociedades rezagadas insertas en regiones periféricas del capitalismo global con relación a su dificultad para promover el cambio estructural con igualdad, engranaje central del desarrollo. El período que cubre el trabajo comprende los años 1994 a 2007. Su delimitación responde a la posibilidad de comparar el desempeño de dos estrategias económicas contrapuestas las cuales -paradójicamente-, fueron llevadas a cabo por un mismo partido político: el peronismo. Además, integra las fases de un ciclo económico completo: crecimiento, auge, depresión, crisis y recuperación.
Los principales postulados de la teoría del desarrollo y la corriente neoestructuralista -surgida a partir de 1990 dentro de la escuela estructuralista de la CEPAL-, constituyen el principal corpus teórico-metodológico. Dentro de este, se destacan las dimensiones del cambio estructural y la igualdad, como los ejes vertebradores de la obra. Una de las características principales de las regiones marginales del capitalismo periférico como Santiago del Estero, es su dificultad para generar las condiciones que promuevan niveles adecuados de formación de capital. La crónica debilidad de su sector industrial en la estructura productiva y del empleo, junto a la imposibilidad del sector rural de retener su fuerza de trabajo, deriva justamente en una abundante oferta de mano de obra incapaz de ser absorbida debido a la insuficiente creación de trabajo “decente”.
En la etapa de la industrialización por sustitución de importaciones en la Argentina, que se inicia en los años treinta, se profundiza a partir de la década de los cincuenta y se desvanece a mediados de los setenta, la válvula de descompresión de la deficiente demanda de mano de obra fue la emigración hacia los cordones industriales de las grandes ciudades: Buenos Aires, Córdoba y Rosario. A partir de los setenta la emigración de la población de la provincia se detiene, pero se mantiene la rural-urbana y urbana-urbana dentro de la misma provincia.
La estructura productiva de Santiago del Estero se caracteriza por un importante sector agropecuario segmentado, con una reducida productividad de la mano de obra y como ya se expresara, incapaz de retener su población, clásico de las sociedades tradicionales en las etapas tempranas de la transición hacia la modernidad. Pero también se observa un significativo sector terciario, propio de las sociedades posindustriales. ¿Cómo se explica esta aparente contradicción?
En la transición hacia el desarrollo, el crecimiento del sector servicios se origina como complemento del sector manufacturero. En oposición, en las regiones con insuficiente acumulación de capital, la población proveniente del sector rural se refugia en el sector servicios, principalmente en empleos precarios, al no encontrar cabida en el empleo privado formal. El cambio estructural devenido de este tipo de transición (denominada en la presente investigación como “degenerativa”, véase ut infra La terciarización forzada en la transición degenerativa), no logra mejorar la productividad ni el nivel de bienestar social (Escaith, 2006).
En función de lo antesdicho importa señalar que Santiago del Estero presenta una estructura productiva y del empleo rezagada y de reducido tamaño. En términos estrictos, no constituye una economía tradicional o agrícola, pero tampoco pudo alcanzar un mínimo desarrollo industrial, por lo tanto, no existen enclaves tecnológicos de alta productividad. Sin embargo, se produjeron cambios estructurales con transferencias de recursos del sector primario a los sectores de construcción y servicios de baja productividad. A su vez, una tardía transición demográfica dejó sus huellas, con migración, baja en las tasas de mortalidad, aumento en las de natalidad y crecientes concentraciones urbanas.
Lo cierto es que la insuficiencia de absorber empleo, producto de una endeble estructura productiva, se presenta como un rasgo insoslayable para comprender la realidad social de la provincia de Santiago del Estero. Debido a la escasa formación de capital, el sector servicios emerge como el receptor del empleo excedente, pero en ocupaciones de baja productividad, institucionalidad y remuneraciones. Esta terciarización, no es la que responde a la demanda de los sectores dinámicos de alta productividad, sino una terciarización “forzada” que sirve de refugio al excedente de oferta laboral proveniente del sector rural.
La estructura productiva provincial experimentó en las últimas décadas del siglo XX una caída en la participación de la producción primaria, proceso que se extiende hasta la megadevaluación de 2002: del 30,9 % de participación en el Producto Bruto Provincial en 1970, se pasó al 22,4 % en 1980 (INDEC, 1999), para descender hasta representar el 10 % en la década de los noventa (DGIEyC, 1983). En la posconvertiblidad adquirió un peso mayor, como fruto de la reestructuración de precios, y a fines del período bajo estudio, representaba poco menos del 20 % de la economía provincial (Silveti et al., 2017). Asimismo, la participación del empleo agropecuario disminuye del 29 % en 1994 al 21 % en 2007. Y no es la industria justamente quien absorbe la caída sino el sector servicios, ya que la propia industria reduce su incidencia del 8,1 % al 6.8 %, mientras que el sector terciario es quien crece del 52 al 61 % en el mismo período (Silveti & Gurmendi, 2017).
Santiago es una provincia típicamente subindustrializada. De acuerdo con estudios provinciales con datos del PBP entre 1970 y 2007 (DGIEyC, 1983; INDEC, 1999; CFI, 2008), el sector manufacturero nunca pudo superar el 8 % de participación en el valor agregado provincial. Se mantuvo estable en torno al 6 % y 7 %, mientras que en el país fue del 20 % promedio. La brecha en relación con el peso del sector industrial en la nación (con tendencia levemente divergente), da cuenta del rezago del sector en Santiago del Estero para todo el período mencionado.
El PBP a precios corrientes del sector de la industria manufacturera tuvo un crecimiento escaso en la década de 1970 a un ritmo del 3,4 % anual, por encima de solo dos sectores: agricultura (1 %) y comercio (-0,5 %) y muy por debajo de construcción (13,8 %) (DGIEyC, 1982). En el ámbito de la región NOA, la industria manufacturera provincial cayó en su participación del 6,4 % al 5 % en igual período. En el país, la participación industrial de la provincia es exigua y de un comportamiento oscilante. Del 0,18 % en 1970, pasó al 0,21 % en 1980; en 1994 se encontraba en el 0,33 % para ir disminuyendo paulatinamente hasta el 0,29 % en 2007 (Cuentas Nacionales, INDEC).
Ante la fragilidad en la absorción sostenible y productiva de mano de obra, propia de la debilidad del sector manufacturero, la mano de obra excedente tuvo dos destinos: migrar buscando horizontes laborales que la provincia no le ofrecía, o la inserción forzada en el sector terciario en condiciones de baja productividad y elevada precariedad. En una primera etapa, que culminó a mediados del siglo pasado, la población expulsada por el sector rural emigró hacia las grandes ciudades del país, asentándose en los cordones industriales. Cuando el proceso de sustitución de importaciones se truncó en lo nacional, la población excedente generó estrategias de supervivencia, migrando desde el campo hacia las ciudades cercanas, insertándose en el sector terciario, con empleos e ingresos precarios. La productividad exigua, los niveles de pobreza, la concentración urbana y la desigualdad acompañaron el proceso.
Lo cierto es que la estructura productiva en Santiago del Estero ha sido incapaz de absorber empleo a un ritmo que permita sostener el crecimiento de la PEA (Población Económicamente Activa), situación agravada por una alta volatilidad en los niveles de crecimiento y escaso dinamismo productivo. Recuérdese que la PEA está conformada por todos aquellos que están en edad de trabajar, pueden hacerlo y manifiestan la voluntad de tener una ocupación, es decir, que la PEA agrupa a los que se encuentran ocupados y desocupados.
El año 2002 se presenta como el posible año de quiebre tendencial. La convertibilidad llegaba a su fin y a partir del choque devaluativo que se produce dicho año, comienza una nueva etapa marcada por un cambio en la política económica. En un contexto de crecimiento, política fiscal expansiva –con un fuerte empuje de la obra pública-, y monetaria laxa (en especial a partir de 2010, con creciente dominancia fiscal), se dio el espacio para que emergieran las demandas sociales, contenidas durante la década de los noventa, y se tendiera a una mayor igualdad, inclusión y mejora en la distribución del ingreso, con cambios normativos orientados a ese fin. La provincia, a partir de la intervención federal de 2004 y luego con el nuevo gobierno democrático en 2005, se adhirió plenamente a la estrategia. Se produjo una gran expansión de los montos de la coparticipación federal de impuestos y una fuerte inversión en infraestructura y obra pública a niveles récord, beneficiada por gastos directos de Nación.
Preguntas de investigación y objetivos
En función de los temas planteados -relevantes para comprender la transición socioeconómica que experimentó Santiago del Estero en el período bajo estudio, en particular en la posconvertibilidad-, surgió un conjunto de interrogantes a partir de los cuales se estructuró la investigación. La que hará transversal todo el análisis tiene relación con dilucidar el alcance de la discusión que hasta la actualidad se mantiene sobre lo que se ha dado en denominar la década “ganada” o “perdida”. En este sentido, las preguntas generales que serán respondidas son las siguientes: ¿Se produjo cambio estructural? ¿El cambio estructural -luego de la caída del Plan de Convertibilidad-, con la modificación del rumbo de política económica y mejoras macroeconómicas notables, logró el crecimiento estable, la sostenibilidad económica y social y la igualdad?
Preguntas específicas de la investigación:
¿El ciclo de expansión económica que se inició en 2003 produjo un cambio estructural? ¿Cuáles han sido los sectores expulsores o generadores de empleo?
¿Qué categorías de empleo han prevalecido? ¿Cuál fue la evolución del empleo informal y del formal? ¿Hubo una disminución en la segmentación laboral y mejoras en la institucionalidad laboral?
¿El crecimiento ha permitido mejorar la distribución del ingreso?
¿Qué actividades prevalecieron y en cuáles hubo una incorporación de tecnología y mejora en la productividad? ¿Se reconocen sectores en los cuales la mejora en la productividad estuvo acompañada de aumento de empleo?
La reflexión sobre las cuestiones presentadas y el planteo para dar satisfacción a las mismas, permitieron ir dando cuerpo a lo que se constituye como el objetivo general de la tesis:
Analizar las estructuras socioeconómicas de Santiago del Estero en el período 1994-2007, con el fin de dilucidar los principales factores que inciden en el desarrollo económico de las regiones subcapitalizadas de la periferia capitalista, haciendo hincapié en el crecimiento, mercado de trabajo, cambio estructural y desigualdad.
En ese sentido, se plantean como objetivos específicos los siguientes:
Caracterizar la evolución de la estructura productiva y del empleo en Santiago del Estero entre 1994 y 2007, determinando si se produjo cambio estructural, sus causas y consecuencias en la estructura productiva, del empleo y distribución del ingreso.
Determinar los sectores dinámicos de la estructura productiva en cuanto a progreso técnico y generación de empleo, por categoría de ocupación.
Describir los cambios en la desigualdad a través del análisis de la productividad, la evolución del trabajo formal, la dinámica del salario y la distribución del ingreso.
Se parte de la conjetura que hubo cambio estructural fruto de la devaluación de 2002, con la modificación de la estrategia económica, el crecimiento de la economía, las reformas institucionales y el gasto en obra pública e infraestructura, impulsadas en la provincia para alcanzar la meta del desarrollo inclusivo. Sin embargo, ello no logró reducir la desigualdad preexistente en los niveles de empleo formal (intra e intersectores); en los niveles de productividad entre sectores; en la distribución funcional del ingreso; como tampoco en las remuneraciones por categoría ocupacional. Asimismo, la teoría del derrame o trickle-down1 no se cumple: el crecimiento, el cambio normativo o institucional, el gasto en obra pública y la inversión en infraestructura no fueron suficientes para morigerar la desigualdad. Se intentará observar si el tipo de cambio estructural producido estuvo estratégicamente orientado a promover el desarrollo. En este sentido, el período bajo estudio: 1994-2007, fue escogido por la posibilidad de que en el mismo se haya producido cambio estructural virtuoso, propicio para el desarrollo económico,2 a partir de la caída de la convertibilidad en 2001/2002. A su vez permite comparar el desempeño de dos estrategias económicas contrapuestas, justamente a partir de este punto de eventual quiebre tendencial.
El período también resulta interesante dado que integra las distintas fases de un ciclo económico completo: crecimiento, auge, depresión, crisis y recuperación. Los años 1994/95 representan el fin de la fase de recuperación de la convertibilidad. A partir del “efecto tequila” comienza la fase de auge, con mayor volatilidad, mientras que continúa el crecimiento (pero a tasa decreciente). El punto de cima o cúspide se produce en 1998, lo cual indica el inicio de la fase de depresión, que se extiende hasta la fase de crisis de 2001/2002. A partir de 2003 la economía retoma el ritmo de crecimiento a tasa creciente, bajo una nueva fase de recuperación, hasta 2007. Luego se produciría la crisis de las hipotecas subprime en 2008, comenzando la fase de auge de la posconvertibilidad, con creciente inestabilidad macroeconómica.
Esta nueva etapa de la economía nacional, conocida como la posconvertibilidad, englobaba una serie de cambios en las reglas macroeconómicas, entre las cuales se destacan, por su relación con el objeto de investigación y al período analizado, las siguientes:
Un tipo de cambio alto y competitivo que produjo una modificación de precios relativos, con un inmediato efecto favorable en las cuentas fiscal y comercial.
Los sectores intensivos en mano de obra mejoraron su competitividad debido al reacomodamiento de precios relativos. Se produjo un incremento de los sectores productores de bienes transables, en especial los vinculados a la sustitución de importaciones, en relación con los productores de bienes no transables.
La estabilidad macroeconómica fue un pilar del modelo. Balanzas gemelas -fiscal y comercial- superavitarias, con un fuerte superávit comercial que trepó a más de diez mil millones de dólares en 2007 y tanto el país como la provincia presentaron superávit fiscal primario (2,3 % y 3,9 % del PBI para los años 2003 y 2004 respectivamente). La inflación nacional se mantuvo controlada en los primeros años: 3,7 % en 2003; 6,1 % en 2004; 12,3 % en 2005; 9,8 % en 2006 y 8,8 % en 2007.
Las exportaciones y el consumo pasaron a dinamizar la demanda global. Las exportaciones crecieron entre 2002 a 2006 un 80 %.
Mayor presencia del Estado en la economía, indicada por un mayor gasto en edificación e inversión en infraestructura, en transferencias y subsidios, incluso en recuperación de empresas privatizadas y alentada por el menor peso de la deuda a partir del 2005, debido al denominado “megacanje” de la deuda externa.
Como resultado de los cambios, y de condiciones económicas internacionales favorables en los precios de las exportaciones, el producto nacional verifica una fuerte expansión. En 2003 comienza un período de crecimiento del PBI: 8,8 % en 2003; 9 % en 2004; 9,2 % en 2005; 8,5 % en 2006 y 8,7 % en 2007, luego de la caída pronunciada de más del 10 % en 2002.
El efecto expansivo de la obra pública, sumado a políticas distributivas basadas en primer término en subsidios y transferencias y luego en mejoras salariales, lograron reducir rápidamente la pobreza desde un máximo del 53 % en mayo de 2002 al 40,2 % en 2004.
Sin embargo, a fines del período bajo estudio y a pesar de las elevadas tasas de crecimiento, ciertos problemas de la economía persistían, especialmente los estructurales. El cambio de estrategia económica y de paradigma subyacente, sucedido a partir de la caída del Plan de Convertibilidad, no fue acompañada por estrategias de transformación tendientes a promover el desarrollo económico lo cual condicionó, entre otros factores, la disminución de la concentración territorial y de las brechas remunerativas; el cambio virtuoso de la estructura productiva y del empleo; la mejora en la distribución del ingreso y los niveles de trabajo “decente”. El concepto de trabajo decente fue introducido por el primer director general de la OIT, Juan Somavia en 1999, y se traduce en cuatro principios: la institucionalidad laboral, el pleno empleo, los derechos sociales y el Estado deliberativo, que a su vez, coadyuvan en la consecución de los siguientes objetivos: la inclusión social, pobreza cero, calidad institucional en democracia y realización personal.
Los instrumentos metodológicos
En cuanto a los aspectos metodológicos, se trabajará con el Producto Bruto Provincial (PBP), que representa el valor de los bienes y servicios producidos en una región en un período de tiempo, generalmente un año.3 Se partirá de desdoblar el valor agregado en sus dos factores básicos: precio y cantidad o volumen físico, con el fin de determinar la naturaleza nominal y/o real de los cambios, lo cual permitirá observar la dinámica en la estructura productiva. Para ello se aplicarán análisis de frecuencia y medidas de centralidad y dispersión.
Con la aplicación de series de tiempo y números índices y la herramienta de la estimación lineal, se determinará la tasa de crecimiento por sector, lo cual permitirá acceder al análisis de los comportamientos sectoriales y deducir las transferencias de recursos entre sectores que afectan la productividad media del trabajo, posibilitando identificar su fuente intrínseca o estructural. Estos análisis se replicarán para las ramas productivas más relevantes que integran los diferentes sectores, de tal manera de definir el avance y diversificación de productos frente a la declinación de otros, e inferir las causas para dichos comportamientos.
Para la selección del punto de cambio y dado que la serie del PBP presenta pocos datos y baja frecuencia, se aplica la técnica de regresiones segmentadas, la cual se basa en ajustar los datos a una tendencia, utilizando la ecuación más simple que mejor se ajuste a los datos. Para ello se dispone del programa de regresión o modelo Joinpoint (punto de encuentro), que recibe su nombre debido al punto de intersección que marca diferencias de tendencias, o la presencia de distintas tendencias que se cruzan. El software estadístico Joinpoint Regression Program 4.044 permite comprobar los puntos de quiebre estadísticamente significativos, mostrando las diferentes tendencias en la serie de tiempo; es decir, que identifica los diferentes comportamientos de la serie a largo plazo. Logra detectar los cambios de tendencias; los puntos de quiebre o de encuentro de tendencias distintas; los valores estadísticos o niveles de significancia (robustez) y el valor para cada una de las tendencias o tasa de crecimiento a largo plazo.
Los cambios en la productividad media del trabajo serán analizados utilizando el herramental que provee la metodología Growth Accounting. En este sentido, se aplicará un ejercicio de estadística descriptiva del tipo diferencial estructural conocido como fórmula de Fabricant (Maddison, 1952), que permite la descomposición del cambio estructural en sus dos fuentes explicativas: la intrínseca y la estructural. La intrínseca responde al aumento de productividad inducida por el cambio tecnológico. La estructural responde a la transferencia de recursos de sectores de baja productividad o tradicionales a sectores más productivos o dinámicos.
Se trabajarán las categorías de empleo por sector productivo a fin de analizar el recorrido del empleo registrado en relación con formas de ocupación de características precarias. La Cuenta Generación de Ingresos en el PBP, provee los datos de empleo por categoría ocupacional: asalariados, no asalariados, familiares, cuenta propia y patrón, por año, por sector productivo y por condición de empleo: ocupado, desocupado, subocupado (CFI, 2008). Por último, con métodos estadísticos básicos, tales como números índices y estimación lineal para series de tiempo, se obtendrán los niveles del crecimiento y la dinámica sectorial por ramas y por año.
Estructura del documento
Esta investigación está integrada por un apartado introductorio, otro conclusivo y seis capítulos. El primer capítulo está destinado a exponer el marco teórico y el estado de la cuestión. Se realiza un breve repaso dirigido a resaltar aspectos conceptuales, referidos a la evolución en torno al concepto de desarrollo e igualdad, para avanzar hacia la teoría del desarrollo, abordar de ella específicamente la escuela estructuralista, para finalizar con la corriente neoestructuralista. Se encuentra integrado por cuatro secciones. La primera sección, traza la línea histórica de la teoría del desarrollo con sus vertientes principales. La segunda sección se centra en la figura de Raúl Prebisch, a partir del cual se expone el análisis del pensamiento estructuralista: su génesis, apogeo y declive. La corriente del neoestructuralismo es desplegada en la siguiente sección, para culminar en la sección 4, con una síntesis de los antecedentes relevantes del tema en la región o estado de la cuestión. En capítulo II se realiza una síntesis de las características socioeconómicas de Santiago del Estero, complementando ello con la descripción de los aspectos más relevantes históricos y geográficos de la provincia. En los siguientes capítulos: III, IV y V, se estudia la estructura productiva, la estructura del empleo y el cambio estructural. Se realizan análisis particulares respecto a la elasticidad producto de la demanda, como también a los componentes de progreso técnico y de cambio estructural que produjeron movimientos en la productividad de la mano de obra.
En este sentido, el capítulo III se encuentra dedicado al estudio del PBP y la estructura productiva. Se evalúa el crecimiento y la estabilidad, con el nivel de precios; se analiza la dinámica de la estructura productiva y se realiza la comparación con valores nacionales. Se verifica si se produjo cambio tendencial mediante la aplicación del paquete estadístico Joinpoint. El capítulo IV se orienta a analizar el empleo y la estructura sectorial del empleo por categoría y por año. En el mismo se plantean aspectos descriptivos de la dinámica de la estructura del empleo y el análisis de la elasticidad producto del empleo (EPE). En el capítulo V, se introduce el análisis de la productividad. Se describe la evolución sectorial del empleo por categorías ocupacionales y de acuerdo a cada fase del ciclo económico; el comportamiento del empleo en el sector público; la heterogeneidad coyuntural en el sector rural; el estancamiento del empleo en el sector industrial y la informalidad en el sector servicios. Se estudia la productividad sectorial del empleo comparando con valores nacionales. Se efectúa la calificación de los sectores según grado de incorporación de progreso técnico y nivel de absorción de mano de obra, mediante la fórmula de Fabricant.
Luego, en el capítulo VI, se realiza el estudio de la distribución funcional del ingreso y la brecha distributiva entre el segmento primario y secundario del empleo (teoría de la segmentación del mercado de trabajo). Se aborda la distribución primaria del ingreso con los siguientes análisis: concentración y divergencia del ingreso y su comparación con valores nacionales; evolución de la distribución del ingreso; efectos de los ciclos económicos y del cambio estructural en la distribución del ingreso; segmentación del mercado; precarización del empleo y brechas salariales.
Capítulo I. Marco conceptual y teórico. Estado de la cuestión
En este capítulo se presentan cuatro secciones dedicadas al marco conceptual y teórico, como también al estado de la cuestión. Entre los principales ejes que guían las secciones, resalta la demarcación histórica de los diversos aportes que fueron nutriendo el concepto de desarrollo económico y social vigente. Merece destacarse en este sentido, las referencias a la evolución conceptual que se produjo entre los términos de crecimiento y desarrollo y entre igualdad y equidad, como también al estudio de los vínculos entre crecimiento, cambio estructural e igualdad, en la primera sección del capítulo.
Luego es cotejada la teoría seleccionada como marco en la presente investigación: el estructuralismo latinoamericano -desde sus orígenes hasta la actualidad-, con las corrientes complementarias que la nutrieron, como así también, con los enfoques alternativos que la combatieron. El capítulo cierra con una síntesis de los principales estudios e investigaciones existentes con aportes al tema específico de la obra.
Sección 1. Desarrollo económico e igualdad
Crecimiento y desarrollo
El desarrollo económico como cuerpo de conocimiento singular, surge en la segunda mitad del siglo pasado. Será este el motivo –es decir, su reciente surgimiento- por el cual aún existe el uso confuso respecto al término de crecimiento económico. Es común que los conceptos de crecimiento y desarrollo se utilicen sin marcar sus diferencias. Sin embargo, es propio hablar de crecimiento en el escenario de la teoría neoclásica original y no sus vertientes derivadas, ya que el progreso técnico en aquella es exógeno, se trabaja con un solo sector y los recursos: capital y trabajo son homogéneos, es decir, cada factor con similar productividad. El crecimiento es comprendido desde una visión macroeconómica y en la dinámica ahorro - inversión. El desarrollo requiere en cambio miradas complejas de lo institucional y lo político y abarca plazos prolongados de tiempo para su consecución.
Otro término que se utiliza ambiguamente es el de “nueva”, “alta” o “moderna” teoría del desarrollo y confundir en la misma tanto a modelos originados en la teoría neoclásica como heterodoxa, en sus versiones originales como reformuladas. Autores estructuralistas como Katz (2007) y CEPAL (2007) sitúan al modelo de Solow dentro de la moderna teoría del crecimiento. Otros en cambio, como Bauer (1983) en su libro Crítica de la Teoría del Desarrollo, toman bajo este rótulo solo a las tesis surgidas de la heterodoxia del pensamiento económico, entre los cuales Bauer incluye el “modelo del sector dual, círculo vicioso de la pobreza, crecimiento de la población, deterioro de los términos de intercambio, planificación central y ayuda exterior”. Krugman -Premio Nobel en Economía 2008 por sus aportes a la Nueva Geografía Económica-, denomina a las corrientes evolucionistas como la alta teoría del desarrollo, por citar solo algunas fuentes.
Antecedentes teóricos acerca del tema del crecimiento económico remontan a los economistas clásicos. Según A. Smith, el crecimiento se produce en virtud de un círculo virtuoso que surge en la división y especialización del trabajo. Esta diversificación es posible gracias a la acumulación que lleva incorporada nueva tecnología, asumiendo al progreso técnico como un proceso natural y sostenido. Según este autor, la división del trabajo implica mayor productividad y salarios; lo cual origina el aumento de la producción y el ingreso, e impulsa el consumo, generando una nueva ola de inversión para satisfacerlo, con su añadida innovación (Ekelund & Hébert, 1992).
Otro autor clásico David Ricardo, mantenía fuera del circuito de acumulación al progreso técnico, y argüía que el estadio final del crecimiento era el estancamiento o stationary state, dado que genera tensiones en los precios debido a que el factor tierra es productivamente heterogéneo. Esto origina que los salarios monetarios suban ya que el salario real se mantiene al nivel de subsistencia. El impacto será la reducción de beneficios y por lo tanto de la inversión, con productividades en baja, arribando al estado estacionario con acumulación cero (Ricardo, 1817). Desde la perspectiva abierta por la argumentación de Ricardo es posible entender la convergencia “natural” entre países pobres (agrícolas) y ricos (industriales), debido a que la expansión de la demanda junto a la heterogeneidad de la tierra y la homogeneidad de los demás factores genera una continua transferencia de ingresos y recursos, hacia las actividades intensivas en tierra (recurso limitado).
El economista austríaco Joseph Schumpeter elaboró la teoría conocida como la Creative Destruction. Esta revela y destaca la función del empresario, cuya acción fundamental en la evolución del sistema es innovar, a diferencia de los capitalistas, terratenientes y banqueros. La innovación puede representar tanto el descubrimiento de un nuevo producto como un método de producción más eficiente; una mejor organización de la producción, o simplemente plantearse a partir del hallazgo de nuevos insumos o mercados. Sea cual fuere el origen y causa, se traduce en la modificación de la función de producción, convirtiéndola en más compleja y diversificada (Schumpeter, 1963). En virtud del cambio tecnológico, la economía comienza un ciclo expansivo rompiendo de este modo el circuito económico walrasiano de equilibrio. A medida que la nueva tecnología se difunde, surgen las innovaciones secundarias de soporte, pero luego de alcanzar el punto de auge, sus efectos se irán difuminando y el crecimiento se irá desacelerando, hasta desembocar en una nueva situación de equilibrio, con tendencia al estancamiento debido a las tasas marginales decrecientes de la productividad del capital. Esta argumentación teórica sirve también para dar sustento a los ciclos económicos capitalistas (Schumpeter, 2002).
Si bien, crecimiento y desarrollo son conceptos claramente diferenciados, poseen una íntima e indisoluble relación. El crecimiento es la base sobre la cual el desarrollo es posible. Pero el crecimiento volátil, en oposición, impide se origine el escenario adecuado para que las condiciones mínimas que el desarrollo requiere puedan establecerse, ya que –es importante señalarlo- el desarrollo es un objetivo que implica el largo plazo.
La teoría del desarrollo
La denominada teoría del desarrollo surge como cuerpo de conocimiento entre 1940 y 1960 cuando un grupo variado de economistas, preocupados por el aumento de la brecha en los niveles de crecimiento entre países, comienzan a analizar a las economías atrasadas. Autores como Prebisch, Hirschmann, Myrdal, Nurske, Rostow y Lewis, integran este destacado elenco. Posturas que analizan el crecimiento de los países rezagados y descubren tendencias que condicionan este proceso, resaltando aspectos y patrones en dichas economías, tales como el equilibrio de bajo nivel, la lenta difusión -y apropiación asimétrica- del cambio tecnológico, la heterogeneidad estructural y segmentación en los mercados de trabajo, la especialización en productos de baja elasticidad ingreso, las deficiencias en la planificación central, el insuficiente ahorro interno, el crecimiento poblacional y el bajo nivel educativo (Moncayo, 2001).
La teoría estructuralista nació en el seno de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), Naciones Unidas, bajo el influjo del notorio economista tucumano Raúl Prebisch. El estructuralismo concibe al desarrollo latinoamericano como un proceso de cambio estructural -con el surgimiento de desigualdades sectoriales y transferencia de recursos de la agricultura a la industria-, hacia formas más complejas, con encadenamientos verticales y horizontales (aglomeraciones) y productividad creciente. En estas sociedades la función del Estado es fundamental para romper con la “heterogeneidad estructural”, término acuñado por el estructuralismo que se relaciona con la diferencia de productividades propia de una economía fragmentada. En el tejido productivo de las economías latinoamericanas conviven núcleos industriales de alta productividad, por un lado, con una extendida profusión de empresas pequeñas intensivas en trabajo, aunque de baja productividad, por el otro.
Si bien la relación entre ambos estratos productivos resulta escasa, el primero, es decir, las industrias de alta productividad, se encuentra vinculado fuertemente al exterior (tanto en su capital constitutivo, como por su incorporación de tecnología y en su comercio). El segundo estrato, es decir, las empresas más pequeñas, no desaparecen por dos motivos, uno endógeno y otro funcional al sistema. Su carácter informal y artesanal, flexible y adaptable les permite filtrarse en las grietas del mercado. Por otro lado, su escasa productividad las obliga a presionar continuamente los salarios a la baja; salarios que son comunes a todo el sistema y que genera externalidades positivas a las grandes corporaciones, induciendo a beneficios extraordinarios asimilables a la cuasi renta del trabajo barato. Esta situación les permite a las corporaciones obtener importantes márgenes, los cuales son girados a sus casas matrices.
Este tipo de estructura productiva se asocia a excedentes elevados propios de una mayor concentración patrimonial. Por lo tanto, el propio espíritu capitalista arroja a los agentes tras las rentas de mercados imperfectos y su requisa se constituye en un nuevo eslabón de la espiral concentradora. Cuando la economía crece, dado que el salario medio no aumenta en la misma medida que la productividad, las asimetrías se acrecientan y condicionan las posibilidades del desarrollo sostenido. La acción del Estado en tales circunstancias es indispensable, centrada fundamentalmente en estrategias que propicien la convergencia (Di Filippo, 2009).
Los nuevos aportes de las escuelas de pensamiento económico
A partir de la década de 1960 comienza a discutirse con creciente intensidad en el ambiente académico la teoría neoclásica matizada del modelo de Solow (1956). Responde a un modelo de equilibrio general de un sector con tecnología como factor exógeno, rendimientos constantes a escala y acumulación de factores homogéneos. La economía crece con mayores inversiones, pero cada nuevo aporte de capital reduce los beneficios debido a la ley de los rendimientos decrecientes y a largo plazo, conduce al estancamiento. La hegemonía de esta concepción provocó, en esos años, un descuido por el progreso técnico y los cambios estructurales y una preocupación por la calidad institucional (llámese “imperio del mercado”) y el respeto a la propiedad privada y a los diversos contratos sociales. Autores como Romer y Lucas actualizaron la teoría neoclásica, agregando la innovación como factor endógeno y modificaron el supuesto de economías constantes a escala, por crecientes a escala. La tecnología emerge como factor fundamental del desarrollo, lo cual implica mayor diversificación de las funciones de producción y complejidad tecnológica, con especialización creciente del trabajo (CEPAL, 2007).
Dentro de las corrientes contemporáneas surgidas a partir de finales del siglo pasado, se destaca la denominada nueva teoría del crecimiento con Krugman y Stiglitz como abanderados, como también el pensamiento renovado de los institucionalistas. Los “nuevos keynesianos de la información imperfecta”, como se conoce a la corriente encabezada por Stiglitz, definen el desarrollo como un proceso de cambio organizacional. De modos tradicionales de enfocar la salud, la educación y la producción hacia enfoques más modernos, situando bajo la lupa a las instituciones, la distribución, la historia, la ecología. El análisis se vincula a reconstruir los ámbitos del Estado y del mercado. La función del Estado pasa por la promoción de la educación y la salud; el apoyo al cambio tecnológico y al sistema financiero; la construcción de infraestructura: caminos y comunicaciones y el cuidado del medioambiente (Stiglitz, 2010) .
La escuela neoinstitucionalista, liderada por Douglas North, sostiene que la diferencia entre países ricos y pobres se basa en que los primeros mantienen la supremacía de la ley y las normas, con especial cuidado en la protección de la propiedad privada. Con contratos y garantías, registro de marcas, leyes e instituciones que legislan y las hacen cumplir. Los países pobres, en oposición, se caracterizan por la anomia y fragilidad institucional y la rapacidad del poder económico y político, convirtiendo sus instituciones en verdaderas amenazas para el progreso (Guillén Romo, 2005). Insertos en esta corriente, Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson proveen información referida a las causas del progreso de las naciones. Partiendo de otorgarle un lugar central a las instituciones y políticas gubernamentales como categorías explicativas de las diferencias del ingreso per cápita entre países, intentan desentrañar las causas de las diferencias entre instituciones de países ricos y pobres. Mediante un modelo econométrico muestran como los colonizadores propiciaron instituciones inclusivas o extractivas, de acuerdo con condiciones exógenas como la tasa de mortalidad. Y a su vez, cómo aquellas instituciones originarias influyen en las actuales y condicionan los diversos desempeños de los países (Acemoglu et al., 2005).
Por último, cabe nombrar a la corriente surgida en Europa, especialmente en Italia y Francia, cuya categoría básica se ubica en torno a la acumulación flexible, y alcanzaron a liderar la estrategia pública desarrollista en Argentina durante el presente siglo. En ella, se analiza el nivel mesoeconómico referido, no a los sistemas productivos regionales, sino a un sector industrial y sus vinculaciones circulares: competencia, emulación y cooperación. Comprende los sistemas de producción, la política macroeconómica y las instituciones sociales. El colapso de viejos centros industriales y el éxito de pequeñas regiones surgidas a partir de distritos industriales, concepto acuñado por Alfred Marshall (1919), el más importante economista neoclásico, es el eje de esta nueva teoría, que explica las causas del deterioro industrial poniendo el énfasis, no ya en políticas erradas, sino en el agotamiento del planteo fordista. La propuesta es el retorno a las pequeñas empresas flexibles, innovadoras, artesanales, de baja participación de capital fijo y elevada diferenciación.
La teoría es seguida con interés debido a que permite saltar por encima de los condicionamientos impuestos por el crecimiento desigual y las asimetrías emergentes de mercados imperfectos y, a partir de políticas activas propias de baja exigencia financiera y procesos tecnológicos locales, se puede lograr insertar un territorio competitivamente en el mundo evitando desplazar trabajo por capital. Los aspectos relevantes de esta postura se basan en cuestiones sociales e institucionales, en la eficiencia colectiva, en la formación de redes y el aprovechamiento de las externalidades de la innovación. Por cierto que en Argentina estas políticas, de base neoliberal a pesar de su aspecto progresista, no han resultado fructíferas, en vista de la escasa o nula cristalización de experiencias exitosas de desarrollo local. Podría asimilarse bajo esta mirada, la expansión producida en la zona de Rafaela (Santa Fe), con la producción de maquinaria agrícola (Ferraro & Rojo, 2018). Lipietz, Aydalat, Benko, Boyer, Veltz y Laborgne en Francia; Becattini, Garogolo, Bagnasco en Italia, Cuadrado Roura y Vásquez en España y Scott, Fisher, Sakernian y Markusen en EEUU, Carlos Ferraro en Argentina y Mario Tello en Perú, son autores prolíficos dentro de esta corriente.
Crecimiento y desigualdad
La vinculación entre crecimiento y desigualdad también ha sido objeto de numerosos estudios. El conjunto de problemas en torno al efecto de la desigualdad respecto del crecimiento comienza con Nicholas Kaldor, en la década de 1950. Sus argumentaciones fueron la base de la primacía del pensamiento del trade-off entre eficiencia y equidad y del denominado Estado del Bienestar. Este enfoque teórico parte del modelo keynesiano de Harrod-Domar, pero supone la sociedad dividida en dos clases: capitalistas y trabajadores, quienes perciben el total del ingreso nacional en forma de beneficios y salarios, mientras que los primeros poseen una menor propensión marginal a consumir. Utilizando su modelo se concluye que, en caso de pleno empleo, la economía crecerá a una tasa “natural”. Pero en cambio, si existen recursos ociosos y los beneficios aumentan, entonces el ahorro crecerá impulsando un mayor nivel de crecimiento (Kaldor, 1957). La tarea de la política económica ya no pasaba por la asignación de recursos como enseñaban los neoclásicos, sino por balancear crecimiento con equidad (Estado del Bienestar).
Solow comparte la conclusión de Kaldor. En su modelo neoclásico de oferta, se llega al corolario que una mayor desigualdad traerá aparejado un nivel más alto de ingreso (Solow, 1969). En la misma línea, la experiencia del comunismo ruso en su primera fase y la aplicación de recetas keynesianas durante la Segunda Guerra Mundial, que impulsaron la inversión a costa del consumo con protagonismo estatal, tuvieron un impacto favorable sobre el crecimiento, y fueron factores importantes en elevar el consenso existente respecto al trade-off entre eficiencia y equidad.
En su origen, la especulación referida al vínculo negativo entre crecimiento e igualdad proviene de la escuela anglosajona del desarrollo, que luego Kaldor proyectaría. Esta escuela concibe el crecimiento como un proceso que requiere de fuertes inversiones iniciales, constituyendo la concentración de las riquezas, un elemento favorable para tal fin, al menos en la etapa que Rostow (1961) denominó “despegue”. El modelo de Lewis permite advertir que la transición de lo tradicional a lo moderno genera asimetrías sociales crecientes, hasta el punto en el cual la mitad de los recursos del sector tradicional a la industria se haya efectuado (Guillén Romo, 2005).
Un aporte empírico respecto a los efectos del crecimiento sobre la desigualdad, lo brinda la curva de Kuznets, que refleja una relación directa entre ambas variables cuando el ingreso o PBI per cápita es bajo, pero luego equidad y crecimiento se conjugan, en etapas de ingresos altos (Kuznets, 1975). Es importante aclarar que estos resultados son estadísticamente no significativos, debido al tamaño de la muestra recogida por Kuznets, de solo cinco países. El verdadero aporte de este autor al análisis económico fue mostrar que el crecimiento implica desplazamientos que afectan la distribución de los ingresos. Posteriores estudios demostraron la endeblez de la pretendida vinculación basada en una regularidad empírica.
Un estudio con una importante casuística es el elaborado por el Banco Mundial (coordinado por Deininger y Squire, 1996), en el cual se observa que en el 80 % de los casos no existe una relación estadística significativa. Las numerosas investigaciones sobre el tema terminaron con este debate: la relación planteada entre crecimiento e igualdad es compleja e indeterminada. Se demostró que no existe una vinculación precisa entre crecimiento y desigualdad. Es relativa al espacio y al tiempo y en varios casos es inexistente.
Importa señalar por último, el pensamiento de la CEPAL respecto al modo de lograr avances en torno a la igualdad. Indica que la institucionalidad, como principal método de ejecución estatal para lograr una mayor igualdad, representa un argumento insuficiente y de corto plazo. Para que la igualdad sea un objetivo sostenible, se debe apoyar en estrategias que transformen el mundo del trabajo, el cual es concebido como “la llave maestra” para lograr una mayor igualdad. Procede de la estructura productiva y condiciona el sistema social, a modo de bisagra entre la economía y las condiciones de vida. Una estructura productiva asentada sobre ramas dinámicas competitivas generará un mercado de trabajo con las condiciones ajustadas al trabajo decente, ocasionando un mayor bienestar social (CEPAL, 2014).
Crecimiento y empleo
El conjunto de problemas en torno al mercado de trabajo ha visto renovado su protagonismo en el debate académico, debido principalmente a su fuerte vinculación con la actual e inquietante escasez de oportunidades laborales y la creciente desigualdad, no solo ya circunspecto a la periferia, sino a todo el mundo global. Actualmente, vastos territorios y actividades productivas en los países centrales, a partir de nuevas tecnologías y a la transferencia de módulos de las cadenas productivas de las grandes corporaciones a los países emergentes, se han visto afectados.
Las dificultades para mantener el pleno empleo han estimulado, entre otras cosas, la revisión de la relación entre el producto y el empleo. Dentro de esta línea, los estudios y planteos teóricos se han enfocado a intentar determinar cuánto debería crecer una economía para disminuir el desempleo o para mantener el nivel de pleno empleo. Estos esfuerzos no han llegado a la fecha a conclusiones definitivas. La discusión referida al impacto de cambios en el producto sobre el nivel empleo, continúa abierta en cuanto a construcciones especulativas e hipótesis.
El antecedente teórico primigenio de esta discusión se encuentra en la denominada “ley de Okun” en honor al economista norteamericano Arthur Okun. En 1962 publicó el artículo “Potential GNP: Its Measurement and Significance”, en el cual relaciona la tasa de actividad con el desempleo. Con datos recogidos de la economía de su propio país para la década de 1950, descubre la regularidad empírica -incorrectamente denominada ley-, que a posteriori pasaría a constituirse en una de las escasas reglas de oro de la economía. Revelaba el estudio, que ante un nivel de desempleo, con rango de 3 % a 7,5 %, la elasticidad producto del empleo (EPE) se ubicaba en el orden del 0,33 al 0,40. Traducido en objetivo de política: para reducir el desempleo en un punto era necesario elevar el producto entre un 2,5 % al 3 % anual (Okun, 1962). El economista keynesiano de Harvard, Tobin, Premio Nobel, se refería a este descubrimiento como una de las relaciones más confiables de la economía.
La EPE mide la proporción de cambio en el empleo por cambio porcentual en el producto, es decir, el impacto que produce en el nivel de empleo, una modificación en el nivel de actividad. En la presente investigación, en el capítulo IV, se efectuará el cálculo de la EPE. Sin embargo, derivar un análisis profundo de la EPE excede las pretensiones de esta investigación. Se realizará solo un prolegómeno al estudio, con cálculos de un recorte que permita observar la elasticidad puntual por ciclo económico, con mención a los patrones de crecimiento dominantes en cada etapa. No se optó por el análisis de la elasticidad arco, aplicando la regresión logarítmica, debido a que se cuenta con pocas observaciones y alta variabilidad, es decir, sesgos elevados con escasa significación estadística. Específicamente, se trabajará sobre la fórmula de la elasticidad puntual, para categorías ocupacionales y sectores productivos y se segmentarán los resultados de acuerdo con las tendencias dominantes de crecimiento (1994-1998 y 2002-2007), y depresión (1998-2002).
La EPE no permite conclusiones únicas, dado que está influida por múltiples factores, tanto económicos, como políticos, sociales e institucionales, tales como: la estructura productiva y del empleo; la especialización comercial de productos de exportación como de importación; modificaciones en los hábitos de consumo; expectativas; precios relativos; la productividad; los ciclos y sus fases; el grado de institucionalidad laboral; el patrón de crecimiento. Una elasticidad alta indica una positiva dinámica del empleo frente al producto, es decir, una fuerte absorción de empleo en períodos expansivos. Pero también es signo de volatilidad, escasa productividad laboral y elevada precariedad.
La relación entre tasa de actividad y empleo es directa. En vinculación con las fases de los ciclos permite observar patrones relevantes. La fase de crecimiento se encuentra relacionada a la recuperación o reactivación de la economía: el producto crece a tasa creciente. En esta fase será esperable una baja EPE, debido a que mayores niveles de producto se alcanzan con el aumento de la intensidad del trabajo, es decir, de las horas trabajadas por parte de la mano de obra ya ocupada. Culminado el proceso de recuperación, comienza otra fase, designada como fase de auge: el producto crece a tasa decreciente, y se caracteriza por una mayor absorción y creación de empleo, que conducirá al aumento de la EPE. En el punto máximo del auge, -en los límites de “la frontera de posibilidades producción”-, las empresas podrán verse interesadas en sustituir trabajo por capital, por lo que la productividad podría aumentar y debilitar la absorción de empleo, disminuyendo la EPE.
En cuanto a las etapas de paro, en la primera fase, el empleo será más estable que la tasa de actividad debido a que las empresas tenderán a atesorar mano de obra y retener el personal calificado y posiblemente se producirá un ajuste en las horas trabajadas, con escasa consecuencia en el empleo. Es la fase conocida como recesión. Cuando la recesión se convierte en depresión, la elasticidad comenzará a crecer: caídas del producto impactarán en despidos crecientes: la EPE se eleva. En la fase de crisis, donde la situación social suele desbordarse, resulta limitada la maniobrabilidad política y el poder de las corporaciones sindicales. El empleo puede derrumbarse, conduciendo a un aumento de la EPE.
La alzaprima de la institucionalidad laboral
En ciclos de estancamiento es complejo e incluso inconveniente avanzar en la institucionalidad laboral, ya que puede conducir a mayores niveles de desempleo. Por ello, es el ciclo de crecimiento el momento recomendado para propender al trabajo decente; a una mayor legalidad y niveles de protección. La institucionalidad debe ser procíclica. Cuando se habla de institucionalidad laboral, de acuerdo con los neoinstitucionalistas, se hace referencia al conjunto de reglas que orientan el comportamiento de los actores, tanto formales como tácitas: normas, leyes, decretos y relaciones informales que pautan la conducta de los agentes (CEPAL, 2014, p. 29). Incluye varios ítems que hacen a la protección del trabajo; desde la adecuada remuneración, hasta la promoción de la trayectoria laboral ascendente, pasando por la sindicalización o poder de representación. La institucionalidad hace referencia también a aspectos más objetivos, referidos a la estructura particular que promueve, sostiene y controla la aplicación de las mismas reglas. Mayores regulaciones sin fortalecimiento organizacional pueden desembocar en comportamientos sociales anómicos.
Para sostener la institucionalidad laboral los países latinoamericanos deben, complementariamente, instrumentar estrategias de cambio estructural. Esto se debe a la falta de dinamismo de sus mercados laborales, generada por una estructura productiva extractivista, recostada sobre los recursos naturales, y a la insuficiencia en la formación de capital. Unido a ello, el alto nivel de heterogeneidad estructural, caracterizada por la proliferación de empresas de baja productividad en el tejido productivo. Por lo tanto, la institucionalidad para resultar sostenible debe ser acompañada de cambio estructural.
Un mayor grado de institucionalidad laboral debe estimular la transferencia de la productividad al salario, promover la eficiencia de los mercados y la convergencia de ingresos. Se traduce en aspectos concretos: mayor movilidad social, remuneraciones crecientes y convergentes, jornadas laborales acotadas, estabilidad y derechos del trabajo, contratación, organización sindical, protección al desempleo y jubilación. Debe incluir:
Seguridad de ingresos: nivel del salario, mecanismos de pago y ayudas económicas por desempleo. Fijación de salario mínimo, incluido el sector informal urbano (SIU).
Seguridad del mercado de trabajo: nivel de ocupación compatible con el pleno empleo.
Seguridad del empleo: permanentes, protegidos y de tiempo completo. Estimular la institucionalidad en el segmento de microempresas; hogares con servicio doméstico; trabajadores subcontratados y a domicilio, con menores cargas contributivas a la seguridad social, en conjunto con planes de fomento que limiten el costo de la formalización, que amortigüen los mayores costos de la formalidad: impuestos, patentes, etc., evitando descuidar la gestión de inspección y control.
Seguridad del trabajo: medidas precautorias para evitar enfermedades y accidentes.
Seguridad de capacidades: promover la adquisición de conocimientos y habilidades y aplicarlos en el trabajo. La institucionalidad debe prestar atención a la armonización de la demanda y la oferta en el mercado de trabajo, en línea al cambio estructural. La capacitación continua permitirá por un lado, mejorar calificaciones para enfrentar los cambios tecnológicos, y por otro, las trayectorias laborales ascendentes, con mayor estabilidad. La capacitación debe ayudar a la convergencia, por lo que es conveniente que sea más intensa en las pequeñas empresas que en las grandes, apuntando a los trabajadores de poca calificación del sector de producción, con relación a los altos mandos del sector administrativo, sin descuidar la productividad y competitividad nacional. En este sentido, resulta importante la inclusión al mercado con certificación de competencias; los estímulos para retomar estudios; los subsidios a la contratación e incentivos al primer empleo.
Seguridad de representación: niveles de organización y negociación colectiva. Ejercer políticas y prácticas prosindicales fortaleciendo una organización unificada, evitando la confrontación y buscando la negociación regulada con la tríada: estado, empresa, sindicato. Establecer pisos y techos de derechos y beneficios, indispensable en sistemas con mercados de trabajos segmentados, poco dinámicos, con escasa generación de empleo productivo.
Se debe prestar atención a la implementación de regulaciones a corto plazo, sobre todo en etapas contractivas. Es que su efecto en esos momentos puede ser regresivo o no conveniente. Por lo tanto, no debe ser rígida. Debe ser flexible a corto plazo para propiciar ajustes en las fases. La norma general para una dinámica del mercado de trabajo es: flexibilidad ante situaciones de estancamiento y crisis y presión sobre la institucionalidad en etapas de crecimiento y productividad creciente.
La cuestión social inmanente es amortiguar la regresividad social ligada al desempleo o a etapas donde la generación de empleo productivo tiende a detenerse. Evitar el desempleo y la consecuente debilidad de los sindicatos, que pueda desembocar en relaciones de explotación. Se requiere una fuerte acción del Estado, con la existencia de un sistema de protección de amplia cobertura y pactos que rijan la transferencia de los costos en las crisis y en épocas recesivas, dado que el trabajo no registrado tiende a avanzar sobre el registrado en períodos de crecimiento y retroceder en períodos contractivos, en mercados marcados por la insuficiencia de la demanda de trabajo productivo.
La terciarización forzada en la transición degenerativa
En relación con el proceso de desarrollo económico, existen diferentes tipos de cambio estructural y configuraciones de la estructura productiva, explicadas por los teóricos del desarrollo (Guillén Romo, 2005) y por el neoestructuralismo, las cuales serán referidas con el fin de explicar el proceso de la terciarización forzada.
En este sentido, existen transiciones vinculadas a tipos de terciarización. En el caso de la transición al desarrollo de los países que han alcanzado un nivel de riqueza material, igualdad y endogeneidad, la terciarización que se asocia a ella es la “complementaria”. Un segundo tipo de terciarización se refiere a lo sucedido en los países latinoamericanos y tiene que ver con el proceso de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) y cuyo nivel de inversión decayó con el tiempo. Esta transición se coaliga con la terciarización “sustitutiva”.
Estos dos tipos de terciarización no reflejan lo sucedido en las regiones rezagadas dentro de los países periféricos, como el caso de la provincia de Santiago del Estero. Un rasgo que identifica a estas economías viene dado por su dificultad para generar las condiciones que promuevan niveles adecuados de formación de capital y alcanzar la etapa del “despegue”, en términos de Rostow (1961). En ningún momento de su historia, Santiago del Estero logró rangos de “modernidad”, en el sentido lewisiano de la expresión.
La secular lasitud y escaso tamaño de su sector industrial, derivó en una insuficiente demanda de mano de obra que, junto a la imposibilidad del sector rural de retener su fuerza de trabajo, condujo a la población excedente a buscar refugio en el sector servicios, dando lugar a un tercer tipo de terciarización: la “terciarización forzada”. Por un lado se presenta un sector agropecuario con importante cuota en el producto y en el empleo; con una reducida productividad del trabajo e incapaz de retener su población, clásico de las sociedades tradicionales en las etapas tempranas de la transición hacia la modernidad. Pero también se observa un significativo sector terciario, propio de las sociedades posindustriales: ¿cómo se explica esta aparente contradicción? Resulta interesante volver sobre la cuestión abierta en la introducción de este libro, para profundizar en su reflexión.
Para comenzar a acercar una respuesta, el modelo de Lewis “desarrollo con oferta ilimitada de mano de obra” (1954), basado en la transición de una sociedad tradicional y pobre, a otra moderna y de creciente productividad, puede resultar útil. Este tipo de transformación social se expone a partir de dos sectores: un sector primario con productividad marginal igual a cero y salario de subsistencia y un sector industrial, con un salario mayor, que se nutre de la oferta abundante de mano de obra y que permite mejoras constantes en la productividad media y la riqueza de la sociedad. Cuando se agota la mano de obra excedente es posible arribar, en estadios superiores al planteado por Lewis, a formas más evolucionadas basadas en estrategias de oferta sustentadas por la mejora tecnológica endógena. En este sentido, la competitividad sistémica juega un papel esencial para el paso hacia la industrialización por sustitución de exportaciones (ISE), hasta arribar finalmente a las “sociedades de conocimiento”. Es lo que se conoce como el continuum desarrollista. Como se expresó, la terciarización complementaria es la que se halla asociada a este tipo de transición.
El otro tipo de transición mencionado y que ha sido planteada por el neoestructuralismo, es la “industrialización trunca” y se utiliza para representar el proceso de modernización tardía que se dio en Latinoamérica (Fajnzylber, 1983). Este tipo de transformación se explica función del cambio estructural, producto de discontinuas inyecciones de capital con fuerte componente extranjero, del tipo stop & go, lo cual origina un acelerado proceso de industrialización que no logra completarse ni extenderse por toda la economía. La industrialización quedó a mitad de camino, dando lugar a una estructura productiva dual, conformada por enclaves de empresas extranjeras -y algunas de capital nacional-, con alta productividad, y el resto del tejido productivo integrado por pequeñas y medianas empresas, orientadas al mercado interno y a la producción de bienes “salario” (Canitrot, 1981), con fuerte dependencia tecnológica, de insumos y de capital. Esta economía denominada por Ferrer como “semiindustrial dependiente” (2008b) o por Llach, “rentística de mercado interno” (1987), se encuentra asociada a otro tipo de terciarización: “la terciarización sustitutiva”.
En la “terciarización forzada” en cambio, la industria en ninguna etapa logra asumir el liderazgo -ni la inversión la función dinamizadora-, con una escasa participación en la estructura productiva y del empleo. La población proveniente del sector rural se refugia en el sector servicios, en empleos precarios, al no encontrar cabida en el empleo privado formal. Se utiliza el término “degenerativa”, dado que la transición “pierde” o “se desvía” de su normal desenvolvimiento hacia el desarrollo (Escaith, 2006). Así es que para la CEPAL, el punto crucial del cambio estructural orientado al desarrollo se produce en el momento en que el liderazgo productivo es asumido por las ramas dinámicas. Dos rasgos definen a estas: la demanda creciente de sus productos en el tiempo y la elevada intensidad de su cambio tecnológico. El factor estructural, clave para posibilitar el desarrollo económico, consiste en la consolidación de actividades que conjuguen aumentos constantes de productividad con absorción neta de empleo.
La gradual consolidación de las ramas industriales dinámicas dentro de la estructura productiva produce el crecimiento de los servicios como su natural complemento, hasta arribar a las sociedades de conocimiento o posindustriales, basadas en el progreso técnico, la investigación científica y las TICs. Este proceso de transición revela cómo el sendero al desarrollo capitalista se inicia a partir de una economía tradicional, basada en la producción primaria y tradicional. El cambio estructural se origina a partir del crecimiento del sector industrial urbano, absorbiendo la mano de obra excedente, de baja productividad, del sector rural. La industria pasa a convertirse en el eje neurálgico del proceso de desarrollo, a través de su propio despliegue en aspectos claves, entre los cuales cabe mencionar su papel para mantener tenso el mercado de trabajo con mejora productiva e institucionalidad laboral y por los insumos, capital, tecnología y servicios que demanda de otras empresas, generando redes e integrando sectores. Entre los bienes y servicios que requiere resaltan tanto los insumos a otras empresas como los básicos (salud, educación, vivienda), y también infraestructura (transporte, energía), de seguridad, comunicaciones, financieros, etc.
Cuando el sector industrial no asume la función “dinamizadora” del desarrollo, sucede que el exceso de mano de obra rural busca refugio en el sector servicios, en actividades de baja productividad, especialmente empleo público, comercio, construcción, servicio doméstico. Se transita de una sociedad con un importante sector agrícola familiar de subsistencia, a una sociedad con creciente presencia de servicios pero con igual condición de subsistencia. La deficiente tasa de ahorro e inversión es un factor relevante para entender el estancamiento de la productividad. Reforzando lo indicado, la transición degenerativa se produce a partir de la imposibilidad por parte de las regiones marginales de la periferia de generar las condiciones, cualidades, virtudes y características necesarias para el despegue. En este sentido, se trata de identificar en este concepto, aquellas sociedades que no lograron en ningún momento de su desenvolvimiento, concentraciones adecuadas de acumulación de capital. Su industria no logró niveles de participación significativos, tanto en el producto como en el empleo y se recostó sobre ramas tradicionales o “naturales”, basadas en actividades primarias e intensivas en mano de obra. El excedente de empleo encontró refugio en el sector servicios de baja productividad, que creció forzado.
La transición degenerativa se caracteriza por la relación indirecta entre cambios en la productividad y absorción de empleo, producto de la escasa incorporación tecnológica y débil acumulación de capital. Es decir, que las ramas de actividad que mejoran la productividad son, a su vez, las expulsoras de empleo. En oposición, las ramas que absorben empleo reducen su productividad.
El excedente de empleo, originado por la expulsión del sector primario, incapaz de retener su mano de obra, se inserta forzadamente en el sector servicios, ante un sector industrial inerte. A medida que el sector agrícola disminuye su participación en el empleo, el sector servicios lo aumenta; mientras que la productividad del total de la economía permanece estancada, al igual que las remuneraciones del segmento secundario del mercado de trabajo (o el sector informal). Por lo tanto, se produce un empobrecimiento paulatino de la sociedad por el tipo de cambio estructural, donde las actividades que incrementan su productividad pierden participación en el empleo, el cual se va concentrando en ramas cuya productividad decae. La baja acumulación y la consecuente demanda insuficiente de trabajo se encuentran en los orígenes de este círculo vicioso. Como se expresó, el núcleo de esta forma de equilibrio de bajo nivel se encuentra en la baja formación de capital y esta deviene de la particular estructura productiva.
Otro rasgo característico, se da con relación a la falta de reacción y al efecto histéresis actuando sobre el sector industrial, ante las fases de crecimiento y depresión de los ciclos. En este tipo de economías la fase de crecimiento no origina el mejoramiento del sector industrial, en el producto ni en el empleo, debido básicamente a su orientación al mercado interno -que además es pequeño, fragmentado y de escaso dinamismo-, y a la baja elasticidad ingreso de las ramas de mayor significación que lo integran. Frente a las depresiones presenta asimismo, parecida inmovilidad y luego de la fase de crisis, el sector industrial va perdiendo, lenta y gradualmente, institucionalidad en el empleo y significación en el producto.
Sección 2. Raúl Prebisch y el surgimiento, auge y declinación de la escuela estructuralista latinoamericana
El estructuralismo es la única escuela de pensamiento latinoamericano centrada en el conjunto de problemas socioeconómicos regionales, destacándose sus estudios sobre el desarrollo económico. En palabras de Raúl Prebisch: “... desde la CEPAL es la primera oportunidad que tiene América Latina de pensar sus propios problemas económicos, que no los pudo hacer hasta ahora ... para poder orientar a Latinoamérica en la dirección correcta ...” (Pollock et al., 2001, p. 13). Su teoría se ha imbricado con la política y la práctica y ha llegado a dominar el escenario mundial en la década de 1960. En ese período la teoría estructuralista concitó la atención mundial y pretendió constituirse en el eje sobre el cual se vertebraran los programas para el desarrollo económico de los países de Latinoamérica, con asistencia financiera de las naciones ricas.
La mirada centrada en las regiones atrasadas nace al final de la década de 1940, cuando comenzaron a debatirse posturas en el ámbito del desarrollo económico, que rompían con la mainstream de origen anglosajón. El papel del mercado, la división internacional del trabajo, la competencia perfecta, los rendimientos decrecientes, las ventajas comparativas estáticas, la inexistencia de excedentes de trabajo y otros conceptos fuertemente arraigados, se encontraban siendo erosionados. Incluso el aspecto metodológico del equilibrio estático, del sincronismo y atemporalidad, sobre el cual estaba asentada la teoría económica y el exceso del herramental de inferencia estadística, eran desafiados.
Autores como Lewis, Hirschman, Rostow, Rosestein-Rodan y Nurske, comenzaron a conmocionar el pensamiento económico, con escritos atractivos -pero de escaso nivel formal-, en los cuales se defendía la transición desde lo rural-agrícola hacia lo industrial-urbano. Comenzaba a emerger lo que luego se condensó en un cuerpo de conocimiento, conocido como la teoría del desarrollo. Simultáneamente en Latinoamérica, Prebisch elaboraba la tesis espacial del centro/periferia, que con los aportes de la dimensión temporal brindados por el brasileño Celso Furtado y el chileno Aníbal Pinto, conformaron lo que sería la metodología de la novel escuela.
Luego de su irrupción fulgurante a principios de la segunda mitad del pasado siglo, y su apogeo en los sesenta, la frustrante implementación de las políticas desarrollistas en Latinoamérica condujo, ya en los setenta, al resurgimiento del liberalismo económico de la mano de Arnold Harberger (2002), Anne Krueger (1996) y la escuela de Chicago. Bajo el paradigma de la globalización, los mercados debían prevalecer, corrigiendo la nefanda distorsión de precios introducida por un excesivo intervencionismo que no respondía a los costos de oportunidad.
Con el correr de la década de 1970, las críticas a la teoría del desarrollo se generalizaron. Los ataques se concentraron fundamentalmente en la escasa formulación o modelización de las propuestas. Según Krugman “... los principales economistas del desarrollo no consiguieron traducir sus intuiciones en modelos precisos que pudieran servir como base de una disciplina perdurable” (1997, p. 25). En otro párrafo expresa: “… para que una idea pueda tomarse en serio tiene que ser modelizable” (p. 7). Luego apunta: “… a base de metáforas sugerentes, realismo institucional, razonamientos interdisciplinarios y una actitud relajada respecto a la falta de coherencia interna. El resultado fueron algunos textos maravillosos, algunas intuiciones inspiradas y desde el punto de vista intelectual, un callejón sin salida” (p. 79). Otra razón que alega este autor -de índole exógena pero no menos relevante-, es el desinterés de los financiadores en relación con esta línea de investigación.
El estructuralismo estuvo a la vanguardia de la teoría del desarrollo entre 1950 y 1970, para luego perder protagonismo (incluso se encuentra relegado de los programas de enseñanza y contenidos bibliográficos, en los centros universitarios donde se enseñan ciencias sociales y económicas, de la propia región). Las causas de ello se las debe buscar en sus debilidades intrínsecas, fundada en sus proposiciones argumentativas, pero también en el imperialismo intelectual dominante o “colonización pedagógica”, tal la denominó Jauretche (1995). Es decir, el conocimiento mainstream centrado in se, ignorando el esfuerzo científico alternativo. En este sentido, Raúl Prebisch señalaba “... estoy seguro que en Harvard no nos toman en serio, somos economistas de segunda categoría o hasta de tercera; somos economistas subdesarrollados ...” (Pollock, et al., 2001, p. 17). Pero, por otro lado, existe una especie de “mesianismo al revés”, siendo los mismos investigadores de la periferia, quienes muestran cierta subyugación ante el pensamiento anglosajón.5
Durante el dominio de las recomendaciones del neoliberalismo, que luego serían conocidas bajo la denominación del “Consenso de Washington”,6 a partir de la década de 1970 el estructuralismo entró en un período de transición de cerca de veinte años. Esta etapa sirvió para la reflexión y la teoría sufrió importantes cambios y actualizaciones, hasta conformar un cuerpo reformado, denominado el neoestructuralismo, que ofrece una interesante perspectiva del actual desarrollo latinoamericano, a partir de su propia evolución.7 Estudiar el estructuralismo sin apelar a la constante referencia a Prebisch es dificultoso. Al contrario, el estructuralismo resulta fácilmente comprensible si se lo estudia a partir de la gigantesca obra intelectual y de gestión, generada por este personaje notable.
Prebisch y los orígenes del pensamiento estructuralista
Raúl Prebisch nació el 17 de abril de 1901 en Tucumán, Argentina. Su padre fue un inmigrante alemán, representante del sistema de correo, y su madre provenía de una ilustre familia salteña, emparentada con Enrique Uriburu. Estudió economía en la Universidad de Buenos Aires entre 1918 a 1922. Dictó la cátedra de Economía Política en la misma universidad, de 1923 a 1948. A partir de 1930 comienza su carrera como funcionario del Banco Nación. En 1935 inicia su excepcional labor fundacional, esta vez constituyéndose en gestor de la creación del Banco Central, del cual fue su primer gerente general. En 1943 renuncia como funcionario público en su país, a pedido del presidente Castillo.
A partir de allí es convocado por varias naciones latinoamericanas como consultor y conoce las realidades de la región. Hasta el año 1949 participa activamente en la creación del Banco Central de varios países: Venezuela, México, Paraguay y República Dominicana. En ese año publica su informe El desarrollo de América Latina. Algunos de sus principales problemas, al cual Albert Hirschman (2013) denominó el “Manifiesto Latinoamericano”. Su notable capacidad, su experiencia, su contracción al trabajo, pero fundamentalmente su profundo conocimiento de la región, condensado en este escrito, despierta el interés de la recientemente instituida Organización de las Naciones Unidas (ONU) con el fin de encomendarle la creación de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL). En 1950 asume como secretario general, cargo que ocuparía hasta el año 1963, cuando es convocado a Ginebra para presidir la primera Conferencia sobre Comercio y Desarrollo de Naciones Unidas (UNCTAD), organismo precursor de la Organización Mundial de Comercio (OMC), de la cual también ocupa el cargo de secretario general. En el año 1976 retorna a la CEPAL como director de la revista institucional. Fallece diez años después, un 29 de abril, en Chile.
En el artículo “Cinco etapas en mi pensamiento sobre el desarrollo” escrito en 1983, narra su trayectoria intelectual a partir de 1943 (Prebisch, 1987). En este documento se recrea también su pensamiento económico, cuyo antecedente más remoto se encuentra en su trabajo: “Anotaciones sobre nuestro medio circulante”, elaborado cuando aún era estudiante en la UBA. Si bien, la etapa anterior a 1943 poco agrega al estudio del estructuralismo, se encuentra aquí analizada dado que esos años convulsionados tuvieron impacto en la formación del joven Prebisch. Se puede observar cómo el pensamiento de Prebisch va evolucionando frente a los fuertes acontecimientos globales. El paradigma clásico es avasallado por los sucesos, en especial la ruina económica de 1929. La crisis del capitalismo de 1914, junto a la primera guerra mundial, surgida entre los poderosos países europeos por la apetencia de control de las materias primas (hierro y carbón), abre un espacio de convulsión y discusión paradigmática, que solo se aquietó hacia mediados de la década de 1940.
Un período histórico plagado de hechos relevantes (la revolución rusa, las revueltas campesinas y proletarias; el derrumbe económico que comienza en el jueves negro de Wall Street en octubre de 1929, la devastadora Segunda Guerra Mundial), profundizó el debate respecto a las ideas, entre comunismo, socialismo y capitalismo, y este último, seccionado entre liberales y keynesianos. Mercado y Estado comenzaban una puja que aún perdura.
Si bien el keynesianismo se dedicó al estudio pormenorizado de los ciclos, tanto los clásicos, pero en especial los neoclásicos advirtieron este hecho estilizado.8 En 1920 cuando Prebisch era un estudiante avanzado de economía en la UBA, las fases de los ciclos eran consideradas naturales, simétricas, recurrentes e inevitables. En este sentido, usar herramientas para extender la fase de crecimiento no haría más que ahondar el período depresivo. Por lo tanto, el Estado, al intervenir, solo generaba la profundización de las fases de los ciclos. La neutralidad fiscal y el patrón oro, eran las normas de comportamiento, que implicaban la reducción del gasto en épocas depresivas -la primera-, y a expandir el circulante durante la expansión –la segunda-. Nutriéndose principalmente de Paretto, Irving Fischer y Juglar, Prebisch elaboró en 1921 un trabajo en el cual explicaba los ciclos en Argentina, de acuerdo con la cantidad de dinero en la economía: “Anotaciones sobre nuestro medio circulante. 1822-1914”. Una situación expansiva ocurría cuando ingresaban libras esterlinas en un contexto de liquidez internacional. La depresión sobrevenía en un entorno de reducción del circulante por obligaciones de la deuda (1921).
Su visión neoclásica del ciclo recién evolucionó a partir de los problemas de política económica planteados por la Gran Depresión de los años ´30. La persistencia de la crisis condujo a la búsqueda de soluciones que el paradigma clásico no proveía. En este momento se comienza a percibir en Prebisch a través de sus escritos, un acercamiento a las embrionarias posturas heterodoxas, influido por Keynes y el economista alemán-argentino Silvio Gesell, fundamentalmente. El advenimiento de la teoría estructuralista se aproximaba en el pensamiento de Prebisch.
Dos lógicas comenzaron a tomar cuerpo en relación con el tema central de los ciclos: el deterioro de los términos de intercambio y las políticas contracíclicas. Empezó a alejarse de la visión financiera, analizando los componentes de la balanza comercial. De esta línea argumentativa surge la tesis más radical al sistema capitalista de distribución. Se detiene en las etapas de auge y crisis, es decir, las bisagras del cambio de tendencia. Percibe que el aumento de las exportaciones propicia la fase de crecimiento y la entrada de capitales (descubre el multiplicador del comercio exterior), generando un aumento de las importaciones. La crisis sobreviene por el estrangulamiento de divisas, originado por el creciente déficit fiscal, el peso de la deuda y/o el endurecimiento del crédito externo. Por otro lado, y a tono con el ataque keynesiano a los clásicos, observa que las crisis no se solucionan con precios flexibles a la baja, sino al contrario, se agravan. Por lo que el Estado debía tener protagonismo en las fases de depresión del ciclo. De hecho, como gerente general del recientemente creado Banco Central en 1935, se aboca al objetivo ortodoxo de estabilidad de precios, pero resueltamente persigue el crecimiento sostenido a través de políticas compensatorias.
Argentina en este sentido, es pionero en abandonar el patrón oro y con ello el país logra salir anticipadamente de la crisis.9 La década de 1930 -conocida en nuestro país como la década infame -por lo acontecido en el ámbito político-, es señalada sin embargo, en la mayoría de los estudios sobre la economía argentina, como un período relativamente favorable. Ferrer expresa “… las políticas expansivas seguidas a partir de 1935 permitieron recuperar el nivel de precios internos, mientras que en los principales países industriales su declinación era muy marcada” (2008b, p. 230). J. J. Llach indica que “… la década del treinta es la única que muestra una mejora de la posición relativa de la Argentina” (1987, p. 30).
Su última intervención como funcionario de su país, tuvo lugar con ocasión de la crisis de 1940, como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial. La variable dinamizadora de la economía desde fines del siglo XIX estaba constituida por la exportación primaria, con un único destino: Inglaterra. Pero a raíz de que la libra esterlina fue declarada inconvertible, el país -como en 1930- debía definir nuevas condiciones para el desarrollo. Surge el Plan Pinedo en 1940, como respuesta, cuyo ideólogo fue el gerente del Banco Central, justamente el Dr. Raúl Prebisch.10 La reforma más importante que introducía el Plan tenía que ver con el desarrollo de la industria exportadora. Si bien el Plan fracasó políticamente, ya que no se logró su aprobación en el Congreso, algunas medidas que pudieron aplicarse hasta el golpe de 1943, produjeron avances inéditos en la historia argentina. La participación de las exportaciones de productos manufacturados no tradicionales en el total de exportaciones se elevó del 2,87 % en 1939, al 19,44 % en 1943: “La participación de las exportaciones industriales alcanzada en 1943 fue escasamente superada en la historia económica argentina posterior” (Llach, 1984).
El pensamiento latinoamericano del estructuralismo en sus orígenes
La teoría centro/periferia, el enfoque de la heterogeneidad estructural, el concepto de la restricción externa y del multiplicador del comercio, entre otros, tienen el sello intelectual de Prebisch, quien no solo inspiró y coordinó estas elaboraciones, sino que redactó sus partes sustantivas. La propuesta teórica del estructuralismo comienza a plasmarse institucionalmente en 1949 con el Estudio económico de América Latina (CEPAL, 1949) y llega a su apogeo en la reunión de la UNCTAD, Delhi (1968), con propuestas de política global.
Comparte con el pensamiento keynesiano el planteo de la inversión como una variable compleja, que requiere de un marco multidimensional para su comprensión. Pero se aleja del mismo, en cuanto a la importancia atribuida al progreso técnico. En este sentido, Prebisch pondera a este como un factor decisivo sin el cual es imposible comprender la teoría centro/periferia. La modernización de la economía -en sentido lewisiano-, es básica para alentar tanto la innovación, como la absorción de empleo de calidad y la mayor productividad, con demanda de trabajo calificado. Reforzando la postura, la estructura productiva de los países latinoamericanos, asentada en actividades de baja elasticidad ingreso de la demanda, conduce al deterioro de sus términos de intercambio. La convergencia solo es posible con cambio estructural promoviendo las actividades dinámicas de la estructura productiva.
Prebisch fue abandonando paulatinamente las ideas de la corriente del pensamiento dominante. Atacó la monoeconomía, tanto de los clásicos como de Keynes. En principio, con su teoría de centro y periferia prestaba atención al espacio político y económico, reconociendo a las regiones como intrínsecamente distintas y las relaciones entre ellas, como condicionantes para el desarrollo. La posición dominante (mainstream) en cambio, no tenía en cuenta el factor espacial. Se centraba solo en las economías ricas y consideraba que los países con rezago debían observar e imitar la experiencia que brindaban aquellas, si buscaban mejorar sus desempeños.
Para Prebisch era erróneo pretender que la convergencia entre países ricos y pobres se pueda lograr sin la existencia de estrategias deliberadas y acciones firmes para el cambio estructural. El tiempo, en tanto evolución y contexto, también tenía su importancia. Los ciclos debían estudiarse dentro de una visión global, ya que procedían del centro y marcaban el comportamiento de las periferias. Pero el quiebre con la teoría económica se produjo a partir del ataque a su metodología. El análisis dentro de los paradigmas clásico y keynesiano se basaba en el equilibrio estático. Prebisch concibió el estudio de la economía, no a partir del ajuste automático: los ciclos eran básicamente puntos de desequilibrio dinámico.
Cuando CEPAL publicó en 1949 el Estudio económico de América Latina, donde se expone la teoría centro/periferia, el pensamiento económico observa el alumbramiento de una nueva escuela, que rompe con los esquemas de la teoría económica ortodoxa. Es que esta, tanto en sus versiones clásicas y neoclásicas -como keynesianas y neo keynesianas-, soslayan las relaciones asimétricas que existen y se establecen entre los países, como también el acontecer histórico. Para el estructuralismo en cambio, resultan fundamentales, visión compartida en aquella época por la escuela marxista y por la teoría schumpeteriana de la “Destrucción creativa”. Tanto la generación, difusión y apropiación del progreso técnico, como el uso del excedente son fundacionales en el análisis estructuralista. En esta primera versión, hoy distante pero vigente, expone su visión, basada en el estudio de la dinámica latinoamericana en torno al desarrollo. Su elaboración teórica se desprende de la observación meticulosa de la realidad.
En el contexto de la década de 1940, los países latinoamericanos poseían un nivel de vida, productividad e ingresos muy alejado del que ostentaban los países ricos, extremada volatilidad, con ciclos repetidos de estancamiento, tasas de natalidad elevadas y altos niveles de desigualdad. Se derivaba de los hechos que el pobre desempeño de la región resultaba de orden sistémico y se debía tanto a cuestiones internas como externas. Argentina hasta 1950 fue la excepción. Su nivel de ingreso per cápita superaba en un 30 % al grupo de países europeos constituido por Austria, España, Italia, Finlandia, Grecia, Irlanda y Portugal. Triplicaba el PBI per cápita de los países dualistas de AALL: Brasil, Colombia, México y Perú. Superaba en un 40 % el de Chile y Uruguay y en 260 % al de Japón (Llach, 1987).
La estructura productiva se erigía como el elemento determinante en las brechas. Mientras que los países centrales habían realizado la migración exitosa desde actividades primarias hacia las industriales, los países subdesarrollados habían sufrido en cambio, períodos de industrialización cortos e interrumpidos. Pero el progreso de unos se sostenía sobre el rezago de los otros, sustentado en una dinámica global. El elemento clave para explicar la mecánica se encontraba constituido por el progreso técnico, el cual era generado por los países industriales. Estos poseían una dotación de factores intensivos en capital, producto del tipo de innovación tecnológica, ahorradora de mano de obra.
En virtud de la diferenciación entre los bienes industriales y los genéricos o commodities, el progreso técnico impactaba de diferente modo en unos que en otros. En los primeros, la empresa que generaba o se adueñaba de la innovación, gozaba del monopolio transitorio de mercado hasta que comenzaba a ser imitada. Con alta productividad, recibía beneficios extraordinarios. Los avances tecnológicos en los commodities, en oposición, generaban mayor oferta y más competitividad, que inducía a la baja en el precio. Además, las estructuras primarizadas respecto a las industrializadas, sufrían de varias limitaciones en factores claves para el desarrollo, entre las cuales pueden nombrarse: la insuficiente creación de puestos de trabajo; su relativa independencia y consecuente aislamiento del resto de actividades y sectores económicos; su falta de dinamismo en cuanto a capacitación de recursos y difusión de conocimiento y finalmente, su baja elasticidad ingreso de la demanda.
Estructuras recostadas sobre la producción primaria, implican mercados de trabajo con oferta excedente de mano de obra, lo cual mantiene los salarios en niveles de subsistencia, impidiendo que puedan absorber la mayor productividad, fruto del adelanto técnico. La mayor productividad en los países centrales se traslada a los salarios, debido a la constante tensión en la que se desenvuelve el mercado de trabajo. Debido a la alta elasticidad ingreso de la demanda vinculada a bienes industriales, los mayores salarios producen el incremento de la demanda industrial en contraste a los commodities, bienes con baja elasticidad ingreso de la demanda.
Existen, además, otros factores externos que profundizan las brechas, como el “efecto demostración”, el cual induce a residentes de países pobres a imitar comportamientos de consumo de los residentes en países ricos, incrementando de esta forma el consumo de bienes industriales y la importación. Asimismo, la path dependence o dependencia del camino, indica que la situación de inicio del proceso marca la trayectoria futura. En este sentido, la relación descripta de centro y periferia tiende a mantenerse si no median fuertes acciones o choques de naturaleza exógena.
Por último, dentro de la periferia se repiten las asimetrías observadas a nivel global. Esto se debe al tipo de enclave con el cual las empresas extranjeras se insertan con sucedáneas en el tejido productivo de los países periféricos, generando núcleos de alta productividad integrados al mundo, pero con escasas relaciones internas, succionando las ganancias que no son reinvertidas localmente, salvo en etapas muy favorables del ciclo. Como el resto de la economía se moviliza en torno de la actividad agropecuaria y de servicios de baja productividad, surgen asimetrías sociales y brechas productivas, que repiten la situación, pero al interno de los países subdesarrollados. Este diseño, del cual se desprende el concepto de la heterogeneidad estructural, ayuda a comprender la teoría de la segmentación del mercado laboral y las extendidas desigualdades, no solo en productividad e ingreso, sino también territoriales. El siguiente esquema se refiere a la dinámica centro/periferia, y cuyo quiebre es posible solo a partir de una enérgica acción gubernamental:
En el esquema 1 puede verse cómo, a partir del paradigma clásico, en especial la teoría de las ventajas comparativas elaborada por David Ricardo (rectángulo inferior), se determina la especialización de las estructuras productivas latinoamericanas y la importancia de esta configuración en la dinámica de los ciclos, a partir de los términos de intercambio. Latinoamérica quedó relegada a la producción primaria exportadora, con el argumento que el factor tierra, al ser escaso por su imposibilidad de reproducirse en oposición al capital, elevaría los precios de los productos agrícolas por encima de los industriales. La generación del progreso técnico y el dinamismo de la actividad económica quedaron recluidos en los países centrales.
Los países periféricos sufrieron las consecuencias de una estructura productiva confinada a la producción primaria: baja elasticidad ingreso de la demanda de las exportaciones respecto a las importaciones, determinante para explicar el deterioro de los términos de intercambio y la restricción externa. Les tocó enfrentar crecientes problemas de empleo, bajos salarios y productividad (rectángulos de la izquierda). Las crisis, iniciadas en los centros, se propagan a la periferia y generan en ella medidas compensatorias, lo cual junto a la intervención del mercado cambiario (casilla superior), impulsa la industria sustitutiva (ISI).
Las economías quedan entrampadas en un sistema semiindustrial, dependiente de eventuales rentas externas del sector primario. El actor clave para instrumentar estrategias que rompan el círculo es el Estado (representado por la figura del rayo, previo a rectángulo inferior), a partir de imponer condiciones de estabilidad macroeconómica en el crecimiento, con políticas de cambio estructural, reforma agraria y progreso técnico endógeno (casillas de la derecha).
El efímero apogeo de la atrevida apuesta de la heterodoxia estructuralista
La Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo, precursora de la Organización Mundial de Comercio, tuvo a Prebisch como responsable de su creación y como primer secretario ejecutivo. La primera reunión se realizó en Ginebra en el año 1964. Fue dominada por la visión estructuralista, sobre la base del documento que sirvió para abrir la reunión: Hacia una nueva política comercial para el desarrollo, también conocido como Informe Prebisch (UNCTAD, 1964). Este trabajo volcaba las principales tesis del estructuralismo, con su diagnóstico de las causas de las brechas y las propuestas para la convergencia y el progreso de las naciones pobres. Las actas de la Conferencia se publicaron en siete tomos, entre los que destacan el volumen 1 Comercio y desarrollo, acta e informe final y el volumen 2 Comercio y desarrollo: declaraciones de política, que a su vez constituyeron la base que marcó el tono de las discusiones, en la segunda conferencia llevada a cabo en 1968, en Delhi.
Las impactantes recomendaciones de la UNCTAD, de fuerte apoyo a los países en vías de desarrollo sustentadas por las ideas estructuralistas, marcaba el quiebre del dominio del liberalismo, a pesar de que pronto este iría a reaparecer triunfal, acabando con la atrevida apuesta -y por cierto equivocada a su entender- surgida de un grupo de economistas de la CEPAL. A continuación se hace un repaso del núcleo de las propuestas elaboradas en aquellas conferencias:
Se proponía una cuota del 1 % del PBI de los países ricos, que debían aportar como ayuda exterior.11
Suspensión o adecuación de los pagos de la deuda externa de los países periféricos.
Creación de un fondo compensatorio para atender la caída de los precios de los productos primarios.12
Subsidios dirigidos a los gobiernos y no a los agentes del mercado.13
Debía evitarse, por parte de los países ricos, el fomento de la innovación en tecnologías ahorradoras o sustitutivas de bienes primarios y eliminar las barreras para la entrada de productos manufacturados de los países atrasados.
Arreglo para la protección interna a las industrias incipientes en los países atrasados.
Acuerdos preferenciales entre países pobres para el comercio mutuo de sus propios productos manufacturados.
Estas medidas debían generar un flujo anual de veinte mil millones de dólares, que permitiría una tasa de crecimiento adecuada y estable, con el fin de asegurar un nivel constante de acumulación de capital para el desarrollo. 14 En este sentido, el Informe Prebisch precisa:
Es de esperar que los procedimientos de asignación de recursos suministrados como financiación compensatoria ayudarán a dar a los países en desarrollo toda la razonable seguridad de que puedan contar con los fondos globales precisos para llevar a cabo sus planes de desarrollo (UNCTAD, 1964).
Como se expuso ut supra, la hegemonía de las ideas estructuralistas fue fugaz. Durante la década de 1970, este novel grupo de economistas tercermundistas, que proponía aportes de los países ricos en beneficio de los pobres, sucumbió ante un alud de críticas a sus teorías y propuestas políticas. El hecho de que la puesta en práctica de sus recetas, en algunos países latinoamericanos, no haya podido eliminar los choques y generar un proceso de crecimiento sostenido, también tuvo su influencia.15 Las críticas principales se centraban resumidamente en lo siguiente:
Con respecto al tema de la inversión y ayuda externa. La acumulación de capital en gran escala no es necesaria ni suficiente para lograr el desarrollo económico. El desarrollo económico puede ser conquistado sin necesidad de elevar el nivel de las importaciones, sin ayuda exterior y sin que se presente la restricción externa.
Inconsistencia de políticas internas. Para explicar la causa de los problemas de la balanza de pagos, es insuficiente -y por lo tanto erróneo-, recurrir solo al deterioro de los términos de intercambio, explicado por patrones de especialización y diferenciales de elasticidad ingreso de la demanda. La política de tipo de cambio, los precios y costos relativos y el flujo de rentas monetarias, son factores elementales que deberían tenerse en cuenta. El problema recurrente de balanza de pagos en Latinoamérica es debido a políticas internas desacertadas. Bauer expresa: “... las crisis de balanza de pagos se hacen inevitables si los gobiernos utilizan políticas monetarias y fiscales que inflan sus economías más rápidamente que las de sus relaciones comerciales, mientras el tipo de cambio permanece fijo” (1983).
Defectos de agregación. Los países, tanto periféricos como centrales, poseen patrones heterogéneos de comercio. Simplificar el análisis, segmentándolos en productores primarios y de manufacturas, no permite extraer conclusiones válidas. Existen diversas situaciones: países desarrollados que se apoyan en productos primarios; países pobres con importante exportación de manufacturas; países agropecuarios pero cuya actividad de exportación es muy disímil: cobre, café, petróleo, caucho, trigo, etc., lo cual influye al determinar la fluctuación de los términos de intercambio (TI).
La evidencia empírica no solo que no confirma el deterioro de los TI, sino que muestra su apreciación (Lewis, 1965).
Los TI deben integrar para su análisis los costos de los factores. Las mejoras tecnológicas incorporadas han permitido una mejora en la rentabilidad y eficiencia, junto a menores costos y a la expansión de la producción primaria. La medición convencional de los TI esconde variables importantes que relativizan sus resultados.
Mediante desarrollos teóricos y análisis de datos (del Statistical Year Book, NU), economistas ortodoxos refutan la relación entre el deterioro de los TI para los productos primarios y los siguientes factores: la baja elasticidad ingreso de la demanda; el incremento de la población que mantiene sumergido el salario; el progreso técnico, tanto por su efecto ahorrador de mano de obra y potenciador de la producción como por su impacto sustitutivo y economizador de materias primas y, finalmente, el predominio de sindicatos y de monopolios en las industrias exportadoras de los países centrales.
En el advenimiento de la globalización y el resurgir de la ideología neoliberal, el ataque de la corriente dominante económica tuvo que ser despiadado. Bauer (1983) llega a expresar:
… las bases conceptuales, analíticas y empíricas de estas afirmaciones (en referencia al deterioro de los TI) no son válidas; sus defectos se han expuesto repetidamente en la literatura técnica… Disfrutan de una influencia generalizada, básicamente como resultado de la persistente propaganda, y de la pura repetición.
Según el propio Prebisch:
No tuve éxito, lo que constituye una prueba clara de que el Norte no estaba dispuesto a actuar, ni el Sur estaba inclinado a realizar las grandes transformaciones estructurales que se requerían para allanar el camino del desarrollo económico y la equidad social (CEPAL, 1987).
La génesis del neoestructuralismo
Como se vio, el estructuralismo se constituyó con la notable influencia de Raúl Prebisch. La escuela estructuralista tiene su fundamento ético en una más justa distribución del ingreso. Su metodología es estructural -ergo: histórica-, analizando la realidad latinoamericana en perspectiva global. Una frase siempre repetida por Prebisch, “observa y luego piensa”, puede utilizarse para indicar la lógica científica en esta escuela. La teoría se produce luego de una minuciosa observación de la realidad; estrechamente ligada a esta. La teoría del centro/periferia, viene a romper con el viejo liderazgo de la ortodoxia económica, tanto clásica como keynesiana, relativo a un sistema global con relaciones complementarias, bajo el cual los países industriales y los países productores de bienes primarios se vinculan comercialmente, en forma ventajosa para ambos. El estructuralismo, en oposición, enfatiza la estructura intrínsecamente injusta de estas relaciones, organizadas desde los países poderosos. Como consecuencia de ello reclama la necesidad de reformas que apunten al cambio estructural, con aporte financiero de las naciones ricas.
El estructuralismo también indica que al interior de los países en vías de desarrollo se han producido transformaciones, producto del tipo de industrialización en enclave y de la ISI. La heterogeneidad estructural es el signo de sociedades bipolares, que repiten el esquema centro/periferia en su interior. Su aporte logró concitar la atención mundial en los sesenta y se tradujo en políticas públicas con fuerte intervención estatal, cuya variable dinamizadora estuvo constituida por la inversión. En los setenta, con el surgimiento de políticas que luego serían condensadas bajo el nombre del Consenso de Washington, fuertes críticas generaron la retracción de la CEPAL. Este repliegue permitió, intramuros, absorber el choque y manar de otras teorías, para finalmente, actualizar la propuesta y desembocar en el surgimiento de la denominada “corriente neoestructuralista”.
Sección 3. Neoestructuralismo: igualdad, cambio estructural y desarrollo en el capitalismo periférico
Tratar de develar el neoestructuralismo, resulta por cierto una tarea ciclópea. Una densidad de temas construidos durante varias décadas de estudios y escritos, requieren de una estrategia para el lector interesado. En principio, el neoestructuralismo puede subsumirse básicamente en los tres manuales denominados la Trilogía de la igualdad, publicados entre 2010 y 2014. Sin embargo, existen múltiples trabajos previos realizados por varios autores, entre los cuales es válido nombrar a: Ricardo Ffrench-Davis, Osvaldo Sunkel, Osvaldo Rosales, Theotonio dos Santos, Sergio Bitar, Nora Lustig y Fernando Fajnzylber, quienes a partir de la década de 1990 han aportado la dinámica propia de un movimiento científico, comprometido con la realidad de la región y por lo tanto, de fluida internalización para quienes deseen tener una panorámica del capitalismo periférico y de políticas concretas para su remisión.
La variedad de temas desplegados por el neoestructuralismo constituye un menú suculento. Si se repasan los documentos, es posible mencionar entre los conceptos cultivados, los siguientes: medioambiente y cambio climático; política y arquitectura estatal y global; distribución, pobreza, bienestar, equidad e igualdad; políticas para el desarrollo en sus diversas dimensiones: macroeconómica para el crecimiento estable; industrial para el cambio estructural; social, meso y microeconómica, Pymes, tecnológicas, productivas, energéticas para la sostenibilidad y endogeneidad; gasto público, transferencias y estructura tributaria; mercado de capitales; empleo, heterogeneidad estructural, convergencia y productividad; territorio, privaciones, segregación urbana, desarrollo local y brechas territoriales; brechas internas, externas, salariales, educativas; instituciones; género; etnias; inclusión; pactos sociales, laborales y estado deliberativo, entre otros.
La presente sección no abarca la historia del pensamiento neoestructuralista, sino solo un recorte referido a temas y no a autores. Y estos temas escogidos en relación con los siguientes problemas: la marginalidad y subcapitalización de ciertas regiones dentro del desarrollo periférico. En este sentido, existen en la periferia territorios que no han logrado el despegue en términos de Rostow (1961); no consiguieron alcanzar estándares mínimos de stock de capital que les permita dinamizar sus mercados de trabajo. Son, en algún sentido, sociedades tradicionales dado su sesgo hacia los recursos naturales y la relevancia de su sector rural -con la supremacía de la economía familiar de subsistencia-, que involucra altas tasas de natalidad y de emigración de su población. Los flujos de mano de obra en el mercado de trabajo se vinculan a la regulación del exceso de empleo rural de baja productividad, mediante su transferencia a ocupaciones urbanas precarias (terciarización forzada), pero sin modificar el nivel de subsistencia de la población involucrada. Ninguna escuela de pensamiento, ni siquiera la cepalina, ha abarcado el conjunto de problemas que plantean estas regiones, más allá de su vasta proliferación por toda América Latina. En Argentina, la región del Norte Grande se integra, en su mayoría, por provincias con las características mencionadas.
Se han seleccionado del extenso contenido del neoestructuralismo, aquellos temas que aportan a esta trama: la de los territorios marginales de naciones periféricas, en los cuales el bajo stock de capital y el cambio estructural en pos de la igualdad, juegan un papel central. Se realiza un acotado repaso por la evolución del pensamiento neoestructuralista, para continuar con los contenidos seleccionados. Al tema de la igualdad se le concede un lugar primordial, por tres motivos. Uno de ellos es que resulta central para la comprensión del conjunto de problemas de los territorios subcapitalizados en naciones periféricas. Otro factor lo constituye la jerarquía que la CEPAL le otorga al objetivo de la igualdad, la cual representa el núcleo –junto al cambio estructural-, de la propuesta renovada de desarrollo para los países latinoamericanos. Finalmente, porque la vinculación entre crecimiento e igualdad continúa siendo un tema actual y eje de un debate abierto y esencial en torno al progreso de las sociedades pobres, con menor nivel de ingreso per cápita, como se expresó en el apartado “Crecimiento y desigualdad”. El trabajo se propone un abordaje interpretativo en relación con los temas seleccionados. Se elabora una esencial disquisición respecto a aspectos conceptuales sobre los términos igualdad y equidad, que remiten a una disputa de paradigmas. En este sentido, emergen los argumentos sobre los cuales se edifican dos pensamientos económicos antagónicos: el neoestructuralista y el neoliberal. Es necesario resaltar, para aquellos especialistas en temas particulares, que se dejan de lado aristas fundamentales, debido a la imposibilidad de analizar la diversidad de problemas desde sus diversas perspectivas. Temas actuales como: enseñanza, medioambiente, género, etnias, entre otros, son los que han debido sufrir este corte en la investigación, los cuales poseen un lugar destacado en el neoestructuralismo.
La evolución del paradigma
El vocablo paradigma posee acepciones diversas que han variado con el paso del tiempo, de acuerdo con las distintas disciplinas y escuelas que la han utilizado. A partir de los sesenta y debido a la obra de Thomas Kuhn (1962), en los ámbitos científicos se lo pasó a utilizar como sinónimo de “modelo teórico universalmente aceptado”. Etimológicamente proviene del griego paradeigma, donde para significa “junto”, “alrededor”, “en torno” y deigma: “señalar”, “indicar”, “mostrar”, “enseñar”. Se entiende comúnmente como sinónimo de ejemplo, modelo, patrón o tipo. Como se expresó en la sección anterior, el estructuralismo tuvo su fase triunfal en la escena global entre 1960 y 1970, cuando la figura de Prebisch emerge en el firmamento global como artífice y primer secretario ejecutivo de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), precursora de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Coincidente con la etapa de oro del capitalismo keynesiano en los países centrales, se reproducía en la esfera latinoamericana la aplicación de estrategias de ISI, bajo el precepto del cambio estructural para economías duales.
La etapa de dominio del pensamiento keynesiano y desarrollista se interrumpe durante la década de 1970, debido principalmente a los problemas estanflacionarios que afectaron al capitalismo global a partir de la crisis del petróleo en 1973 y al fracaso de los procesos de ayuda a la inversión con planificación central en los países periféricos (Easterly, 2001).
En este marco, resurge en el mundo la teoría clásica renovada, bajo la denominación de “neoliberalismo”, con el liderazgo intelectual de Arnold C. Harberger y Anne O. Krueger (Guillén Romo, 2005). En paralelo, en relación con el desarrollo en Latinoamérica, irrumpe esta ola de economía de mercado que ataca el industrialismo y la participación del Estado, basado en los efectos negativos de la distorsión de precios y de las políticas estatales procíclicas, con una mirada moralista respecto al papel de lo “público” en un mundo global. No solo se requería sincerar precios, sino también libre comercio y achicamiento del Estado (Lefeber, 1991).
El estructuralismo se repliega, comienza a digerir el golpe y producir su simbiosis –intramuros-, ante el desafío de adecuar su pensamiento al imperio del Consenso de Washington. Durante 1980 se ubican los primeros ensayos con elementos conceptuales propios y renovados, a partir de una lectura de la realidad global, pero alejados parcialmente del ideario original de la CEPAL, en especial en lo referido al cambio estructural y la macroeconomía, ponderando por el contrario, el corto plazo y la relevancia del nivel micro y mesoeconómico (Bielschovsky, 2009).
En el plano de la política económica, las reformas hacia el mundo global propuestas por el neoliberalismo durante 1970 emergieron de manera hegemónica, con generalizadas adhesiones y sin oposiciones de porte. En lo práctico, en la región el problema de la deuda externa comenzaba a erigirse en un tema excluyente. Ambos elementos colaboraron con la crisis interna del pensamiento cepalino, provocando una rotación desde el binomio de largo plazo: “cambio estructural con equidad” contenido en la puesta original, a objetivos más urgentes: “crecimiento con estabilidad”. El crecimiento estable se constituyó en la renovada base de sustentación, a partir del cual se comienza a hilar el nuevo pensamiento, que luego tomaría cuerpo denominándose neoestructuralismo (Odio Ayala, 2010).
Otro hecho exógeno que tuvo su relevancia en la conformación del nuevo pensamiento fue el crecimiento de los países asiáticos. Esto demostraba que más allá de los ciclos del capitalismo, de las crisis de paradigmas, de las teorías estigmatizantes (como la teoría de la dependencia), es posible para un país atrasado dejar de serlo, creciendo con altas tasas, sostenidamente, con cambio estructural, durante décadas, mediante la planificación central, apertura al mercado e industrialización por sustitución de exportaciones (CEPAL, 2007).
El intelectual que comenzó a percibir las nuevas condiciones del desarrollo para la región fue Fernando Fajnzylber Waissbluth, economista chileno, quien estuvo exiliado en México y en 1986 retorna a su país para hacerse cargo de la dirección del Departamento de Desarrollo Industrial de la CEPAL. Recreó la mirada crítica y abiertamente opuesta que la CEPAL -desde sus inicios- mantuvo frente al neoliberalismo. Supo reencauzar el pensamiento estructuralista hacia el núcleo fundamental que le daba identidad: la receta hacia un desarrollo posible, pero desde una activa integración a los mercados mundiales. En 1988 asumió como secretario ejecutivo de la CEPAL Gert Rosenthal, quien impulsó con valor las ideas de Fajnzilber (Odio Ayala, 2010).
La CEPAL inició un proceso de revisión de los argumentos del estructuralismo más criticados y supo perfilar su nueva propuesta, que comienza con la publicación de un informe titulado: Transformación productiva con equidad. La tarea prioritaria de América Latina y el Caribe en los años noventa (CEPAL, 1990). El tema del cambio estructural y la equidad recuperaban su sitial de privilegio y junto a las políticas anticíclicas, la endogeneidad del progreso técnico, la sostenibilidad ambiental, social y económica y la complejidad sistémica, pasan a constituirse en los nuevos pilares del pensamiento estructuralista referidos al objetivo del desarrollo en la región (CEPAL, 2010).
La macroeconomía ocupa un lugar protagónico. Las nuevas propuestas de políticas monetarias, fiscales, cambiarias, de flujo de capitales, se constituirían en aspectos destacados. Estas deberían no solo asegurar el crecimiento con estabilidad, sino armonizar con el cambio estructural definido por una política industrial, sostenida en la promoción de dos tipos de ramas productivas: las de demanda creciente (dinámicas desde la demanda o keynesianas) y las intensivas en innovación tecnológica y conocimiento (dinámicas desde el progreso técnico o schumpeterianas). La CEPAL, se instaló y abrevó de otras teorías heterodoxas, entre las cuales vale nombrar a la teoría schumpeteriana, la neokeynesiana y la neoinstitucionalista, con el fin de construir una propuesta indicada para el desarrollo de Latinoamérica, desde la perspectiva de las economías abiertas.
En los aspectos metodológicos se mantiene el divorcio con la corriente dominante, dentro de la cual confluyen tanto el liberalismo como el keynesianismo y que se basa en la estática comparativa de situaciones de equilibrio. El neoestructuralismo utiliza un sistema abierto, es decir, que admite infinitas soluciones en virtud de que tiene en cuenta el comportamiento de los agentes internos y externos.
Podemos enunciar como una regla general que, para obtener una solución de cualquiera de nuestros problemas, debemos poseer tantas funciones independientes como variables. Un sistema que satisfaga este requisito se llama sistema cerrado, en tanto que un sistema que tenga menos relaciones que las necesarias se conoce como sistema abierto (McKenna, 1978, p. 4).
Es un conjunto de ideas complejo, donde la información que se provee (funciones independientes) no alcanzan a cubrir la cantidad de incógnitas contenidas (variables), lo cual impide arribar a un equilibrio, admitiendo en cambio infinidad de posibilidades (McKenna, 1978). De allí que el método aplicado se sustente en el análisis de los desequilibrios dinámicos, propio del carácter histórico-evolutivo, en el cual variables consideradas endógenas en circunstancias específicas, pueden volverse exógenas en otro contexto.
En el sentido de interpretar correctamente la metodología del neoestructuralismo es útil recordar la frase de Prebisch: “Observa y luego piensa”, o la cita de Love: “El estructuralismo fue una práctica antes de ser una política y una política antes de ser una teoría” (Pérez Caldentey, 2015, p. 53). Prebisch, en su desempeño como funcionario público en Argentina a mediados de la década de 1930, abandonó las recomendaciones de la escuela clásica promoviendo el proceso de ISI. En 1939 también, de acuerdo con el Plan Pinedo, pergeñó la única estrategia industrial exportadora (industrialización por sustitución de exportaciones: ISE) que se haya producido en la historia argentina. Estas experiencias le sirvieron para elaborar el documento que presentó en La Habana en junio de 1949 y sirvió de base para la creación de la CEPAL: El desarrollo económico de América Latina y sus principales problemas (CEPAL, 1949).
La denominada Trilogía de la igualdad, conformada por tres manuales: La hora de la igualdad, Cambio estructural para la igualdad y Pactos para la igualdad encierran la riqueza de la nueva propuesta del estructuralismo renovado, en fin: del neoestructuralismo (Bárcena, 2014). La nueva consigna gira en torno a la siguiente premisa: “el objetivo es la igualdad, el camino es el cambio estructural y el vehículo: la política”. En palabras de Alicia Bárcena, durante la apertura del trigésimo cuarto período de sesiones de la CEPAL, en 2012:
Hoy nos reunimos en El Salvador alentados por una prudente ambición. Traemos una propuesta y una apuesta audaz, que se basa en el cambio estructural para la igualdad, es decir, transformar cualitativamente la estructura productiva de la región para fortalecer sectores y actividades intensivos en conocimientos y así generar más y mejores empleos.
En la presente sección solo se repasarán algunos conceptos destacados con respecto al nudo del desarrollo económico. El núcleo de aportes del neoestructuralismo ronda en torno a la igualdad y la transformación productiva (Rosales, 1988), con referencias a datos del proceso histórico de la región.16
La igualdad como objetivo y exigencia: ciudadano vs. homo œconomicus
Reflexionando respecto a la igualdad como concepto (CEPAL, 2014, p. 13), el mismo remite a otro término menos olvidado y más utilizado en la academia, cual es: la equidad. Y no es un descuido o un desliz conceptual del neoestructuralismo de la CEPAL enfatizar en torno a la igualdad, sin mención a la equidad. Al contrario, es justamente resaltar la diferencia. La CEPAL con esto refuerza la distancia respecto a la corriente de pensamiento dominante y reivindica su postura heterodoxa. La equidad se edifica sobre el criterio de justicia distributiva: dar, o brindar condiciones de manera desigual a individuos con diferentes cualidades, de acuerdo con sus merecimientos. La igualdad, en cambio, supone un trato igual a desiguales: otorgar idénticas oportunidades a todos los individuos. La igualdad no garantiza la justicia distributiva, sino que en ocasiones la lesiona.
Es necesaria la referencia previa a la unidad de análisis, porque de allí se desprende lo que engloba la igualdad, que es el sello de la nueva identidad estructuralista y la diferencia basal con otras teorías. A partir de esta toma de posición, el esquema teórico va construyendo su andamiaje, que se profundiza en cada avance de la propuesta. La unidad básica para el análisis dentro del pensamiento ortodoxo es el homo œconomicus, que representa un tipo ideal pero también una apuesta metodológica. El homo œconomicus constituye un ser “híper racional” cuyo único móvil es buscar su propio interés, alusivo al máximo beneficio, en el marco de mercados libres y concurrentes (Ferullo, 2000). Si bien el concepto comienza a ser utilizado por los neoclásicos en el siglo XIX, se vincula originalmente a pensadores clásicos como Smith, Mill y Ricardo. En palabras de Adam Smith: “… cada individuo … no intenta promover el bien público … sólo busca su propia ganancia … Tampoco es negativo para la sociedad que no sea parte de su intención, ya que persiguiendo su propio interés promueve el de la sociedad …” (Smith, 1987, p. 503).
La CEPAL toma distancia rescatando una nueva unidad de análisis: el ciudadano, sobre el que construye la arquitectura del nuevo modelo. Las dimensiones de la igualdad se desprenden naturalmente del hombre como ciudadano, y no del agente económico de los modelos tradicionales. El hombre como “ciudadano” se diferencia del hombre como consumidor o cliente, el léxico que se fue legitimando con el capitalismo de masas. El término ciudadano se acuña en la Revolución francesa y representa un sujeto que posee ciertos derechos políticos, sociales y jurídicos inalienables. La plena participación política, mediante la libre elección de sus representantes; el acceso a determinados servicios sociales: salud, educación, vivienda, trabajo; la igualdad ante la ley sin distinción de género, razas o clases; los derechos de los niños, la inclusión, la posibilidad de asociación, entre otros, conforman su cuerpo legal básico.
El homo œconomicus, considerado históricamente, se formaliza con la teoría neoclásica. La revolución marginalista se inicia en las últimas décadas del siglo XIX de la mano de los trabajos de William Stanley Jevons, Carl Menger y León Walras. En sus comienzos, aun cuando se propició la formalización matemática de la teoría económica, los supuestos del comportamiento de los agentes no surgían de una axiomatización ad hoc, sino de alguna doctrina filosófica particular. Por ejemplo en el caso de Jevons, sus raíces pertenecen al utilitarismo materialista de Bentham quien proponía el placer y el dolor como los motivos básicos que mueven los actos humanos. En la teoría de Walras, con la defensa de la libertad de elección, a partir de la doctrina del ius natural, o en la propuesta de Menger, con la visión aristotélica que utilizó para analizar la existencia de leyes exactas o naturales en economía.
Al tomar al ciudadano como unidad de análisis, la igualdad pasa a ser un objetivo central y natural y el Estado un vehículo indispensable. Por el contrario, al asumir al homo œconomicus como unidad de análisis, entonces el laissez faire de mercado se constituye en el instrumento básico para garantizar el bienestar. El bienestar está asegurado por los mercados perfectos, la libertad de elección y el utilitarismo o racionalismo hedonista. De allí surge la preferencia del mercado frente al Estado; del laissez faire con relación a la política y de la equidad en contraposición a la igualdad. El Estado es fundamental cuando se concibe al ciudadano como unidad de análisis. El mercado perfectamente competitivo, en cambio, es lo relevante cuando se utiliza el concepto de homo œconomicus (Ferullo, 2000, pp. 129-154).
En el esquema basado en la ciudadanía, la igualdad es una exigencia. Los derechos son consagrados y las políticas sociales afianzadas como requisitos para este fin. De su elaboración y respeto, se establecerá el cumplimiento de la meta: una mayor igualdad.
En el modelo17 elaborado a partir del homo œconomicus, la igualdad es un resultado no garantizado ni proyectado. La institucionalidad debe ser mínima: solo se requieren leyes que eviten el monopolio y garanticen la defensa de la propiedad privada. En el capitalismo actual, el ser humano como consumidor es celebrado, en función de su poder y actitud de compra. Esta última: la actitud, es objeto constante de manipulación y legitimación mediática. Los individuos que no responden a los estímulos -o con escasos recursos-, quedan invisibilizados y excluidos; resultan olvidados, despreciados o rechazados.
Igualdad o equidad
La preferencia por la igualdad frente a la equidad posee raigambres epistemológicas profundas. La igualdad es dar a cada uno lo mismo. En cambio, equidad es dar a cada uno lo justo, lo que corresponde: lo propio y no lo idéntico. Esta distribución se establece de acuerdo con criterios institucionalizados, por ejemplo: productividad, necesidad, compensación. Sobre la base de la igualdad, otorgando a cada persona iguales posibilidades, es posible construir la equidad moral: dar a cada uno de acuerdo con sus méritos. Es decir, que la equidad distributiva requiere previamente de la igualdad. Caso contrario, la equidad agrava la desigualdad y la sostiene. Las desigualdades de cuna tenderían a reproducirse.
La igualdad posee dos dimensiones, una de base o ética y la restante, de construcción o política. La dimensión esencial de la igualdad para el neoestructuralismo, pasa por rescatar el concepto de ciudadano, con el principio de que todos somos iguales ante la ley (proclamado por la Revolución francesa, Naciones Unidas y diversos pactos internacionales). Proclama la igualdad de derechos y la abolición de privilegios.
La igualdad de derechos integra diferentes tipos: tanto los derechos cívicos (políticos y civiles), como los de orden socioeconómico. Entre los primeros encontramos la protección frente a la represión del poder; el derecho a la participación; a la vida; al honor; a la seguridad; a la comunicación; a la libertad de pensamiento; de expresión; de culto; de circulación; de residencia; de petición, de manifestación, de asociación, de juicio justo y de garantías procesales.
Los derechos socioeconómicos se relacionan a la seguridad en la alimentación, vivienda, salud, educación, agua, libre elección de trabajo. También a preservar las condiciones de empleo decente: que sea productivo, con un ingreso digno, con seguridad en el lugar de trabajo y protección social para las familias, con perspectivas de desarrollo personal e integración a la sociedad, y expresión libre de opiniones. También se ordenan con el fin de facilitar la organización y participación en las decisiones que afectan sus vidas e igualdad de oportunidad y trato, seguridad social, medioambiente, nivel de vida y trayectorias laborales ascendentes.
En esta primera dimensión de la igualdad de base ética, entre los tres poderes del Estado, el que resulta relevante es el Judicial. Si bien es necesaria la convicción y compromiso de los distintos poderes del Estado para lograr la igualdad, es el Poder Judicial quien debe garantizar la igualdad ante la ley, la eliminación de privilegios y los castigos por incumplimiento. Del Poder Ejecutivo y Legislativo, depende en cambio el atestiguar, visar, refrendar el cumplimiento de los derechos.
La dimensión política de la igualdad posee relación con la estructura socioeconómica. Esta proposición parte del carácter del sistema socioeconómico como función que se deriva de la estructura productiva. Una estructura productiva orientada a mantener tenso el mercado de trabajo, con mayor productividad, mejor distribución territorial, convergencia salarial y empleos de calidad, productivos y formales, es condición indispensable para el desarrollo.
La acción del Estado en los países periféricos desempeña un papel preponderante, con transparencia, calidad institucional, división de poderes, responsabilidad fiscal y redistribuyendo ingresos, igualando el acceso a los recursos y mercados, propendiendo al desarrollo de capacidades y promoviendo la innovación tecnológica (CEPAL, 2014). Para esta segunda dimensión de la igualdad el Poder Ejecutivo y el Legislativo resultan los más importantes, con políticas macroeconómicas, sociales e industriales que conduzcan a la justicia social a través del mercado de trabajo, la “llave maestra” de la igualdad.
Igualdad y desarrollo: vínculo velado y asignatura pendiente en la región: el casillero vacío
Algunas teorías apoyan la hipótesis de que la desigualdad es causa de estancamiento. Es posible nombrar las actuales elaboraciones de Joseph Stiglitz con la teoría de la regulación (2010) como también la del votante mediano (Krugman & Wells, 2007). El neoestructuralismo, se diferencia de otras escuelas heterodoxas al sostener que desarrollo e igualdad son intrínsecamente inseparables. El desarrollo es el escenario propicio para la igualdad, asimismo la desigualdad es un obstáculo para el desarrollo. A largo plazo hay un círculo virtuoso entre menores brechas sociales y de productividad y un crecimiento dinámico y sostenido. El factum historicum es concluyente -una “regla de oro” en economía-, en el sentido de que desarrollo económico e igualdad social tienden a confluir. Al contrastar la evidencia empírica de la distribución del ingreso y de riquezas, en sociedades más pobres y menos pobres, se observa la firme correlación entre desarrollo e igualdad.
La argumentación cepalina pasa por resaltar que una mayor igualdad en materia de derechos, oportunidades y bienestar promueve un mayor sentido de pertenencia a la sociedad y, con ello, una mayor cohesión social (ver esquema 2). Sin cohesión social y un Estado deliberativo, difícilmente se puedan superar -como comunidad y país-, los desafíos de un mundo más competitivo y complejo y llevar a cabo una política de industrialización (cambio estructural) y social (redistribución progresiva de ingresos).
La situación contraria, indicada por un crecimiento desigual, origina exclusión, una sociedad más conflictiva y mayor poder de las elites. Crece la heterogeneidad estructural, la brecha salarial, la sobreexplotación de los recursos naturales, y una competitividad sistémica insostenible con una estrategia de desarrollo. Una sociedad más integrada es condición para una sociedad más productiva y convergente desde los ingresos. En efecto, la “competitividad auténtica” (CEPAL, 1990), se basa en mayores capacidades humanas, con mejor inserción productiva del conjunto de la sociedad. La estrategia de desarrollo que no supera tanto la base de la cuasi renta del trabajo barato, como también la que pueda provenir de la renta de los recursos naturales, no es sostenible, endógena ni igualitaria.
Una sociedad que difunde de manera más igualitaria oportunidades de educación y acceso al empleo formal lleva a disponer de una fuerza de trabajo con mayores capacidades y a la vez aprovecha el uso de esas capacidades para avanzar en materia de productividad y competitividad, así como de disponer de crecientes recursos fiscales para la inversión productiva y la protección social. Un sistema que universaliza el acceso oportuno a la salud reduce los costos asociados a la morbilidad y desnutrición, y evita las pérdidas de productividad. La igualdad mejora la seguridad ciudadana y la calidad del sistema republicano.18
La mayor igualdad en el ámbito de los derechos sociales permite la inclusión de toda la sociedad en cuanto a la “voz pública” y la visibilidad política. Dicho de otro modo, una mayor integración al trabajo digno, a la educación de calidad, a la información y el conocimiento, y a las redes de protección e interacción social, permiten mejorar la capacidad de los ciudadanos para la participación en instituciones políticas y sindicales; el diálogo público; el voto informado; el uso de redes para hacer respetar sus derechos; el acceso a asociaciones civiles y el intercambio cultural. A mayor “voz pública” y representatividad en las instancias de deliberación, mayor incidencia de los grupos secularmente excluidos en decisiones que apuntan a redistribuir recursos y universalizar prestaciones, como también a promover ramas productivas nóveles y necesarias, para el cambio estructural virtuoso.
El patrón de globalización que entró en crisis en 2008, dominado por el mundo financiero y con su relativo divorcio respecto de la economía real, mostró no solo generar volatilidad sino también ser muy excluyente, ostentando el triste récord de la distribución más regresiva de los frutos del progreso en la historia contemporánea. La mayor igualdad constituye un referente normativo que debe orientar la acción del Estado en aras de reducir la vulnerabilidad y traducir el crecimiento económico en un acceso más difundido al bienestar (CEPAL, 2014).
El escenario volátil de la región en la génesis del neoestructuralismo
Por volátil se entiende a las fuertes fluctuaciones macroeconómicas (CEPAL, 2009). Según Sergio Bitar (1988), el estructuralismo latinoamericano se constituyó en el pensamiento dominante en la región durante la década de 1960. Ya en la década de 1950, se comenzaron a aplicar políticas de corte desarrollista en Latinoamérica, en las cuales tuvo participación y protagonismo la CEPAL.
En la década de 1970 por diversas circunstancias, la teoría estructuralista perdió el vigor de sus inicios y reapareció el liberalismo económico, con fuertes críticas. Una de las principales se basó en el fuerte papel adjudicado al Estado y los posteriores excesos en la aplicación en fase de crecimiento de políticas expansivas (proexpansión), que preparaban el terreno para las crisis estanflacionarias. Bauer indicaba: Las “crisis de balanza de pagos se hacen inevitables si los gobiernos utilizan políticas monetarias y fiscales que inflan sus economías más rápidamente que las de sus relaciones comerciales, mientras el tipo de cambio permanece fijo” (1983). Se percibe con claridad la debilidad, que lamentablemente aún hoy, empaña la realidad de ciertas políticas macroeconómicas latinoamericanas.
Exponían que las estrategias llevadas a cabo en Latinoamérica reproducían vicios propios que generaban alta inestabilidad macroeconómica. Para explicarlo utilizaban uno de los argumentos menos discutibles del estructuralismo en su teoría del centro/periferia, cual es la restricción externa. El estructuralismo arguye que en la periferia, sin cambio estructural que mejore la productividad sistémica, las diferentes elasticidades ingreso de la demanda para bienes industriales y primarios, en un entorno de crecimiento, produce el deterioro paulatino de la balanza comercial. Además del argumento del diferencial de elasticidades, la arquitectura del comercio internacional sostenido por el dólar impide a los países periféricos mantener déficit prolongados en su cuenta corriente y genera alta volatilidad.
Los países con restricción externa se encuentran condicionados para alcanzar el crecimiento potencial de su PBI, el pleno empleo y una tasa de inversión que implique aumentos constantes de productividad. La restricción de la balanza de pagos conduce a un estrangulamiento de divisas. En países con patrones de comercio recostados en productos primarios, la devaluación -necesaria para oxigenar la balanza de pagos-, tiende a dilatarse debido al impacto en el costo de vida. La devaluación conduciría a descomprimir las cuentas fiscales y comerciales, con un incremento relativo de los precios de los bienes transables, proporcional al golpe devaluatorio, y permitiría el comienzo de un nuevo período de recuperación de la producción y el empleo. Un tipo de cambio real por encima del valor de equilibrio de balanza comercial (factor estratégico en el desarrollo de los emergentes asiáticos), disuelve la restricción externa, mejorando la competitividad. La devaluación para imponer un tipo de cambio real alto -además de la dificultad política y el alto nivel de consenso requerido, debido al costo social- es una medida artificial, ya que no se modifican las cuestiones reales de la competitividad y puede ser neutralizada con medidas arancelarias y cambiarias de los países con los cuales se comercia.
Existen otros tres factores que pueden lograr flexibilizar la restricción externa: un aumento continuo de la demanda externa; una incesante entrada de capitales y el cambio estructural. Sin cambio estructural y bajo el supuesto de invariabilidad a largo plazo de los términos de intercambio, la tasa de crecimiento factible con la restricción externa queda sujeta a la demanda externa y a los flujos financieros. Si se supone adicionalmente, que la cuenta corriente se mantiene neutra a largo plazo, serán tanto, la brecha de elasticidades como la demanda externa las que determinen la tasa de crecimiento (esta relación es conocida como la Ley de Thirlwall). La euforia inicial de un período de recuperación genera entrada de divisas. El gasto público aumenta contagiado por esta etapa positiva. Transcurrido un tiempo en el cual el ciclo de crecimiento ha superado la fase de recuperación, comienza a percibirse una presión hacia un nuevo equilibrio de los precios relativos, con el aumento de los precios de los bienes no transables, que habían quedado rezagados, en la crisis previa. Las tensiones inflacionarias comienzan a desplegarse. Con el fin de amortiguarlas -evitando utilizar el ajuste macroeconómico-, los gobiernos tienden a mayores regulaciones, anclando el tipo de cambio y los precios de los servicios públicos.
La distorsión de precios que estas medidas generan, con el tiempo inducen el deterioro de la competitividad externa, mayor reprimarización, inflación y estancamiento, problemas fiscales, los cuales son resueltos con emisión o deuda. La crisis emerge -en caso de omitirse medidas de fondo-, y todo el esfuerzo previo para dilatar sus consecuencias sociales, se extiende en las peores circunstancias: con déficits gemelos, endeudamiento y estanflación. Es decir, la política procíclica previa deja sin argumentos para actuar contracíclicamente, y en un contexto de inflación, recesión y déficit es cuando debe procederse al ajuste. Un nuevo “choque” es el resultado inevitable.
Los crecientes déficits fiscales19 financiados con emisión monetaria, unido a tácticas de corto plazo que priorizan el consumo, en un ambiente de incertidumbre, que afecta la inversión y el crecimiento, llevaron a la región a una tasa media de inflación -ponderada por población-, en un total de 19 países de AALL al 1.667 % en 1990. La tasa media simple fue de 1.087 %, y en la Argentina fue de más de 2000 % (CEPAL, 2010).
El neoliberalismo argüía que los desequilibrios instalados por las políticas fiscales entre la demanda agregada y la capacidad de producción conducían al desequilibrio macroeconómico, más allá de las relaciones desiguales entre países y al discutible deterioro de los términos de intercambio que pregonaban los estructuralistas. La fragilidad del comercio exterior, fruto de tipos de cambio con tendencia a la apreciación en fase de crecimiento, va minando el balance comercial (enfermedad holandesa) y conduce a una matriz exportadora rígida basada en las ventajas comparativas estáticas, especializada en recursos naturales, agravado por los términos de intercambio fluctuantes. Este escenario comienza a generar dudas sobre la solvencia del sector público y deriva en expectativas devaluatorias por la escasez de divisas. La entrada y salida de capitales, debido a su carácter naturalmente procíclico, agudizan la volatilidad y los choques.
Si a esto le sumamos la macroeconomía expansiva del Estado en el ciclo de crecimiento -debida al carácter cortoplacista del gasto y la inexistencia de fondos de estabilización-, la reducción de la capacidad de respuesta cuando el ciclo se revierte y comienza el estancamiento, resulta inevitable. Los choques cíclicos en la demanda, tipo de cambio y reacomodamiento permanente de precios relativos, son las consecuencias forzosas. El neoestructuralismo tomó nota de esta crítica, y ante estos hechos -repetitivos en la historia económica latinoamericana-, propone un plan de acción sistémico hacia el cambio estructural con igualdad. Los elementos generales que los países de la región no deben soslayar, son los siguientes: poseer un diagnóstico claro de la estructura productiva y de su comportamiento ante los ciclos; tender hacia una macroeconomía que garantice el crecimiento con estabilidad; prescindir de las políticas fiscales proexpansivas y una gestión monetaria libre de presiones y transparencia en los precios y sus evoluciones. En complemento se debe producir el cambio estructural regido por la política industrial, con una estrategia exportadora a largo plazo, diversificadora y con agregado de valor; definición de objetivos, instrumentos, metodología e implementación que elimine incertidumbre, extienda los plazos para favorecer la inversión y con previsibilidad ante diferentes escenarios. La industrialización debe estar dirigida a actividades intensivas en conocimiento y de rápido crecimiento de la demanda.
Políticas macroeconómicas: hacia el crecimiento con estabilidad
La estabilidad macroeconómica favorece la reducción de la brecha recesiva, o sea, un PBI real más cercano al potencial. Ello se traduce en menos capacidad ociosa, que potencia la productividad y genera mayores beneficios empresariales. Como ya se expresó, en los ciclos de crecimiento se produce un aumento de la cantidad y variedad de las exportaciones y la producción tiende a integrarse. Debido a varias circunstancias, tales como: la estructura primarizada; las diferentes elasticidades ingreso de la demanda entre los bienes de exportación e importación; la distorsión de precios y las políticas proexpansivas, se origina un circuito circular con crecimiento cero del tipo stop & go. Y cuánto más rápido se crece, más pronto aparece el estrangulamiento de divisas y los choques se aceleran.
En este escenario subyace un erróneo manejo de la política cambiaria, denominado enfermedad holandesa. En fases de recuperación, el tipo de cambio comienza a apreciarse por el exceso de divisas, la cual se origina por vías convergentes. La primera tiene que ver con el motivo que generó la mejora, por ejemplo: el crecimiento del valor relativo de las exportaciones o, en general, una mejora de los términos de intercambio. Los siguientes motivos se relacionan a la entrada de capitales propia del cambio de ciclo con ascenso del PBI; a la activación de la demanda y a las expectativas optimistas respecto al futuro inmediato de la economía. El incremento del circulante debido al superávit comercial, acelerado por políticas procíclicas y por la entrada especulativa de capitales, acelera la enfermedad holandesa. Sin estrategias de cambio estructural, la apreciación del tipo de cambio conduce a la especialización en exportaciones tradicionales, basada en las ventajas comparativas estáticas, es decir, la reprimarización productiva. Las industrias pierden competitividad vinculada al menor precio de las divisas y a la paulatina recomposición del precio de los bienes no transables (salarios).
El tipo de cambio es una variable sobre la cual es necesario hacer hincapié, y el valor de este resulta fundamental en la estrategia de desarrollo liderado por exportaciones industriales. Su volatilidad implica reprimarización, porque solo los sectores tradicionales asentados sobre ventajas comparativas estáticas logran sobrevivir a los vaivenes del tipo de cambio: apreciaciones seguidas de profundas devaluaciones.20 Para incentivar el cambio estructural y las exportaciones no tradicionales es necesario romper este esquema. Para ello las políticas fiscales anticíclicas, junto a políticas monetarias, de flujo de capitales y cambiarias que acompañen el objetivo de estabilidad a largo plazo, resultan fundamentales. La estabilidad integral del nivel de precios y demanda agregada, consistente con un nivel de PBI cercano o idéntico al potencial, promueven el crecimiento convergente y resultan ineludibles para la eficacia del cambio estructural virtuoso.
Cambio estructural: estructura, institución y política en Latinoamérica
El núcleo de análisis que permite comprender la estructura productiva, de acuerdo con el neoestructuralismo se encuentra en los sectores, ramas y actividades productivas que la conforman, integrados al conjunto de conocimientos tecnológicos, asociados a las empresas y organizaciones del sistema económico en general. El concepto de estructura productiva se vincula con la importancia relativa de cada sector, de cada rama y actividad económica y de cada unidad productiva; como también con el conjunto y distribución de capacidades productivas y tecnológicas de los mismos. Tanto la productividad y su dinámica, como las trayectorias de innovación y aprendizaje, conforman sus categorías analíticas medulares. La estructura social, a su vez, se supedita a la estructura productiva por medio del mundo del trabajo, el cual representa para la CEPAL la “llave maestra” para la igualdad. Así como la formación y capacidades de los agentes afectan la estructura productiva, la estructura productiva determina las capacidades requeridas en la demanda de empleo y condiciona los ingresos y riqueza (CEPAL, 2014).
Para el neoestructuralismo el término “institución” representa las reglas de comportamiento formales, como leyes, normas, decretos que emergen del sistema político y que a su vez lo configuran; e informales, como hábitos y formas que pautan las relaciones entre agentes y las hacen previsibles. La institución, entonces, integra tanto aspectos físicos como organismos públicos, privados y de la sociedad civil, pero también explora campos cognitivos más amplios y abstractos. En las ciencias sociales, “institución” se refiere al conjunto de normas, hábitos y convenciones que hacen que el comportamiento humano adquiera estabilidad. Es decir, se trata de patrones de conducta que constriñen el margen de acción de las prácticas sociales, encauzándolas en una cierta dirección. El concepto de “institucionalización” significa la tipificación recíproca de acciones habitualizadas por tipos de actores (Berger & Luckmann, 2003). CEPAL sostiene que una estrategia armónica de cambio estructural y marco institucional resulta indispensable para generar el desarrollo con sostenibilidad social, económica y ambiental.
La región mostró avances en su compromiso institucional a partir de lo realizado en el comienzo del presente siglo, que permitió la visibilidad de las demandas sociales y la actitud de los nuevos gobiernos para satisfacerlas. Como ejemplo de ello se puede nombrar la cobertura de pensiones a mayores de 65 años que entre 2002 y 2011 mejoró del 41,1 % al 46,5 % en Latinoamérica, como también las transferencias condicionadas que han servido para fortalecer los sistemas de protección social. Estas cubrían un 5,7 % de la población total en 2002, treparon al 13,5 % en 2005, para culminar en 2012 con el 20,3 %. (CEPAL, 2014, p. 34). Sin embargo, estas prácticas no son suficientes, y quedan vacías de sustento debido a la marcada debilidad para la creación de instituciones que auspicien políticas industriales orientadas al desarrollo, conjugando el crecimiento estable con el cambio estructural orientado a los sectores dinámicos, que permitan el aumento de la productividad y mejoren la distribución de ingresos (ver esquema 1).
La supremacía del objetivo de la igualdad en la región
En relación con la corriente neoestructuralista y teniendo en cuenta el tema de investigación, las secciones y apartados anteriores se centraron en los temas referidos al crecimiento estable, cambio estructural e igualdad. Enfocando la dicotomía conceptual entre equidad con igualdad en el análisis económico, surgen sustanciales diferencias. La equidad en el pensamiento ortodoxo se relaciona con la distribución del ingreso y figura como un objetivo cardinal de política macroeconómica junto a la eficiencia (crecimiento). Es un valor social sin discusión, mientras el escenario sea un país desarrollado, con un Estado que asegura estándares aceptables de igualdad en el acceso a los recursos y servicios básicos: agua, energía, vivienda, salud y educación. El salario vinculado a la productividad marginal resulta un argumento virtuoso para la distribución del ingreso.
En el escenario constituido por las regiones periféricas, la equidad, paradójicamente, puede acentuar la desigualdad. En estas sociedades duales con altos niveles de heterogeneidad y precariedad, con escasa y deficiente cobertura del Estado, tienden a perpetuarse las desigualdades de cuna y el nivel de ingreso familiar determina el acceso diferencial a los servicios básicos. Latinoamérica es la región con mayor desigualdad del planeta, por lo que la convergencia social se logra con el objetivo de la igualdad, que debe preceder a la equidad, no reemplazarla. El entramado argumentativo de la CEPAL utiliza al ciudadano como unidad de análisis, frente al homo œconomicus. El ciudadano requiere igualdad: igualdad frente a la ley; igualdad de derechos. Mientras que con el homo œconomicus se impone la equidad.
En la arquitectura de política económica de la CEPAL, la estrategia macroeconómica debe ser diseñada para garantizar el crecimiento con estabilidad. La política industrial, recostada sobre actividades intensivas en conocimiento y de rápido crecimiento de la demanda, resulta el eje para lograr el cambio estructural que permita romper en forma sustentable, con la restricción externa. En síntesis, el neoestructuralismo es el marco seleccionado a partir del que se estudiarán los vínculos entre crecimiento, mercado de trabajo, cambio estructural, y distribución del ingreso, para el caso de Santiago del Estero en el período 1994-2007.
Sección 4. El estado de la cuestión
Existen diversos trabajos enfocados en la economía provincial y de la región en el período transcurrido entre fines del siglo XX y principios del XXI. El análisis de la estructura productiva y del empleo; la evaluación de la tasa de crecimiento y el examen de la dinámica de acuerdo con las fases del ciclo; la situación respecto a los factores socioeconómicos y sus indicadores; la detección de posibles puntos de cambio de tendencia; la medición de la desigualdad en la distribución del ingreso, de las brechas remunerativas y del empleo por condición de ocupación, entre otros temas, han atraído la atención de los investigadores sociales. De tal modo que existen documentos cuyo objetivo consiste en analizar la economía, los cambios y características que experimentó el mercado de trabajo y la población activa de la provincia en el período. Sin embargo, son escasas aún las publicaciones referidas a realizar estudios comparados entre las transformaciones productivas de los períodos de la convertibilidad y la posconvertibilidad, relacionados a su vez, con los cambios en el mercado de trabajo y la distribución del ingreso.
Las desigualdades regionales
Antes de referirnos a los estudios sobre Santiago del Estero, cabe mencionar aquellos estudios que hacen referencia a las diferencias regionales que caracterizan la Argentina y su región NOA. Estas investigaciones, indican que la mayor parte de la producción de bienes y servicios del país, tanto como su población, se concentraron en la región pampeana. Por el contrario, muestran que el norte argentino experimentó un significativo declive económico y una pérdida de participación en la población total, conservando durante un largo período un peso marginal en la producción de bienes y servicios de la Argentina, fruto de tener una estructura productiva débil y rezagada (Bunge, 1984; Manzanal & Rofman, 1989; Rofman & Romero, 1997; Ferrer, 2008b; Gómez Lende & Velásquez, 2008).
Una serie de trabajos analiza las transformaciones socioeconómicas que afectaron en las últimas décadas del siglo XX distintas economías del interior del país, caracterizando como regresivos los cambios que impuso la política de ajuste estructural que se inició con la última dictadura militar y se consolidó en la década de 1990. Estas investigaciones señalan, entre los cambios relevantes, el avance de las producciones orientadas al mercado externo, la crisis de las economías regionales cuyas producciones se caracterizaban por ser de baja productividad y destinadas al mercado interno, el proceso de desindustrialización y el mayor peso del sector terciario y la desaparición de los pequeños y medianos productores. A su vez, señalan el impacto regresivo que tales transformaciones productivas ocasionaron en los mercados de trabajo y en las condiciones de vida de las poblaciones, describiendo la situación del norte argentino como la de mayor gravedad en el país (Manzanal & Rofman, 1989; Rofman & Romero, 1997; Velásquez, 2001; Velásquez, 2008; Longhi & Osatinsky, 2017). De importancia son también un conjunto de investigaciones compiladas en Bolsi y Paolasso (2009), que vinculan las transformaciones económicas y la pobreza que afectaba a las distintas poblaciones del Norte Grande Argentino en la década de 1990 y a comienzos del siglo XXI. Estos trabajos describen distintos aspectos del deterioro social y la pobreza, vinculando esa realidad social con el proceso de territorialización experimentado por las poblaciones de la región.
Economía y mercado de trabajo de Santiago del Estero
Con respecto a estudios que analizan la economía santiagueña de las últimas dos décadas, existe una mayoría que se centra en el crecimiento del PBP y diversos aspectos de los ciclos económicos, observando las fluctuaciones cíclicas, la dinámica espacial y temporal de las actividades económicas, los flujos ascendentes y descendentes de las actividades productivas y las causas que lo producen (CFI, 2010; 2012). Algunos de estos trabajos indagan además, respecto a la existencia tanto de cambio estructural como de tendencia y de puntos de inflexión a partir de 1990 (Lo Cascio & Martínez, 2015; CFI, 2014). Y uno de ellos examina específicamente los efectos del quiebre estructural en la estructura productiva de Santiago del Estero (Silveti et al., 2017),
La estructura y especialización productiva y el análisis de sectores y ramas son temas abordados por el CFI (2010) como también por Silveti (2013). Dentro de esta temática, el desarrollo local y el análisis de ramas estratégicas, o sea, aquellas que por su competitividad conviene promover, es tratado por informes del CFI (2007; 2009; 2012), y todas conducen en la dirección que son las actividades primarias o extractivas las que poseen ventajas competitivas. Otros escritos analizan la evolución del sector industrial y coinciden en el diagnóstico del escaso tamaño del sector y su situación de estancamiento secular (Lo Cascio & Martínez, 2015; Silveti et al., 2017; Zurita, 1999).
Tanto los factores socioeconómicos y la productividad de los factores son evaluados por sendos informes del CFI (2012; CFI, UCSE, 2011), como también por un trabajo de Silveti (2016). Este mismo documento trata sobre el tema de la desigualdad. Se encuentran también otros artículos, pero ya desde la disciplina de la historia, con referencias sobre aspectos económicos de la provincia a partir de 1990 (Salas, 2005; Tenti, 2005).
Con respecto al tema del mercado de trabajo de la provincia en el período, existen escasos artículos entre los cuales vale nombrar el de Díaz (2015), que trata sobre la capacidad de absorción de empleo de calidad por ramas de actividad, tomando como fuente de información la EPH. También y desde el ámbito de la demografía Nora Gómez (2004) se dedica a la cuestión. Asimismo, aspectos demográficos y estructurales del mercado de trabajo son abordados por Zurita (1997). Un análisis sectorial puede encontrarse en una investigación de Gurmendi (2014), que enfoca el mercado de trabajo de la salud pública. También Silveti y Gurmendi (2017) abordan el tema del mercado de trabajo analizando su dinámica estructural por sector productivo, por categoría ocupacional y por fases del ciclo económico.
Capitulo II. Panorama histórico y geográfico
La provincia de Santiago del Estero tiene una superficie de 136.351 Km2 y su población es de 874.006 habitantes, de acuerdo con el CNPHyV 2010. Ha registrado un aumento de 64.549 habitantes a partir del 2001, con una tasa de crecimiento anual del 0,93 % (ver tabla II.1). Su densidad en 2010 (es decir, la relación habitantes por Km2) fue de 6,4 H/Km2 pero con amplias brechas. El departamento Capital tiene una densidad de 126,2 H/Km2, lo sigue Banda con 39,6 H/Km2 y el de menor densidad es el departamento Mitre con 0,5 H/Km2 (ver tabla II.2 y mapa II.3). Santiago del Estero integra el grupo de provincias con mayor rezago en el país. Se la encuentra en el último lugar en ocho de los 18 indicadores socioeconómicos y de condiciones de vida, que provee el sistema georreferencial del INDEC21 (ver tabla II.4).
Santiago del Estero se sitúa en la llanura chaqueña, de relieve llano, con escasas y pequeñas sierras y lomadas (mapa II.1). En áreas dispersas se encuentran grandes salares, como también esteros y densos bosques. La provincia se ubica en el norte de la Argentina, región que sufrió un profundo deterioro social como se vio en el apartado anterior, siendo su población afectada por los niveles de pobreza más elevados de la Argentina (Bolsi & Paolasso, 2009), al igual que de bienestar y condiciones de vida. Utilizando los datos del Sistema Georreferencial del INDEC (2015), la provincia que más carencias presenta es Santiago del Estero. Se ubica en último lugar en ocho de los 18 indicadores. Los demás se los reparten otras provincias del Norte Grande Argentino: Chaco, Formosa y La Rioja, con dos cada una; Salta y Misiones con uno. Estas provincias constituyen el núcleo del atraso histórico de la Argentina, excluyendo a Salta. La Pampa, es la única provincia fuera de esta región (posee el último lugar en un indicador, tabla II.4).
El clima es semitropical continental, extremo y con lluvias estivales (mapa II.2). El bioma natural es el de una sección de la región chaqueña, conocido como “el Impenetrable”, hoy degradado por la deforestación permanente a que fue sometido durante todo el siglo XX y que continúa. La tala se originó para proveer de durmientes al tendido de las vías férreas22 y -en las últimas décadas- para permitir el cultivo de soja y cría de ganado. Esta deforestación ha conducido a serias implicancias medioambientales, tales como: creciente desertificación; deterioro de la flora; reducción de la materia orgánica del suelo; elevación de la capa freática con salitre y arsénico y destrucción del hábitat. Se han extinguido especies como el jaguar, ocelote, tatú carreta, tapir, yacaré y guanaco y muchas otras se encuentran en peligro. El agua resulta el recurso vital por su escasez. Sin embargo, la provincia se encuentra atravesada por dos grandes ríos: el Dulce y el Salado, aprovechados a través de una dilatada red de canales, acequias y ramales.
Con respecto a factores demográficos, resalta como el factor dominante hasta fines del siglo XX, la constante emigración de su población. Se destaca como la única provincia con saldos netos emigratorios en todos los períodos censales, hasta 1991. En 1895, plena etapa de la economía primaria exportadora en el país, Santiago del Estero representaba el 4 % de la población total del país.23 A pesar de sus altas tasas de natalidad, esta participación se fue reduciendo por causa de las migraciones, llegando al 2 % durante 1991.24 El período de emigración provincial comenzó con el modelo agroexportador, pero alcanzó sus máximos niveles con la implementación de la estrategia de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) durante la década de 1930 y hasta finales de la década de 1960. De acuerdo con los datos censales, la emigración comenzó a acelerarse a partir de 1895. La tasa media anual de migración alcanzó el –17 ‰ entre 1930 y 1945; llega a su cúspide entre 1945 y 1960 con un -27 ‰, y declinó a partir de 1960. Entre 1960 y 1970 se ubicó en el –16 ‰, cuando Argentina pierde su ritmo de industrialización y de crecimiento, caen sus tasas de inversión y comienza la etapa de la gran convulsión. Durante los dos siguientes decenios, rondó entre el 8 ‰ y 9 ‰, para culminar el siglo XX con el –1 ‰ (Lattes, 2007, p. 22).
La socióloga y demógrafa santiagueña Nora Gómez expresa: “El fenómeno de la emigración que llevó a la población de la provincia, dedicada a la agricultura, a otras provincias vecinas adquiere a partir de 1930 características de éxodo. Así según el censo de 1970, el 45 % de los santiagueños residían en otras provincias” (2004, p. 202). Otra peculiaridad resulta la alta tasa media anual de crecimiento vegetativo, cercana al 30 ‰ hasta 1960. Luego cae al 22 ‰, y al 18 ‰, entre 1991 y 2001 (Lattes, 2007). La significativa emigración se vinculaba principalmente con una estructura productiva rezagada y de reducido tamaño, que no lograba contener a la población a través de la generación suficiente de empleos (Forni et al., 1991). Con relación a ello, importa señalar que Santiago del Estero pasó por varias etapas en su devenir productivo, con un rasgo distintivo: la preeminencia de actividades extractivas, no sostenibles, vinculadas a los recursos naturales tradicionales o de enclave.
Santiago del Estero como se expresó, pertenece a la región del noroeste argentino (NOA), junto a las provincias de Salta, Jujuy, Tucumán, La Rioja y Catamarca. Hasta la llegada de los españoles, los aborígenes que habitaban la zona se dedicaron a varias actividades productivas, entre ellas la agroalfarera, la cerámica, la metalúrgica del cobre y del bronce y rupestres. Las culturas más representativas de esa etapa aborigen fueron los diaguitas, los calchaquíes y ramificaciones del imperio incaico. Este último introduce la especie de camélido denominado llama como medio de transporte, como también la conservación de alimentos basándose en vegetales deshidratados, conocido como chuflo. Los aborígenes en esta etapa comenzaron a organizarse en grupos o comunidades, en busca de la defensa ante la invasión española.
La dominación española, que en la región comienza a mediados del siglo XVI, genera el cruce de culturas e importantes transformaciones económicas. Cuando el eje del poder económico se traslada del virreinato del Alto Perú al virreinato del río de la Plata, el NOA pierde el anclaje que gozaba con los mercados andinos en virtud del intercambio comercial, transformándose en una región relegada y de paso, satélite de la pampa húmeda, para los mercados abiertos desde el Atlántico. Este proceso de declive del noroeste, con una mirada de largo plazo, se describe en el siguiente apartado.
El contexto regional y el declive económico del NOA
En la etapa colonial “… el actual noroeste argentino (NOA) era la región más dinámica y densamente poblada, ya que tenía una fuerte articulación con Potosí, centro de la explotación minera del Alto Perú, principalmente como proveedor de mulas, carretas y tejidos” (Velásquez, 2001, p. 25). La población del NOA en aquellos años “… representaba alrededor del 40 % del total y, … es posible que la producción de la región haya superado esa proporción” (Ferrer, 2008b, p. 62). Sin embargo, durante el siglo XIX el NOA sufrió profundos cambios. En el marco de los procesos de independencia de las colonias españolas en América del Sur, la Argentina se constituía como nación, y desde su nacimiento se caracterizó por ser un país con profundas asimetrías regionales. Buenos Aires adquirió una posición económica dominante al acrecentarse su función de intermediaria comercial entre Europa y el interior del país. Por el contrario “las provincias del noroeste sufrieron un significativo declive, perdiendo su carácter de intermediario entre la región andina y un Litoral cada vez más orientado hacia el exterior” (Ferrer, 2008b, p. 131), dirigiendo sus producciones hacia mercados de la misma región o hacia los que surgían de la expansión del Litoral. Sin embargo, un elevado porcentaje de la población del NOA continuaba “realizando actividades agropecuarias o producciones artesanales, como ciertos tejidos, con el fin cubrir sus propias necesidades de subsistencia” (Ferrer, 2008b, p. 135).
En los años de consolidación del “modelo agroexportador”, las desigualdades regionales del país se incrementaron de manera significativa. Mientras la región pampeana concentró la producción destinada al mercado mundial (alimentos y materias primas), el NOA poseía escasas ramas productivas exportables, como también productos susceptibles de ser colocados en el creciente mercado interno. La entrada de productos importados, unida a la importante disminución de los intercambios comerciales con países limítrofes y con zonas de la misma región, sumado a los elevados costos que implicaban las tarifas del ferrocarril, generaron un mayor rezago del NOA (Ferrer, 2008b). Las transformaciones económicas mencionadas tuvieron su correlato demográfico en la región: entre 1869 y 1914 la participación del noroeste en la población total del país se redujo de 26 % a 12,6 %.25
Durante el período en el que prevaleció el proceso de industrialización sustitutiva de importaciones (1930-1970), el país asistió a una profundización de las importantes desigualdades regionales. Entre los años 1930 y 1950, la región pampeana no solo continuó concentrando la mayor parte de los bienes que se exportaban, cereales y ganado vacuno fundamentalmente (Gómez Lende & Velásquez, 2008), sino que además en sus centros urbanos se radicó la mayor parte de la industria (80 % de los establecimientos). Por el contrario, la participación del NOA en el sector manufacturero del país era muy reducida, llegando a representar solo el 5 % de los establecimientos (Longhi & Osatinsky, 2017). No sorprende, por lo tanto, que en 1953 el NOA, región que por entonces concentraba el 11 % de la población total del país, tuviese solamente una participación de 6 % en la producción total de bienes y servicios de la Argentina.26
Desde fines de la década de los cincuenta, la modernización e industrialización con preeminencia de capitales multinacionales -que se fomentó en la estructura productiva del país-, continuó consolidando las desigualdades regionales señaladas (Rapoport, 2000; Rofman & Romero, 1997). En 1970 el peso del NOA en la producción total del país continuaba siendo marginal (5,6 %). A su vez, participaba solamente con el 5 % de los establecimientos y el personal ocupado en la industria,27 mientras que la actividad agropecuaria seguía concentrada mayoritariamente en la región pampeana.
En las últimas décadas del siglo XX las actividades económicas de las distintas regiones fueron afectadas por las transformaciones económicas regresivas del neoliberalismo, bajo la denominada “valorización financiera” iniciada en la década de los setenta. Este proceso tuvo entre sus características, la crisis de las actividades productivas en general -en primer lugar las agropecuarias e industriales orientadas al mercado interno-, el mayor peso que adquirió el sector terciario –en especial el financiero- en la estructura productiva y en los últimos años, la expansión del monocultivo sojero (Rapoport, 2000; Ferrer, 2008a). El NOA continuó representando el 5 % de los establecimientos industriales en aquellos años. A su vez, en los sectores comercio y servicios, su peso era también reducido, alcanzando solo un promedio del 7 % del total de establecimientos. En el PBI del país, su peso se redujo de 7 % a 5 % entre 1980 y 2000. Así, el NOA, que agrupaba aproximadamente el 10 % de la población del país en las últimas décadas del siglo XX, concentraba un porcentaje mucho menor de la producción nacional, indicando la permanencia del rezago de la región.
A partir de 2003, en la posconvertibilidad y en un contexto de crecimiento económico y renovada expansión de las exportaciones, las desigualdades económicas persistieron. Las economías del NOA, si bien tuvieron una importante expansión en los primeros años del nuevo ciclo, conservaron su reducida participación en el PBI (entre 5 % y 6 %). A su vez, tenían aproximadamente el mismo peso marginal en las exportaciones totales del país, con el agravante de que en las exportaciones de las provincias del NOA, los productos primarios, sin valor agregado, representaban aproximadamente el 70 %, mientras que la manufactura de origen industrial tenía un peso inferior al 20 % (Longhi & Osatinsky, 2017). Los indicadores económicos señalados reflejaban la brecha que continuaba caracterizando a las provincias del NOA en la primera década del siglo XXI.
La economía de Santiago del Estero: etapas de su evolución
Con relación a Santiago del Estero, Zurita (1999) señala seis períodos de transformación de la historia productiva y social de la provincia. El primero de ellos se ubica entre 1543 y 1600 y se relaciona a la conquista y a la primera fase de poblamiento europeo. La institución socioeconómica dominante era la encomienda, una forma de relación diádica de explotación por medio de la cual una persona protegía a otra a cambio de su fidelidad y trabajo. Durante el siglo XVII se consolidó la administración colonial y la forma de organización predominante fue la reducción indígena. Surgió la industria de artesanal. Entre 1700 y 1810 se observa un proceso de mayor aislamiento económico, con el aumento de los fortines y reducciones. En la etapa siguiente, que finaliza con la organización política de la provincia, en el marco de los vaivenes que implicó el proceso de construcción del Estado Nacional (1810 a 1880), la actividad productiva se centró en explotaciones agropecuarias del tipo estancia pastoril. Ya en la primera mitad del siglo XX, prevaleció una economía extractiva de tipo abierta dependiente, con la explotación forestal del obraje y la extensión de las unidades de subsistencia campesina.
En la última etapa considerada por Zurita, referida a la segunda mitad del siglo pasado, se va afianzando el proceso de urbanización y modernización. En este período la estructura productiva y del empleo se modifican. Entre los hechos más relevantes cabe mencionar la importante participación del trabajo estatal y de las unidades de subsistencia rural, junto al aumento del sector informal urbano (aglutinado en particular en torno al comercio). Zurita también apunta como hecho relevante el establecimiento de empresas con clara orientación al mercado. Un sector agropecuario con creciente segmentación y otro, terciario con alta precariedad, constituyen los elementos a resaltar en las últimas décadas de la etapa en cuestión (Zurita, 1999, p. 23). En los siguientes apartados se describen los principales hechos históricos que marcaron transformaciones sociales en Santiago del Estero.
La primera experiencia de planificación estatal
Existen variados estudios de la historiografía (Olmos Castro, 1943; Canal Feijoo, 1948; Alen Lascano, 1972, 1992; Di Lullo, 1999; Tenti, 2005; Rossi & Banzato, 2018), que ilustran aspectos del proceso de constitución jurisdiccional de la provincia de Santiago del Estero, largo y pleno de litigios. A mediados del siglo XVI formaba parte del virreinato del Perú. Luego fue incorporada como parte de la Gobernación del Tucumán, para integrarse a fines del siglo XVIII al virreinato del río de la Plata. En 1782, mediante una Real Ordenanza de Carlos III, y en el marco del proceso de reformas implantadas por los Borbones en América, se creó el Sistema de Intendencias mediante el cual Santiago del Estero quedó bajo la jurisdicción, primero de la gobernación de San Miguel de Tucumán y posteriormente, de Salta del Tucumán. Previo al período de la Independencia Nacional se la anexó a la recién creada Gobernación Intendencia del Tucumán.
Entre 1815 y 1817, después de que se hiciera efectiva una disposición de 1814, del Director Supremo Gervasio A. Posadas, que establecía una nueva división política en la antigua Intendencia de Salta del Tucumán -por un lado, la gobernación de Salta y por el otro, la gobernación en Tucumán con jurisdicción sobre Santiago del Estero y Catamarca- el militar santiagueño Juan Francisco Borges, fue el primer líder federal en iniciar una revuelta por la autonomía provincial, con el fin de evitar la subordinación y dependencia de Tucumán. La sublevación fue sofocada y Borges terminó fusilado. En 1820, Juan Felipe Ibarra, heredero del espíritu localista y provinciano de Borges, logró imponerse tras varias escaramuzas y, en abril de ese mismo año, declarar la Autonomía Provincial. Ibarra, un federal declarado y aliado histórico de Juan Manuel de Rosas y Facundo Quiroga, rigió la provincia durante 31 años, con un marcado personalismo. En 1851, Manuel Taboada lo sucedió en el gobierno y consolidó la autonomía provincial durante las siguientes dos décadas. Ambos fallecieron ostentando el poder.
La primera experiencia de planificación estatal de desarrollo, agrícola e industrial se llevó a cabo luego del período ibarrista. Su sobrino (pero antagonista) Manuel Taboada, como se expresó, continuó con la defensa de la autonomía, sosteniendo luchas y conteniendo rebeliones en pos del gobierno (Rossi, 2017). La violencia que no amenguaba y la escasa seguridad interna, no le impidieron emprender la primera política de desarrollo provincial.
Esta se basaba en obras de infraestructura consistente en una red hídrica subsidiaria del Río Dulce, por medio de canales, acequias e hijuelas. La compleja red vendría a subsanar una serie de problemas de transporte, comunicación y de higiene, y a modificar la gestión, formas y actividades de producción originarias. Se promoverían nuevos cultivos no autóctonos, como la vid y la caña de azúcar.
Es importante destacar que el sistema primigenio de asentamientos trashumantes de población y formas de producción en la provincia se vinculaba a los bañados. En este sentido, la población originaria se adaptó a las inundaciones y condiciones de la mesopotamia santiagueña (el área entre los dos ríos, Dulce y Salado, que surcan la provincia de noroeste a sureste), aprovechando el área fértil que provocaban las inundaciones y los bañados estivales o esteros, derivados de las temporadas de lluvia. Con un manejo de drenajes para eliminar la sal, se utilizaba ese espacio para la pesca y el cultivo comunitario de frutos de la huerta, entre los cuales cabe destacar el zapallo, poroto y maíz.
Los españoles y criollos convulsionaron este carácter ancestral de vida, buscando imponer el suyo. El agua fue el recurso escogido, y desde aquel momento, ocupó un lugar central en la provincia, en ocasiones por su abundancia pero también, y en especial, por la dificultad de acceso y variabilidad. El propósito era dominar este recurso, para establecer tipos de vida europeos. Así fueron surgiendo poblaciones con asiento permanente, cultivos orientados hacia otro tipo de consumo, con el fin de integrarse al modelo agroexportador que comenzaba a perfilarse en 1862 bajo el gobierno liberal de Bartolomé Mitre, del cual Manuel Taboada fue dilecto aliado.
El agua y sus procesos naturales, pareció convertirse en el enemigo de la modernidad santiagueña. No solo por la necesidad del cambio de actividades productivas, sino también porque las inundaciones obstaculizaban las comunicaciones, el transporte y las migraciones laborales, descontando las múltiples pestes que originaba. Este escenario exigió la implementación de políticas orientadas al control del agua, que para fines del siglo XIX cristalizaron en la reapertura de la Acequia Real. Fue así como se promovieron las producciones de trigo, cera, miel, mulares, textiles y grana para consumo local y con algunos excedentes que se vendían en provincias vecinas. El profundo cambio se organizó en torno a una nueva elite, de perfil burocrático y nepótico, que daba fundamento al régimen patrimonialista de gobierno. Otros cultivos que adquirieron importancia fueron: alfalfa, caña de azúcar (con la cual se producía también alcohol) y vides -para vino-, tabaco y algodón.
La institucionalización que acompañó la política se tradujo en la creación del Consejo del Agua y la Escuela Técnica en 1875 (Rossi, 2004). Sin embargo, en ese mismo año, el gobierno nacional de Nicolás Avellaneda intervino militarmente la provincia. La dinastía de los Taboada fue expulsada del gobierno y de la provincia. La economía a partir de allí se recostó sobre la producción artesanal, especialmente textil y una incipiente producción ganadera, mientras que fue la silvicultura la actividad que predominó a partir de iniciado el siglo XX.
Siglo XX: deforestación y comienzo de la terciarización forzada
La construcción de la red ferroviaria en Argentina tuvo una gran incidencia en la estructura económica y la vida social de Santiago del Estero, entre fines del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Los densos bosques que cubrían la provincia dieron origen a una intensa explotación forestal. La silvicultura desplazó a todas las ramas productivas, se ubicó como líder de la producción provincial a partir de 1882 y se consolidó, durante la primera mitad del siglo XX. En este período de siete décadas de extractivismo, facilitado por deficientes controles, solo quedaban dos millones de hectáreas, frente a las 11 millones de principios de siglo (Carreras, 2015). Pero una vez finalizado el tendido de vías férreas, la sobreexplotación forestal continuó aunque en menor grado. La ganadería extensiva ayudó al proceso. La expulsión de población se intensificó en proporción a la creciente desertificación, y la economía familiar de subsistencia se constituyó en la base productiva por excelencia, dentro de la estructura social de la ruralidad santiagueña. En la segunda mitad del siglo XX se pueden observar dos etapas en la nación que influyeron en los movimientos migratorios y en la estructura productiva provincial. La década de 1970 marca en el país, el final de los intentos industrialistas con promoción de la inversión y protagonismo estatal. Ello provocó la disipación de las corrientes migratorias nacionales. La provincia perdió esa válvula de descompresión, que durante décadas había ayudado a amortiguar los efectos de la debilidad de su estructura productiva para generar puestos de trabajo.
Un análisis realizado por el Consejo de Estudios e Investigaciones Laborales (CEIL) para Santiago del Estero para la época en cuestión, expresa que “… la situación que caracteriza a la mayoría de los departamentos (de la provincia) sigue siendo la de incapacidad para retener su población” (Forni et al., 1991, p. 30). Los rasgos en la segunda parte del siglo XX muestran un crecimiento de las urbes provinciales, en virtud de la migración dentro de la provincia, en especial hacia el Gran Santiago (Capital y Banda), orientado a las actividades terciarias y en menor medida al sector de construcción (Forni et al., 1991, pp. 31 y 36). Según estos autores
… la zona rural santiagueña puede caracterizarse como expulsora de población… surge en primer lugar que ya en el período 1947-70 se manifiesta la tendencia más significativa del empleo en la provincia: la disminución persistente de la población empleada en el sector agropecuario y en la industria manufacturera (Forni et al., 1991, pp. 36 y 37).
Los autores infieren, como causa de estos comportamientos poblacionales y demográficos que afectan el mercado de trabajo, lo siguiente:
En la medida en que el agropecuario y la industria manufacturera mantienen su carácter de “tradicionales”, es posible que la precariedad del empleo, la dureza del trabajo escasamente calificado y los bajos salarios hayan empujado a los trabajadores hacia actividades del sector terciario (Forni et al., 1991, p. 37).
Señalan, además, que los sectores absorbentes de empleo son aquellos alejados de cualquier estrategia de desarrollo: comercio ambulante, administración pública y el servicio doméstico. Los procesos demográficos vinculados al empleo, y las particularidades que adquirió el mismo en la provincia, poseen relación con la persistencia de una estructura productiva rezagada y de reducido tamaño, característica que no logró modificarse. Bunge (1984) señala que en 1937, en los inicios del proceso de sustitución de importaciones, el indicador de la capacidad económica de Santiago del Estero llegaba a 96,8, mientras que para el país el promedio era de 731,2. A mediados del siglo XX, con mayor precisión en 1953, la provincia representaba solamente el 1 % del PBI del país (Manzanal & Rofman, 1989, p. 18), participación que fue disminuyendo paulatinamente. A comienzos del presente siglo este porcentaje disminuyó al 0,9 % del PBI, mientras que su población alcanzaba el 1,6 % de la población total argentina (Silveti et al., 2017). Teniendo en cuenta el rezago y el escaso tamaño que caracteriza a la estructura productiva de Santiago del Estero, como también su reducido peso en la producción de bienes y servicios del país, no sorprende el deterioro social que afecta a su población, como se describe en el siguiente apartado.
Disparidades territoriales. El mapa de las privaciones en Santiago del Estero
Se abordan, en este último apartado, las disparidades territoriales interdepartamentales en la provincia de Santiago del Estero en las últimas dos décadas, como también las brechas en relación con el país, mediante el uso de indicadores socioeconómicos. Para su cálculo se utilizaron, como principal fuente de datos, los tres últimos censos de población. Los indicadores sobre el territorio han sido extraídos de los últimos Censos, utilizando el programa REDATAM y los mapas temáticos del Geocenso28 provistos por el INDEC, ambos accesibles y de fácil manejo. En este sentido, se generó información referida al nivel de vida, mediante el relevamiento de la cantidad de habitantes, la densidad poblacional, las NBI, la disponibilidad de bienes y servicios, alfabetismo y acceso a las TICs. Se contextualizó a la provincia dentro del concierto nacional, como también la posición y nivel relativo interdepartamental.
A través del análisis espacial se llega a comprobar, tal lo cita la CEPAL (De Miguel & Tavares, 2015), que el lugar de residencia de una persona condiciona tanto su nivel de ingresos y educativo, como la posibilidad de cubrir sus necesidades y de contar con un empleo digno y posibilidades de ascenso durante su trayectoria laboral. En este sentido, la CEPAL utiliza la frase: “la sociedad escrita en el suelo” con el fin de poner de relieve este vínculo, entre espacio y la situación social y condiciones económicas de su población.
En relación con la situación social, la provincia se caracteriza por una significativa precariedad, a la vez que posee importantes asimetrías entre sus departamentos. Como se expresó, Santiago del Estero integra la región más rezagada del país: el norte grande argentino. Junto a Jujuy y Salta en el período analizado, conforman las provincias del NOA con mayores niveles de pobreza según el método de las necesidades básicas insatisfechas (NBI), siendo significativa a su vez, la brecha en relación con el promedio del país. En 1980 y 1991, el 45,8 % y el 33,6 % de los hogares de Santiago del Estero tenía NBI, mientras que para el país esos valores representaban el 22,3 % y 16,5 % respectivamente. En 2001 la distancia con relación al promedio nacional seguía siendo considerable: mientras Santiago del Estero tenía por entonces el 26,6 % de los hogares con NBI, ese valor para el país era de 14,3 % (Silveti, 2016). En aquel año 2001, según la información que brindaba la metodología de medición de la pobreza más reciente que había elaborado el INDEC, el Índice de Privación Material de los Hogares (IPMH), Santiago del Estero poseía un 64,9 % de sus hogares pobres o con privación, el porcentaje más alto del noroeste, con una distancia de casi 20 puntos en relación con el promedio del país (45,9 %). Por entonces, el 52,1 % de los hogares provinciales estaba afectado por privaciones vinculadas a la pobreza estructural (Longhi & Osatinsky, 2017).
En el segundo semestre de 2006 todavía el 44,2 % de la población del aglomerado denominado el “Gran Santiago”, compuesto por las localidades de Santiago del Estero y La Banda, se encontraba bajo la línea de pobreza (INDEC, encuesta permanente de hogares). A su vez, en 2010 la provincia se ubicaba –dentro de los indicadores que provee el Geocenso del INDEC- en el último lugar del país en el índice de dependencia potencial; en cantidad de personas que utilizan computadora y de hogares que poseen computadora; en hogares con provisión de agua dentro de la vivienda y con descarga de agua o retrete. En aquel año, el 91 % de los hogares argentinos gozaba del servicio de recolección de residuos, mientras que en la provincia solo el 64 %. También, en relación con el promedio nacional, Santiago del Estero duplicaba el porcentaje de hogares sin transporte público y sin pavimento y triplicaba la cantidad de hogares sin alumbrado público (Silveti, 2016).
Las disparidades territoriales
Con respecto a la evolución de la población de la provincia, se puede observar en la tabla II.1 que entre 1991 y 2001 creció un 20 %, para desacelerar su ritmo en la etapa siguiente, 2001-2010, al 9 %. Se muestra asimismo, que el coeficiente de asimetría (última fila) es elevado pero estable entre censos: 3,71 en 1991, 3,7 en 2001 y 3,68 en 2010, lo que permite afirmar la inexistencia de procesos de convergencia y el mantenimiento de las disparidades departamentales.
Entre 1991 y 2001 los departamentos de mayor tasa de crecimiento están relacionados al cultivo de soja y también a la ganadería: Moreno, Belgrano y Copo, mientras que los de menor evolución están asentados en el cono sur de la provincia, en zona inundable: Mitre y Rivadavia. Inserta esta realidad en el contexto de la región latinoamericana, se reconocen ciertos rasgos comunes. Uno de ellos es la concentración de la población. Latinoamérica es la región con mayor desigualdad y concentración poblacional en grandes urbes (CEPAL, 2010).
En la provincia, si bien la transición demográfica se presenta tardíamente y con ciertas particularidades, se repite este patrón. La mancha urbana Santiago del Estero-La Banda, con un importante y creciente núcleo poblacional, posee el 41 % de los habitantes, de acuerdo con el Censo 2010. Está constituido por las ciudades contiguas de Santiago del Estero y la Banda; el denominado “Gran Santiago”. Justamente los dos departamentos que albergan estas ciudades son los más importantes de la provincia –Capital y Banda- y aglutinan poco menos que la mitad de la población, en cualquiera de los tres últimos censos, mientras que 20 departamentos, es decir, el 75 %, representan apenas el 30 % de la población de la provincia (gráfico II.1).
En cuanto a la dinámica de localización, lo que se percibe es una profundización de la concentración en la distribución de la población. El aumento de la población en la provincia en términos absolutos fue de 132.469 entre el Censo 1991 y 2001, y de 69.549, entre 2001 y 2010. Tomados en conjunto los departamentos Capital y Banda, tuvieron un crecimiento en el total de habitantes de 66.773 y 36.450 para iguales períodos censales. Es decir, que más del 50 % del aumento poblacional entre los últimos tres censos se explica por lo sucedido en el área urbana conformada por los dos departamentos más grandes, los que aumentaron su peso en la población total de la provincia, de 45 % a 47 % entre 1991-2010. Los procesos de desarrollo industrial se vinculan a la migración rural-urbana. Sin embargo, en la provincia de Santiago del Estero el crecimiento de las urbes, no se originó como consecuencia del incremento de la actividad industrial. Entre 1994 y 2007, lo producido por este sector nunca logró superar el 8 % del PBP, manteniéndose en niveles estables, próximos al 7 %. Entre estos años, aumentó el empleo registrado en la industria en solo 339 puestos de trabajo netos. En el mismo período, el sector público figura como el mayor empleador formal, en torno al 53 % del empleo registrado (Silveti & Gurmendi, 2017).
La asimetría en cuanto a la distribución espacial de la población se hace más evidente al considerar la densidad de población por departamento. En cualquiera de los tres censos, el departamento Capital triplica la densidad del que se presenta en segundo lugar: La Banda (tabla II.2 y gráfico II.2). Los cuatro departamentos principales (Capital, La Banda, Río Hondo y Robles), exhiben una importante brecha con el resto. Capital con el 1,55 % de la superficie, congrega más del 30 % de la población. Los cuatro departamentos más grandes, que representan el 6,79 % de la superficie, poseen el 58 % de la población provincial. Y estas diferencias han tendido a consolidarse entre 1991 y 2010.
Desigualdades en factores socioeconómicos
Examinando los aspectos socioeconómicos y evaluando en primer lugar las NBI, se percibe una firme mejora entre los dos últimos censos (tabla II.3). Si bien el año 2001 estuvo atravesado por una fuerte crisis, ello no empaña -aunque si sesga-, el análisis respecto al importante avance producido. Los hogares con NBI en Santiago del Estero se redujeron en 8.232, entre 2001 y 2010. Sin embargo, la brecha negativa con el promedio nacional continuaba siendo importante en el último Censo: 17,6 % hogares con sufrían de NBI en la provincia, frente al 9,13 % en el país. La provincia se encontraba en el 4º lugar entre las provincias argentinas más comprometidas con las NBI, luego de Formosa con el 19,73 %, Salta: 19,42 % y Chaco: 18,15 %. Cabe señalar que el método de las NBI posee limitaciones importantes como indicador de la pobreza ya que, entre otras cosas, subvalúa la pobreza urbana.
El análisis interdepartamental indica que el mayor índice de NBI lo posee Figueroa: el 52,9 % de los hogares en 2001 y el 37 % en 2010. El gráfico II.3, muestra que en la mayoría de los departamentos se experimentaron mejoras tanto en términos relativos como absolutos, salvo en Copo y San Martín. En términos de convergencia sin embargo, no hubo avances significativos, ya que los departamentos más beneficiados en términos absolutos fueron aquellos que se encontraban mejor posicionados: Río Hondo, Capital y Banda. La reducción total de hogares con NBI estuvo influida por lo ocurrido en estos tres departamentos. Entre ellos redujeron la cantidad de hogares con NBI en 3.346, más de un 40 % del total de la mejora verificada.
En el gráfico II.3, se observa la mancha negra, más extendida, que indica la participación de hogares con NBI en 2001. La más pequeña, con puntos, igual coeficiente pero en 2010. La diferencia entre ambas permite observar el nivel de la mejora. La forma tan irregular y con picos, expresa las importantes asimetrías que existen entre los departamentos. Las crestas salientes corresponden a los departamentos con más NBI. Figueroa en 2001 superaba el 50 % y San Martín y el mismo Figueroa, sobrepasaban largamente el 30 % en 2010. Los departamentos con menos NBI -que se aprecian fácilmente en el gráfico por el achicamiento de la mancha en ambos censos-, son Capital y Rivadavia.
Para profundizar el análisis, se compararon indicadores de las desigualdades territoriales y del grado de atraso de la provincia en relación con el promedio país. Se utilizaron los mapas temáticos provistos por el “Geocenso” que provee el INDEC, los cuales vienen acompañados de datos explicativos,29 y con ellos se elaboró la tabla II.4 y el mapa II.4, donde se encuentra una síntesis de todos los factores que allí se presentan. Analizando dicha tabla se observa, tanto en el país como en la provincia -y entrambos-, profundas brechas. Una muestra de la fuerte concentración y desigualdad se desprende del hecho que en CABA se concentra casi con exclusividad la mejor posición en cuanto a la disponibilidad en los 18 factores analizados con 13 factores; continúa Tierra del Fuego con cuatro y la Pampa, con uno. En cuanto a las peores posiciones con relación a estos factores, la provincia que más carencias presenta es justamente Santiago del Estero. Se ubica en último lugar en ocho de los 18 indicadores. A su vez en estos 18 indicadores, la provincia se encuentra por debajo del promedio nacional.
En cuanto al análisis intraprovincial, el departamento que concentra la mejor situación es Capital, ya que posee 14 de las 18 posiciones líderes. Las mayores carencias se encuentran en Mitre, Figueroa y San Martín, con 5, 3 y 2 respectivamente de los últimos lugares, entre los 18 indicadores. Avellaneda, Alberdi, Copo, Rivadavia, Salavina y Sarmiento se ubican también en el último lugar en alguno de los indicadores considerados (mapa II.5). En síntesis, se puede inferir que no hubo convergencia territorial. Es decir, que Santiago del Estero, a pesar de ciertas mejoras entre 2001 y 2010, no ha logrado modificar su histórica posición de rezago estructural en el ámbito nacional.
Capítulo III. Cambio estructural y desarrollo productivo en Santiago del Estero
Como se señaló en el apartado “La teoría del desarrollo”, el estudio del desarrollo económico surgió a mediados del siglo XX y su concepto aún se encuentra en construcción dentro de las ciencias sociales. Ha logrado a través de los años ciertos atributos identitarios. En este sentido, es posible afirmar que el desarrollo implica un proceso complejo, a largo plazo y que involucra una mejora en el bienestar de la sociedad, afectando cuestiones económicas y sociales. Requiere de un contexto macroeconómico que asegure el crecimiento con estabilidad, por un lado. Pero por otro, intervienen dimensiones claves tales como la igualdad, la competitividad sistémica a nivel meta, macro, meso y microeconómico y la sostenibilidad ambiental, social y económica.
La transición de sociedades pobres a desarrolladas se debe llevar a cabo con creciente endogeneidad del conocimiento científico y de la innovación tecnológica; con mayor competitividad sistémica que genere eficiencia al interior del aparato productivo y capacidad comercial externa. La sostenibilidad ambiental, económica y social, basada en la promoción de las ramas dinámicas dentro de la estructura productiva, tanto como la igualdad de acceso a servicios básicos y derechos ciudadanos, constituyen otros factores sine qua non. Se apoya en el crecimiento estable como logro macroeconómico, pero lo rebasa, en tanto requiere del cambio estructural acompañado de una adecuada arquitectura institucional. La planificación central, la ayuda exterior, un fuerte compromiso estatal y condiciones externas positivas constituyen elementos para tener en cuenta (CEPAL, 2012).
Justamente, la relación entre crecimiento y cambio estructural resulta esencial en el desarrollo económico. En el presente capítulo se prestará atención a esta relación para Santiago del Estero, como también se estudiará la dinámica de la estructura productiva en el período bajo análisis.
Santiago del Estero presenta una estructura productiva y un nivel de atraso, cuyos rasgos no forman parte de los estudios de ninguna corriente del pensamiento económico. Incluso la única escuela económica que elabora su teoría del desarrollo a partir de la realidad latinoamericana, el estructuralismo, se enfoca en economías con despegue tardío e industrialización trunca. Santiago del Estero no constituye una economía tradicional o agrícola pero tampoco alcanzó a “despegar” en términos de estándares de modernidad, con la crónica debilidad de su sector industrial. Se produjeron cambios estructurales, con transferencias de recursos del sector primario a servicios -especialmente al cuentapropismo y a empleos públicos de baja productividad- y el proceso de transición demográfica dejó sus huellas: procesos de migración, reducción en las tasas de mortalidad, aumento en las de natalidad y altas concentraciones urbanas.
En este contexto, las reformas introducidas a partir de 2002 en la nación, han logrado en la provincia promover modificaciones importantes en cuanto a la expanción de las actividades productivas. Ha crecido su producto y ha mejorado la institucionalidad, pero existen escasas respuestas en relación al logro del desarrollo económico que implique un cambio de estructuras virtuoso: endógeno, sostenible e igualitario. El fortalecimiento del sector rural orientado a las commodities y, sobre todo, la discrecionalidad en la afluencia de los fondos nacionales para obra pública, no permiten per se superar o morigerar la dependencia de la actividad económica, vinculada a los mercados internacionales o a los vaivenes de política.
La teoría trickle-down o del “derrame”, ha resultado una mera especulación teórica, sin resultados efectivos. El cambio normativo “inclusivo”, el aumento de institucionalidad, el crecimiento del gasto en obra pública y la inversión en infraestructura no han sido suficientes para modificar las causas del atraso y la desigualdad. Esto es debido a que el desarrollo económico guarda estrecha relación con aspectos estructurales del sistema productivo; con el cambio estructural que promueva a sectores dinámicos: los de demanda creciente y los incorporadores de progreso técnico (CEPAL, 2014).
Crecimiento del PBP y cambios en la estructura productiva
El PBP a precios corrientes en Santiago del Estero creció durante el período 1994-2007, de 1.973 a 6.905 millones de pesos, es decir, el 250 % -a una tasa anual del 10 %-, por encima de lo registrado nacionalmente (en el orden del 210 %). Por otro lado, la provincia participa mínimamente en el PBI, aunque en el período bajo análisis mejoró levemente. La participación del valor del producto de la provincia en el total nacional subió de 0,82 % en 1994, a 0,93 % en 2007 (tabla III.1).
Es importante repasar otros eventos de índole extraeconómica pero que influyen y deben ser tenidos en cuenta para explicar el comportamiento de la economía santiagueña. Se observa en la tabla III.1, que el año 1994 es un año especial de bajo estándar productivo, al igual que el año 2004: en ambos disminuye abruptamente la participación santiagueña en el PBI: 0,82 % y 0,81 % respectivamente. Estos años son cruzados por choques institucionales en la provincia. El primero signado por la violencia que comienza con la jornada del 16 de diciembre de 1993. El gobierno atravesaba por problemas fiscales y atraso en el pago en los sueldos. El creciente malestar social derivó en una manifestación pública en la ciudad capital de la provincia, que desborda una débil oposición de las fuerzas de seguridad y culmina en hechos vandálicos como la toma y destrucción del Palacio de Justicia, de la Casa de Gobierno y de varios hogares de funcionarios públicos y de referentes políticos. Por otro lado, en 2003 a raíz del crimen de dos jóvenes mujeres, nunca esclarecido, donde estuvieron mencionados como involucrados "hijos del poder”, se desmorona el dominio hegemónico del gobierno juarista; la ciudadanía comienza a realizar protestas en las calles reclamando justicia. Tanto en el año 1994 como el 2004, desde el gobierno nacional se intervino la provincia. En 1994 durante el gobierno de Menem y en 2004 en el gobierno de Kirchner, y como se observa impactaron regionalmente con la menguada producción.
En la tabla III.1 se observa que la posición de los sectores productores de bienes mejoró respecto a los servicios. Los primeros crecieron un 492 % frente al 184 % de los servicios, fundamentalmente por el giro que cobraron los sectores transables: agropecuario y minería -según se detallará ut infra-, como consecuencia de la mega devaluación del 2002. La reestructuración de precios relativos generó una fenomenal transferencia de recursos. En 2002, año de transición, el precio de los productos agropecuarios subió un 239 % y del sector industrial un 61 %, mientras se reducía la masa salarial en la administración pública en un 6,5 %, en la enseñanza en un 2,5 % y en la salud en un 7 %. En el sector hogares con servicio doméstico también se verificó una caída de las remuneraciones del orden del 3 % y en otras actividades de servicios del 12 %, de acuerdo con el índice de precios implícitos, un índice inflacionario que se obtiene por deficiencia, y que se extrae de las cuentas naciones, específicamente del cálculo del PBP. El peso de los sectores productores de bienes en el total del producto provincial subió en este convulsionado 2002 del 20 % al 33 %, traccionado en su totalidad por el aumento de precios en el sector agrícola, que reposicionó al sector, del 8 % de participación en el PBP al 21 %, no obstante una leve merma en el volumen físico de ese año (-4 %).
Comparando la participación del sector servicios en provincia con el promedio nacional (columna cinco y 10 de la tabla III.1 y gráficos gráficos III.1 y III.2), se observa la mayor envergadura relativa que muestra dicho sector en la estructura productiva provincial. Cabe señalar que teorías importantes -pero fundamentalmente los hechos-, muestran que el desarrollo es un proceso resultante del pasaje de economías agrícolas a sociedades del conocimiento basadas en el sector servicios, con el sector industrial constituido en el elemento principal -el “vehículo”- del progreso, ya que recibe los recursos del sector agrícola y promueve las actividades del sector terciario. A su vez, el desarrollo de la industria contribuye al logro de mayor complejidad, endogeneidad, absorción de empleo de calidad, creciente productividad, integración y homogeneidad. Sin embargo, Santiago del Estero no es ejemplo de este tipo de evolución. En la tabla III.1 puede observarse un hecho sugestivo, marcado por el mayor peso que el sector servicios posee en la provincia con respecto al promedio nacional. Es llamativo, dado que ello rompe con el rótulo de “tradicional” que se le asigna a la sociedad santiagueña.
¿Cómo puede entenderse el excesivo peso de su sector servicios, con una industria que nunca logró despegar? Se retorna a esta cuestión, dado que su respuesta es clave para entender la peculiaridad del rezago de la estructura productiva provincial. Un importante sector rural con predominio de unidades productivas del tipo familiar de subsistencia, tradicionalmente expulsor de mano de obra, junto a un pequeño sector industrial que no logró evolucionar y superar la primera fase del proceso de sustitución de importaciones, condujeron a un crecimiento desproporcionado del sector servicios, tal como se observa comparando el peso de los distintos sectores dentro de la estructura productiva provincial con la nacional (gráficos III.1 y III.2).
Continuando con el propósito de responder la pregunta, es necesario hacer referencia al proceso de industrialización llevada a cabo en Latinoamérica. En este sentido, el proceso de industrialización truncada se caracteriza por constituir un proceso de cambio estructural con despliegues de actividades de alta productividad en enclaves, desarticulados del mercado interno pero integrados al exterior, y con el resto del aparato productivo que no logra alcanzar niveles de competitividad adecuados, en el contexto de una economía que se mantiene recostada sobre sus recursos naturales. La provincia no encuadra en este marco teórico, sino que Santiago del Estero en lo productivo, se integraría como una región marginal del capitalismo periférico, y podría catalogarse como subdesarrollo profundo.
Si bien la provincia creció por encima de la nación en el período bajo análisis en relación con los sectores asociados a la producción de bienes (492 % vs. 293 %), su estructura productiva continúa mostrando rasgos históricos de atraso y la imposibilidad de asumir el tránsito hacia la modernización productiva. En particular en la posconvertibilidad, la producción creció, pero la estructura productiva de Santiago del Estero se reprimarizó. A su vez, en el período bajo estudio, la industria fue el único sector dentro de los productores de bienes que creció menos que el total nacional (191 % vs. 246 %, últimas filas de la tabla III.2). El efecto histéresis parece cobrar singular importancia para explicar el comportamiento del sector industria, donde el volumen físico cayó entre 1994 y 2002 un 17,6 %, con un derrumbe en el año 2002 del 10,4 % (tabla III.4), evidenciando la sensibilidad particular del sector a contextos desfavorables, indicada por su dificultad de retornar a la tendencia de crecimiento previa a la crisis.
Hubo tres sectores que se despegaron del resto en cuanto a tasas de crecimiento en la provincia en el período: agropecuario, minería y construcción, mostrando una tasa anual de crecimiento del 16 %, 26 % y 19 % respectivamente. La menor tasa la registra el sector de otros servicios y hogares con servicio doméstico (6 %), como resultado de una desfavorable evolución de precios (remuneraciones en el caso particular).
Con respecto a la variación punta a punta en los sectores productores de bienes, de acuerdo con lo que se puede observar en la tabla III.2, minería encabeza los aumentos con una espectacular tasa de 1.892 %, pero con una escasa importancia en el PBP (0,4 % en 2007). En la nación, minería repite el liderazgo de crecimiento con un 831 %, seguido por el sector agropecuario: 441,3 %, lo cual indica la fuerte tendencia hacia la reprimarización que sufrió la estructura productiva tanto provincial como nacional en el período bajo estudio. En la provincia, el agro también tuvo un desempeño destacado del 612 %, solo superado por construcción con el 834 % -además del mencionado: minería-. Los sectores productores de bienes en la provincia crecieron todos por encima de los de nivel nacional, salvo el caso de industria, que refleja –como ya se expresó- la deficiencia estructural, la falta de convergencia y el letargo secular que presenta la provincia para la modernización productiva.
Construcción merece un párrafo aparte, dado que es el único sector cuya evolución es nítidamente diferente, al comparar provincia con el promedio nacional (834 % vs. 224 %). En la provincia se dio un impulso inédito a la obra pública, producto de un mayor gasto tanto del nivel provincial como del nacional. En este sentido, la provincia se benefició de una especial atención del gobierno nacional en los últimos años: escuelas, hospitales, viviendas, obras hídricas y viales, redes cloacales y mega obras, edificios para ministerios, centro cívico, fórum, poder judicial y legislativo, autódromo, terminales y aeropuertos. La obra pública representó en 2004 el 26 % de lo producido por construcción (CFI, 2010). La obra privada acompañó este auge, donde varias causas confluyeron: la expansión en viviendas nuevas y refacciones, propia de una etapa de crecimiento basado en el consumo, con una demanda de propiedades sostenida y la construcción de edificios –con gran participación de los de alta gama o premium-, alimentada por los excedentes de la elite económica, en busca de colocaciones rentables.
Dentro de los sectores productores de servicios, las tasas anuales de crecimiento no presentan importantes desviaciones, ubicándose en rangos del 6 % al 11 %. Los sectores de mejor desempeño fueron comercio y financiero y en todos se observa una aceleración de la tasa de crecimiento en los últimos cuatro años de la serie -el período posterior a la caída del juarismo en la provincia, con la intervención federal de 2004 y la asunción del nuevo gobierno democrático en 2005-, producto de la recomposición salarial.
Los cambios más importantes que sufrió la estructura del PBP a precios corrientes, tienen relación con el aumento relativo de las actividades productoras de bienes y la reprimarización, ya que el sector agropecuario incrementó un 10 % su participación (9 % en 1994 a 19 % en 2007). El sector construcción constituye el restante sector que creció fuertemente (4 % a 10 %). Los sectores que cedieron participación fueron los relacionados a servicios, en especial el sector inmobiliario y enseñanza -ambos de 14 % a 10 %-, y el de la administración pública –de 11 % a 8 %- (ver tabla III.3).
En 1994 el grueso del PBP a precios corrientes estaba constituido por sectores de servicios. Cuatro sectores: comercio, inmobiliario, administración pública y enseñanza sumaban el 56 % del PBP. Luego seguían agropecuario e industria (9 % y 7 %, respectivamente). Lo dominante del cambio operado a partir de 2002, fue la reestructuración de precios a favor de las actividades productoras de bienes o sectores transables de la economía por encima de los cambios en el volumen físico. En este sentido, el sector A, agropecuario, mantuvo su participación en cuanto a volumen físico producido, pero aumentó un 10 % la participación en el PBP a precios corrientes.
Probablemente el hecho más conjetural para explicar el secular atraso de la provincia esté representado por el sector D: industria, que si bien mantuvo su participación en el PBP a precios corrientes ello fue solo debido a una mejora en su precio relativo, ya que su producción medida en términos físicos disminuyó en gran forma. Previo al derrumbe del Plan de Convertibilidad en 2001, la situación se hallaba aún más concentrada a favor de los servicios. El cambio en los precios relativos resultante de la devaluación de enero de 2002 produjo una caída en la participación de la mayoría de los sectores asociados a servicios. Se originó una liberación de recursos que fue captada por el sector agropecuario, el cual subió su participación en el PBP de un 8 % en 2001 al 21 % al siguiente año (tabla III.3). Del 2002 en adelante, resalta el avance del sector construcción, con una participación del 4 % en ese año y que se elevó al 10 % en el 2007 y, en oposición, la baja del sector inmobiliario, con una caída del 14 % al 10 %.
Para comenzar a comprender los cambios en la estructura productiva de la posconvertibilidad, resulta ilustrativo el cambio verificado en los sectores líderes, marcado por la reprimarización y el boom de la construcción, desplazando al sector público. En 2007 los cuatro sectores más importantes ya no pertenecían a productores de servicios, sino que dos habían sido reemplazados por productores de bienes. Comercio e inmobiliario continuaban, pero administración pública y enseñanza fueron reemplazados por agropecuario y construcción. Los cuatro producían el 58 % del PBP a precios corrientes.
Las particularidades de la estructura productiva santiagueña con relación a la nacional evidencian los rasgos de atraso ya marcados. En el ámbito nacional el sector industrial es el más importante con un aporte del 20 % al PBI en el período, casi triplicando la participación del sector industrial provincial. El sector agropecuario provincial, en contraposición, duplica la participación que tiene el sector en el PBI. En 2007, los cuatro sectores más importantes en el PBI estaban constituidos por industria 23 %, inmobiliario 11 %, comercio 12 % y transporte 8 %. El sector industrial que en el PBI creció constantemente: de 19 % en 1994, a 21 % en 2002 y a 23 % en 2007, en la provincia se mantuvo estancado entre el 6 % y 7 % para los mismos años.
El PBP medido a precios corrientes, indica el flujo de producto medido a precios del año correspondiente, por lo tanto, posee un carácter nominal incluyendo el efecto de variación de precios. El PBP a precios constantes, en cambio, aísla el efecto precios, tomando únicamente el valor real, lo cual permite observar los cambios en el volumen físico producido. Para ello se toman los precios de un año “base” (en este caso, el 2004), y el mismo es aplicado a lo producido en volumen físico en cada uno de los años de la serie. A partir de la diferencia entre precios constantes y corrientes es posible establecer una medida alternativa de la inflación: el índice de precios implícitos. La tabla III.4 aporta datos sobre el PBP a precios constantes, tomando como año base el 2004. El PBP a precios corrientes surge de multiplicar los precios vigentes por las cantidades producidas, en el año que se trate. La información del PBP a precios constantes enfoca solo el aspecto real, es decir, el cambio en las cantidades producidas o volumen físico. De esta forma, es posible precisar la composición de las causas de los cambios en el PBP a precios corrientes: cuánto obedeció a modificaciones en los precios relativos, a la inflación y finalmente, al cambio en los volúmenes físicos. Para ello se toma un año como base, y las cantidades producidas en cada año son multiplicadas por el precio vigente en ese año.
El PBP a precios constantes aumentó en Santiago del Estero entre 1994 y 2007 el 81 %: de $2.600 millones a $4.716, y como se expresó ut supra el crecimiento del PBP a precios corrientes fue del orden del 250 %. Se tiene entonces que el aumento de precios es el factor principal que da cuenta del crecimiento del PBP a precios corrientes. La inflación en la provincia durante el período fue variable, de acuerdo con el índice de precios implícitos (IPI). Hasta el año 2002 la inflación fue mínima, e incluso se produjo deflación. En 2002 se produce un gran salto en los precios: suben un 38,1 %. Durante los siguientes años la variación fue: en 2003 el –3,35 %; en 2004 el 9,35 %; en 2005 el 8,73 % para luego comenzar a acelerarse: 15,05 % en 2006, para culminar la serie en un 17,03 % en el 2007 (Silveti et al., 2017). Si bien se produjo aumento de precios en 2002 y los siguientes años, es discutible si este crecimiento puede catalogarse como inflación, ya que el aumento en algunos de esos años -los siguientes inmediatos-, no fue sostenido ni generalizado. Sin embargo, se puede argumentar que, si bien la megadevaluación no generó difusión inmediata a precios, hubo una presión de costos reprimida que influyó a posteriori. Ello sucedió a partir de 2005, cuando los salarios comenzaron a recuperarse y comenzó en la provincia un aumento de precios sostenido, generalizado y creciente.
En la tabla III.4, se observan los sectores que crecieron relativamente y cuáles retrocedieron en el volumen físico producido. Llama la atención el comportamiento del sector agropecuario, el cual a pesar de los avances tecnológicos en semillas, insecticidas y métodos de producción como la siembra directa, unido al mejoramiento del precio de los commodities y a la tan mencionada expansión de la frontera agrícola con la soja, mantiene su nivel de participación (15 % tanto en 1994 como en 2007), en el PBP a precios constantes, es decir, que su nivel de crecimiento físico no escapó a la media del resto de actividades. Se descubre entonces, que el acelerado crecimiento del sector agropecuario que pasó del 8 % al 21 % en 2001-2002 y que luego se mantuvo con una alta participación, tuvo un carácter nominal: un salto en los precios de sus productos que, por otro lado, ha sido un hecho repetitivo dada la volatilidad propia de la economía argentina, ligada a la restricción externa y a políticas proexpansivas.
El sector industrial presenta una pálida tasa de crecimiento del 38 %, en el período bajo estudio, lo que expresa su imposibilidad de constituirse en el impulsor de la modernización productiva. La contracara se puede observar en el comportamiento del sector construcción con un 173 % y minería 353 %. Los sectores asociados a servicios presentan comportamientos polarizados. Tres de ellos crecieron relativamente: financiero con un 187 %, transporte 143 % y comercio 122 %. Contrario sensu, turismo (57 %), y los vinculados al sector público: administración pública (27 %), enseñanza (32 %) y salud (47 %) se encuentran dentro de los menores crecimientos en el PBP a precios constantes.
Cambio estructural
Para advertir la posible presencia de un cambio estructural en la serie, basta con observar el gráfico III.3. Se percibe allí que durante los años 2001 y 2002 se produce un cambio de tendencia. La simple inspección de los datos vertidos en la tabla III.1, como también los hechos económicos producidos, como la caída del Plan de Convertibilidad los primeros días del 2002, pueden también ayudar a identificarlo.
Pero para darle formalidad al planteo y rigurosidad al resultado es necesario utilizar la inferencia estadística. Para ello se aplica el paquete estadístico Joinpoint Regression 4.1.1.1.30 o regresión de punto de intersección, que interpreta una serie de tiempo, identifica la tasa de crecimiento de cada tendencia, ubica el o los posibles puntos de quiebre de tendencias y la robustez de las diferentes estimaciones (gráfico III.4). Con los datos del PBP a precios corrientes se obtienen los resultados que se exponen a continuación. Existen dos puntos de encuentro, uno de ellos ubicado en el año 2001 y el restante en el año 2004. Los resultados para las tres tendencias o APC (por las siglas de Annual Percent Change), detectadas son:
De 1994 a 2001: 1,82
De 2001 a 2004: 11,60
De 2004 a 2007: 27,08
Pero solo esta última es robusta o estadísticamente significativa, con un nivel de p valor < 0,05. Los restantes dos períodos, si bien son estadísticamente distintos, no implican puntos de quiebre estructural, tendencial o de largo plazo. Por lo tanto, el quiebre detectado en el año 2001 debe ser desechado como cambio estructural, debido a su p valor < 0,20. En el período 2004-2007 el PBP a precios corrientes de Santiago del Estero se expandió un 205 %. El sector productor de bienes (244 %) lo hizo por encima del productor de servicios (188 %).
En el gráfico III.5 se puede observar la tasa de crecimiento anual en los dos subperiodos, seleccionados de acuerdo con el punto de quiebre detectado, que corresponde al año 2004. Las tasas de crecimiento para el período 2004-2007 son mayores en todos los casos a las registradas para los 10 años anteriores. El agrupamiento “resto de productores de bienes”, integrado básicamente por los sectores de construcción y energía, es el de mayor tasa. Industria sigue postergada, previo al cambio estructural y con posterioridad a él. El sector agrícola que tuvo el mejor desempeño en la etapa previa continúa creciendo, solo por debajo de los sectores citados: construcción y energía. Finalmente, el sector servicios, de bajo crecimiento en el período previo, se recupera en el período post quiebre, lo cual se explica por la recuperación salarial.
Cambio estructural con letargo industrial
Como se expresó ut supra, Santiago del Estero puede caracterizarse como una “región marginal del capitalismo periférico”. Asentada en riquezas naturales forestales y basadas en actividades agropecuarias de subsistencia, con una fuerte presencia estatal y del comercio informal y una débil industria manufacturera que nunca pudo superar la fase sustitutiva de importaciones de baja capitalización. La introducción del agronegocio, a partir de los ´90, generó una situación de “heterogeneidad”, de tipo “rural y coyuntural”, pero no modificó la matriz de explotación, debido a la práctica local de este tipo de gestión, basada en el arrendamiento y apropiación de excedentes por capitales foráneos. Estas firmas capitalistas toman sus decisiones de producción fuera de las fronteras de la provincia, una profunda brecha de ingresos, con lo cual los efectos multiplicadores se reducen a un mínimo. Se configura un sector rural heterogéneo, con enclaves del agronegocio de alta productividad, y la población rural tradicional, subcapitalizada, en niveles de subsistencia que migra hacia los centros urbanos, en busca de mejores condiciones de vida. El mercado de trabajo con insuficiencia secular de absorción de empleo productivo –debido al tamaño y crecimiento de su sector industrial-, terminó impulsando el aumento desproporcionado del sector servicios. La terciarización no fue fruto de la modernización productiva, sino una válvula de descompresión del exceso de mano de obra, que no encontró cabida en el sector industrial.
Es decir, que la provincia sufrió una transición degenerativa, desde actividades primarias a terciarias, entrampada en escenarios semejantes a lo que Nurske denominó “trampas de la pobreza” (ver ut supra "La teoría del desarrollo"). Se utiliza el término degenerativa dado que el desarrollo ha perdido su normal desenvolvimiento. Históricamente en la provincia, la expulsión de mano de obra rural –por un lado- y un sector manufacturero, pequeño y concentrado en ramas de escaso dinamismo tecnológico, con baja absorción y difusión de empleo, derivaron en la emigración de mano de obra y luego, cuando finalizó la etapa de industrialización por sustitución de importaciones en el país, el sector servicios fue el receptor forzado del exceso de mano de obra. Este sector servicios creció a través del empleo promovido por el sector público, el cuentrapropismo y en general, en tipos de ocupación, de baja institucionalidad, productividad e ingresos, conocido como sector informal urbano.
Asentado en transformaciones que comienzan en la década del ‘90 (entre las principales: aprobación “soja transgénica”, legalización privatizaciones, inversiones en el comercio y en el sector inmobiliario), entre 1994-2007 el PBP de Santiago del Estero creció por encima de las tasas nacionales, fundamentalmente por el comportamiento que tuvo a partir del 2004. En este período, se verifica un punto de cambio de tendencias en el año 2004. A partir de este quiebre se observa una fuerte aceleración del crecimiento. Pero esta situación propicia no fue aprovechada, ya que no sirvió para modificar el letargo del sector industrial, que muestra un atraso sostenido en ambas etapas. Representa el único sector, dentro de los productores de bienes, que creció menos que el total nacional (191 % vs. 246 %), a pesar del cambio favorable de precios relativos de los bienes transables, fruto de la devaluación.
Los factores nominales resultan importantes para entender algunos aspectos de lo sucedido. La reestructuración de precios producto de la mega devaluación de 2002, generó una fuerte transferencia de recursos. En el 2002, el precio de los productos agropecuarios subió un 239 % y del sector industrial un 61 %, mientras se reducía la masa salarial en la administración pública en un 6,5 %, en la enseñanza en un 2,5 % y en la salud en el 7 %. En hogares con servicio doméstico también se verificó una caída del orden del 3 % y en otras actividades de servicios del 12 %, de acuerdo con el índice de precios implícitos.
El tipo de industrialización truncada, denominada “semiindustrial dependiente”, basada en un proceso de modernización con despliegues de alta productividad en enclaves, desarticulados del mercado interno pero integrados al exterior y una vasta red productiva que no alcanza niveles de competitividad adecuados, en el contexto de una economía que sigue recostada sobre sus recursos naturales, identifica ciertas economías subdesarrolladas como las latinoamericanas. En este contexto, Santiago del Estero en lo productivo, se caracteriza por un subdesarrollo profundo, emergiendo en esta realidad, como una región marginal del capitalismo periférico.
Capítulo IV. Estructura y elasticidad producto del empleo por sector, categoría ocupacional y ciclo
El neoestructuralismo señala que el mundo del trabajo es la “llave maestra” que conduce a la igualdad (CEPAL, 2014, p. 139). Su vínculo con la estructura productiva conforma el núcleo sobre el cual debe basarse cualquier estrategia que pretenda lograr reformas sociales inclusivas y sostenibles. Es clara, por lo tanto, la importancia de analizar las características y la evolución del empleo. En el presente capítulo se examina la estructura ocupacional en la provincia, segmentándola por sector productivo, por categoría del empleo y por fase del ciclo económico. Al igual que lo sucedido con el producto, se observa un ciclo completo con todas sus fases que marcan una trayectoria ciertamente volátil. El final de la fase de recuperación hasta 1995, le sigue la fase de auge con crecimiento a tasa decreciente, a partir de ese año y hasta 1998. En 1998 comienza la fase de depresión con estancamiento del empleo, que culmina en 2002 (el “lustro perdido”), e incluye el choque institucional a finales de 2001. A partir de allí se abre una nueva fase de recuperación de 2002 a 2007 (gráfico IV.1). Con respecto al empleo por categoría en Santiago del Estero, se observa que el mismo se explica en un 90 % apelando a solo tres categorías de empleo: asalariados registrados, no registrados y cuenta propia. Las restantes: familiar y patrón, poseen escaso peso y tienden a perder importancia gradualmente, durante el período considerado.
En el capítulo se analizará el crecimiento del empleo, su volatilidad y precarización a través del ciclo. Luego se cruzará esta información con el comportamiento por sector productivo, con lo cual será posible arribar a resultados sobre la dinámica sectorial de la institucionalidad laboral. Finalmente, y para conocer el impacto del crecimiento en el empleo, se aplicará la fórmula de la elasticidad producto de la demanda (EPE). En los cálculos se utilizará la información vinculando sector con categoría de empleo, lo cual permitirá conocer el comportamiento del proceso de precarización del trabajo por sector productivo, ante cambios en el PBP.
Se espera que los resultados aporten ingredientes sustanciales para descifrar el intrincado proceso de transición degenerativa con terciarización forzada del empleo que sufre la provincia, fruto de la insuficiente formación de capital y la consecuente exigua creación de puestos de trabajo productivos. El cambio estructural y la mejora en la institucionalidad laboral constituyen las bases para que Santiago del Estero avance hacia una sociedad deliberativa, sostenida en el trabajo formal. La escasa participación y respuesta de la industria, junto a la segmentación del mercado laboral, en el sector terciario -el más dinámico del empleo en la provincia-, como también la creciente heterogeneidad en el sector agropecuario (debido a la irrupción del agronegocio), requieren de un diagnóstico que colabore a comprender integralmente el comportamiento de las regiones marginales del capitalismo periférico.
Sección 1. Institucionalidad laboral: análisis por categoría de empleo
El presente capítulo utiliza como unidad de análisis, el puesto de trabajo, definido por el INDEC como: “… contratos (explícitos o implícitos) entre una persona y una unidad institucional (empresa) para llevar a cabo un trabajo a cambio de una remuneración (o ingreso mixto) durante un período definido o indefinido de tiempo”. El concepto de puestos de trabajo difiere del concepto de personal ocupado, ya que una misma persona puede tener más de una ocupación.
La ocupación está medida por los puestos de trabajo ocupados asalariados y no asalariados. Los puestos de trabajo ocupados incluyen a los puestos de trabajo asalariados, a los propietarios, empleadores, socios de cooperativas y a los familiares no asalariados y otros no asalariados que trabajan para la unidad censal y son remunerados por la actividad que desarrollan (CFI, 2008).
El empleo en el período bajo análisis creció un 75,8 %. En 1994 existían 168.272 puestos ocupados en la provincia, para culminar con 295.891 en 2007 (tabla IV.1), lo que implica una tasa de crecimiento promedio anual del 5,4 %. El período engloba un ciclo completo con cinco fases: el final de la fase de recuperación 1994-1995; la fase de auge 1995-1998; depresión y crisis en el lustro perdido 1998-2002 y una nueva recuperación y crecimiento hasta 2007. A su vez estas fases pueden ser agrupadas en tres tendencias. Desde la perspectiva de las tendencias, se presentan dos períodos de crecimiento: 1994-98 y 2002-07, que encierran un lapso depresivo: 1998-2002, cuando se produce un deterioro del empleo del orden del -3,7 %. El PBP repite idéntico comportamiento. La relación entrambos será materia de discusión con la utilización del indicador “elasticidad empleo producto”, en este mismo capítulo a partir del siguiente punto.
En la tabla IV.1 es posible observar el empleo fragmentado en sus diversas categorías: asalariados registrados, asalariados no registrados, cuenta propia, patrón y familiar. Las tres primeras mencionadas: asalariados registrados, asalariados no registrados y cuenta propia, sostienen el 90 % de la ocupación en la provincia. Las restantes: patrón y familiar, resultan de escasa significación y con tendencia decreciente. Por lo tanto, el análisis se centra fundamentalmente en aquellas tres categorías. El gráfico IV.2 permite inferir la dinámica de la estructura del empleo según categoría ocupacional. Se pueden resaltar los siguientes hechos estilizados para el período en análisis:
Creciente divergencia. Las tres categorías principales parten en 1994 de un nivel similar, pero se advierte un constante proceso de dispersión, el cual se agudiza tras la caída de la Convertibilidad. La función estadística “desviación promedio” entre estas tres categorías, arroja los siguientes resultados. En 1994 presenta un valor de 1,32 %. Alcanza su valor mínimo al año siguiente, 1995, con 0,05 %, coincidente con el fin de la fase de recuperación y el inicio de crecientes problemas para el Plan de Convertibilidad. A partir de ese año aumenta en forma constante, hasta cerrar la serie en 2007, con la dispersión en su valor máximo del 4,42 %.
Paulatina pérdida de significación del cuentapropismo, que comienza la serie con una participación del 28 % en el total de empleo, y culmina con un 24,3 %.
Progresiva precarización, con el ascenso de los asalariados no registrados y su distanciamiento de las restantes categorías. En 1994 concentraba el 30,4 % de participación y asciende hasta culminar el período con el 37,5 %.
Menor volatilidad (mayor estabilidad) en la categoría de los asalariados registrados. La desviación estándar para esta categoría alcanza una cifra de 0,75 %, significativamente menor al 2,50 % de asalariados no registrados y al 1,95 % de cuenta propia.
Estancamiento y escasa significación de las restantes categorías: patrón y familiar. En 1994 representaban el 10 % y cierran la serie con un valor de 7 %, con bajas desviaciones estándar: 0,42 % y 0,62 %, respectivamente.
Como se expresó ut supra, en 1994 existían leves diferencias de nivel entre las tres categorías de empleo relevantes: asalariados registrados, asalariados no registrados y cuenta propia. Los asalariados registrados constituían el aporte más significativo al empleo con 53.136 personas (31,6 %), seguido por los no registrados con 51.193 (30,4 %) y finalmente se encontraba el empleo por cuenta propia con 47.175 (28 %). Estas tres categorías, concentraban el 90 % del empleo total. Tanto el empleo como la precarización crecen en el período en todas las categorías -con el aumento del empleo no registrado por encima de las restantes-, pero es a partir del 2001, cuando esta última situación cobra ribetes alarmantes. La categoría de asalariados no registrados duplica, entre 2001-2007, el incremento del empleo registrado y crea más puestos de trabajo que las demás categorías en conjunto.
Resulta paradójico que la preeminencia del trabajo no registrado en la provincia no se produzca durante el predominio del Plan de Convertibilidad -uno de cuyos ejes fue la desregulación laboral, y que produjo un crecimiento récord de la desocupación-, sino durante los años posteriores, que forman parte de un nuevo ciclo de crecimiento económico y creación de empleo, en un contexto de recuperación de la institucionalidad laboral. Ut infra se analizarán los motivos relacionados a este negativo comportamiento de la institucionalidad laboral en épocas de recuperación, donde la política de recursos humanos desplegada por el Estado Provincial, unida a una deficiente estructura productiva, asumen como factores explicativos relevantes.
Entre 1994 y 2001, la distribución del empleo según categoría ocupacional permanece relativamente estable con un leve corrimiento hacia el trabajo no asalariado. En el 2001 la cantidad de los ocupados no registrados alcanzaba la cifra de 73.091 trabajadores (32,4 %). Lo seguía el empleo registrado con prácticamente el mismo guarismo: 72.801 (32,3 %) y cuenta propia con 63.049 (27,9 %). En 2007 los números indican, en cambio, una clara supremacía de los trabajadores no registrados que sumaban 110.821 (37,5 %), dejando atrás al empleo registrado con 91.957 ocupados (31,1 %) y al cuentapropismo con 71.934 (24,3 %). Como ya se expresó, entre 2001 y 2007, los asalariados no registrados prácticamente duplicaron la generación de puestos de trabajo con respecto a los registrados (37.730 vs. 19.156, ver tabla IV.1 y gráfico IV.2).
En el gráfico IV.2 se presenta la evolución de las distintas categorías de empleo. Las pendientes reflejan un preocupante signo aspersor, a favor del empleo no registrado. Esta situación, marcada por la fragilidad del mercado de trabajo en la provincia, se agrava al considerar que más de la mitad del trabajo registrado lo aporta solo el sector de la administración pública (excluyendo enseñanza y salud públicas). Los valores de las tendencias por categoría, según se observa, son: 7,66 % para asalariados registrados, 4,6 % para los registrados y 2,4 % para cuenta propia. La longitud de las barras sobre las curvas expresa el nivel del error estándar asignado a cada serie, e indican el nivel de volatilidad de cada categoría. El tamaño de las barras, denuncia la mayor volatilidad de los asalariados no registrados y en segundo lugar, de la categoría cuenta propia. Los más estables resultan el agrupamiento patrón y familiar y los asalariados registrados, en ese orden.
La alta volatilidad del empleo no registrado se vincula directamente con su elevada prociclidad y puede ser explicada por su menor protección. En la tabla IV.2 es posible observar lo expresado. En períodos de crecimiento, 1994-1998 y 2001-2007 crece por encima del empleo registrado, y en el quinquenio perdido cae en mayor medida, lo que obedece, como es obvio, a los menores costos laborales propios de su nivel de institucionalidad.
Es posible extraer de ello un importante corolario. Ante cada fase expansiva del ciclo los asalariados no registrados se distancian del resto de las categorías, más allá del contexto político y de las políticas instrumentadas. A contrario sensu actúa esta tendencia, ante las depresiones y crisis. El efecto histéresis parece intervenir, sin embargo, para que superada la crisis, se encuentre el nuevo piso, más elevado, de precarización, conduciendo a permanentes cambios negativos en las tendencias de la institucionalidad laboral. La fragilidad del mercado laboral para generar empleo protegido o decente en la provincia se hace palmaria al segmentar la categoría ocupados registrados por sector productivo, donde resalta la supremacía del empleo público. Como se expresó, en cualquier año de la serie el empleo registrado solo del sector de la administración pública central (excluyendo el empleo de los sectores de enseñanza y salud), representó más de la mitad de los ocupados registrados31 (Silveti & Gurmendi, 2017).
En el gráfico IV.2 se observa que la creciente brecha a favor del trabajo no registrado no se origina en la década neoliberal de los noventa, paradigma del modelo de mercado y de la flexibilización laboral, sino justamente a partir de su caída en el año 2001. Debe resaltarse, para comprender el fenómeno, la debilidad de la estructura productiva manifiesta en la insuficiencia secular de la industria para generar puestos de trabajo. En toda la serie este sector aumentó la cantidad neta de puestos de trabajo registrados en la misérrima cifra de 339, y sumadas todas las categorías en 6.604 puestos. O sea, que la generación de empleo registrado en la industria representó solo un 5 % del total del ya escaso nuevo empleo en el sector, por debajo del promedio provincial que fue del 30 %. El empleo registrado total, eliminando el sector de la administración pública central, representa solo un 15 % del empleo en la provincia. El acumulado del período, permite rescatar lo siguiente32:
El aumento constante del empleo en actividades terciarias, por sobre los sectores productores de bienes. Si bien los sectores productores de bienes crecieron en el período de 81.253 personas ocupadas a 116.642, es decir, un 44 %, los sectores productores de servicios incrementaron la cantidad de empleo de 87.019 a 179.249: un 106 %. De cada cuatro nuevos puestos de trabajo, tres fueron generados por el sector servicios.
Comparando la evolución categorial por sector productor de bienes con respecto al de servicios, se evidencia la debilidad del mercado de trabajo provincial y el consecuente proceso de terciarización forzada, de acuerdo con las tres informaciones que se proveen a continuación:
El crecimiento del empleo no registrado en el sector servicios (196 %).
El empleo registrado en el sector productor de bienes creció un 38 % y aportó solo 4.976 nuevos puestos de trabajo a los 127.619 generados en el período (3,9 % de participación).
El empleo en servicios crece por encima del de bienes a lo largo de todo el período, excluyendo solo el año 2007.
Luego de la primera fase positiva 1994-1998, tiene lugar un período de declive caracterizado por la alta volatilidad junto a la creciente dificultad para mantener el nivel de ocupación que concluye con la crisis del 2001-2002, cuando se derrumba el Plan de Convertibilidad y da inicio un nuevo modelo junto a una firme recuperación de la economía. Como se observa en la tabla tabla IV.1 y en el gráfico IV.1, en el denominado “lustro perdido” se produce una pérdida de puestos de trabajo (220.192 en 1998 vs. 212.055 en 2002), y a partir de allí comienza un proceso de crecimiento del empleo.
Sección 2. La elasticidad producto del empleo
La EPE mide la proporción de cambio en el empleo por cambio porcentual en el producto, es decir, el impacto que producen los cambios en el nivel de actividad respecto al nivel de ocupación. Derivar un análisis profundo de la EPE excede las pretensiones de este apartado. Se realizará solo un prolegómeno al estudio, con cálculos de un recorte que permita observar la elasticidad puntual por ciclo económico, con mención a los patrones de crecimiento dominantes en cada etapa. No se optó por el análisis de la elasticidad arco, aplicando la regresión logarítmica, debido a que se cuenta con pocas observaciones y alta variabilidad, es decir, sesgos elevados con escasa significación estadística. Específicamente se trabajó sobre la fórmula de la elasticidad puntual, para categorías ocupacionales y sectores productivos, y se segmentaron los resultados de acuerdo con las tendencias dominantes de crecimiento: 1994-1998 y 2002-2007, y depresión: 1998-2002. Salvo los sectores comercio e industria, el resto de los sectores productivos fueron agrupados -atendiendo a su especificidad-, para simplificar los cálculos y facilitar su lectura.
La EPE no permite conclusiones lineales, en el sentido que un nivel determinado de EPE sea preferible a otro, dado que está influida por múltiples factores, tanto económicos, como políticos, sociales e institucionales, tales como: la estructura productiva y del empleo; la especialización comercial de productos de exportación como de importación; modificaciones en los hábitos de consumo; expectativas; precios relativos; la productividad; los ciclos y sus fases; el grado de institucionalidad laboral y el patrón de crecimiento. Una elasticidad alta indica una positiva dinámica del empleo frente al producto, es decir, una fuerte absorción de empleo en períodos expansivos. Pero también es signo negativo de volatilidad, escasa productividad laboral y elevada precariedad.
La relación entre tasa de actividad y empleo es directa. En vinculación con las fases de los ciclos permite observar patrones relevantes. La fase de crecimiento se encuentra relacionada a la recuperación o reactivación de la economía: el producto crece a tasa creciente. En esta fase será esperable una baja EPE, debido a que mayores niveles de producto se alcanzan con el aumento de la intensidad del trabajo, es decir, de las horas trabajadas por parte de la mano de obra ya ocupada.
Culminado el proceso de recuperación comienza otra fase, designada como fase de auge: el producto crece a tasa decreciente, y se caracteriza por una mayor absorción y creación de empleo, que conducirá al aumento de la EPE. En el punto máximo del auge, en la frontera del pleno empleo, las empresas podrán verse interesadas en sustituir trabajo por capital, por lo que la productividad podría aumentar y debilitar la absorción de empleo, disminuyendo la EPE.
En cuanto a las etapas de paro, en la primera fase, el empleo será más estable que la tasa de actividad, debido a que las empresas tenderán a atesorar mano de obra y retener el personal calificado y posiblemente se producirá un ajuste en las horas trabajadas, con escasa consecuencia en el empleo. Es la fase conocida como recesión. Cuando la recesión se convierte en depresión, la elasticidad comenzará a crecer: caídas del producto impactarán en despidos crecientes. La EPE se eleva. En la fase de crisis, donde la situación social suele desbordarse, resulta complicada la maniobrabilidad política y se amortigua la acción defensiva de las corporaciones sindicales; el empleo puede derrumbarse, conduciendo a un aumento de la EPE.
La EPE para Santiago del Estero por sector y categoría de empleo
Considerando la transición degenerativa y la terciarización forzada que ha sufrido la provincia, es esperable que estos movimientos en los niveles de la EPE puedan verse exaltados. Su estructura productiva, recostada sobre la actividad primaria, el comercio, la administración pública y eventualmente la construcción, impactan en el mercado de trabajo generando insuficiente creación de empleo productivo, lo que a su vez imprime a la EPE suma volatilidad.
Los resultados obtenidos para la EPE en Santiago del Estero vienen a confirmar a la provincia como una región marginal del capitalismo periférico. Su elevada precariedad se deduce de los valores de la EPE, que triplican los valores nacionales. Para el período de estudio: 1994-2007 se encuentra en torno al 0,93 (ver primera columna, gráfico IV.3). La fórmula utilizada para el cálculo de la EPE es la siguiente:
donde: E = Puestos de trabajo y VA = Valor agregado a precios constantes.
Se evidencia una gran asimetría sectorial propia de economías atrasadas, carentes de homogeneidad e integración. Los sectores productores de bienes resultan los menos dinámicos, con una elasticidad del 0,32 % para el sector primario, y del 0,60 % para el industrial. La fórmula utilizada para el cálculo de la EPE sectorial es la siguiente:
donde: Si = sector i
El sector comercio es el sector más sensible, con amplio margen de diferencia sobre el resto: el aumento de un punto porcentual en el producto genera un aumento del 2,2 % en el empleo. En una zona intermedia se encuentra el agrupamiento administración pública, enseñanza y salud, con una EPE de 1,18 %; “infraestructura”, (que integra los sectores de construcción, transporte y energía) con 1,03 % y por último el grupo “resto de servicios”, un colectivo con los servicios: inmobiliario, financiero, turismo, servicio doméstico y otros servicios, con un 1,01 % (gráfico IV.3).
La EPE por categorías de empleo presenta, a semejanza del análisis de la EPE sectorial, una gran dispersión. La fórmula utilizada para el cálculo de la EPE por categoría ocupacional es la siguiente:
donde: Ci = Categoría ocupacional i
Asalariados no registrados se muestra como la categoría más dinámica con una EPE del 1,43 %. En oposición, las categorías patrón y familiar se ubican como las menos sensibles, con 0,32 % en conjunto. En la franja media se encuentran, asalariados registrados y cuenta propia, con 0,90 % y 0,64 % respectivamente (gráfico IV.3).
Estos resultados confirman la influencia que la precariedad del trabajo posee sobre la EPE. El sector comercio, refugio principal del sector informal urbano (se argumenta ut infra), por un lado, y la categoría ocupacional de los asalariados no registrados, por otro, son por amplia diferencia, los de mayor EPE. Esta es una característica de la economía provincial, que resulta un obstáculo para el desarrollo, dado que este requiere estabilidad en el crecimiento. Pero para ello es indispensable -se reafirma-, la necesidad del cambio estructural.
El análisis de la EPE por ciclo. Comparación con resultados nacionales
Los dos ciclos de crecimiento: 1994-1998 y 2002-2007, presentan EPE del 0,99 % y 0,93 %, respectivamente. Mientras que cae al -0,26 % en el quinquenio perdido. La EPE en Argentina es considerablemente menor, de acuerdo con datos elaborados por un estudio del Ministerio de Trabajo de la Nación (2004). Para el período 91-96, la EPE para el total del país alcanzaba el magro nivel de 0,24 %, insuficiente para disminuir el desempleo o al menos evitar su agudización. Esta exigua tasa indica el notable esfuerzo de crecimiento que debería producir el país para mejorar el nivel de empleo. De 1996 a 1998, se incrementó a 0,56 %, pero sostenido por el crecimiento del empleo en sectores terciarios, de baja productividad y protección (en especial comercio y construcción). En el quinquenio perdido fue del 0,37 %, para ascender luego al 0,8 % en 2003 y caer al 0,46 % en 2004.
Un elemento que resalta es el hecho que la EPE provincial es muy superior a la nacional en fase de crecimiento. Sin embargo, en la depresión del 98-02 resulta levemente inferior. Las causas obedecen a diversos factores de acuerdo con los períodos considerados. Si bien el tema se abordará de modo particular ut infra, en función del gráfico IV.4 es posible inferir dinámicas vinculadas. En la provincia durante la primera fase de crecimiento de la serie: 94-98, que corresponde al último año de la fase de recuperación y a la fase de auge de la Convertibilidad, la alta EPE estuvo ligada al sector construcción (EPE 1,9 %), resultado de las políticas públicas para mantener el empleo, ante el creciente retraimiento de la actividad privada, propio de la fase de auge. En cambio, en el restante ciclo de crecimiento relativo a la fase de reactivación, 2002-2007, el empleo fue absorbido por la actividad privada en un sector de alta informalidad como el comercio (EPE 2,2 %).
En el quinquenio perdido, los sectores de administración pública, enseñanza y salud, son los encargados de sostener el empleo (EPE –1,1 %), junto al agrupamiento resto de servicios (EPE –0,7 %), en especial el sector inmobiliario y empresarial en la categoría cuenta propia (el autoempleo) y servicio doméstico en la categoría no registrados. Esto último se encuentra condicionado a las características de las familias periurbanas en condiciones de subsistencia: al caer el empleo en la construcción (EPE 3,1 %) debido a las urgencias presupuestarias, es la mujer quien sale del hogar a buscar trabajo. Por último, cabe agregar que la EPE industrial en todas las fases se mantuvo estática y en niveles bajos.
En la provincia la estructura productiva y las condiciones del mercado de trabajo condicionan el nivel y comportamiento observado de la EPE, semejando un movimiento de tijeras. Por un lado la baja productividad y participación industrial, y por otro, el elevado peso de los servicios e informalidad. A su vez, estos factores se imbrican al proceso de “transición degenerativa” productiva y del empleo que sufrió la provincia, fruto de una economía subcapitalizada, débil para generar puestos de trabajo productivos, y ayudan a develar las causas de la EPE tan elevada e inestable.
Como ya se expresó, las dos etapas de crecimiento del producto presentan dinámicas disímiles, lo cual es posible colegir debido a que se encuentran enmarcadas en fases distintas. Además, ambos ciclos están insertos en patrones de crecimiento diferentes. El objetivo del Plan de Convertibilidad fue el combate a la inflación. Surgió en un contexto de inflación crónica, que estalló en hiperinflación (en 1989 superó el 3.000 %). Además del rígido esquema de caja de conversión, que dio nombre al Plan, se apoyó en la Reforma (ajuste) del Estado, con traspaso de servicios a las provincias, desregulación y privatización de servicios públicos y flexibilización del mercado de trabajo. La postconvertibilidad, en cambio, surgió luego del caos del 2001, producto del desapalancamiento y default, con una tasa de desempleo que llegó a trepar al 26 % pero sin inflación. Se apoyó en una fuerte devaluación que condujo a la reestructuración de precios a favor de los bienes transables.
En 1994 la economía había logrado recuperarse del quiebre hiperestanflacionario de 1989, en un entorno de creciente estabilidad y alto crecimiento. El crecimiento del PBI fue del 8,73 % anual entre 1991 y 1994, para caer al 1,69 % entre 1995 al 2000. De la hiperinflación de 1989 con una tasa de aumento de precios del 3.000 %, se pasó a tasas de un dígito a partir de 1994 (Artana, 2001). El año 1995 marca un punto de inflexión dentro del ciclo expansivo, entre crecimiento a tasa creciente -referido a fase de recuperación-, y crecimiento a tasa decreciente: fase de auge. Esta fase se abre cuando la política económica no encuentra el camino del cambio estructural productivo virtuoso, basado en actividades que complementen alto crecimiento de la demanda (argumento “keynesiano”) con capacidad de innovación tecnológica (argumento “schumpeteriano”). En síntesis, actividades de alta productividad y con absorción neta de empleo. Por otro lado, la fase del ciclo iniciada a posteriori estuvo marcada por una mayor turbulencia y menor dinamismo, producto del efecto tequila en 1995, en conjunto con signos del agotamiento del Plan de Convertibilidad, debido a la rigidez política para corregir inconsistencias y tensiones endógenas de su política macroeconómica y producir un cambio estructural virtuoso.
El ciclo iniciado en 2002, en cambio, corresponde a la fase de recuperación del crack de deleveraging (desapalancamiento financiero) del 2001. El 2007 puede considerarse como el fin de esta fase de crecimiento con estabilidad, dando lugar a un período de turbulencia, a partir de la crisis de las hipotecas subprime de 2008, junto a otras causas donde resalta el debilitamiento progresivo y corrosión de las bases que lo sustentaron originalmente. Sin embargo, de acuerdo con el estudio de las fases y su impacto en la EPE, en Nación existe una correlación coherente. En Santiago del Estero, se percibe una anormalidad, referida a la EPE del ciclo de auge del 94-98, ya que supera la EPE del ciclo de recuperación del 02-07, cuando tendría que darse lo contrario. Ello logra explicarse por la escasa relevancia del sector privado en los mercados, y la excesiva importancia del sector público. El sector público generó planes para evitar la caída del consumo en el 94-98 activando el sector construcción, lo que mantuvo la absorción de empleo en niveles artificialmente altos.
EPE sectorial por ciclo en la provincia
Los resultados obtenidos de la EPE por ciclo y por sector, muestran que los sectores productores de bienes se caracterizan por su baja sensibilidad en cualquiera de los tres ciclos. En contraposición, los más dinámicos son infraestructura y comercio. Este último presenta la mayor EPE con un valor de 2,2 % para el período 02-07. El agrupamiento con empleo más volátil es infraestructura. Se caracteriza también por su prociclidad. Con una EPE elevada en el crecimiento como en el estancamiento, de 1,94 % para 94-98, del 3,13 %, en el quinquenio perdido y 1,32 % para el ciclo 02-07. Tanto la volatilidad, prociclidad y elevada EPE se debe al predominio del sector construcción dentro de este agrupamiento, y a la dominancia del trabajo precario dentro de este.
El gráfico IV.4 que contiene los valores de la EPE por ciclos y sectores, permite inferir la falta de dinamismo en el mercado de trabajo y de generación de empleo productivo y de calidad, vinculado a la deficiente estructura productiva. En la fase 94-98, el empleo es traccionado por el sector construcción, el cual se caracteriza por el trabajo informal, por su alta sensibilidad y dependencia de las políticas estatales (EPE 1,94 %). En contraposición la debilidad de la demanda de trabajo y la precariedad del empleo, no pueden soslayarse en este sector, al observar la fuerte caída del empleo en el quinquenio de estancamiento, como lo demuestra la EPE de 3,13 % en infraestructura. En el quinquenio perdido, el empleo santiagueño se sustenta en el sector de administración pública, donde crece levemente el empleo a pesar de la retracción del producto (EPE -1,04 %), y en sectores de servicio: inmobiliario y empresarial y servicio doméstico. En la fase 2002-2007, el dinamismo del empleo se sostiene principalmente por el comercio, caracterizado también por el elevado grado de trabajo informal y de baja productividad.
El desempleo disfrazado -solapado por entramados sociales defensivos en busca de la subsistencia-, es el emergente estructural de una matriz productiva incapaz de sostener el aumento de la oferta de trabajo, desembocando en la terciarización forzada, propia de la transición degenerativa. La industria nunca logró niveles de “despegue”, lo cual es clave para entender la dificultad creciente para encaminar la economía hacia el crecimiento sostenido. El análisis sectorial por categoría de empleo, diferenciando los ciclos económicos, permite inferir características singulares de la estructura productiva de cada sector, contribuyendo a la comprensión del rezago que afecta a la economía provincial.
Análisis de la EPE sectorial de acuerdo con el ciclo económico y la categoría ocupacional
Se dividió el estudio en el presente apartado, con el fin de una mejor comprensión de los resultados. En este sentido, se evaluará la dinámica del sector primario, industrial e infraestructura, para luego pasar a las agrupaciones de los sectores vinculados al sector terciario específicamente: comercio, administración pública, enseñanza y salud y resto de sectores de servicio.
Sectores primario, industrial e infraestructura
Comenzando la lectura de la información a partir del sector agropecuario, los datos que aporta la EPE invitan a sumergir la mirada en la peculiar economía provincial. En principio, los rasgos que destacan del análisis son, por un lado la baja elasticidad del empleo (la mayor EPE registrada es del orden del 0,36 % que corresponde a la categoría asalariados no registrados del ciclo 94-98, ver tabla IV.3) y por otro, la estabilidad que muestra la EPE del sector, por categoría y por ciclo. Las diferencias de EPE entre categorías son mínimas en general y para los dos ciclos de crecimiento en particular. En los ciclos de crecimiento varían entre 0,36 % máxima y 0,28 % mínima, con una leve supremacía del ciclo 94-98. Se advierte una excepción que resalta: la EPE con un valor mínimo de 0,11 %, para la categoría patrón y familiar en el ciclo 02-07.
La rigidez del empleo en el sector agrícola se explica, en general, dada su función de producción, que es intensiva en recursos naturales -en aquellas regiones donde estos abundan- y en tecnología, pero extensiva en recursos humanos. La introducción del monocultivo sojero a partir de 1995 generó en el ámbito de la ruralidad provincial, un tipo de heterogeneidad “no estructural” que se denomina en el presente estudio heterogeneidad coyuntural, semejante al modo como está descripta por la CEPAL, salvo que proviene de actividades extractivas “oportunistas”, dependientes de condiciones exógenas y por lo tanto no sostenibles.
La heterogeneidad estructural hace referencia a las brechas productivas entre sectores o entre unidades productivas de un mismo sector. Se observan enclaves integrados por pocas empresas modernas, vinculadas a mercados externos, con tecnología de punta, por un lado, y por otro, un vasto entramado de pequeñas empresas, con grados de formalidad variable, pero en general subcapitalizadas, intensivas en recursos humanos y orientadas al mercado interno. Además, existe escasa conexión o permeabilidad entrambos subsectores.
Bajo las denominaciones de agro negocio y de agricultura familiar, se repite este polarizado escenario. Esta variante de la heterogeneidad estructural, que presenta la provincia a partir de la irrupción del monocultivo sojero, es decisiva a la hora de entender el comportamiento de la EPE. La EPE es baja en el agro, condicionada a las particulares características de los tipos de producción asociados a estas dos fracciones.
El agronegocio fundado en torno a la soja, con gran despliegue tecnológico y apuntando a la exportación, extensivo en el uso de la tierra y de los recursos humanos. En la antípoda, la economía familiar, de muy baja productividad y formalidad en el empleo con escasa vinculación a los mercados. El primero requiere de gran eficiencia, por lo cual se debe situar en la frontera tecnológica internacional. El segundo, no ha sentido el impacto de la mejora en los rindes, que se produjo a partir de 1995 y se aceleró luego de la megadevaluación de 2002, con baja dinámica productiva y del empleo. Ambas formas de producción, aunque antagónicas por diferentes causas, son expulsoras de mano de obra.
Los siguientes datos vienen a confirmar la hegemonía dentro del sector agrícola de la economía familiar de subsistencia. Santiago del Estero de acuerdo con el Censo Agropecuario 2002, poseía prácticamente la mitad de sus productores agrarios en condiciones de precariedad. De las 20.949 explotaciones agropecuarias (EAPs), 10.119 se encontraban constituidas por EAPs sin límites definidos. Otro signo de precariedad que caracteriza a la provincia, la cual aporta menos del 1 % al PBI pero posee el 28 % de las EAPs sin límites definidos del país.
Como se señaló en el apartado 2 del capítulo III, en 1994 se generan las condiciones institucionales que promovieron y facilitaron la irrupción de la soja, sumado a la mejora tecnológica y de los términos de intercambio. Precisamente ese año, la soja llegaba a los $ 12.962.815 de valor agregado en la provincia y participaba en el total del sector agropecuario con un 7,21 %. Tras 12 años, esta oleaginosa daba cuenta de una evolución sorprendente. En 2006, había alcanzado un valor agregado bruto de $ 443.956.328 y se ubicaba cómodamente como la principal rama del sector agropecuario, superando el 50 % de participación en el total de este sector (Silveti et al., 2017). Había surgido el agronegocio, de la mano de arrendatarios atraídos por la situación de mercado, que contando con importante capital y sin poseer la propiedad de la tierra, concentraron la ganancia de la producción.
Para entender el poco dinamismo del empleo en el sector agrícola, así como también la rigidez de su EPE ante distintos patrones de crecimiento, es importante detenerse en las funciones de producción del agronegocio y la producción familiar. Incluso la mínima EPE del período 02-07 para las categorías ocupacionales de “patrón” y “familiar” (0,11 %), encuentra aquí su explicación. El sector agropecuario domina la categoría ocupacional “familiar” en la provincia, con un 70 % de participación. Pero dado que el ascenso de la agricultura en el período estuvo fundado exclusivamente en la expansión de la soja y del agro negocio, la categoría patrón y familiar, se vio marginada y finalmente se rezagó. La EPE baja y rígida se termina de entender, observando un factor adicional: la función de producción capital intensiva del agronegocio, que demanda escasa mano de obra y esta, especializada.
Con respecto al sector industrial provincial, el Plan de Convertibilidad no le fue por cierto auspicioso, ya que presenta caída absoluta del empleo en todo el período correspondiente. La estrategia de precios relativos que beneficiaba a los sectores no transables, junto a la política de ajuste del Estado, desregulación de los mercados, y otras medidas, resultaron muy perjudiciales para las economías regionales y sus sectores no tradicionales, productores de bienes. En el período postdevaluación, el empleo se recupera, pero con sesgo hacia el trabajo informal, como ya se examinó. La EPE para el trabajo informal supera notablemente a la EPE del trabajo registrado en todas las fases, lo que indica una tendencia permanente a la pauperización del empleo en el sector industria. La EPE 2002-2007 para el trabajo registrado fue de 0,99 %, contra el 1,77 % del no registrado. Entre 1994 y 2007, la industria generó solo 339 puestos de trabajo netos, con un valor para la EPE del 0,10 % para todo el período de estudio (ver tabla IV.3).
Por último, el sector infraestructura, decisivamente influido por el sector construcción, posee una alta sensibilidad a variaciones en el producto, salvo para las categorías familiar y patrón, cuyo empleo cae independiente de los ciclos (ver tabla IV.3). La característica digna de mención se centra en la sensibilidad de los asalariados registrados y no registrados de este sector, en los dos ciclos de crecimiento. Para el primer ciclo: 94-98, la dominancia la ejerce el trabajo no asalariado (EPE 3,35 % vs. 1,06 %) y por el restante: 02-07, es el trabajo asalariado quien lidera (EPE 1,77 % vs. 1,34 %). En el quinquenio perdido es este sector de infraestructura, donde el empleo cae con mayor virulencia con elevadas EPE. Por unidad de caída del producto, el empleo cayó 3,13 veces, lo cual representa un golpe para la actividad económica, el consumo y un alto costo social, debido al nivel de ingresos y dificultad de acceso al empleo de las familias vinculadas a los obreros de la construcción.
Sectores de comercio, administración pública, enseñanza y salud y resto de sectores de servicio
Otro de los sectores relevantes para entender la dinámica del empleo en la provincia, lo constituye el sector comercio. Este sector muestra una elevada EPE. Si bien en el ciclo 94-98 la EPE de los asalariados registrados fue mayor que la de los asalariados no registrados, en los restantes ciclos se observa la tendencia hacia la pauperización del empleo. En este sentido, resalta el crecimiento de la categoría de asalariados no registrados en el ciclo 02-07, con una EPE del 2,82 % (tabla IV.4). Las EPE negativas del quinquenio perdido, indican también la manera cómo funciona el mercado ante situaciones críticas. Los sectores productores de bienes e infraestructura se retraen y expulsan trabajadores, que van a engrosar el sector servicios en condiciones de informalidad. La denominada “terciarización forzada”.
El análisis de la EPE para el sector de administración pública, enseñanza y salud, muestra a este agrupamiento como un nicho de absorción de empleo en ciclos de estancamiento, con EPE de -0,54 % para asalariados registrados y de -5,95 % para asalariados no registrados, en el quinquenio perdido. Este hecho, es decir, que el empleo público crezca en la categoría de los asalariados no registrados, es sorprendente. No solo esto: la mayor EPE de toda la matriz, es decir, donde el empleo fue más dinámico respecto a la evolución del producto, se registra para la categoría asalariados no registrados del sector público (EPE 10,14 %).
¿Acaso es el Estado el agente que pauperiza del empleo? Seguramente quien observa los datos, se preguntará si estos están correctamente construidos y difícilmente encuentre una explicación lógica. En los dos ciclos de crecimiento del producto, alcanza un valor del 4,08 % para el 94-98 y de 2,00 % durante el 02-07, mientras que en el quinquenio perdido, cuando el producto cae, representa un fuerte sostenedor del empleo, lo que se deduce del alto valor negativo de la EPE: -5,95 %.
El proceso de pérdida de institucionalidad laboral en el Estado se comienza a comprender en función de las medidas que promovieron las formas de precarización del empleo instaladas en la década de 1990. El Estado a partir de allí, comienza a utilizar los contratos de locación de servicios, y a partir de 2005 se convierten en la puerta de entrada al sector público. Este instrumento formal no posee ningún tipo de protección y se encuentra orientado para contratar personas con objetivos específicos y tareas extraordinarias, a término. Sin embargo, sirvieron para absorber empleo, bajo similares exigencias que los de planta -es decir, para trabajos rutinarios-, pero evitando al empleador (el Estado), el pago de las cargas y contribuciones sociales. De esta forma, fue el propio Estado quien se convirtió en el principal agente de precarización. Finalmente, el empleo registrado presenta EPE moderadas y resalta su función social en el quinquenio perdido, con una EPE en el sector de administración pública, enseñanza y salud del -0,54 % (ver tabla IV.4).
Precarización, segmentación y heterogeneidad en los sectores productivos
El crecimiento de los puestos de trabajo durante la serie tuvo un aceptable ritmo, con fases muy marcadas, donde resaltan dos períodos de crecimiento (94-98 y 02-07) y una etapa de estancamiento (98-02). Se percibe una progresiva y clara tendencia a la precarización del empleo, que se acentúa en el período postconvertibilidad. Entre 2001 y 2007 la categoría de empleo de los asalariados no registrados sube del 30 % al 37 %. Duplica en este período a los empleos creados en la categoría de asalariados registrados, y suma más que todas las categorías de empleo en conjunto. El empleo público es el que sostiene el empleo registrado en la provincia, con más de la mitad de los puestos de trabajo, cualquier año de la serie que se tome.
Se evidencia una gran asimetría sectorial, propia de economías atrasadas, carentes de homogeneidad e integración. La introducción del monocultivo sojero a partir de 1995 generó en el ámbito de la ruralidad provincial, el fenómeno de la heterogeneidad “coyuntural”, semejante a como está descripta por la CEPAL. Bajo las denominaciones de agro negocio y de agricultura familiar, se repite el polarizado escenario, como una variante de la heterogeneidad estructural. Una heterogeneidad coyuntural, debido a que se asienta en el sector agrícola, en actividades extractivas, “oportunistas”, no sostenibles a largo plazo. En el sector industria, la EPE para el trabajo informal supera notablemente a la EPE del trabajo registrado en todos los ciclos, lo que indica una tendencia permanente a la pauperización del empleo. La incapacidad secular de la industria para generar puestos de trabajo en general, y particularmente puestos de calidad, deviene en la debilidad de la estructura productiva. En toda la serie este sector aumentó en 339 la cantidad neta de puestos de trabajo registrado. Además, denota la imposibilidad de las PYMES santiagueñas respecto a las empresas nacionales, de pagar los costos laborales fijados por convenios colectivos en el ámbito nacional.
Los resultados obtenidos para la EPE en Santiago del Estero vienen a confirmar a la provincia como una región marginal del capitalismo periférico. Su elevada precariedad se deduce de los valores de la EPE, que triplican los valores nacionales. Santiago del Estero posee una matriz productiva incapaz de sostener el aumento de la oferta de trabajo y generar demanda de empleo formal en los sectores dinámicos, desembocando en la terciarización forzada, propia de la transición degenerativa. La industria nunca logró niveles de “despegue”, y como consecuencia se produjo la transición degenerativa, del sector tradicional agrario al sector terciario de subsistencia.
Capítulo V. Estructura del empleo, productividad y cambio estructural
En el presente capítulo se trata la estructura del empleo a partir de los sectores productivos y se realiza una evaluación de la dinámica en la productividad sectorial, segmentada en sus componentes: estructural e intrínseco. Es decir, los cambios en la productividad media por puesto de trabajo, que se producen a causa de la transferencia de recursos entre sectores con distinta productividad (estructural), como también los debidos a la incorporación de tecnología en cada sector (intrínseca).
Como se hizo en otras secciones, para facilitar el análisis se agruparon las actividades en tres grandes sectores: primario, infraestructura y servicios, a los cuales se les agrega el sector industrial. El primero integra a su vez los sectores: agropecuario y minería. Infraestructura agrupa a construcción, energía (agua, gas y electricidad) y transporte; se encuentra integrado por un sector productor de bienes (construcción) y por sectores productores de servicios (transporte y energía). Finalmente el sector servicios concentra a los sectores: inmobiliario, profesionales, administración pública, comercio, enseñanza, salud, servicio doméstico, financiero y resto de servicios, esto es, el resto del sector terciario.
La tabla V.1 presenta la participación de cada uno de los sectores en el empleo tanto provincial como nacional. Se agregaron los datos nacionales, dado que la comparación permite inferir aspectos relacionados a la importancia sectorial, como también a la dinámica provincial de la estructura productiva. La última fila corresponde al valor de la tendencia lineal, indicador de la tasa de crecimiento a largo plazo, aplicando la función estadística de la regresión lineal.
La estructura del empleo en la provincia
El sector servicios representa el sector más relevante del empleo en la provincia, con una participación que varía entre el 50 % y el 60 %, que es similar en el análisis del producto, tomando igual agrupamiento (Silveti et al., 2017). Representa el único sector con tendencia creciente en su participación en el empleo, con un valor de su línea de regresión de 0,79 %, tomando todo el período de análisis. Mientras que los restantes sectores presentan tendencias dispersas, poseen un elemento común: su pérdida de relevancia, es decir, con líneas de tendencia negativas: sector primario: -0,52 %; industria:-0,09 % e infraestructura: -0,18 %.
El sector terciario crece, tomando el ciclo completo, erigiéndose en el exclusivo receptor del empleo de los restantes sectores que ven reducir, con diferentes niveles de intensidad, su importancia relativa. Esto permite confirmar –durante el período- el proceso de terciarización forzada, propio de las regiones atrasadas y subcapitalizadas. En 1994 el sector servicios poseía el 48,5 % del empleo y termina la serie con el 57,2 %, en 2007. En cuanto a rasgos destacados de la dinámica sectorial relativa, es posible adelantar que, como resultaba previsible, el sector agropecuario se constituye en el expulsor por antonomasia. Asimismo, y como otro hecho relevante, a partir del quiebre estructural de 2004 irrumpe el sector infraestructura, que pasa a constituirse en el más importante en relación con la generación de empleo, debido al boom de la construcción del cual se hizo mención en el capítulo anterior.
La provincia se distingue de la nación por el mayor peso del sector primario en la estructura ocupacional. Sin embargo, el sector agropecuario es el que con mayor intensidad y de manera sostenida disminuye su participación en el empleo durante el período analizado, lo cual viene a confirmar su constante perfil expulsor, originado en causas variadas: la alta tasa de natalidad, los avances tecnológicos, la estructura de tenencia de la tierra, el deterioro de los términos de intercambio de la segunda mitad del siglo XX, la permanencia del predominio de las explotaciones familiares de subsistencia sin inserción en los mercados y otros. Sin embargo, en el período bajo análisis, se agregó un nuevo factor de expulsión: la firme expansión del agronegocio, cuya función de producción es extensiva en el uso de mano de obra e intensiva en capital y con demanda de mano de obra calificada. El sector agropecuario parte en 1994 con el 28,9 % de significación en el empleo, y disminuye de forma constante -salvo la interrupción por la gran crisis del 2002-, hasta encontrar un piso del 20,8 % en el 2007, con una pérdida acumulada del 8,1 % en la participación del empleo en la provincia. Es el sector que perdió más participación, con una tendencia negativa del -0,52 %, la mayor respecto a cualquier otra ya sea en los ámbitos provincial o nacional (tabla V.1). En la fila de micrográficos de la tabla, se puede observar lo expresado.
La participación del sector industrial, que registra sus valores extremos de 6 % (mínima participación en los años 2001, 2005 y 2006) y 9 % (mayor significación en los años 2000 y 2004), junto a una leve y negativa evolución (tendencia del -0,09 %), permiten confirmar su escasa relevancia en el empleo y su situación de estancamiento. Es posible añadir una característica negativa adicional: la inelasticidad ante ciclos favorables, ya que durante el ciclo de crecimiento 1994-1998 no mejoró, sino que se mantuvo constante en torno al 8 % de participación. En el siguiente período favorable del producto en la provincia: 2004-2007, la participación en el empleo de la industria se mantiene estancada, en torno al 6 %. Los restantes años estuvieron signados por la alta volatilidad, incluyen: el lustro perdido (1998-2002), la crisis institucional con la caída del gobierno peronista de Carlos Juárez y la intervención federal (2003 y 2004). Tanto el valor máximo como mínimo se presentan durante estos años: 9,2 % en 2004 y 5,8 % en 2001, que se corresponden con la Intervención federal al juarismo, y con el año de la gran crisis nacional, respectivamente.
Finalmente, el sector infraestructura -traccionado por la influencia de las políticas estatales sobre el empleo, con la manipulación de la obra pública-, alcanza su pico en 1998 con el 17,8 %. Su valor mínimo se presenta en el 2004, con el 8,8 %. A partir de allí resalta la significativa recuperación de la construcción -catalogada como boom-, tanto privada como pública, constituyéndose en el único sector cuya participación en el empleo crece entre esos años.
La estructura del empleo en provincia y nación. Estudio comparativo
Observando la tabla V.1, el cual permite comparar el escenario provincial y nacional, resalta tanto la primarización como el reducido peso de la industria en la provincia. La importancia del sector primario provincial es dos veces y media superior a la de nación, mientras que la del sector industrial representa la mitad. En cuanto a las tendencias que se observan, tanto en los ámbitos nacional como provincial son coincidentes, y ambas se dirigen hacia la terciarización no complementaria, pero con distinta intensidad. Cae la participación en el empleo de los sectores transables, en primer lugar, el sector primario; caída que es absorbida por el sector servicios (terciarización no complementaria). Otro rasgo común de ambas estructuras productivas: provincial y nacional, que se desprende de las tendencias lineales, es la disminución de la participación de los sectores transables y el aumento de servicios. No obstante, en Santiago del Estero la disminución de la participación agrícola es mayor, y menor la del sector industrial, en tanto que el sector terciario aumenta más en la provincia.
Esta convergencia entre provincia y nación está lejos de ser virtuosa, dado que se presenta en un contexto de subindustrialización para la primera y desindustrialización para nación, junto a la terciarización no complementaria, de baja productividad. En otras palabras, es una convergencia decadente, ya que es producto del deterioro de la economía nacional y no del progreso provincial, que se expresa con el rasgo dominante del debilitamiento de la estructura productiva nacional. Argentina sufre un proceso de terciarización -como Santiago del Estero-, debido a la creciente descapitalización y deteriorada competitividad sistémica, con alta volatilidad y estrategias hacia el consumo que descuidan las políticas industriales, deterioran la productividad y perjudican los procesos de inversión. Con respecto al agrupamiento infraestructura, la comparación permite observar que los parámetros de participación son similares, en torno al 15 %, pero estable en nación y volátil en provincia.
La productividad del empleo en Santiago del Estero según sectores productivos a precios corrientes
La productividad media del trabajo a precios corrientes se obtiene dividiendo el PBP a precios corrientes sobre la cantidad de puestos de trabajo ocupados. En la etapa bajo estudio prácticamente se duplicó (99 %), con una tasa acumulada anual de crecimiento (TAAC) de 5,4 % (tabla V.2). Se perciben dos quiebres de tendencia, que responden básicamente a cambios conjuntos, institucionales y de estrategia económica (gráfico V.1). La primera tendencia que se registra comprende un largo período de estancamiento, de 1994 a 2001. Integra este período, el Plan de Convertibilidad en su fase de auge: 1994-1998, como también la fase de depresión y la posterior crisis que culmina en 2002, es decir, el “lustro perdido”. La productividad tuvo una caída del 16 % en este lapso, que representa una TAAC negativa cercana al 2 %.
El cambio de política económica en la postconvertibilidad permite una nueva fase de recuperación de la economía, que puede dividirse en dos etapas. Entre 2001 y 2004, que se corresponde al primer lapso de la fase de crecimiento, comienza a aumentar la productividad (38 % acumulado; TAAC 11 %), y se acelera, hasta culminar con una tasa de crecimiento del 67 % (TAAC 19 %) para los últimos cuatro años de la serie: 2004-2007 (gráfico V.1). Es importante resaltar que de acuerdo con el índice de precios implícitos, a partir de 2005 comienza a acelerarse el aumento de precios iniciando un nuevo proceso inflacionario en la provincia, con niveles mayores al 15 % anual. Esto, sin duda, influye en el aumento de la productividad, introduciendo un sesgo nominal. Ut infra, se realizará el análisis a precios constantes, es decir, solo volúmenes físicos, donde la influencia de la inflación queda neutralizada, lo cual permitirá inferir los reales efectos sobre la productividad.
De acuerdo con los datos desagregados por sector de la tabla V.2 para todo el período, se observa que el sector de mayor crecimiento es minería con una tasa de 3.555 %, (TAAC 31,6 %), seguido por el sector agropecuario: 460 % (TAAC 14,2 %), y construcción: 408 % (TAAC 13,3 %).
Confirmando el agravamiento del rezago, el sector industrial tuvo un lento avance: 96 % (TAAC 5,3 %), por debajo de la media provincial. Dentro del sector terciario, cuya productividad solo aumentó en un 34 %, se observan asimetrías. Inmobiliario muestra el mejor comportamiento de la productividad: 117 % (TAAC 6,1 %), seguido por transporte (TAAC 4,1 %) y turismo (TAAC 3,7 %). En el extremo opuesto, los sectores que registraron caída absoluta de su productividad son: financiero (TAAC -1,9 %), salud (TAAC -1 %) y resto de servicios (TAAC -0,3 %).
La evolución de la productividad a precios corrientes muestra signos positivos en la etapa de la postconvertibilidad, aumentando a tasa creciente, favorecida por un contexto nacional favorable y mejora en los términos de intercambio. Sin embargo, esta situación auspiciosa es simplemente la epidermis de un tejido que, apenas el análisis se profundiza, permite percibir la persistencia del subdesarrollo profundo y de la desigualdad. En el gráfico V.1 se infiere, justamente, la situación de rezago de la provincia y la propensión al agravamiento de la brecha, a través de la lectura de la información que brinda la línea de tendencia. La ordenada al origen indica una diferencia de partida de la productividad del 47 % a favor de nación ($12.396 vs. $8.410,1), y la tendencia anual es a agrandar la brecha: $1.585,5 para nación contra $678,3 para provincia, lo cual tiende a profundizar a su vez, la heterogeneidad territorial existente. La provincia, que muestra nítidas señales de marginalidad, no hace sino postrarse más, alejándose de los parámetros nacionales, los que por otra parte, tampoco son auspiciosos.
En la tabla V.2, la baja productividad del sector primario de Santiago del Estero en 1994 se puede interpretar a partir del “modelo del sector dual” (Lewis, 1954). Semejante a lo que describe este modelo en la primera etapa de la transición, la productividad media del factor trabajo en el sector primario provincial se encontraba sumergida ($3.729). Representaba tan solo el 30 %, tanto de la productividad provincial total, como la del mismo sector en lo nacional.
Ingredientes exógenos e institucionales y de política macroeconómica, tuvieron incidencia en la dinámica que se observa en el sector. Lo que ocurrió con los términos de intercambio (mejora del precio de los commodities vinculada a la irrupción de China como importador de soja, junto a la excesiva liquidez internacional), en conjunto con avances tecnológicos en la semilla y en los métodos de siembra (fundamentalmente las mejoras tecnológicas relacionados a la combinación de la semilla transgénica y el glifosato, junto a la siembra directa), son factores para considerar en el importante aumento del área sembrada con soja. También la acción decidida del gobierno en apoyo al cultivo, más allá de los reclamos medioambientales y sociales y los conflictos territoriales, surgidos a partir tanto de la irrupción avasalladora del agronegocio, como de la ampliación de la frontera agrícola y de la revalorización de la tierra.
Al término de pocos años, la producción de soja se expandió tanto en la provincia como en nación. Argentina se transformó en el segundo productor mundial de soja y derivados, detrás de Estados Unidos. La provincia pudo integrarse al monocultivo, erigiéndose como la segunda productora de soja del norte argentino33 y la quinta en Argentina. Sin embargo, fue la fuerte devaluación del 2002, la que impactó decididamente en la productividad como se observa a partir de ese año, cuando se verifica un salto (nominal pero no real, como se confirma ut infra) del 223 %, desde un valor de $3.491en 2001 a $11.288 en 2002.
En 1994 en la provincia, la productividad industrial ($10.774) junto a la del sector infraestructura ($7.695) se encontraban en la franja media, y la productividad del sector servicios ($17.857), nítidamente por encima de todas. La productividad industrial se mantuvo estancada desde 1994 hasta el 2001. Recién en el año 2002, como fruto de la devaluación, pudo superar el nivel que tenía al comienzo de la serie. Entre 2004 a 2006 toma un recorrido decididamente positivo, para culminar con una pequeña baja en 2007.
El mejor desempeño productivo del período lo tuvo el sector de infraestructura, constituido por tres sectores: energía, construcción y transporte. Pero es bajo el influjo del sector construcción, principalmente la obra pública, que se produce esta expansión a partir de la caída del Plan de Convertibilidad, cuadruplicando su productividad, y con absorción neta de empleo. Entre 1994 ($7.695) y el 2001 ($7.834), se mantuvo estancada, pero en este año comienza un período de firme mejora. En 2004, con un valor de la productividad de $19.229, se erige como el sector más productivo de la provincia, desplazando al sector servicios.
Durante el Plan de Convertibilidad la productividad del sector servicios cayó sostenidamente, fenómeno propio de la terciarización forzada. En total acumuló una caída del 24 %. En 1994 la productividad del este sector ($17.857) era la más elevada. Continuaba en ese lugar de privilegio en 2001, sin embargo, su reducción a $13.554, lo cual se relaciona a factores imbricados: el pálido desempeño del mercado de trabajo reflejado en la insuficiente creación de puestos de trabajo productivos; la subcapitalización y el deterioro remunerativo, entre otros. Comienza luego una etapa de recuperación que se intensifica entre 2005 ($16.797) y 2007 ($24.281), impulsado por el crecimiento de la actividad económica y la mejora en las cuentas fiscales, que permitió el crecimiento del empleo y la recuperación del salario, el cual había caído en términos relativos durante la crisis.
Como ya se expresó, para propiciar el proceso de desarrollo se debe estimular una política macroeconómica que genere crecimiento estable, acompañado por políticas industriales que fomenten -en los países subdesarrollados, con heterogeneidad estructural-, el cambio estructural convergente. Se debe tender hacia un determinado arreglo de cambio estructural, que consiste en la transferencia de recursos del sector agropecuario a la industria, y a medida que se expande esta, se suscita el crecimiento de la demanda efectiva al sector terciario en diversas áreas: social, financiera, inmobiliaria, profesional, comercial y básicas (especialmente salud y enseñanza). La fiscalidad se oxigena en directa proporción al aumento del empleo productivo, lo cual permite al Estado promover tanto políticas sociales como obras de infraestructura. Albert Otto Hirschman, economista alemán asociado a la teoría del desarrollo, describe una propuesta de desarrollo conocida como el crecimiento desequilibrado o equilibrio desbalanceado, semejante a la expuesta (Guillén Romo, 2005).
En aquellas regiones atrasadas, la política macroeconómica y la política industrial deben armonizarse, para garantizar la mayor productividad industrial por medio de una creciente capitalización, que facilite la transferencia de recursos del agro, de acuerdo con el modelo de Lewis. Luego el propio crecimiento industrial –el take-off de Rostow (1961)-, promoverá la demanda efectiva en el sector servicios, a partir del creciente caudal de nuevos proletarios y empresas, para que crezca virtuosamente, absorbiendo empleo con mayor productividad.
El continuum desarrollista que implica este proceso virtuoso se contrasta con el de la transición degenerativa. Esta se presenta, como ya se expresó en "La terciarización forzada en la transición degenerativa", cuando la expulsión de mano de obra del sector primario no logra ser incorporada por el sector industrial, generando una tensión en el mercado de trabajo, que se resuelve mediante la incorporación improductiva al sector terciario, en especial –como el caso de Santiago del Estero- en los sectores de comercio, servicio doméstico y administración pública y al sector construcción, en categorías precarias de empleo de escasa productividad. Es decir, este tipo de transición induce un proceso de transferencia de recursos, desde la economía tradicional de escasa productividad al sector informal urbano. La situación de marginalidad, precariedad y niveles de subsistencia persiste, en un marco de migración rural urbana. Migración que se frena en los ciclos negativos y recrudece en la expansión.
El “modelo del sector dual” con productividad creciente, tal como la planteó Lewis, se desvirtúa, emergiendo otro tipo de dualidad, sombría, de subsistencia. El tránsito hacia el desarrollo económico, con cambio estructural y trayectorias ascendentes de inversión, formalidad y productividad, se convierte en un objetivo cada vez más complejo. El escenario en estas regiones marginales de la periferia, como Santiago del Estero, se compone de un importante sector primario, con hegemonía de la economía familiar de subsistencia, expulsora natural de mano de obra, producto de su insuficiente creación de empleo. Esta oferta de mano de obra rural excedente, en su afán de subsistencia, culmina migrando a las ciudades y generando tácticas urbanas defensivas, incorporándose en empleos sin protección o subempleos.
En la provincia, entre las variadas formas de inserción, las más utilizadas se encuentran representadas por ocupaciones en puestos callejeros o en ferias barriales; en el servicio doméstico y otros trabajos en hogares como jardinería, albañilería, cuidado de personas. También se expresa en servicios del hogar, quioscos, peluquerías, etc. El estatus más elevado se localiza en diversas formas de ocupaciones precarias en el sector público, bajo la modalidad actual de contratos de locación de servicios o diferentes formas de subsidios, que se obtienen en general por métodos clientelistas. La baja productividad y condiciones de subsistencia, se reproducen pero ahora en otro sector de la economía, el terciario, constituyendo una creciente fracción del mercado de trabajo, conocido como sector informal urbano.
Los datos dejan al descubierto al menos una de las causas por la cual el desarrollo es tan esquivo en la provincia. La pequeña estructura industrial del tipo tradicional, basada en recursos naturales, de escasa capitalización, dirigida al mercado interno, debido a su bajo nivel de competitividad, en ningún momento pudo llegar a liderar el proceso -como hubiera sido necesario-, por su escasa productividad y tamaño. A partir de 1994, fue el sector servicios quien absorbió empleo, y luego el sector infraestructura, en especial albañilería. El aumento del empleo en este sector impactó en su productividad relativa, que lo ubica por debajo de los demás sectores, incluido el sector agrícola en 2007. Obviamente que esta situación no hace sino reforzar el proceso de transición degenerativa, impulsando el empleo excedente hacia la terciarización forzada.
Otra de las condiciones para el desarrollo es la estabilidad. Mayor volatilidad impide una visión de largo plazo, condición sine qua non para el fomento de la inversión, además de deteriorar la tendencia de las variables macroeconómicas por el efecto histéresis. Los datos analizados, tanto para la provincia como para el país, presentan cambios permanentes en las tendencias y relaciones entre productividades sectoriales, y reflejan la falta de señales claras respecto al rumbo económico. Como ejemplo de la fuerte volatilidad se tiene que la productividad del sector agrícola cae en el período 94-01 un 6 %, pero en el 2002 sube un 223 %. La productividad del sector industrial se desploma en el 2000 un 37 % y repunta al año siguiente un 38 %, y luego, en dos años (2004 a 2006) crece un 78 %. Infraestructura se mantiene estancada durante los primeros siete años (1994-2001) para luego producir un salto en los siguientes cinco años (2001-2006) del 167 %. Servicios también presenta una caída sostenida de su productividad y luego una fuerte suba.
Estos choques impactan tanto en la estructura del empleo y producto como en las productividades relativas. El sector servicios pasó de quintuplicar (462 %) la productividad del sector primario en 1994, a solo un 9 % por encima en 2007. Similar situación para el sector industrial que prácticamente triplicaba la productividad del sector agropecuario en 1994 y en 2007 ya era superado por este. Infraestructura, que al principio de la serie tenía una productividad menor que industria y la mitad que servicios, terminaba la serie, en 2007, claramente por encima de ambas. Se trata de un proceso de alta volatilidad, que dificulta el camino al desarrollo.
La productividad relativa del empleo en Santiago del Estero
Para enriquecer y lograr otra perspectiva de análisis con reflexiones que de allí se puedan derivar, se pasa al estudio comparativo entre la dinámica de la productividad provincial con respecto al nivel nacional. La situación de atraso y consecuente pobreza de la provincia queda reflejada en su productividad relativa: una brecha del 40 % la separa del promedio nacional, agravada por tendencias divergentes. Pasó de representar un 64 % respecto a la productividad del país en el ´94, para terminar en el 53 % en 2007.
Con respecto a la situación de las productividades sectoriales y sus dinámicas, resalta la paupérrima productividad del sector primario provincial. Esta productividad representa menos del 30 % de la productividad nacional, en cualquier año que se tome. Es decir, que un puesto de trabajo en el sector rural de Santiago del Estero produce menos de un tercio de lo que produce un trabajador rural argentino promedio. La preponderancia en la provincia de la economía familiar de subsistencia y sus características, detalladas en la sección anterior, permiten explicar la escasa productividad del sector rural provincial. Incluso la fuerte penetración de la producción sojera, con sus elevados niveles de inversión e incorporación de tecnología, no alcanzó para acortar distancias.
Los sectores de industria e infraestructura, que parten en 1994 con la mitad de la productividad del promedio nacional, presentan dinámicas relativas contrapuestas. Mientras que la productividad industrial provincial pierde valor respecto a nación, infraestructura la mejora. En 1994, la productividad relativa industrial y del sector de infraestructura se encontraba en niveles semejantes. Representaban el 47 % y 45 % respectivamente, con respecto a nación. En 2007, la productividad industrial de la provincia había descendido al 29 % y la de Infraestructura escalado hasta el 52 %, apuntalada por la expansión de la construcción, en especial la obra pública. Los datos de la dinámica relativa de la productividad industrial no hacen sino refrendar la debilidad del cambio estructural en la provincia y de su acentuado y progresivo deterioro. Mientras que la productividad industrial en la provincia creció en el período un 97 %, la de nación escaló el 213 %, lo que demuestra la escasa inversión y la brecha creciente provincial respecto a la frontera tecnológica. El único sector que en alguna etapa de la serie tuvo una productividad similar a nación fue servicios, ya que en 1994 representaba el 97 %. Pero también fue la que más se deterioró. Asé es que en el 2007 se había desplomado al 70 %, producto de la terciarización forzada.
En el gráfico V.2 se muestra el valor de la productividad relativa. Sirve para resaltar la brecha divergente ya comentada. La productividad de la provincia en 1994 fue del 64 % respecto al país, con una trayectoria negativa, para terminar en el año 2007 en el 53 % (línea continua gris). El sector primario provincial es el que comienza la serie con la mayor brecha respecto a nación. Su productividad relativa solo representaba un 29 % en 1994. A partir de allí, presenta una tendencia declinante con elevada volatilidad. Solo a partir del año 2004 toma un rumbo ascendente. Sin embargo, no logra recuperar el valor de la productividad relativa registrada en 1994 (línea de rayas y puntos gris). La productividad relativa del sector industria demuestra la sombría situación de atraso creciente de la provincia. Al igual que el sector primario presenta dos caídas pronunciadas, en el año 2000: lapso previo a la devaluación, y en 2004, año de la crisis institucional provincial. A diferencia del sector agropecuario, la pérdida de productividad relativa parece inexorable (línea de rayas negra).
Infraestructura es el único de los sectores cuya productividad relativa crece. Hasta el 2001 presenta una evolución errática, pero luego asciende a un ritmo sorprendente. En los dos últimos años cae, pero termina la serie con una mejora apreciable de su productividad relativa (línea de puntos negra). Servicios es el sector con mayor deterioro. El escenario de la terciarización forzada, donde confluye la expulsión relativa de empleo del sector primario y la falta de absorción del sector industrial, generan este exceso de oferta de mano de obra que encuentra refugio en servicios, deprimiendo las remuneraciones y precarizando las condiciones de trabajo (línea negra continua). El gráfico V.2 indica el sendero de la productividad relativa de la provincia frente a nación, como también lo ilustra la línea de regresión. En la tabla V.3, se analizan los comportamientos sectoriales de los parámetros resultantes de la regresión. La ordenada al origen indica el punto de partida de la productividad relativa. Se observa que el sector primario es el de mayor rezago ya que poseía la mayor brecha relativa de inicio, con un valor del 35,83 %. Infraestructura e industria presentaban una productividad por debajo del 50 % respecto a la productividad nacional. Finalmente, servicios con una productividad solo de un 10 % por debajo de nación. Por otra parte, el valor de las tendencias indica la proyección a largo plazo. En prácticamente todos los sectores y años resultan negativos, pues el atraso se profundiza confirmando el proceso de brecha divergente.
Santiago del Estero, una región pobre, intensifica su proceso de marginalidad. Solo infraestructura logra romper esta situación con una mejora de su productividad relativa, en virtud del fuerte empuje de la construcción privada y pública, entre los años 2001 y 2004. La tendencia más negativa se registra en el sector servicios. Si bien en nación se manifiesta también la tabla de transición degenerativa, la divergencia sirve para confirmar en la provincia el fuerte proceso de precarización del trabajo y situación de subcapitalización, propio de la terciarización forzada. Los restantes sectores, primario y secundario, refuerzan el diagnóstico, ambos con tendencias negativas respecto a nación.
Productividad del empleo por grandes sectores a precios constantes
A precios constantes también se percibe el mismo escenario. Santiago del Estero a través de los 14 años que integran el período bajo estudio, profundizó su atraso, con el estancamiento de la productividad del empleo. Esta en 1994 fue de $15.449, para finalizar en $15.940 en 2007 (tabla V.4). Es decir, un 3 % de aumento del valor de la productividad a precios constantes en los 14 años analizados. Presenta tres propensiones marcadas. Entre 1994 y 1999 -fase de auge de la Convertibilidad-, cuando alcanza su valor máximo ($16.411 en 1999). Luego en franca decadencia, hasta 2002 cuando se verifica su menor cuantía ($13.825). A partir de allí comienza un crecimiento sostenido, solo interrumpido por la crisis institucional que vivió la provincia en 2004, pero sin alcanzar a recuperar el valor máximo de 1999. La línea de tendencia indica una ordenada al origen de $15.202, y una pendiente poco perceptible de $20 por año: 0,1 % anual.
Si en el análisis a precios corrientes el sector primario lideraba la productividad, a precios constantes, contrariamente, presenta la menor productividad. El hecho se explica, como ya se hizo referencia en "Cambio estructural", a que los fuertes cambios que se registraron en este sector obedecieron a causas nominales, con escasa incidencia en el volumen físico. Si bien se produjo el avance del cultivo de la soja, esto sucedió sin aumento del volumen físico total, sino que esta mayor producción se dio en un contexto de retraimiento de otras ramas de cultivo y ganaderas. La línea de tendencia del sector agropecuario ilustra la menor ordenada al origen respecto a los demás sectores, con un valor de $9.506, y presenta una tendencia anual creciente de $194, que representa el 2 % de crecimiento anual. Asciende con vaivenes hasta 2001, y luego comienza una etapa de estancamiento de la productividad, salvo el bache de 2004.
En el sector industrial se observa una línea de tendencia negativa igual a -$129; un alto valor de partida: $17.574 y cierta estabilidad respecto a los demás sectores, reflejada en el R² igual a 0,0516. El valor de su productividad en 2007 es menor que la de 1994, incluso con pérdida de participación de la mano de obra en el sector, lo cual manifiesta la secular subcapitalización de la provincia y la concentración en ramas de la industria tradicionales y de bajo nivel tecnológico. La debilidad del sector -de pequeño tamaño, estancado y basado en ramas tradicionales-, para generar absorción de empleo productivo, que satisfaga la oferta de trabajo originada por la expulsión de mano de obra del sector rural, es un rasgo relevante para explicar el atraso de la provincia. La productividad industrial presenta una etapa de crecimiento de 1995 a 1999 (fase de auge de la Convertibilidad), cuando alcanza su valor máximo y la mayor productividad de todos los sectores en la provincia: $20.617. Durante el “lustro perdido” se muestra volátil, con la caída de la productividad a $12.785 en 2000. Luego, la crisis institucional de 2004 origina una nueva baja de la productividad industrial, registrando su nivel mínimo: $12.117. En 2005 trepa y se estabiliza en los próximos años, a niveles similares a los de la década anterior.
Este escenario, caracterizado por excedentes de trabajo producto de la fragilidad de la estructura productiva, origina los fenómenos que caracterizan el empleo en las economías marginales de la periferia (terciarización forzada; informalidad, atraso y remuneraciones a nivel de subsistencia). El sector infraestructura presenta una larga etapa de estancamiento con volatilidad, de 1994 a 2002, que contempla el ciclo de auge de la convertibilidad y el lustro perdido. Durante esta etapa alcanza valores de $15.305 en 1996, como también valores que rondan los $10.000 en 1995, 1998 y 2002. Tiene dos años de una extraordinaria recuperación: en 2003 y 2004, alcanzado la cifra récord de $19.229. En ese año logra superar las productividades de los demás sectores analizados. En los últimos años de la serie presenta un leve desmejoramiento. La línea de tendencia es por lejos la más positiva: con un crecimiento de $464 por año.
Servicios es el sector de peor comportamiento. Comienza la serie con la mayor productividad ($20.252), por encima del sector industrial ($18.799), como también la mayor ordenada al origen. Pero pierde valor en la mayoría de los años de la serie. La línea de tendencia indica dos factores negativos. Uno de ellos es la tendencia negativa del valor de la productividad: cae $288 por año. Y la otra es la volatilidad récord, explicada a través del crecimiento de los puestos de trabajo precarios, que poseen un comportamiento más fluctuante y procíclico que el del empleo formal.
Reflexión teórica referida al componente estructural y al componente intrínseco de la productividad
Es necesario en este punto del análisis, abordar un conjunto de aportes teóricos que serán útiles para interpretar lo elaborado a posteriori. Alimentada por la metodología de la Contabilidad del Crecimiento, sobre la cual Solow edificó su paradigmático modelo, emerge una interesante propuesta de estadística descriptiva, conocida como la fórmula de Fabricant. Maddison (1952) fue quien utilizó esta fórmula y adjudicó su autoría a Fabricant.
Se llega a esta fórmula a partir del “modelo del sector dual”, el ya épico análisis del economista caribeño Arthur Lewis (1954), que le valió el Premio Nobel. Tal como indicamos ut supra, la teoría subyacente al modelo es una elaboración de mediados del siglo pasado, referida al desarrollo de los países latinoamericanos y caribeños fundamentalmente. Se basa en la relación entre dos sectores productivos y revela que a partir de una economía primaria de baja productividad, es posible un proceso de industrialización que aumente sostenidamente la producción y riqueza, recurriendo a la mano de obra excedente de este sector primario. Una estrategia de desarrollo fundada en la cuasi renta del trabajo abundante (unlimited supplies of labour tal lo expresa el modelo).
Con el fin de evitar una extensión que no hace a la finalidad del trabajo, se ha preferido realizar una descripción sucinta del proceso algebraico para llegar a la fórmula de Fabricant, intentando no perder la claridad conceptual. Sin embargo, en la bibliografía se pueden encontrar los desarrollos extensos, tanto algebraicos como gráficos, con los cuales quedará comprendida perfectamente su elaboración, para aquellos que deseen profundizar el tema (Escaith, 2006; CEPAL, 2007; Maddison, 1952). Luego de evaluar diferentes posibilidades de exponer el proceso de elaboración de la fórmula, se realiza una exposición de los pasos algebraicos básicos. Se culmina con un ejemplo simple que plantea la dinámica de un modelo heterogéneo de dos sectores.
Se parte entonces de:
P = Pt + Pm
Siendo Pt el producto del sector “tradicional” (t); y Pm el del sector moderno (m).
Esta ecuación de identidad expresa que “P” -el producto total-, es igual a la suma de los productos de cada uno de los dos sectores existentes en la economía. La misma expresión podría ser utilizada para los puestos de trabajo ocupados:
O = Ot + Om
La productividad total de la economía (p), puede expresarse como:
p = P / O, o también
p = (Pt / O) + (Pm / O).
Introduciendo el empleo en cada sector: Ot y Om, en denominador y numerador, se tendría:
p = ((Pt / Ot) * (Ot/O) + (Pm / Om) * (Om / O))
Donde cada término representa:
Pt / Ot, la productividad del sector tradicional (pt)
Ot / O, la participación porcentual (cuota) del sector tradicional en el empleo total (ct)
Pm / Om, la productividad del sector moderno (pm)
Ot / O, la participación porcentual (cuota) del sector moderno en el empleo total (cm)
Reemplazando se obtiene:
p = (pt * ct) + (pm * cm)
Si la pretensión es conocer el trayecto de la productividad en el tiempo, por ejemplo del año 0 al año n, cæterīs pāribus, se obtiene:
pn – p0 = {(ctn – ct0) * ptn + (cmn – cm0) * pmn}
Al eliminar el supuesto de cæterīs pāribus, en caso de introducir el cambio de productividad intrínseca en cada sector, por efecto del cambio técnico, se tiene:
pn – p0 = {(ptn – pt0) * ctn + (ctn – ct0) ptn} + {(pmn – pm0))* cmn + (cmn – cm0) * pmn)}
Al reubicar –por un lado-, y eliminar –por otro-, la arbitrariedad del año base, queda:
pn – p0 = {(ptn – pt0) * (ctn + ct0)/2 + (pmn – pm0) * (cmn + cm0)/2} + {(ctn – ct0) * (ptn + pt0)/2 + (cmn – cm0) * (pmn + pm0)/2}
Generalizando para “n” sectores:
Para mejor comprensión del modelo, se plantea a continuación un ejemplo práctico sencillo. El ejemplo elaborado parte de una economía simple: dos sectores, uno tradicional de baja productividad y otro moderno de mayor productividad. Se supone que el primero posee la mitad de productividad del moderno. Solo existen 10 puestos de trabajo. La situación inicial es el de una economía tradicional (año “0”), sin sector industria. Por lo tanto, el producto total (P) de esa economía en el año “0” lo aporta solo el sector tradicional (t), y los puestos de trabajo se hallan ocupados totalmente en este sector. Diez personas, producen 10 unidades y la productividad (p) de esa economía es 1. A partir de los siguientes años, comienza la transferencia de recursos o la transición a la modernidad. Cada año una persona migra del sector tradicional al industrial. La productividad del sector industrial (pm) es 2 (tabla V.5).
La transición a la industrialización genera un aumento constante del producto. En la columna ocho es posible advertir como el producto total crece. En la productividad total se observa el mismo comportamiento, hasta finalizar la transición en el año “10”, con el doble de producto (20) y de productividad (2). Este cambio es debido a la transferencia de mano de obra de un sector de baja productividad a otro de mayor productividad, y opera por el cambio estructural. Se denominará “mejora estructural”. Pero es razonable considerar que existe progreso técnico. Se introduce dicho factor en el ejemplo, y para facilidad de análisis, se supone que se produce solo en la industria. El progreso técnico se incorpora a la industria de tal forma que la productividad de la mano de obra en dicho sector crece de 2 a 2,5.
La columna 10 de la tabla, representa el producto total del sector moderno con cambio tecnológico. La columna siguiente es el producto total ajustado por el cambio tecnológico. Las tres últimas columnas, indican los cambios de productividad: total; por mejora estructural y por progreso tecnológico, respectivamente. La primera es la suma de la productividad inicial, es decir, en el año “0” (igual a uno), más la ganancia en la productividad generada por las dos restantes: mejora estructural y progreso técnico.
En el gráfico V.3 se observa el cambio en la productividad a través del período de 10 años. El valor 1, en el eje de las ordenadas, indica la productividad inicial de la economía tradicional. La línea cortada indica la mejora de la productividad, cuando se produce solo mejora estructural. Es decir, cuando la mano de obra es expulsada por el sector tradicional y es absorbida por el sector de mayor productividad, sin cambio tecnológico. Al incorporar el cambio tecnológico, la línea cortada se desplaza hacia arriba, a la línea continua.
Tomando un año cualquiera, por ejemplo el año 4, es posible descomponer ambos efectos. La línea horizontal al nivel de 1, es la productividad original, y se mantendría sin cambios (punto “O”) sin “despegue” (en términos de Rostow, 1961) del sector moderno. El punto “A” indica el cambio en la productividad inducida por la mejora estructural. La productividad se eleva de 1 a 1,4. Al incorporar el progreso técnico, la productividad se encarama aún más, a 1,6. Es decir, la productividad total de 1,6 se conforma por los siguientes valores: 1 que corresponde a la productividad inicial; 0,4 originado por la mejora estructural y 0,2, por el progreso tecnológico.
Progreso técnico y mejora estructural en la productividad sectorial
Realizando el ejercicio de cálculo de la fórmula de Fabricant, ya explicado, es posible arribar a la dinámica del cambio de productividad y evaluarla de acuerdo con su componente estructural e intrínseco. El primer componente, referido al cambio en la productividad generado por la migración de ocupados entre sectores (mejora estructural), y el segundo, por el efecto de la incorporación tecnológica en cada sector (cambio intrínseco).
En la tabla V.6 se puede apreciar la ampliación de la brecha entre nación y provincia, observando el cruce de la fila de “total” en valores absolutos, con las columnas “Total” de provincia (columna seis) y del promedio nacional (última columna del cuadrante a la derecha). Santiago del Estero continúa profundizando su nivel de atraso. Registra una notable diferencia de cambio de productividad respecto a nación: $11.610 vs. $25.277 (46 %). Nación creció en productividad en el período un 218 % en relación con la provincia. El proceso de divergencia se produjo en todos los sectores productivos considerados.
Los datos de la tabla V.6 surgen de la aplicación de la fórmula de Fabricant. Se parte del PBP a precios corrientes para cada sector productivo y se la divide por el nivel de empleo de dicho sector. El resultado que se obtiene es la productividad media del factor trabajo. En la tabla V.6 los cálculos son para el período 94-07, por lo tanto, las productividades que es necesario calcular resultan las del año 1994 y 2007. Para evitar un extenso desarrollo y dado que los cálculos son simples basados en la fórmula, se expone el cálculo para el sector primario. Los cálculos para el resto de los sectores son idénticos. El cálculo se segmenta en cuatro ecuaciones, para mayor claridad y comprensión:
Ecuación pt – po. PBP a precios corrientes año 2007 sector “i” / Puestos ocupados 2007 sector “i”. En el caso de la diferencia de productividad del sector primario entre el año 07 y 94, el cálculo concreto es: p07s.primario – p94s.primario = (1.310 millones / 61.442) – (181 millones / 48.627) = 21.328 – 3.729 = $17.599.
Ecuación (Pt + p0)/2 = (21.328 + 3.729) / 2 = $12.529.
Ecuación (st + s0)/2. La participación del empleo del sector primario en el año 2007 más la participación del empleo del sector primario en el año 1994 dividido 2. Para ello es necesario partir primero de la cantidad de puestos ocupados del sector primario año 2007 y 1994 y del empleo total para esos mismos años: participación año 94 = 48.627 / 168.272 = 28.9 % y participación año 2007 = 61.442 / 295.891 = 20,77 %. (st + s0) / 2 = (28,9 + 20,77) / 2 = 24,8 %
Ecuación (st - s0) = 20,77 – 28,9 = -8,13 %
El componente intrínseco de la productividad surge de multiplicar el resultado de la ecuación 1 con la 3: 17.599 * 24,8 % = 4.370,1 ((pt – po) * (st + s0)/2) y el componente estructural de multiplicar el resultado de la ecuación 2 con la 4: 12.529 *- 8,13 % = -1.018,9 ((Pt + p0)/2 * (st - s0)). El total es la suma de ambas. Este es el sencillo mecanismo para producir los datos que figuran en la tabla V.6.
Analizando el rectángulo superior a valores absolutos y haciendo hincapié en el sector industrial, neurálgico para el desarrollo, se deduce que provincia y nación, profundizaron vorazmente las asimetrías de productividad. Observando la fila “total” en valores absolutos del sector industrial, impacta la brecha del cambio en la productividad entre provincia y nación: $568 contra $5.804. La brecha se agrandó más de 10 veces en tan solo 14 años. Es una información clave para confirmar el proceso de atraso que sufre la sociedad santiagueña. En los restantes sectores: infraestructura y servicios, se registra igual proceso de distanciamiento, pero en menor magnitud con relación a industria. La ampliación de la brecha para el sector infraestructura es de $3.345 ($2.459 para provincia vs. $5.804 para nación). Y para servicios: $5.147 ($5.232 vs. $10.379). Finalmente, el sector agrario es quien menos sufre la profundización de la brecha de productividad, debido a la inversión e incorporación de tecnología fruto de la expansión del agronegocio de la soja en la provincia. Ello se encuentra lejos de ser una noticia auspiciosa para el desarrollo, dado que el monocultivo se caracteriza por representar una actividad extractiva, no sustentable, volátil, expulsora, concentradora, en manos de capitales foráneos, e incluso, conflictiva territorial y socialmente.
Con respecto al cambio intrínseco (progreso técnico) y mejora estructural de la productividad, resulta más claro su análisis a partir de los valores relativos, que constan en el rectángulo inferior de la tabla y se calculan tomando un único denominador, el que consta en el cuadrante donde se encuentran la fila “total” con la columna “total”. En cuanto al cambio estructural, es decir, los cambios en la productividad explicados a partir de transferencias intersectoriales de mano de obra, resulta negativo -pérdida de significación en el empleo-, para los sectores transables (el sector agropecuario y el industrial) tanto se trate de nación o provincia. Pero en la provincia, el expulsor por antonomasia resulta ser el sector primario (-9 %). Por otro lado, el destino casi excluyente del excedente de mano de obra es el sector servicios en provincia (16 %). El componente estructural explica una pequeña parte del cambio en la productividad en Santiago del Estero: el 6 %. En el ámbito nacional, constituye un factor que disminuye la productividad en un -3 %. Esto significa que en nación se produjo una transferencia de puestos de trabajo de sectores de mayor productividad a sectores de menor productividad.
El cambio intrínseco de la productividad en el sector industria, muestra una acentuación aguda de la brecha, comparando provincia con nación (7 % vs. 27 %). De allí se colige que el progreso técnico en el sector industria en Santiago del Estero posee escasa significación y resulta la nota discordante más llamativa y con fuertes implicancias analíticas, pues el cambio tecnológico industrial en la provincia solo aportó el 7 % a la mejora total en la productividad. Resalta como el factor fundamental para entender la debilidad de los factores vinculados al desarrollo y dinamizadores de la economía: la inversión, la rotación de capital y la incorporación de tecnología, la conformación de redes y externalidades, la convergencia productiva y la competitividad sistémica. Se observa también la mayor dispersión del componente intrínseco sectorial en la provincia comparada con nación, propio de economías menos consolidadas.
El sector agropecuario en provincia se erige como el de mayor incorporación de progreso técnico con un factor de cambio intrínseco del 38 %, seguido por servicios con un 29 %. En nación, servicios se encuentra por encima del resto con un 38 %, continúa industria con el 27 % y agropecuario con el 23 %, para terminar con infraestructura con el 15 %.
Para profundizar el análisis se construyó el gráfico V.4, a partir de los cambios intrínseco y estructural originados por el progreso técnico y la mejora estructural. La simple observación comparativa, permite denotar el proceso de transición degenerativa que se verifica en Santiago del Estero, en Argentina se produce el mismo movimiento, pero atenuado. En el gráfico V.4 se pueden observar los comportamientos de las productividades sectoriales. Todos los vínculos entre productividad y expulsión de mano de obra intrasectorial, se ajustan a la transición degenerativa, es decir, los sectores muestran una relación directa entre expulsión de mano de obra y nivel de productividad: los cambios positivos en la productividad del sector se vinculan a pérdida de significación en el empleo. En este sentido, el mayor aumento de productividad por efecto del cambio intrínseco (progreso técnico) lo registra el sector agropecuario, con expulsión de mano de obra y una creciente heterogeneidad productiva y tensión social, fruto del avance del agronegocio. La transición lewisiana se cumple en la provincia solo por uno de los rasgos: el gran tamaño del sector rural y su comportamiento expulsor (cambio estructural negativo, cuadrado incoloro, abajo a la derecha). Por lo tanto, en términos estrictos, resultaría impropio denominar a Santiago del Estero como una “sociedad tradicional”. Esta conducta, resulta la única coherente con el proceso a la modernidad descripto por Lewis.
A partir del exangüe desempeño industrial (cuadrado rotado incoloro a la izquierda del gráfico), estático, con creciente participación de manufactura tradicional y pérdida de participación en el empleo, se devela la órbita de atraso y marginalidad secular que describe la transición productiva provincial. El sector servicios viene a cerrar el proceso decadente de la terciarización forzada, resultando la válvula de escape de la presión del excedente de mano de obra, con un comportamiento de baja en la productividad y absorción de mano de obra. En cuanto a la dinámica del sector agrario, es posible representar al mismo, sobre la base del comportamiento de dos subsectores dominantes, los cuales se encuentran en las antípodas en cuanto a productividad, pero en sintonía en relación con la expulsión de mano de obra. Uno de ellos, el segmento de la economía familiar de subsistencia, cuyas altas tasas de natalidad, escasa incorporación tecnológica e inserción en el mercado, impiden el aumento de la productividad y la mejora en las condiciones materiales. Por el otro lado, el monocultivo, con alta rotación de capital y una función de producción extensiva en mano de obra, con alta productividad pero repitiendo el patrón expulsor.
Santiago del Estero posee una estructura productiva y laboral que se caracteriza por la expulsión de mano de obra del sector rural, y un sector industrial, pequeño y tradicional, incapaz de generar la suficiente capitalización, demanda de empleo productivo y dinamismo inclusivo. Por lo tanto, lo que esta situación genera es la terciarización forzada. Argentina se diferencia porque posee cierta estructura industrial preexistente. Esto es, presenta mayor stock de capital, pero se asemeja en cuanto al proceso observado contemporáneamente. Se produjeron algunos despliegues de la ISI en las primeras décadas del siglo XX y hasta finales de la década de 1960 inclusive. A partir de allí la industrialización se trunca. El nivel de la inversión cede y los expulsores resultan ser los sectores primario y manufacturero, y el receptor, el sector servicios, dando lugar a la terciarización sustitutiva (figuras con fondo negro en el gráfico V.4). Con respecto al componente intrínseco del cambio en la productividad en la provincia, los sectores se encuentran más dispersos que en el país. El agro marcha a la cabeza, seguido por servicios. En Argentina, se encuentran más concentrados, y servicios e industria se encuentran por encima del resto.
A partir del gráfico V.4 también es posible extraer conclusiones respecto al tipo de política imperante en el período analizado. La escasa participación y decreciente tendencia de la industria en Santiago del Estero, signada por una pobre dinámica productiva en lo que hace a la mejora intrínseca y una mejora estructural estancada, indican que la inversión no fue una variable ponderada por las estrategias económicas en el período analizado. En oposición, la creciente participación y alta productividad del sector servicios, marcada por elevadas productividades gemelas: tanto intrínseca como estructural, manifiestan el rumbo de la política económica, cuyo énfasis estuvo puesto en la institucionalidad, el consumo y el corto plazo, sobre el cambio estructural, la política industrial y el largo plazo. No se aplicaron estrategias anticíclicas, que propicien el crecimiento estable, base de la implementación de políticas industriales. Con la implicancia que el desarrollo requiere como condición macroeconómica sine qua non, un horizonte de crecimiento estable, en el cual sea posible articular políticas industriales de cambio estructural y consistentes procesos de capitalización.
Factores de cálculo de los componentes estructural e intrínseco. Diferenciales y promedios de la productividad y el empleo
Interesante resulta instalar, en el punto de mira, los cálculos previos a la información analizada. La información elaborada, respecto a los cambios en la productividad a precios corrientes, fluyen de una fase inmediata anterior que involucra a los diferenciales y promedios de la productividad y empleo. Además, estos factores se utilizan en un gráfico que se expone ut infra, y sirven para comprenderlos. Son cuatro los elementos aislados para el presente análisis, que se los puede observar en la primera columna de la tabla V.7:
(Pt–Po) diferencial de productividades
((Pt+Po)/2) (factor de ponderación) promedio de la suma de productividades
(St-So) diferencial de la participación sectorial en el empleo
((St+So)/2) (factor de ponderación) promedio de la suma de la participación sectorial en el empleo
El primero (P07-P94) representa la evolución de la productividad de 1994 a 2007. El segundo, el promedio de la productividad tomando el año de inicio y de cierre del período. El siguiente, el promedio de la participación de cada sector en el empleo total, sobre la base del primer y último año. Y el último, la diferencia entre la participación en el empleo, punta a punta.
Observando los factores que componen el cálculo del componente intrínseco para cada sector, se pueden comprender con mayor claridad las causas de los cambios en la productividad. El análisis permite deducir que la fuerte evolución de la productividad: $17.599,2 en el sector primario, se originó debido a la importante incorporación de progreso técnico, complementada por la importante dotación de mano de obra que ostenta dicho sector (25 %). Así es como el componente intrínseco fruto de la incorporación de progreso técnico en el sector primario, tuvo el mejor desempeño de todos los sectores ($4.370). Continuando con el examen de la primera fila de la tabla, se puede observar que Infraestructura le sigue en cuanto a la mejora en la productividad 1994-2007, con un registro de $15.841. Industria se ubica por debajo, en los $10.293. Finalmente, servicios con un escaso incremento de $6.424.
La elevada productividad intrínseca del sector servicios, que resalta en el gráfico V.4, no se explica por el factor “progreso técnico” sino que se debe al factor de ponderación: (c2007 + c1994)/2 = 52,8 % (fila 3), cifra que representa el elevado volumen de empleo concentrado en dicho sector. En línea con lo expresado y confirmando el proceso de terciarización forzada en el período, el sector servicios se erige como el principal refugio del excedente de la oferta de trabajo, con un avance del 8,7 % en la participación en el empleo total (fila 4). De acuerdo con lo que se observa en la fila 3 y 4, es posible calificar a la provincia como una sociedad rezagada, con escasa incorporación de tecnología y trabajo abundante. El sector agrícola resulta aún importante, concentrando el 25 % de la fuerza laboral (frente al 9 % del promedio nacional), mientras que el sector industrial solo participa con el 7 % (contra al 20 % nacional). La transición que se observa no es la virtuosa, sino la degenerativa. La fuerte expulsión agrícola no es captada por una industria “natural” de escasa significación, sino absorbida por el sector servicios; mientras que un importante segmento de la población se mantiene en situación de precariedad en el empleo y bajos ingresos. El factor expulsor de mano de obra del sector primario (-8,1 %) es semejante al aumento de participación del sector servicios (9 %). Completando la tabla, el sector industria decrece en un -1,3 % e infraestructura sube en apenas un 0,7 % en la participación en el empleo.
El sector servicios aumentó escasamente su productividad, pero sirvió para amparar al grueso del excedente de la mano de obra provincial, coherente con la hipótesis de terciarización forzada planteada en el trabajo.34 La transición degenerativa deriva de este proceso viciado. El sector servicios es el menos dinámico productivamente con un diferencial productivo de $6.424; pero a la vez se constituye en el “tomador” de empleo (9 %) concentrando un 53 % de los ocupados. El sector agrícola, por otro lado, es el sector expulsor (-8 %) pero con mayor dinámica productiva. La alta productividad intrínseca que registra el sector servicios no debe llevar a un error interpretativo, especulando que se produce por incorporación de tecnología. No es así, sino curiosamente lo opuesto. El cambio de productividad es de hecho el que menor valor asume entre todos los sectores ($6.424). La situación por la que el componente intrínseco sea relativamente elevado en el sector servicios ($3.395) se debe al factor de ponderación: el elevado nivel de empleo promedio (53 %). Inversamente quien más perdió participación en el empleo fue el de mayor productividad intrínseca: sector primario. El sector industrial –olvidando su función de principal creador de empleo genuino-, muestra un diferencial de productividad deprimido (solo por arriba del sector servicios: $10.293). Se ubica en el último lugar en cuanto a participación en el empleo con un 7 % promedio. Por último, se muestra incapaz de absorber trabajo, con una pérdida neta de participación en el mercado de trabajo del -1 %, en todo el período.
En las tablas V.6 y V.7 se observa –como se expresó- que el componente intrínseco del cambio en la productividad más elevado se encuentra en el sector primario con $4.370, seguido por el sector servicios con $3.395. En el gráfico V.5, se advierte que estos elevados niveles del componente intrínseco se producen por causas diferentes de acuerdo con el sector. En el sector primario es por causa de la evolución de la productividad (P07 - P94 = $17.522), mientras que en el caso del sector servicios, su productividad elevada se debe al factor de ponderación del empleo: ((c2007+c1994)/2 = 53 %), y con el menor aumento de productividad ($6.424).
Mejora intrínseca y estructural en la transición al desarrollo
Se observa claramente la vinculación cruzada entre los sectores y los signos y niveles del componente intrínseco y del componente estructural, entre productividad y empleo. Mencionar el concepto de transición degenerativa remite al modelo del sector dual de Lewis. La transición hacia el desarrollo implica una relación directa entre productividad intrínseca y estructural en cada sector. Es decir, aquel sector de mayor evolución de su productividad, incorporador de tecnología, es el gestor de la creación de empleo, con una elevada elasticidad ingreso de la demanda. Este sector, en la transición al desarrollo, se denomina “moderno” o industrial. En oposición el sector “tradicional” o primario, de baja productividad, es el típico expulsor. Este proceso hacia actividades con innovación tecnológica, aumento de la demanda de sus productos y absorción neta de empleo, conforma el cambio estructural, que garantiza la mejora en la productividad global de la economía.
Además, el sector “moderno” es el natural incorporador de tecnología, es intensivo en el uso de mano de obra, sus productos poseen alta elasticidad ingreso de la demanda, y se caracteriza por ser generador de redes complementarias y fuertes externalidades. Por lo cual, su productividad intrínseca es creciente. Lo cual suma el segundo elemento virtuoso con respecto al aumento de productividad global: la incorporación del progreso técnico. Este es el sendero que siguieron todas las economías hoy desarrolladas. Además de estas dos líneas de transición nombradas: la del desarrollo y la degenerativa, existe –como se expresó en “Crecimiento del PBP y cambios en la estructura productiva”-, otro tipo de transición que el estructuralismo acuñó, aludiendo a las economías latinoamericanas: la industrialización truncada. Argentina comenzó un proceso de modernización hacia adentro, a mediados de la primera mitad del siglo XX, que continuó pendularmente, alrededor de cuatro décadas y que llegó a poseer cierto nivel de exportación de manufacturas, habían alcanzado el 50 % de las exportaciones totales a principios de 1970 (Canitrot, 1981). Pero a partir de allí se truncó y comenzó a configurarse otro tipo de matriz productiva, conforme el olvido de políticas industriales y la consecuente caída en la tasa de inversión. El sistema comienza a mostrar incapacidad de absorber la mano de obra de manera productiva.
Santiago del Estero, se ubica en los pliegues del capitalismo periférico. Con un sector primario dual -de subsistencia y con enclaves de alta productividad-, incapaz de generar fuentes de empleo, expulsor de mano de obra, y un débil sector industrial que se caracteriza por el bajo nivel productivo de características tradicionales. En esta situación, es el sector servicios el que sirve de refugio a la oferta excedente de mano de obra. El sector industrial jamás mostró signos de vitalidad como para estimular un proceso de cambio estructural, produciéndose un proceso de terciarización forzada. Los rasgos seculares de subcapitalización y atraso en la estructura productiva, concomitante a un mercado de trabajo segmentado, imbricados con equilibrios de bajo nivel y trampas de pobreza, exigen repensar el desarrollo no solo en términos de crecimiento, sino recreando la institucionalidad y promoviendo el cambio estructural. Estrategias de largo plazo, que presten atención a las dificultades que encierra la transición en sus aspectos económicos, sociales y ambientales. El objetivo del desarrollo involucra la construcción de un futuro deseado, de una visión, una utopía. De allí que el desarrollo implique una posición comunitaria a partir de un Estado deliberativo, neutralizando el poder de las elites, las relaciones verticales de explotación y los regímenes patrimonialistas. Los pactos sociales para transitar el cambio a largo plazo son importantes para el crecimiento estable con cambio estructural endógeno, igualitario y sostenible.
Capítulo VI. La distribución primaria del ingreso y remuneraciones, por categoría ocupacional
Estamos viviendo en un sistema de acumulación y distribución del ingreso que es el resultado de choques de fuerzas y relaciones de poder y no un plan racional de distribución de estos recursos en función de las necesidades colectivas. Lo cual no tiene por qué interferir en la libertad económica. Me horroriza el Estado que se ocupa de todo. Y se ocupa porque tiene que poner parches a todos aquellos aspectos en que el mal funcionamiento del sistema lo lleva a intervenir. ¿Por qué? Porque se abstiene de intervenir en los datos fundamentales: la acumulación y distribución de la que hablamos (Raúl Prebisch, 1979).
En el capítulo III se estudiaron las características y evolución de la estructura productiva de Santiago del Estero en el período 1994-2007, mientras que en los siguientes se examinó el mercado de trabajo. Teniendo en cuenta ello, producto y empleo, en el presente capítulo se investiga la distribución primaria o funcional del ingreso provincial. También se analiza la brecha remunerativa entre asalariados registrados y no registrados por sector productivo. En el ámbito académico, el estudio de la distribución primaria del ingreso ha suscitado escaso interés en las últimas décadas, a contar por la cantidad de publicaciones. Prevalece el análisis de la distribución personal del ingreso. Para la provincia de Santiago del Estero, no se conocen a la fecha antecedentes de publicaciones específicas destinadas al estudio del tema.
La distribución primaria del ingreso permite examinar la relación entre el sistema económico y la desigualdad social, a través del análisis del nivel relativo de ingresos que perciben los factores productivos y de su dinámica. Requiere de un sólido andamiaje conceptual. Sin embargo, y dado que existe abundante bibliografía teórica, se ha preferido su omisión, destacando solo los hallazgos empíricos de valor. Naciones Unidas y el INDEC poseen una vasta literatura sobre el tema como también los cuatro informes de la segunda etapa del estudio sobre el PBP en Santiago del Estero en la biblioteca virtual del CFI, los cuales ofrecen una detallada exposición, además de los innumerables estudios que explican la metodología de la Contabilidad Social, disponibles en Internet.
Se ha incluido un apéndice con los elementos conceptuales básicos referidos a las variables que toma la Contabilidad Nacional, con las Cuentas del PBP y de Generación del Ingreso. La Cuenta de Cuenta Generación del Ingreso culmina con la distribución funcional del ingreso y sirve de apoyo teórico y conceptual a lo aquí desarrollado (CFI, 2008). Para entender la información aquí vertida es necesario, sin embargo, realizar un repaso mínimo de los principales conceptos y formulaciones, como complemento de lo que se expone en el apéndice de la presente investigación. Los datos para el cálculo de la distribución primaria del ingreso (DPI), se extraen de las cuentas sociales provinciales. El Sistema de Cuentas Sociales, tanto nacionales como regionales, se encuentra integrado por varios estudios. La Cuenta de Generación del Ingreso es uno de ellos, las restantes se encuentran integradas por la Cuenta de Producción utilizada en los capítulos anteriores y la Matriz de Insumo-Producto.
La Cuenta de Generación del Ingreso permite conocer la distribución primaria del ingreso, también denominada distribución funcional del ingreso. Es decir: cómo se distribuye el ingreso, producto o valor agregado, entre las unidades institucionales: familias y empresas. En el caso de las familias, por su intervención en el proceso productivo aportando la mano de obra, y en el de las empresas, por la propiedad de los activos o capital. El salario que reciben las personas se denomina en las Cuentas Nacionales “remuneración al trabajo asalariado” (RTA) y los beneficios empresarios: “excedente bruto de capital” (EEB). La herramienta económica teórica elemental que sintetiza estos encadenamientos de ingresos, factores y bienes es el “flujo circular de la renta”.
La distribución primaria del ingreso. Aspectos conceptuales específicos
El análisis de la distribución primaria del ingreso surge de la Contabilidad Nacional, específicamente de la Cuenta Generación del Ingreso. En la tabla VI.1, del informe de la Cuenta de Generación del Ingreso para la provincia, se puede observar, en la primera columna, las categorías analíticas que forman parte del estudio, del Tercer Informe y del Informe Final de actividades del CFI, correspondiente a la Segunda Etapa del estudio del PBP, agosto y noviembre de 2008, respectivamente. El cuadrante superior se inicia con el valor agregado bruto (VAB) a precios corrientes, el cual se extrae de la Cuenta de Producción del sistema de información de las Cuentas Regionales. El VAB se encuentra a “precio productor” y el primer paso consiste en su conversión a “precio básico”, dado que es el “VAB a precios corrientes básicos” sobre el cual se realizan las imputaciones que corresponden a los factores productivos. Para arribar a precios básicos a partir de precios productor se deben deducir
… los impuestos por pagar o las subvenciones por cobrar sobre los bienes o servicios obtenidos como productos y los otros impuestos o subvenciones sobre la producción, como los que gravan la mano de obra, la maquinaria, los edificios u otros activos utilizados en la producción (CFI, 2008, p. 6).
Como se expresó ut supra, la retribución a los factores -trabajo y capital-, que intervienen en el proceso productivo, constituyen los cargos al VAB a precios corrientes básicos. En primer lugar, la RTA, se descompone en remuneración al trabajo asalariado registrado (RTAr), que incluye las contribuciones, y la remuneración al trabajo asalariado no registrado (RTAnr).
La retribución al capital, que corresponde a la unidad institucional empresas, a su vez se divide en ingreso mixto bruto (IMB) y excedente de explotación bruto (EEB). El ingreso mixto se refiere a las retribuciones no salariales que reciben personas o grupos de ellas, pertenecientes a empresas familiares no formalizadas, y que no se corresponden únicamente con beneficios empresariales, sino que se confunden con ingresos familiares, dado que quien lo recibe no posee cuentas separadas para ambos. Por último, el componente EEB comprende las rentas de la propiedad y de la empresa.
En el análisis sectorial de la Cuenta Generación de Ingresos no se calculan ni los impuestos a la producción, ni el EEB, por lo tanto, es imposible arribar a la distribución primaria del ingreso por sector utilizando el PB a precios básicos. Solo es posible abordar el tema de la distribución por sector productivo, a partir de la distribución de las remuneraciones entre asalariados registrados y no registrados, recurriendo al PBP a precio productor por sector, que se encuentra en la Cuenta de Producción de la Contabilidad Nacional. Dejar de lado los impuestos, no implica sesgos ni compromiso con la consistencia de los datos, debido a que los impuestos sobre la producción en la provincia tienen un comportamiento muy estable año a año, y escasa incidencia: en torno al 2 %. En cuanto al PBI, la situación es un tanto diferente, ya que la incidencia de estos impuestos es mayor, en torno al 4 %, y se duplica en el año 2002, luego de la fuerte devaluación.
Previo a iniciar el estudio de la distribución del ingreso es necesario resaltar que la unidad institucional familias destina básicamente su retribución al consumo. En cambio, las empresas atienden con una parte de sus ingresos la formación bruta de capital. De tal forma que cuando se observa un aumento porcentual del EEB puede corresponder directamente a una situación de distribución regresiva del ingreso, es decir, a una concentración del ingreso (aumento relativo de la participación del EEB), como también puede deberse a un cambio en el nivel de acumulación (aumento relativo de la inversión o formación bruta de capital) en un entorno de crecimiento económico.
Retornando a la tabla VI.1, en el último cuadrante se ubican los porcentajes de participación de los factores productivos en el ingreso o VAB a precios básicos: RTA, EEB e IMB. Los cálculos que se generan en este capítulo se relacionan con el examen del comportamiento de la RTA, el EEB y el IMB, para la provincia y la ponderación de cada uno en el PBP. También se relacionan los valores provinciales respecto a los nacionales. Se expone asimismo, la dinámica de la distribución de la retribución entre asalariados registrados y no registrados por sector: primario, industrial, infraestructura y servicios.
Distribución funcional del ingreso en Santiago del Estero, 1994-2007
En el presente apartado se calcula la distribución del ingreso, en valores absolutos y relativos comparados con nación. En el cuadrante inferior de la tabla VI.1 es posible observar –en las cuatro últimas filas-, la participación relativa de los factores productivos o la DPI. La DPI provincial muestra un sesgo decididamente regresivo en el período. Mientras que la participación de la RTA se reduce en 15 puntos porcentuales (pp) en el VA entre 1994 y 2007 (del 53 % al 38 %), el EEB crece en 21 pp (del 25 % al 46 %), manifestando un proceso de concentración de ingresos y ampliación de las brechas distributivas.
En el gráfico VI.1 se muestran las trayectorias y tendencias de las retribuciones a los factores productivos. Como se expresó, la RTA parte del 53 % de participación en el ingreso, por encima del EEB y del IMB en 1994, pero muestra una tendencia declinante hasta el año 2001. Su participación había descendido leve y gradualmente al 40 % en esta etapa. Al año siguiente: 2002, en plena crisis posconvertibilidad, se desploma al 26 %. Durante los dos años siguientes se recompone, y luego entra en una meseta por debajo del 40 %, a pesar de constituir una fase de firme crecimiento con estabilidad. Este nuevo valor, se encuentra por debajo de los correspondientes a la fase de crecimiento del Plan de Convertibilidad. Puede interpretarse como la acción del efecto histéresis operando sobre la distribución del ingreso. Ante una crisis, se produce la recuperación, pero con un quiebre de tendencia, hacia un nivel inferior. En oposición, la tendencia del EEB es claramente positiva, con un valor de 1,6 % anual (línea de tendencia). Con oscilaciones, crece desde el 25 % en 1994, hasta llegar a un máximo del 63 % en el 2002. Luego se reacomoda, en torno al 50 %.
Finalmente, el IMB posee una tendencia negativa, pero menos pronunciada y volátil que la RTA. Cae entre los años 1994-2002, del 22 % al 11 %. En los siguientes años sube al 18 %, para retrotraerse al 12 % en 2005-06 y crecer al 17 %, en el último año de la serie.
En el gráfico VI.2 es posible apreciar el deterioro de la participación de la RTA provincial, en referencia al mismo índice nacional. El deterioro de la DPI provincial a valores absolutos se repite en términos relativos respecto a nación, lo cual indica que el sesgo regresivo de la DPI provincial fue mayor que el observado en el promedio nacional. Santiago del Estero, parte de una participación de los asalariados del 53 %, muy por encima del 41 % de nación en 1994 (RTA relativo 129 %). Ya en el año 1999 igualan sus valores en el 41 %, para culminar el 2007 por debajo: 38 % vs. 43 % (RTA relativo 89 %). El año 2002 refleja la peor posición relativa de la provincia frente a nación (RTA relativo 75 %). La crisis afectó con mayor severidad a la provincia, lo que se vincula con la menor institucionalidad (mayor precariedad) del empleo de la economía provincial. En términos absolutos, a partir del año 2000, la característica saliente que se observa es la gran volatilidad de la DPI provincial. En el año de la crisis 2002, la RTA en Santiago cae 14 pp (40 % en 2001 a 26 % en 2002), que los recupera en los dos años siguientes: 2003 (37 %) y 2004 (40 %). La RTA en nación cae en aquel año un 9 %, y comienza a recuperarse paulatinamente pero sin interrupciones. La provincia, en cambio, desciende en 2005 a 37 %, para terminar en 2007, 5 pp por debajo de nación.
El gráfico VI.2 da cuenta del preocupante signo regresivo de la DPI de provincia con relación a nación. Los dos únicos años positivos, en los cuales mejora la DPI provincial, tanto en términos absolutos como relativos, corresponden a 2003 y 2004. Sin embargo, al observar el comportamiento de la RTA registrado y no registrado, esta recuperación fue debido al aumento de la RTA no registrado, mayoritario en la provincia, y más sensible frente a las fases del ciclo económico (EPE mayor). Así, la mejora relativa se debió al empuje de la recuperación de los empleos precarios en la construcción (de acuerdo con lo visto en el capítulo V.1 y 2), por lo tanto, resulta no sustentable sino volátil. Hay que recordar el fuerte comportamiento procíclico de este tipo de categoría de empleo. En el gráfico VI.3 se puede observar el desempeño de la participación de la EEB provincial -en el valor agregado a precios corrientes básicos-, respecto a nación.
El signo para la provincia también resulta negativo en cuanto a progresividad en la DPI. En relación con el EEB, nación muestra una brecha importante respecto a provincia: 39 % vs. 25 %, al comienzo de la serie, en 1994. Sin embargo, la aceleración del crecimiento de la EEB provincial, conduce a que terminen la serie en el año 2007 solo un punto por encima, manifestando la tendencia negativa de la distribución en la provincia con relación a nación, que acompaña la regresividad absoluta de provincia. En la fase de crecimiento del Plan de Convertibilidad, y hasta 1998 cuando comienza la depresión, Santiago del Estero muestra una EEB relativa menor al 100 %. A partir de ese año, el comportamiento de la participación de la EEB en la provincia se vuelve más volátil pero ya superando la participación de la EEB de nación.
En el gráfico VI.3 se observa la tendencia creciente de la participación de la EEB provincial relativa (si bien se presentan algunos años donde se reduce). Justamente, en este gráfico se muestran estas oscilaciones, las cuales no modifican la tendencia a la regresividad de la DPI de provincia frente a nación. En la salida del Plan de Convertibilidad –año 2002-, llega a su cúspide. Con respecto al IMB provincial, presenta una trayectoria semejante a nación, salvo dos diferencias destacables. Primero, su gran volatilidad, y segundo el repunte del año 2005 a 2007, fase en la cual nación cae del 14 % al 11 %, mientras provincia avanza del 12 % al 17 %. Esto produjo una variación de los valores relativos provincia/nación del 86 al 152 % (gráfico VI.4). La mejora se explica por la mayor influencia del cuentapropismo y de la precariedad laboral en la provincia.
Distribución de los salarios por categoría de empleo: asalariado registrado (Ar) y asalariado no registrado (Anr), por sector
En la tabla VI.2 se expone la estructura sectorial de la RTA promedio por puesto de trabajo. La nota destacada es el proceso de convergencia sectorial que se observa en los salarios promedio, comparando las remuneraciones en 1994 con las de 2007. Al inicio de la serie, en 1994, se presenta una fuerte dispersión sectorial. Infraestructura, poseía el liderazgo de la RTA promedio anual, luego industria. Alejado se hallaba servicios, y el más deprimido, el sector primario. La RTA promedio respecto al sector infraestructura del sector primario era solo del 24 %; la RTA del sector servicios la mitad y la RTA de industria el 85 % de la mencionada RTA de infraestructura. De 1994 a 2000 la asimetría se reduce, percibiéndose como elemento común, el deterioro de las RTA para todos los sectores. El estancamiento es un elemento a tener en cuenta y su vínculo con los choques, entre los cuales resultan relevantes los siguientes: la intervención a la provincia de diciembre de 1993, la fuerte depresión del quinquenio 1998-2002, la crisis de deleveraging entre 2001 y 2002, la caída del juarismo con una nueva intervención federal a la provincia en marzo de 2004 y el nuevo gobierno democrático de abril de 2005 (ver capítulo III).
La RTA promedio por puesto de trabajo en el sector agrícola muestra un quiebre a partir de la caída de la Convertibilidad. Se observa un ciclo de estancamiento (1994-1999); el derrumbe en 2000 y luego el rebote y recuperación (2001-2007), culminando el período con una RTA promedio de $4.211, por encima del sector servicios, y muy cerca del industrial.
El sustancial incremento en el sector primario se debe de manera excluyente al explosivo comportamiento de las remuneraciones entre el 2000 y 2007, complementado por la lenta evolución de los puestos de trabajo. La RTAnr (es decir, la masa salarial de los asalariados no registrados) se incrementó de 20,4 millones de pesos a 92,6 millones, y las RTAr, de 21,1 millones a 102,6 millones, entre los años mencionados. El empleo, medido en puestos de trabajo ocupados, para los mismos años (2000-2007) creció, acompañando la recuperación de la economía y el salto agroexportador. Los puestos de trabajo de los asalariados no registrados (Anr) subieron de 17.947 a 21.989, mientras que los puestos de los asalariados registrados (Ar), aumentaron de 6.248 a 7.668, manteniendo el alto índice de informalidad que caracteriza al sector.
En el sector industrial se percibe un comportamiento más volátil. Se destaca el año 2003, el cual muestra un pico singular, fuera de la trayectoria previa y posterior. Los tres primeros años, la RTA se ubica en valores apenas por debajo de los $5.000. Luego avanza, y entre 1997 y 1999 logra ascender a valores que rondan los $5.500. Durante la crisis en 2001, cae a un mínimo de $3.007. En el año 2002 alcanza un valor de $3.628, y al año siguiente trepa hasta su máximo de $8.489 (134 % de aumento). Luego se reduce a $5.293 en 2004 (-38 %) y en los últimos años del período se reacomoda con oscilaciones, hasta llegar al 2007 a un valor de $4.312. El sorprendente aumento del 134 % de la RTA promedio entre 2002 y 2003, con el pico de $8.489 en 2003, resulta un hecho aislado. Para encontrar su explicación es necesario analizar los dos componentes que conforman la RTA promedio por separado: cantidad de puestos de trabajo (denominador) y masa de remuneraciones o RTA (numerador) por categoría de asalariados: registrados y no registrados. En el 2003, el mercado de trabajo se recuperó de la fuerte caída de 2002. La masa salarial de los asalariados no registrados (RTAnr) aumentó un 314 % y los puestos de trabajo un 77 %, pasando de 4.410 puestos en 2002, a 7.810 en 2003. Para seguir escalando a 10.014 en 2004, en dos años la cantidad de asalariados no registrados aumentó un 127 %.
El trabajo registrado también contribuyó en el rebote, pero solo en las remuneraciones. La RTAr promedio por puesto de trabajo se incrementó en un 182 %, mientras que los puestos de trabajo, en cambio, sufrieron una leve caída del 1 % (2.708 en 2003 y 2.745 en 2002). El aumento de la masa salarial, tanto de los asalariados no registrados (314 %) como de los registrados (182 %), en conjunción con el aumento menos significativo de los puestos de trabajo de los asalariados no registrados (77 %), y el estancamiento de los puestos de trabajo de los registrados, resultan los determinantes del aumento del 134 % del 2003 en la RTA promedio. La extraordinaria reacción de los puestos de trabajo no asalariado se encuentra fuertemente vinculado a dos factores primordiales. Uno de ellos constituido por el excedente de fuerza de trabajo y el restante, vinculado a la alta prociclidad de esta categoría de empleo -debido a su escasa formalidad y al bajo costo de entrada y salida-. Subyace en este entramado, la deficiencia en la estructura productiva, con la secular debilidad del sector transable de la economía provincial para la creación de puestos de trabajo formales.
Es importante poner de relieve la segmentación del mercado de trabajo en la industria, y la profunda brecha de las remuneraciones entre el trabajo formal e informal (ut infra, en esta misma sección, se volverá sobre la cuestión de manera más detallada). El salario promedio anual de los asalariados no registrados evolucionó de $3.628 en 2002 a $8.489 en 2003. En cambio, el salario promedio anual del asalariado registrado fue de $9.523 en 2002, para trepar a $26.403 en 2003. Significativa brecha creciente entre asalariados registrados y no registrados, que en 2003 alcanzaba el 211 %. Se observa en la industria, un pico de los salarios en el año 2003, motivado por la drástica y divergente recomposición de las remuneraciones en ambos segmentos: registrados y no registrados, acompañada por un ingente aumento de los puestos de trabajo no registrado, con exigua baja de los registrados. Esta última situación, confirma la creciente precarización del trabajo y la profundización de las brechas salariales.
Pasando al sector servicios, la RTAnr promedio anual se mantuvo entre los $2.000 y $3.000, hasta la crisis de 2001-2002. Cayó de forma abrupta durante esos años. En 2000 la RTA anual por puesto de trabajo alcanzaba una cifra de $2.400. En 2001 bajó a $1.868, para precipitarse en 2002 a $1.177. Este derrumbe fue producto de la fuerte disminución de la masa de remuneraciones. Entre 2000 y 2002, cayó de pesos 91,7 millones a 43,9 millones (-52 %). La cantidad de puestos de trabajo, mientras tanto, solo se redujo en un 2 %, de 38.216 a 37.306. El proceso de terciarización forzada, producto de la insuficiente absorción y consecuente exceso de fuerza laboral, sirve para explicar el aumento del cuentapropismo y del trabajo informal en general. En plena crisis, mientras los puestos de trabajo precarios se reducen solo un 2 %, la masa salarial se desploma, debido a que el puesto de trabajo se mantiene por cuestiones de supervivencia, pero con cambios en las condiciones de trabajo, ya sea con menos horas y baja en la retribución (subempleo). Estos comportamientos ayudan a explicar la caída de las remuneraciones promedio por puesto de trabajo en esta categoría. Continuando con el análisis del sector servicios, la recuperación que comenzó en el año inmediato posterior a la crisis, consistió primero en una fuerte recomposición de las remuneraciones. La RTAnr anual promedio saltó un 350 % en 2003, acompañada por un aumento de la cantidad de puestos de trabajo de 37.306 a 43.333. Los años posteriores fueron de aumento constante de puestos de trabajo, con caída de las remuneraciones promedio (terciarización forzada), hasta el año 2005. En el año 2006 la cantidad de puestos de trabajo había llegado a los 6.081, un 72 % de aumento respecto a 2002. Los dos últimos años de la serie: 2006 y 2007, las remuneraciones modifican su signo negativo, y comienzan a aumentar.
Finalmente, el sector infraestructura es el más remiso en iniciar la recuperación, el sector que prepondera es construcción. En regiones de insuficiente absorción de empleo -tal la característica de la provincia de Santiago del Estero-, el Estado utiliza con preferencia este sector para sus políticas compensatorias, mientras posea cierto desahogo fiscal. Por lo cual es posible observar su crecimiento, no necesariamente en ciclos recesivos, sino en las situaciones presupuestarias que así lo permitan. Infraestructura ve caer las RTAnr anual promedio, de 1994 a 2003 un 55 % (de $5.702 a $2.470). La causa fundamental fue el derrumbe de la masa de remuneraciones. En 1998 se encontraban en un pico de $90,8 millones, para disminuir a $18,5 millones en 2004: el 80 %. En el año 1998 alcanzan el tope de puestos de trabajo con 18.088, mientras su mínimo se observa en 2004, con 6.993. Este año de 2004 corresponde a la crisis institucional de la provincia donde cae el juarismo y el gobierno nacional envía una nueva intervención federal. La situación afectó la estrategia de expandir la construcción, debido a que las obras deben ser planificadas y luego licitadas, procesos que fueron suspendidos por la crisis institucional. Comienza allí su fase de recuperación, contemporánea a la normalización institucional y al boom de la obra pública, hasta alcanzar los 17.554 puestos de trabajo en 2007.
El vínculo entre estas variaciones y la situación financiera del Estado es evidente. El año 1998 es el último año del ciclo de crecimiento del Plan de Convertibilidad (los puestos de trabajo llegaban a 18.088); 2003 corresponde al inicio del período de fuerte recuperación nacional, pero en Santiago del Estero el quinquenio perdido se alargó debido a la crisis institucional del 2003 y 2004 (el empleo se contrajo a 6.993 puestos de trabajo en 2004), cuando cae el juarismo y sucede la intervención federal. De allí al 2007 y el comienzo de un nuevo sendero de estabilidad institucional y recuperación económica (el empleo asciende a 17.554 puestos de trabajo en 2007). Es posible observar como las estrategias compensadoras del Estado tienen un fuerte vórtice en el sector de la construcción. Es posible relacionar esta estrategia con la oferta excedente de mano de obra, producto de la transición degenerativa, entre otros factores.
Puestos de trabajo y brecha salarial por sector
El exceso de fuerza de trabajo, fruto de la debilidad de absorción del sector de los bienes transables, conduce causalmente a fijar la mira en el sector industrial. La industria en la provincia nunca “despegó”, y la correcta interpretación de ello representa un engranaje fundamental para comprender la insuficiente demanda de trabajo de la economía provincial.
Tomando dos datos, por un lado la cantidad de puestos de trabajo y, por otro, la RTA promedio anual para toda la serie 1994-2007, y segmentándolos entre asalariados registrados (Ar) y asalariados no registrados (Anr), se construyó la tabla VI.3. Comparando solo estas dos categorías ocupacionales, se observan varios hechos que ayudan a profundizar la comprensión de los vínculos entre la estructura de productiva con la del empleo y sus consecuencias en la desigualdad.
El sector primario resulta el más precarizado y regresivo, con solo un 26 % de Ar, frente a un 74 % de Anr. Presenta una gran brecha salarial: el 52 % de la RTA la recibe el 26 % de asalariados registrados, frente al 48 % de masa salarial que corresponde el restante 74 % de asalariados no registrados. Los Ar poseen el triple de salario que los Anr: $6.292 vs. $2.012.
La estimación lineal indica que la tendencia es a agrandar las brechas de desigualdad (tabla VI.3, último recuadro). Este proceso de divergencia es el lugar común en el comportamiento de todos los sectores. Como se muestra en las columnas seis y siete, la tendencia en el sector de la agricultura y minería es que la RTAr promedio por puesto de trabajo, crezca $558 por año, frente a los $174 para la RTAnr promedio por puesto de trabajo. La expulsión de mano de obra del sector rural, uno de los factores que nutre la terciarización forzada, puede ser entendida a través de estos hechos, donde precarización, asimetrías remunerativas, desigualdad, y profundización de las tendencias se imbrican. También a partir de ellas es posible entender la relación positiva entre fase expansiva del ciclo, expulsión de mano de obra rural, aumento del empleo informal y crecimiento de la brecha remunerativa, como ya se expresara en el capítulo IV.
Sin embargo, esta profundización de las brechas salariales en el sector rural, medida a través de la línea de tendencia, es la menos pronunciada respecto a los demás sectores. Por ejemplo, la tendencia en el sector industrial indica que por cada $1.009 de aumento de la RTAr promedio anual, la RTAnr solo sube $4. Pero aún queda lugar para un sector más regresivo: infraestructura, en el cual la RTAr per cápita crece $568 por año, mientras que la RTAnr se reduce promedio anual -$109. En este sector la desigualdad se agrava por la concentración del empleo en el segmento de los Anr con un 67 % de puestos de trabajo, contra el 33 % de los Ar. El sector servicios en cambio, es el que más porcentaje de empleo registrado frente al empleo no registrado posee, con un 58 %, lo cual logra explicarse debido a la injerencia del sector de la administración pública, la cual congrega más de la mitad de los puestos de trabajo registrados de la provincia.
La ordenada al origen que -en la ecuación de la recta de tendencia-, es el punto de corte con el eje de las ordenadas, es decir, el nivel de la recta al inicio de la serie, indica las fuertes brechas tanto intersectoriales como intrasectoriales. Los valores obtenidos de los parámetros indican que al comienzo de la serie, en 1994, los Ar del sector servicios poseían una remuneración seis veces mayor que los del sector primario: $13.182 vs. $2.108. El sector con mayor asimetría es servicios. Un Ar ostenta seis veces la remuneración de un Anr ($14.397 vs. $2.599). En la dirección opuesta, se encuentra el sector industrial en el cual los Ar cobran “solo” un 200 % más que los Anr ($14.651 vs. $4.912). Es importante resaltar, la importancia de las políticas industriales. Un Ar de la industria posee una tendencia a subir sus salarios en $ 1.009 anual, el doble de cualquier otro sector. Esta suma podría dispararse si Santiago del Estero tuviese una política industrial tendiente a desplegar las ramas intensivas en capital, dinámicas desde la demanda y la tecnología. Sin embargo, cualquiera sea la rama industrial que se estudie en la provincia, ninguna posee alguna de estas características, sino al contrario, dominan las tradicionales.
Renovando la vigencia de “trampas de la pobreza” con una economía del tipo dual, caracterizada por el exceso de fuerza de trabajo emergente de una estructura productiva que sufre la transición degenerativa. Por un lado, la expulsión de trabajadores del sector rural, con un tejido amplio de economía campesina lewisiana, y por otro, una industria de escasa participación en el producto, con bajo nivel tecnológico, competitividad y capitalización, concentrada en ramas “naturales”, incapaz de crear suficientes empleos formales, terminan forzando la terciarización. Las condiciones de subsistencia en el sector rural no se modifican con la migración de la fuerza de trabajo, debido a que no se altera la productividad. El empleo urbano crece por presión de la oferta, en condiciones de precariedad y baja remuneración. El exceso de fuerza laboral se mantiene en el sector rural y migra al sector servicios, y los bajos salarios condicionan el progreso. La reproducción de este círculo origina, cada vez que sucede, mayores niveles de desigualdad y marginación.
RTA sectorial relativa. El equilibrio de bajo nivel
En la tabla VI.4 se observa el valor del coeficiente conformado por los valores de la RTA santiagueña promedio por puesto de trabajo y por sector con relación a nación, este coeficiente permite medir la RTA promedio anual del período 1994-2007, relativa al mismo valor de ámbito nacional. La tabla expresa dos hechos estilizados y que tienen vinculación con el equilibrio de bajo nivel que emerge de sus estructuras productivas: el bajo nivel salarial y su tendencia a la consolidación en un período que abarca diferentes gobiernos y políticas económicas. En la provincia, todos los sectores se caracterizan por un retraimiento relativo de las remuneraciones. Sin embargo, el sector primario y servicios resultan los más afectados, con salarios per cápita que apenas cubren un cuarto del valor de los que rigen en el ámbito nacional. En el sector primario durante la fase de auge del Plan de Convertibilidad: 1995-98, la RTA relativa por puesto de trabajo (provincia respecto a nación) llegó a su techo, superando la barrera del 30 %.
El sector con mejores valores absolutos y de menor diferencia relativa con nación, lo constituye el sector industrial. El salario industrial en la provincia resulta menor a la mitad del nacional, con dos picos en el 97: 55 % y 2003: 67 %. El piso se encuentra en el año 2001, con el 24 %. Es importante señalar, que este sector es el de menor peso relativo en la estructura provincial, con índices de participación que nunca lograron superar el 8 % del PBP.
El sector servicios e infraestructura, presentan tendencias francamente negativas. Comienzan el período en 1994 con valores relativos respecto a nación de 28 % y 54 %, para concluirlo, en 2007, con el 19 % y 23 %, respectivamente. El sector servicios es donde recae el exceso de fuerza de trabajo y concentra más del 60 % del empleo, constituyendo esta situación un factor vinculado con el deterioro salarial del sector. Infraestructura, por otro lado, posee un gran porcentaje de empleo no calificado, vinculado a construcción.
Asimetrías internas y brechas externas
Tradicionalmente las economías centrales han ubicado en un lugar preferencial al objetivo macroeconómico del crecimiento o eficiente asignación de los recursos. Sin embargo, la distribución del ingreso no le ha ido en zaga, en el capitalismo periférico el tema central lo constituye el desarrollo social, lo que requiere del desarrollo económico. En este sentido, David Ricardo (1817) afirma que el conocimiento de las leyes que gobiernan la distribución es el problema primordial de la Economía Política.
La equidad en la distribución del ingreso es un objetivo de toda política y debe considerársela como el fruto de acciones complejas y concertadas en ámbitos diversos. Es el resultado de fuerzas múltiples que deben ser planificadas con la inclusión armónica de políticas económicas, sociales, tecnológicas, institucionales, que afecten tanto estructuras como instituciones. En Santiago del Estero, región marginal del capitalismo periférico, las asimetrías remunerativas son notorias, la brecha internas y externas se agudizan y el bajo nivel salarial tiende a consolidarse como característica del mercado de trabajo.
La distribución funcional del ingreso en la provincia sufrió un deterioro permanente, un sendero decididamente regresivo. Los asalariados entre 1994 y 2007 perdieron un 15 % de participación en el ingreso, mientras el EBE subió un 20 %. Los asalariados que en 1994 concentraban el 53 % del ingreso, sufrieron el golpe de la crisis en 2002, cayendo al 26 %. Entre el 2003 y 2007 –una inmejorable etapa de expansión de la economía, con tasas récord de crecimiento con cierta estabilidad-, las remuneraciones en el ingreso no lograron recuperar valores históricos, oscilando en torno al 40 %, que pareciera marcar una nueva y menor meseta. El efecto histéresis podría aplicarse en este caso, para explicar lo sucedido.
El deterioro de la DPI provincial es mayor que la registrada en nación. Así es como Santiago del Estero, partiendo de una participación de los asalariados del 53 % muy por encima de la que poseía nación (41 %) en 1994, culmina en 2007 por debajo: 38 % vs. 43 %. Con respecto al EEB, en 1994 provincia participaba con un 25 %, por debajo de Nación (39 %). En 2007, la diferencia se había reducido a solo un punto porcentual.
Es importante resaltar la importancia de las políticas industriales. Un Ar de la industria santiagueña posee una tendencia a subir sus salarios en $1.009 anual, el doble que cualquiera de los restantes sectores. Esta suma podría ser muy superior en el caso que Santiago del Estero tuviera una política industrial, tendiente a desplegar las ramas intensivas en capital, dinámicas desde la demanda y la tecnología. Esto demuestra la importancia de este tipo de cambio estructural con el objetivo del desarrollo económico, sostenible e igualitario.
Notas conclusivas
En el presente trabajo se revisó la génesis y evolución del neoestructuralismo. Su base se sustenta en el estructuralismo que surge en 1950 y alcanza su apogeo en los sesenta, para declinar en la década siguiente junto al surgimiento del neoliberalismo y la globalización. El ocaso del estructuralismo se debió al fracaso en la implementación de las políticas de transición productiva, junto al surgimiento de crecientes problemas de estanflación y deuda en los distintos países de la región y a debilidades propias de su construcción teórica. El diálogo con otras corrientes heterodoxas colaboró a delinear a partir de 1990, una renovada propuesta para el desarrollo de la región. El concepto de cambio estructural y de igualdad sirvió como línea argumentativa y orientación del examen empírico. Enfrentando equidad con igualdad en el análisis económico, surgen sustanciales diferencias. La equidad en el pensamiento ortodoxo se relaciona con la distribución del ingreso y figura como un objetivo cardinal de política macroeconómica junto a la eficiencia (crecimiento). Es un valor social sin discusión, mientras el escenario sea un país desarrollado, con un Estado que asegura estándares aceptables de igualdad en el acceso a los recursos y servicios básicos: agua, energía, vivienda, salud y educación. El salario vinculado a la productividad marginal resulta un argumento virtuoso para la distribución del ingreso.
En el escenario en el que se ubica la presente investigación, constituido por las regiones periféricas, la equidad, paradójicamente, puede acentuar la desigualdad. En estas sociedades duales con altos niveles de heterogeneidad y precariedad, con escasa y deficiente cobertura del Estado, tienden a perpetuarse las desigualdades de cuna y el nivel de ingreso familiar determina el acceso diferencial a los servicios básicos. Latinoamérica es la región con mayor desigualdad del planeta, por lo que la convergencia social se logra con el objetivo de la igualdad, que debe preceder a la equidad, no reemplazarla. En la arquitectura de política económica de la CEPAL la política macroeconómica es el eje del crecimiento con estabilidad. La política industrial, recostada sobre actividades intensivas en conocimiento y de rápido crecimiento de la demanda, resulta el eje para lograr el cambio estructural que permita romper en forma sustentable, con la restricción externa.
Santiago del Estero puede referirse como una región marginal del capitalismo periférico. Asentada en riquezas naturales: forestales y agropecuarias y basada en actividades extractivas de subsistencia, con una fuerte presencia estatal y del sector informal urbano y una industria manufacturera de despegue tardío que nunca pudo superar la fase sustitutiva de importaciones de baja capitalización. La introducción del agronegocio, a partir de los noventa, no modificó la matriz de explotación debido a la práctica local de este tipo de gestión, de arrendamiento y apropiación de excedentes por capitales foráneos. Las firmas capitalistas toman sus decisiones de producción fuera de las fronteras de la provincia, determinando una profunda brecha de ingresos, con lo cual los efectos multiplicadores se reducen a un mínimo. Se configura un sector dual, con enclaves del agronegocio de alta productividad, y la población rural tradicional, subcapitalizada, en niveles de subsistencia y que migra hacia los centros urbanos en fases expansivas.
El mercado de trabajo con problemas seculares de absorción de empleo productivo terminó generando el crecimiento desproporcionado del sector servicios. La tercerización no fue fruto de la modernización productiva sino una válvula de descompresión del exceso de mano de obra. En otras palabras, la provincia sufrió una transición “degenerativa” desde actividades primarias a terciarias, entrampada en equilibrios de bajo nivel (se utiliza el término: “degenerativa” dado que el desarrollo ha perdido su normal desenvolvimiento).
En panorama histórico se generó un juego de tijeras: la expulsión de mano de obra rural -por un lado- y un sector manufacturero, pequeño y concentrado en ramas de escaso dinamismo tecnológico, con baja absorción y difusión de empleo, derivaron en la emigración (en la etapa de la industrialización por sustitución de importaciones en el país) y luego el sector servicios fue el receptor forzado del exceso de mano de obra. Este sector servicios creció a través del empleo público, el cuentrapropismo y en general, en tipos de ocupación de baja institucionalidad, productividad e ingresos, conocido como sector informal urbano.
En la última década, el PBP de Santiago del Estero creció por encima de las tasas nacionales, fundamentalmente por el comportamiento que tuvo a partir del 2004-2010. En el período 1994-2007, se verifica un punto de quiebre de tendencias. A partir de 2004 se observa una fuerte aceleración del crecimiento. Sin embargo, esta situación propicia no pudo modificar el letargo del sector industrial, que muestra un atraso sostenido en ambas etapas. Los factores nominales son la base para entender lo sucedido. La reestructuración de precios producto de la mega devaluación de diciembre de 2001, generó una fenomenal transferencia de recursos. En el 2002, año de transición post-devaluación el precio de los productos agropecuarios subió 239 % y del sector industrial 61 %, mientras se reducía la masa salarial en la administración pública en 6,5 %, en la enseñanza en 2,5 % y en la salud en 7 %. En hogares con servicio doméstico también se verificó una caída del orden del 3 % y en otras actividades de servicios del 12 %, de acuerdo con el índice de precios implícitos
El tipo de transición trunca en la cual se ubican ciertas economías subdesarrolladas como las latinoamericanas, es la denominada “semiindustrial dependiente”, con un proceso de industrialización que logró despliegues de alta productividad en enclaves, desarticulados del mercado interno pero integrados al exterior y una vasta red productiva que no alcanza niveles de competitividad adecuados, en el contexto de una economía que sigue recostada sobre sus recursos naturales. En este contexto, Santiago del Estero en lo productivo, se integra como una región marginal del capitalismo periférico y podría catalogarse de “periferia profunda” o también región subcapitalizada, como se opta en esta investigación. La industria fue el único sector dentro de los productores de bienes que creció menos que el total nacional (191 % vs. 246 %) a pesar del cambio favorable de precios relativos de los bienes transables fruto de la devaluación. El volumen físico producido por la industria cayó entre 1994 y 2002 un 17,6 %, con un derrumbe en el año 2002 del 10,4 %.
El crecimiento de los puestos de trabajo durante la serie tuvo un aceptable ritmo, con ciclos y fases muy marcadas, donde resaltan dos períodos de crecimiento (1994-1998 y 2002-2007) y un ciclo de estancamiento (1998-2002). Se percibe una progresiva y clara tendencia a la precarización del empleo, que se acentúa paradójicamente en el período postconvertibilidad. Entre 2001 y 2007 la categoría de empleo de los asalariados no registrados sube del 30 % al 37 %. Duplica en este período a los empleos creados en la categoría de asalariados registrados y suma más que todas las categorías de empleo en conjunto.
El empleo público es el que sostiene el empleo registrado en la provincia, con más de la mitad de los puestos de trabajo, cualquier año de la serie que se tome. Se evidencia una gran asimetría sectorial, propia de economías atrasadas, carentes de homogeneidad e integración.
La introducción del monocultivo sojero a partir de 1995, en el ámbito de la ruralidad provincial originó la reconfiguración del sistema agrario bajo un formato dual que en la presente investigación denominaremos “heterogeneidad coyuntural”, un fenómeno intrasectorial que involucra capitalistas “oportunistas” que pueden reorientar inversiones rápidamente. La heterogeneidad estructural hace referencia a las brechas productivas entre sectores o entre unidades productivas de un mismo sector, con enclaves integrados por pocas empresas modernas, vinculadas a mercados externos y tecnología de punta, por un lado y, por otro, un vasto entramado de pequeñas empresas, con grados de formalidad variable, pero, en general, subcapitalizadas, intensivas en recursos humanos y orientadas al mercado interno, donde se deposita el excedente de oferta de trabajo. Ambos sectores son impermeables entre sí. Bajo las denominaciones de agronegocio y de agricultura familiar se repite este polarizado escenario, como una variante de la heterogeneidad estructural que presenta la provincia a partir de la irrupción del monocultivo sojero. En principio, las actividades de commodities pueden catalogarse de “oportunistas”, por lo tanto, el adjetivo de estructural no correspondería, ya que los agentes pueden entrar y salir del mercado con escaso costo y tiempo. El empleo en la industria presentó un anémico desenvolvimiento. Entre 1994 y 2007 aumentó en 339 la cantidad neta de puestos de trabajo registrado. La incapacidad secular de la industria para generar puestos de trabajo, en general y particularmente puestos de calidad, deviene en la debilidad de la estructura productiva.
Los resultados obtenidos para la EPE en Santiago del Estero vienen a confirmar a la provincia como una “región subcapitalizada del capitalismo periférico”. Su elevada precariedad se deduce de los valores de la EPE, que triplican los valores nacionales. El desempleo disfrazado —solapado por entramados sociales defensivos en busca de la subsistencia— es el emergente estructural de una matriz productiva incapaz de sostener el aumento de la oferta de trabajo, desembocando en la terciarización sustitutiva, propia de la transición degenerativa. No se produjo la transición trunca, de la cual el estructuralismo da cuenta, dado que la industria nunca logró niveles de despegue. En cambio, se produjo la transición degenerativa de un sector tradicional agrario de tipo lewisiano a un sector terciario de subsistencia sin mejora estructural, dado que ambos son sectores con exigua acumulación y productividad, bajo el signo de la “oferta abundante de mano de obra” o con mayor precisión “demanda insuficiente de mano de obra”.
Se observa claramente la vinculación cruzada entre los sectores y los signos y niveles del componente intrínseco y del componente estructural, entre productividad y empleo, lo cual señala el sendero inverso con relación a la transición al desarrollo. Los sectores productivos expulsores de mano de obra son quienes poseen la mayor productividad y acumulación de capital e innovación tecnológica y los sectores de menor dinamismo productivo emergen como refugio del empleo excedente o abundante, conformando un sistema de equilibrio de subsistencia, con mercados segmentados.
Para construir el concepto de transición degenerativa es conveniente comenzar remitiendo al “modelo del sector dual” de Lewis (1954). La transición hacia la modernidad que se elabora en este modelo implica una relación directa entre componente intrínseco y estructural en cada sector. Es decir, aquel sector de mayor evolución de su productividad, incorporador de tecnología, es el gestor de la creación de empleo, con una elevada elasticidad ingreso de la demanda. Este sector en la transición al desarrollo se denomina “moderno” o industrial. En oposición el sector “tradicional” o primario, de baja productividad, es el típico expulsor. Este proceso hacia actividades con innovación tecnológica, aumento de la demanda de sus productos y absorción neta de empleo, conforma el cambio estructural que garantiza la mejora en la productividad global de la economía. Los sectores dinámicos crecen en producción y empleo, mientras que los sectores “tradicionales” de escasa productividad, resultan los aportantes de mano de obra. Además, el sector “moderno” es el natural incorporador de tecnología.
Tradicionalmente las economías centrales han ubicado en un lugar preferencial al objetivo macroeconómico del crecimiento o eficiente asignación de los recursos. Sin embargo, la distribución del ingreso no le ha ido a la zaga (recuérdese, Ricardo, 1817). La equidad en la distribución del ingreso es un objetivo de toda política y debe considerársela como el fruto de acciones complejas y concertadas en ámbitos diversos. Es el resultado de fuerzas múltiples, que deben ser planificadas con la inclusión amplia de políticas económicas, sociales, tecnológicas, sociales, institucionales, que afecten tanto estructuras como instituciones. Cuando existe un Estado deliberativo que coloca la distribución del ingreso y al patrón de acumulación en el “trono” que le corresponde y –mediante pactos sociales–, despliega políticas con propósitos estratégicamente planteados, simplificará los problemas sociales y su propia órbita de actuación. En cambio, si se la desatiende, el Estado se ve forzado a intervenir en una cantidad de espacios diversos que se problematizan, y que finalmente conducen a un círculo vicioso, en el que los factores negativos se refuerzan. En Santiago del Estero, región subcapitalizada del subdesarrollo capitalista, la marginalidad aumenta, las asimetrías salariales se hacen más notorias, la productividad se mantiene baja y estancada, la brecha respecto a nación crece, el excedente de fuerza laboral que no encuentra cabida en el segmento formal se agudiza, la pobreza, la concentración y diferencias territoriales, la inestabilidad y tantos otros problemas no encuentran solución, mientras el Estado destina ingentes esfuerzos y recursos para mitigar un escenario que por lo complejo parece inmanejable.
La distribución funcional del ingreso en la provincia sufrió un deterioro permanente, mostrando un sendero decididamente regresivo. Los asalariados entre 1994 y 2007 perdieron un 15 % de participación en el ingreso, mientras el excedente bruto de explotación subió un 20 %. Los asalariados que en 1994 concentraban el 53 % del ingreso sufrieron el golpe de la crisis en 2002 y se derrumbaron al 26 %. Entre el 2003 y 2007 –una inmejorable etapa de expansión de la economía, con tasas récord de crecimiento con estabilidad– no lograron recuperar valores históricos, y oscilaron en torno al 40 %, lo que pareciera marcar una nueva y menor meseta. El efecto histéresis podría aplicarse en este caso para explicar lo sucedido.
El deterioro de la DPI provincial a valores absolutos se repite en términos relativos respecto a nación. Resulta esta la causa por la que Santiago del Estero, aun cuando parte de una participación de los asalariados del 53 % –muy por encima de la de nación (41 % en 1994) –, culmine en 2007 debajo (38 % vs. 43 %). Con respecto al EBE, en 1994 provincia participaba con un 25 %, por debajo de nación (39 %). En 2007 la diferencia se había reducido a un punto porcentual. Es importante resaltar la importancia de las políticas industriales. El asalariado registrado promedio de la industria santiagueña posee una tendencia a subir sus salarios en $1.009 anual, el doble que cualquier otro de los sectores productivos. Esta suma podría dispararse si Santiago del Estero poseyera una política industrial tendiente a desplegar las ramas intensivas en capital, dinámicas desde la demanda y la tecnología.
A través del estudio es posible advertir que la vigencia de la “trampa de la pobreza” posee una dimensión estructural imposible de soslayar. En este sentido, catalogar a Santiago del Estero como una sociedad tradicional no resulta estrictamente correcto. Si bien posee una importante base rural rezagada -tanto productiva como del empleo-, de escasa productividad, con hegemonía de la economía familiar de subsistencia, se han originado cambios estructurales que requieren una mirada más inquisitiva.
El modelo de Lewis “Desarrollo con oferta ilimitada de mano de obra” (1954), basado en la transición de una sociedad tradicional y pobre a otra moderna y de creciente productividad, expone un tipo de transformación social a partir de dos sectores: un sector primario con productividad marginal igual a cero y salario de subsistencia, y un sector industrial, con un salario mayor, que se nutre de la oferta abundante de mano de obra y que permite mejoras constantes en la productividad media y la riqueza de la sociedad. Cuando se agota la mano de obra excedente es posible arribar, en estadios superiores al planteado por Lewis, a formas más evolucionadas basadas en estrategias de oferta sustentadas por la mejora tecnológica endógena. En este sentido, la competitividad sistémica desempeña un papel esencial para el paso hacia la industrialización por sustitución de exportaciones (ISE), hasta arribar finalmente a las “sociedades de conocimiento”. Es lo que se conoce como el continuum desarrollista.
En la “terciarización forzada” en cambio, la industria en ninguna etapa logra asumir el liderazgo -ni la inversión el papel dinamizador-, con una débil participación en la estructura productiva y del empleo. La población proveniente del sector rural se refugia en el sector servicios, en empleos precarios, al no encontrar cabida en el empleo privado formal. Se utiliza el término “transición degenerativa”, dado que esta se pierde o se desvía de su normal desenvolvimiento hacia el desarrollo (Escaith, 2006). Cuando el sector industrial no asume la función “dinamizadora” del desarrollo, sucede que el exceso de mano de obra rural busca refugio en el sector servicios, en actividades de baja productividad, especialmente empleo público, comercio, construcción, servicio doméstico. Se transita de una sociedad con un importante sector agrícola familiar de subsistencia, a una sociedad con creciente presencia de servicios, pero con igual condición de subsistencia.
Reforzando lo indicado, la transición degenerativa se produce a partir de la imposibilidad por parte de las regiones subcapitalizadas de la periferia de generar las condiciones, cualidades, virtudes y características necesarias para el despegue. En este sentido, se trata de identificar en este concepto aquellas sociedades que no lograron en ningún momento de su desenvolvimiento, concentraciones adecuadas de acumulación de capital. Su industria no logró niveles de participación significativos, tanto en el producto como en el empleo y se recostó sobre ramas tradicionales o “naturales”, basadas en actividades primarias e intensivas en mano de obra. El excedente de empleo encontró refugio en el sector servicios de baja productividad, que creció por la presión que ejerció dicho excedente.
La transición degenerativa se caracteriza por un tipo de cambio estructural “vicioso” en el cual se genera una relación indirecta entre cambios en la productividad y absorción de empleo, producto de la escasa incorporación tecnológica y débil acumulación de capital. Entonces, las ramas de actividad que mejoran la productividad son, a su vez, las expulsoras de empleo. En oposición, las ramas que absorben empleo son las que reducen su productividad.
El excedente de empleo, originado por la expulsión del sector primario, incapaz de retener su mano de obra, se inserta forzadamente en el sector servicios, ante un sector industrial pequeño e inerte. A medida que el sector agrícola disminuye su participación en el empleo, el sector servicios lo aumenta; mientras que la productividad del total de la economía permanece estancada, al igual que las remuneraciones del segmento secundario del mercado de trabajo (o el sector informal). Por lo tanto, se produce un empobrecimiento paulatino de la sociedad por el tipo de cambio estructural, donde las actividades que incrementan su productividad pierden participación en el empleo, el cual se va concentrando en ramas cuya productividad decae. La baja acumulación y la consecuente demanda insuficiente de trabajo se encuentran en los orígenes de este círculo vicioso. Como se expresó, el núcleo de esta forma de equilibrio de bajo nivel se encuentra en la baja formación de capital y esta deviene de la particular estructura productiva.
Anexo: El sistema de cuentas nacionales (SCN)
Toda economía debe satisfacer determinados objetivos. El primero está constituido por el crecimiento y se manifiesta a través del aumento del ingreso nacional. Este objetivo indica el grado de eficiencia de la economía. Sin embargo, sin datos sobre la distribución del ingreso, otro gran objetivo, es imposible afirmar que la economía efectivamente se desarrolló. Puede existir crecimiento sin convergencia donde el ingreso crece, pero no logra mejorar el poder adquisitivo de la mayoría de la población sino que es apropiado por una elite.
¿Cuál es la causa por la que algunas economías logran crecer por encima de su ritmo poblacional y otras no logran acceder a este sendero de progreso? ¿Qué factores impulsan a la riqueza y al ingreso nacional a incrementarse? Estas preguntas tan importantes como generales necesitan ser fragmentadas para arribar a conclusiones útiles. La economía utiliza para evaluar las repercusiones de las estrategias y políticas que se aplican, un sistema denominado de cuentas nacionales (SCN), que divide al sistema en unidades y sectores institucionales y utiliza los registros de las unidades, justamente denominados “cuentas” como la base empírica. La sumatoria de estos registros o cuentas individuales constituyen las cuentas sociales o nacionales. Las cuentas básicas que proveen información al sistema de cuentas nacionales son el balance general y el estado de pérdidas y ganancias de las unidades económicas
Fórmula de cálculo del PBI y categorías analíticas básicas
En términos macroeconómicos el modelo que será desplegado se construye a partir de la ecuación general: oferta igual a demanda. Luego es posible plantear la siguiente identidad: oferta total de productos igual al total de usos que se les dé a esos productos: Oferta total de productos = Usos totales de productos
La oferta total está compuesta por productos nacionales e importados y los usos se pueden dividir en productos de consumo, bienes de inversión y los destinados a la exportación. A su vez el consumo se desdobla en consumo final y consumo intermedio. El primero está constituido por todos los bienes y servicios destinados a cubrir las necesidades básicas y sociales de las unidades institucionales familias, gobierno y ONG que proveen a las familias. Se agotan en el primer uso. Las compras y construcción de viviendas se encuentran excluidas (se ubican con la formación bruta de capital (FBK)).
El consumo intermedio por otra parte es el costo de los bienes y servicios utilizados en la producción, por lo que responde a la unidad institucional llamada empresa.
1. OL + OI = CI + CF + FBK+ E
La producción local (OL) es el valor de todos los bienes y servicios que son elaborados por una economía en un período de tiempo. Se valora a precio de compra o de mercado. En el SCN se la denomina valor bruto de producción (VBP), es decir, OL = VBP.
Con el fin de evitar duplicaciones en la medición del producto, se debe descontar de la producción total (VBP) lo correspondiente al CI, es decir, los productos utilizados por otras empresas en el proceso productivo. Con lo cual se tiene que:
2. VBP – CI = CF + FBK + E - OI
Ecuación que también expresa el valor agregado bruto (VAB) que mide el valor de todos los bienes y servicios producidos menos el valor de todos los bienes y servicios utilizados en el proceso productivo, es decir, el valor adicional de los productos que se elaboran en la economía. Por lo tanto, la producción en cuentas nacionales representa todo lo producido, y el término producto difiere, ya que es solo lo añadido por cada establecimiento en el proceso productivo. El VAB es semejante -pero levemente diferente por una cuestión de los precios que se aclarará infra- al PBI.
3. VBP – Ci = VAB
La cuenta de producción tiene por función estimar los valores de estas variables, mediante el agregado de todas las actividades económicas detectadas en la economía y los sectores institucionales definidos, en suma: el PBI. El indicador más relevante que se pueden obtener de esta cuenta es la del crecimiento de la economía, que operativamente es la tasa de cambio del volumen del PBI. Si la cantidad de productos aumenta, entonces sus usos: el CF tanto de las familias como del gobierno y la FBK se estimulan. Si la inversión se acelera sirve para retroalimentar el crecimiento del PBI.
La otra variable que integra el lado de los usos se denomina formación bruta de capital (FBK). Es la inversión en bienes de capital, en términos de economistas, y está compuesta por dos categorías analíticas: la formación bruta de capital fijo y la variación de existencias. La primera es el aumento del capital fijo nuevo y las mejoras que se producen para prolongar su vida útil o su capacidad de producción y la restante es la variación de inventarios o stock de materiales, suministros, productos y bienes terminados en manos de los establecimientos.
Los activos fijos se denominan así dado que son bienes que no se consumen en el primer uso, que se utilizan para elaborar otros productos y que tienen una vida útil mayor de un año. Los activos fijos tangibles están constituidos por edificios (viviendas, fábricas, etc.), obras de ingeniería civil, máquinas y vehículos, mejoras de activos materiales, producción de ganado y árboles productivos. Los inmateriales se componen de programas informáticos y prospecciones mineras.
Método de valoración:
Los usos CI, CF y FBK, se miden desde la óptica del comprador, a precios de compra que incluye impuestos (Im) y subvenciones (Sv) a los productos. Los impuestos implican mayores precios, e inversamente los subsidios reducen los precios para el consumidor. En cambio, la producción se calcula tomando los precios vigentes para el productor sustrayendo impuestos netos. Es necesario uniformar oferta y usos, para lo cual al valor de la producción hay que sustraerle las subvenciones y agregarle los impuestos sobre los bienes y servicios.
4. VBP + Im - Sv - CI = CF + FBK + X - OI
Tomando la ecuación 2 se arriba a la siguiente expresión:
5. VAB + Im – Sv = PBI
Existen cuatro tipos de precio de mercado que pueden ser utilizados en el SCN. Son de mercado porque representan precios reales y económicamente significativos que son acordados por las personas involucradas en la transacción. Se toma uno u otro en función de la introducción o no de cuatro factores: impuestos, subvenciones, márgenes comerciales y transporte. Los mismos son:
Precio básico: son los precios del productor antes del impacto de los impuestos y subvenciones a los productos. Incluye solo los impuestos y subvenciones a la producción (no a los productos) y los ingresos primarios al capital y trabajo. El VAB a costo de factores tiene en cuenta solo esta última categoría, es decir, el pago a los factores de producción. Los impuestos a la producción representan costos fijos (v.gr. impuestos a la tierra). Los impuestos a los productos tienen su base imponible en el nivel de producción o venta.
Precio de productor: es el precio básico más impuestos y subvenciones a los productos, excluyendo el IVA. Es el precio a puerta de fábrica neto del IVA.
Precio de productor incluyendo el IVA
Precio de comprador: es el costo efectivo para el usuario, el precio al cual adquiere el producto, en ausencia del IVA deducible. Contiene el costo de transporte pagado separadamente por el comprador.
El PBI que representa el valor de todos los productos (bienes y servicios) disponibles para uso final interno o fuera de los límites jurisdiccionales, reflejado esto en la siguiente ecuación (se la obtiene también igualando los segundos términos de las ecuaciones 4 y 5):
6. PBI = CF + FBK + E – I
Y dado que las exportaciones y las importaciones expresan la balanza comercial, entonces: PBI = CF + FBK + (SBC), constituyendo SBC el saldo de la Balanza comercial.
El VBP puede estimarse no solo mediante el criterio del VA, sino a través del gasto y de los ingresos. Este último se basa en sumar las remuneraciones de los asalariados (R), los saldos de explotación: beneficios/pérdidas (EBE), los Im menos Sv y el CI. Por lo tanto, el PBI puede igualarse a la suma de impuestos menos subvenciones, beneficios y remuneraciones: es decir, el ingreso de todas las unidades institucionales existentes: gobierno, empresas y familias.
7. PBI = R + EBE + (Im – Sv)producción
El criterio del gasto por último, refleja la sumatoria de todos los usos.
R es el gasto total en personal en efectivo o especie a cargo de los empleadores, incluyendo transferencias, emolumentos por enfermedad, subsidios por educación y pensiones, que no constituyan rubros de gasto independientes.
La diferencia entre Producto Bruto y Producto Neto se encuentra en el consumo de capital fijo, que se constituye con los montos que las empresas destinan a las depreciaciones de su capital fijo, debido a su desgaste acumulado y con el fin de solventar los gastos de su reemplazo, cuando se produzca su completa obsolescencia.
Im en este caso refleja los impuestos a la producción, no a los productos, esto es, lo que deben pagar los empresarios por producir: licencias o impuestos sobre la propiedad o el uso de la tierra, las construcciones u otro activo, la mano de obra empleada, la remuneración pagada. Deben distinguirse de los impuestos sobre los productos que graban el valor de las ventas o la producción y de los impuestos sobre la rentabilidad.
El EBE es el excedente bruto de explotación y se obtiene por residuo luego de sustraer al PBI a precios básicos - el VAB -, las R y los Im – Sv o impuesto neto ligado a la producción. Es igual a la suma del excedente neto de explotación más el consumo de capital fijo (depreciaciones). Equivale al saldo de la cuenta de explotación e incluye las cantidades añadidas a las utilidades retenidas, las quitas por deudas incobrables, la depreciación, las rentas de la propiedad o de la tierra que se pagan menos las que se cobran, las transferencias que se realizan menos las que se cobran, las ganancias, deducidas las pérdidas, de la venta de activos fijos y valores y patentes. En la práctica surge de la distribución primaria del ingreso a través de la cuenta de generación de ingreso, salvo en el caso de ingreso mixto de unidades que no aportan registros, aplicándose en tal caso el método del VA.
Es importante destacar que no todas las actividades se encuentran reflejadas en el VAB. No se contemplan los servicios de autoconsumo en las unidades familiares, tales como: limpieza, decoración, cocina, cuidado, salud y educación de los niños, enfermos o ancianos, conservación y reparación de las viviendas y bienes de consumo, transporte, etc.
Se incluyen en cambio los bienes producidos para autoconsumo o autoformación de capital, los servicios ilegales y ocultos: drogas, contrabando, prostitución y el sector informal.
El PBP es, en ámbito regional, lo que el Producto Bruto Interno (PBI) significa en el nacional: el indicador más importante y elemental para evaluar el nivel económico general y el comportamiento de la economía. Permite comparar el nivel de desarrollo y las modificaciones en la estructura económica y aporta información complementaria sobre la evolución sectorial del nivel de precios.
El autor
Jorge Luis Silveti, es Licenciado en Economía (Universidad Nacional de Córdoba) y Doctor en Ciencias Sociales (Universidad Nacional de Tucumán). Ejerce como Profesor Titular Regular de grado y docente posgrado en la Universidad Nacional de Santiago del Estero, en la que también es Director del Centro de Población y Demografía (CEDEP), Director de la Revista Digital: “Estado y Sociedad” y Director del proyecto “La dinámica del desarrollo económico. Crecimiento, cambio estructural y empleo en Santiago del Estero 2018-2022. Programa de Incentivos, Secretaría de Ciencia y Técnica, UNSE.
Ha sido consultor internacional del PNUD (2003/2009) y del Banco Mundial (2002), Socio Gestor del Grupo de Expertos para el estudio: “Producto Bruto Geográfico en la Provincia de Santiago del Estero 1994-2012”, Consejo Federal de Inversiones. Coordinador del Censo Nacional Agropecuario, INDEC 2002.
Autor de libros, artículos científicos, de divulgación, informes institucionales. Director de proyectos de extensión y vinculación. Miembro de Comité en carreras de posgrado, Secretario académico y Consejero Directivo en la Facultad de Humanidades, UNSE.
Página legal
2024, Books2bits
Calle 11 N.° 341 5º A – (1900) La Plata
Buenos Aires, Argentina
https://www.facebook.com/books2bits
https://www.youtube.com/channel/UC-WmTLsmQELvqEkP2zEU0LQ
editorialbooks2b@gmail.com
2024, Jorge Luís Silveti
DOI: https://doi.org//10.51438/B2Bsilveti2024
PDF ISBN 978-631-90043-9-7
HTML ISBN 978-631-90043-8-0
Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723
Corrección de estilo: Books2bits con Stilus (https://www.mystilus.com/)
Diseño de tapa: Leandra Larrosa y Camila Pulido
Maquetación digital: Víctor Pulido Zamora y Víctor Hugo Segundo Escobar
Gestión de contenidos: Lucía Correa
Dirección de la colección: Juan Manuel Matés Barco
Dirección editorial: Guillermo Banzato
Este libro fue sometido a evaluación abierta, la editorial agradece a Juan Hernández Andreu y Gregorio Núñez Romero-Balmas sus dictámenes y su compromiso para mejorar el texto.
La responsabilidad por las opiniones expresadas en las publicaciones de Books2bits es exclusiva de los autores firmantes y no necesariamente refleja los puntos de vista de la editorial.
La dinámica del desarrollo económico © 2024 by Jorge Luis Silveti is licensed under Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International
Bibliografía
Acemoglu, D., Johnson, S., & Robinson, J.A. (2005). Los orígenes coloniales del desarrollo comparativo: una investigación empírica. Revista de Economía Institucional, 7(13), https://revistas.uexternado.edu.co/index.php/ecoins/article/view/119
Alen Lascano, L. (1972). El obraje. Centro Editor de América Latina.
Alen Lascano, L. C. (1992). Historia de Santiago del Estero. Plus Ultra.
Artana, D. (2001). La economía durante el plan de convertibilidad. Fundación FIEL. https://periferiaactiva.wordpress.com/wp-content/uploads/2011/09/artana.pdf
Bárcena, A. (2012). Discurso ceremonia de inauguración del Trigésimo cuarto período de sesiones de la CEPAL. CEPAL. https://www.cepal.org/sites/default/files/speech/files/47881-SES.34-Discurso-inauguracion-Alicia-Barcena-28.08.2012.pdf
Bárcena, A. (22 de agosto de 2014). La trilogía de la igualdad. CEPAL. https://youtu.be/3vcUVxzD8H8?si=h-XlYUosSy5mygN1
Bauer, P. (1983). Crítica de la Teoría del Desarrollo. Orbis.
Berger, P., & Luckmann, T. (2003). La construcción social de la realidad. Amorrortu.
Bielschovsky, R. (2009). Sesenta años de la CEPAL: estructuralismo y neoestructuralismo. Revista de la CEPAL, 97, 173-194. https://hdl.handle.net/11362/11278
Bitar, S. (1988). Neoliberalismo versus neoestructuralismo en América Latina. Revista de la CEPAL, 34, 45-63. https://hdl.handle.net/11362/11690
Bolsi, A., & Paolasso, P. (2009). Geografía de la pobreza en el Norte Grande Argentino. PNUD, UNT y CONICET.
Bunge, A. E. (1984). Una nueva Argentina. Hyspamérica.
Canal Feijoo, B. (1948). De la estructura mediterránea argentina. López.
Canitrot, A. (1981). Teoría y práctica del liberalismo, política antiinflacionaria y apertura económica en la Argentina 1976-1981. Desarrollo Económico, 21(82), 131-189. https://doi.org/10.2307/3466539
Carreras, F. G. (2015). El trauma forestal. Trazos.
CEPAL (1949). El desarrollo de América Latina. Algunos de sus principales problemas. CEPAL. https://hdl.handle.net/11362/40010
CEPAL (1987). Raúl Prebisch: un aporte al estudio de su pensamiento. CEPAL. https://hdl.handle.net/11362/2564
CEPAL (1990). Transformación productiva con equidad : la tarea prioritaria del desarrollo de América Latina y el Caribe en los años noventa. CEPAL. https://hdl.handle.net/11362/13113
CEPAL (2007). Progreso técnico y cambio estructural en América Latina. CEPAL, Documento de trabajo, 136. https://hdl.handle.net/11362/3683
CEPAL (2009). Crisis, volatilidad, ciclo y política fiscal en América Latina. CEPAL. https://hdl.handle.net/11362/2921
CEPAL (2010). La hora de la igualdad. CEPAL. https://hdl.handle.net/11362/2951
CEPAL (2012). Cambio estructural para la igualdad. CEPAL. https://hdl.handle.net/11362/3078
CEPAL (2014). Pactos para la igualdad. Hacia un futuro sostenible. CEPAL. https://hdl.handle.net/11362/36692
Consejo Federal de Inversiones (2007). Lineamientos estratégicos para el desarrollo productivo de Santiago del Estero. Consejo Federal de Inversiones. http://biblioteca.cfi.org.ar/documento/lineamientos-estrategicos-para-el-desarrollo-productivo-de-la-provincia-de-santiago-del-estero/
Consejo Federal de Inversiones (2008). Producto Bruto Provincial de Santiago del Estero, 1994/2007. Consejo Federal de Inversiones.
Consejo Federal de Inversiones (2009). Desarrollo local y crecimiento económico. Provincia de Santiago del Estero. Consejo Federal de Inversiones. http://biblioteca.cfi.org.ar/documento/desarrollo-local-y-crecimiento-economico-provincia-de-santiago-del-estero/
Consejo Federa de Inversiones (2010). Indicadores de análisis regional 1994-2004 provincia de Santiago del Estero. Consejo Federal de Inversiones. http://biblioteca.cfi.org.ar/documento/indicadores-de-analisis-regional-1994-2004-provincia-de-santiago-del-estero/
Consejo Federal de Inversiones (2012). Análisis de sectores productivos para el fomento de las inversiones. Santiago del Estero. Consejo Federal de Inversiones . http://biblioteca.cfi.org.ar/documento/analisis-de-sectores-productivos-para-el-fomento-de-inversiones-provincia-de-santiago-del-estero/
Consejo Federal de Inversiones (2014). Indicador compuesto de actividades económicas de Santiago del Estero. Consejo Federal de Inversiones . http://biblioteca.cfi.org.ar/documento/indicador-compuesto-de-actividades-economica-de-santiago-del-estero/
CFI, UCSE (2011). Competitividad de la economía de Santiago del Estero por sector de actividad económica. Consejo Federal de Inversiones. http://biblioteca.cfi.org.ar/documento/competitividad-de-la-economia-de-santiago-del-estero-por-sector-de-actividad-economic/
Deininger, K., & Squire, L. (1996). A New Data Set Measuring Income Inequality. The World Bank Economic Review, 10(3), 565–591. https://doi.org/10.1093/wber/10.3.565
De Miguel, C., & Tavares, M. (2015). El desafío de la sostenibilidad ambiental en América Latina. CEPAL. https://hdl.handle.net/11362/37791
DGIEyC (1982). Anuario estadístico de la provincia de Santiago del Estero. Dirección General de Investigaciones, Estadísticas y Censos.
DGIEyC (1983). Anuario Estadístico de Santiago del Estero. Dirección General de Investigaciones, Estadística y Censos del Ministerio de Economía de Santiago del Estero.
Di Filippo, A. (2009). Estructuralismo latinoamericano y teoría económica. Revista de la CEPAL, 98. https://hdl.handle.net/11362/11303
Di Lullo, O. (1999). El bosque sin leyenda. Ensayo económico y social. Universidad Católica de Santiago del Estero.
Díaz, R. (2015). Dinámica de la generación y calidad del empleo y su distribución por ramas de actividad, en Santiago del Estero‐La Banda, 2003‐2010. Trabajo y sociedad, 24, 131-145. https://www.unse.edu.ar/trabajoysociedad/24%20Diaz%20Ramon%20Empleo%20Santiago%20del%20Estero.pdf
Easterly, W. (2001). En busca del crecimiento. Ántoni Bosch.
Ekelund, R., & Hébert, R. (1992). Historia de la teoría económica y su método (3° Edición). Interamericana de España.
Escaith, H. (2006). Industrialización truncada y terciarización sustitutiva en América Latina. Problemas del Desarrollo. Revista Latinoamericana de Economía, 37(147), 45-80. https://doi.org/10.22201/iiec.20078951e.2006.147.7633
Fajnzylber, F. (1983). La industrialización trunca en América Latina. CEPAL. https://hdl.handle.net/11362/43130
Ferraro, C., & Rojo, S. (2018). Las MIPYMES en América Latina y el Caribe: Una agenda integrada para promover la productividad y la formalización. OIT. https://www.ilo.org/es/media/412651/download
Ferrer, A. (2008a). Desarrollo y globalización en el estructuralismo latinoamericano: el rol central del conocimiento y la innovación. Puenteeuropa.
Ferrer, A. (2008b). La economía argentina. Desde sus orígenes hasta principios del siglo XXI. Fondo de Cultura Económica.
Ferullo, H.D. (2000). El malestar en las economías modernas de mercado. Macchi.
Forni, F., Benencia, R., & Neiman, G. (1991). Empleo, estrategias de vida y reproducción. Hogares rurales en Santiago del Estero. Centro Editor de América Latina.
Gómez Lende, S., & Velásquez, G. (2008). Etapas de modernización y diferenciación socioterritorial en la Argentina. En G. Velásquez, Geografía y bienestar. Situación local, regional y global de la Argentina luego del censo 2001 (pp. 37-74). EUDEBA.
Gómez, N. (2004). Recortes de población en la página del siglo. El Liberal.
González, N., & Pollock, D. (1991). Del ortodoxo al conservador ilustrado. Raúl Prebisch en la Argentina, 1923-1943. Desarrollo Económico, 30(120), 455-486. https://doi.org/10.2307/3466889
Guillén Romo, H. (2005). Auge, declinación y renacimiento de la economía anglosajona estándar del desarrollo. Mundo Siglo XXI, 4, 18-28. https://biblat.unam.mx/hevila/MundosigloXXI/2006/no4/3.pdf
Gurmendi, N. (2014). Caracterización del sector formal del empleo de la salud pública en Santiago del Estero. En Investigaciones en la Facultad de Humanidades, Ciencias Sociales y de la Salud (pp. 21-33). Bellas Alas.
Harberger, A. C. (2002). Les processus et les politique de développement vus par un profesional de terrain. En G.M. Meier & J.E. Stiglitz, Aux frontiéres de l´économie du développement. Editions Eska.
Hirschman, A.O. (2013). El Hirschman esencial. Princeton University.
INDEC (1999). Estadísticas básicas. Los municipios de Santiago del Estero. INDEC.
INDEC (2015). CENSO. Sistema Georeferencial. INDEC.
Jauretche, A. (1995). Manual de zonceras argentinas. Corregidor.
Kaldor, N. (1957). A Model of Economic Growth. The Economic Journal, 67(268), 591-624. https://doi.org/10.2307/2227704
Katz, J. (2007). Cambios estructurales y desarrollo económico. Revista de Economía Política de Buenos Aires, 1(1), 71-92. https://ojs.econ.uba.ar/index.php/REPBA/article/view/237
Krueger, A.C. (1996). La economía política de la reforma en los países en desarrollo. Alianza Editorial.
Krugman, P. (1997). Desarrollo, geografía y teoría económica. Antoni Bosch.
Krugman, P., & Wells, R. (2007 ). Microeconomía. Reverté SA.
Kuhn, T.S. (1962). The Structure of Scientific Revolutions. University of Chicago Press.
Kuznets, S. (1975). Crecimiento económico y estructura económica. Demos.
Lattes, A.E. (2007). Esplendor y ocaso de las migraciones internas. En S. Torrado, Población y bienestar en la Argentina del primero al segundo centenario (vol. II, pp. 11-47). Edhasa.
Lefeber, L. (1991). ¿Qué permanece aún de la teoría del desarrollo? Desarrollo Económico, 31(122), 251-263. https://doi.org/10.2307/3466834
Lewis, A. (1954). Economic development with unlimited supplies of labour. The Manchester School of Economic and Social Studies.
Lewis, W.A. (1965). A Review of Economic Development. The American Economic Review, 55(1/2), 1–16. http://www.jstor.org/stable/1816239
Llach, J.J. (1984). El Plan Pinedo de 1940, su significado histórico. Desarrollo Económico, 23(92), 515-558. https://doi.org/10.2307/3466422
Llach, J.J. (1987). Reconstrucción y estancamiento. Tesis-ADEBA.
Lo Cascio, J., & Martínez, R. (2015). Fluctuaciones cíclicas de la economía de santiagueña (Argentina). 13ª Jornadas Regionales de Economía y Sociedad del NOA. Anales ARESNOA.
Longhi, F., & Osatinsky, A. (2017). Estructura productiva, pobreza y problemas de empleo en las provincias pampeanas y norteñas de Argentina en los primeros años del siglo XXI. Cuadernos de Geografía, 26(1), 77-99. https://doi.org/10.15446/rcdg.v26n1.51011
Maddison, A. (1952). Productivity in an expanding economy. The Economic Journal, 62(247), 584-594. https://doi.org/10.2307/2226901
Manzanal, M., & Rofman, A.B. (1989). Las economías regionales de la Argentina. Crisis y políticas de desarrollo. Centro Editor de América Latina y Centro de Estudios Urbanos y Regionales.
Marshall, A. (1919). Industry and Trade. Macmillan.
McKenna, J. (1978). Análisis macroeconómico (cuarta ed.). Interamericana.
Ministerio de Economía y Finanzas (2011). La inversión pública 2003/2010: una herramienta para el desarrollo. Ministerio de Economía.
Moncayo, E. (2001). Evolución de los paradigmas y modelos interpretativos del desarrollo territorial. CEPAL. https://hdl.handle.net/11362/7262
Odio Ayala, M.M. (2010). Enfoques principales del neoestructuralismo como corriente de pensamiento económico latinoamericano. Anuario de Facultad de Ciencias Económicas, 1, 58-66. https://anuarioeco.uo.edu.cu/index.php/aeco/article/view/674.
Okun, A.M. (1962). Potential GNP, its measurement and significance. Cowles Foundation, Yale University.
Olmos Castro, A. (1943). El trabajo. Dirección de Estadísticas y Censos.
Pérez Caldentey, E. (2015). Una coyuntura propicia para reflexionar sobre los espacios para el debate y el diálogo entre el (neo)estructuralismo y las corrientes heterodoxas. En A. Prado & A. Bárcena, Neoestructuralismoy corrientes heterodoxas en América Latina y el Caribe a inicios del siglo XXI (pp. 33-91). CEPAL. https://hdl.handle.net/11362/39622
Pollock, D., Kerner, D., & Love, J. (2001). Entrevista inédita a Prebisch: logros y deficiencias de la CEPAL. Revista de la CEPAL, 75, 9-23. https://hdl.handle.net/11362/10770
Prebisch, R. (1921). Anotaciones sobre nuestro medio circulante. A propósito del último libro del Dr. Norberto Piñero. Revista de Ciencias Económicas, 9, serie 2.
Prebisch, R. (1979). Entrevista a realizada por B.Neustad a Raúl Prebisch y Juan Alemann. Extra, XV(170).
Prebisch, R. (1987). Cinco etapas en mi pensamiento sobre el desarrollo. Revista Comercio Exterior, 37(5).
Rapoport, M. (2000). Historia económica, política y social de la Argentina. Macchi.
Ricardo, D. (1817). Principios de economía política y tributación (1era edición).
Rofman, A.B., & Romero, L.A. (1997). Sistema socioeconómico y estructura regional en la Argentina. Amorrortu.
Rosales, O. (1988). El neoestructuralismo en América Latina. Revista Iberoamericana, 14, 394-406.
Rossi, M.C., & Banzato, G. (2018). Redefiniendo las fronteras y las formas de ocupación de las tierras del antiguo Copo en Santiago del Estero (desde el siglo XVI a mediados del XIX). Investigaciones y ensayos, 64, 29-72. https://iye.anh.org.ar/index.php/iye/article/view/59
Rossi, M.C. (2004). Espacios y relaciones de poder. Su articulación en Santiago del Estero durante el proceso inicial de implante de la modernidad. 1851-1875. Universidad Nacional de la Plata. http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/3030
Rossi, M.C. (2017). De los bañados a los canales de irrigación. Santiago del Estero. 1855/1875. Libro de textos y resúmenes del Encuentro de Jóvenes investigadores. Colegio de Santiago.
Rostow, W.W. (1961). Las etapas del crecimiento económico: Un manifiesto no comunista. Fondo de Cultura Económica.
Salas, N. (2005). Carlos Juarez. Poder, política y clientela en Santiago del Estero a fines del siglo XX. Senkat SRL.
Sampedro, J. L. (1959). Realidad económica y análisis estructural. Aguilar.
Schumpeter, J. (1963). Teoría del desenvolvimiento económico (3° edición). Fondo de Cultura Económica.
Schumpeter, J. A. (2002). Ciclos económicos. Universidad de Zaragoza.
Silveti, J.L. (2013). La estructura productiva de Santiago del Estero en la última etapa de hegemonía juarista. Política y ciudadanía en Santiago del Estero (Cuadernos de investigación / 3, pp. 79-125). Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica.
Silveti, J.L. (2016). Brechas productivas y disparidades territoriales. El mapa de las privaciones en Santiago del Estero, 1990-2010. La investigación en la Facultad de Humanidades, Ciencias Sociales y de la Salud (pp. 321-345). Idearte.
Silveti, J.L., & Gurmendi, N. (2017). Dinámica de la Estructura de Empleo: sectores productivos, categorías ocupacionales y ciclos económicos en Santiago del Estero, 1994-2007. Asociación argentina de especialistas en estudios del trabajo. 13º Congreso Nacional de Estudios del Trabajo.
Silveti, J.L., Gurmendi, N., & Salvatierra, R. (2017). Cambio estructural y desarrollo productivo en Santiago del Estero: 1994-2007. Trabajo y sociedad, 29, 377-390. https://www.unse.edu.ar/trabajoysociedad/29%20SILVETTI_GURMENDI %20Desarrollo%20productivo.pdf
Smith, A. (1987). Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones. Oikos Tau.
Solow, R.M. (1956). A Contribution to the Theory of Economic Growth. Quarterly Journal of Economics, 70(1), 65-94. https://doi.org/10.2307/1884513
Solow, R.M. (1969). La teoría del crecimiento: una exposición. Fondo de Cultura Económica.
Stiglitz, J. (2010). Regulación y fallas. Revista de Economía Institucional, 12, https://revistas.uexternado.edu.co/index.php/ecoins/article/view/2495
Tenti, M.M. (2005). La reforma del estado santiagueño. Universidad Católica.
UNCTAD (1964). Hacia una nueva política comercial en pro del desarrollo. UNCTAD.
Velásquez, G.A. (2001). El proceso de diferenciación socio-espacial en la Argentina. En G.A. Velásquez, Geografía, calidad de vida y fragmentación en la Argentina de los noventa. Análisis regional y departamental utilizando SIG´s. Centro de Investigaciones Geográficas, UNCPBA.
Velásquez, G.A. (2008). La calidad de vida en los noventa y en 2001: análisis global. En G.A. Velásquez, Geografía y bienestar. Situación local, regional y global en la Argentina luego del censo 2001 (pp. 201-243). EUDEBA.
Zurita, C. V. (1997). El trabajo en un área tradicional de Argentina. Marcos demográficos, estructura del empleo y subutilización en Santiago del Estero. Estudios Sociológicos De El Colegio De México, 15(44), 513–558. https://doi.org/10.24201/es.1997v15n44.868
Zurita, C.V. (1999). El trabajo en una sociedad tradicional. Estudios sobre Santiago del Estero. CICyT. UNSE.
Notas
1
Existen firmes cuestionamientos con respecto a la legitimidad argumental de la denominada teoría del derrame. No se pretende entrar en esta discusión. Solo se nombra esta “teoría” con el fin de traer a colación la relación básica que sostiene, es decir: la disminución en la pobreza que genera el crecimiento económico, incluso con un patrón de acumulación concentrador.
2
En expresiones del Gobierno: “El gasto de capital de los gobiernos centrales que publica la CEPAL nos permite afirmar que la performance argentina en materia de inversión pública ha sido muy superior al promedio de la región desde 2003, lo que destaca a su vez la fortaleza de la política de desarrollo endógeno propiciada por el Gobierno Nacional en el período bajo análisis” (Ministerio de Economía y Finanzas, 2011, p. 10).
3
En el Anexo se realiza un aporte conceptual con respecto a las diversas variables que integran el cálculo del PBP, de acuerdo con el método del Valor Agregado.
4
Software libre Joinpoint 4.0.4. National Cancer Institute. Surveillance Research. http://surveillance.cancer.gov/about/
5
Existe una extensa argumentación al respecto que cruza toda Latinoamérica. Desde la “Maldición de la Malinche” en México -que representa la encarnación de la traición aborigen-, a la exaltación de lo europeo en el “Facundo” de Sarmiento. Arturo Jauretche indica la deformación en la base misma del pensamiento inconsciente vernáculo, y como la principal zoncera, madre de todas las zonceras, que hunde sus raíces en el concepto de civilización y barbarie, donde lo civilizado corresponde a lo europeo y la barbarie se encuentra constituida por lo criollo: “En la íntima contextura de esta mentalidad hay un cierto mesianismo al revés y una irrefrenable vocación por la ideología. Por el mesianismo invertido, la mentalidad colonial cree que todo lo autóctono es negativo y todo lo ajeno positivo…” (1995).
6
Término acuñado en 1989 por el economista británico John Williamson, en el cual se subsumen los 10 temas comunes que formaban parte de las consideraciones de política para los países pobres, según las instituciones que operan en Washington DC.
7
Ver “La Trilogía de la Igualdad” de la CEPAL, tres manuales donde se expone el Neoestructuralismo: “La hora de la igualdad: brechas por cerrar, caminos por abrir” (2010); “Cambio estructural para la igualdad: una visión integrada del desarrollo” (2012) y “Pactos para la igualdad: hacia un futuro sostenible” (2014).
8
A tal punto que, v.gr. el economista británico Jevons, elaboró una teoría que gozó de amplia aprobación a fines del siglo XIX, en la cual se relacionaban los ciclos con las manchas lunares, que afectaban las mareas, los períodos húmedos y finalmente las cosechas (Ekelund & Hébert, 1992) .
9
Es importante apuntar el rol fundamental que el Tratado de Paz y Amistad, conocido como Tratado Roca-Runciman -tan famoso como denostado-, asumió en este contexto, ya que permitió aliviar la restricción externa al asegurar exportaciones a Gran Bretaña con la Convención y Protocolo sobre intercambio comercial. Prebisch, quien actuó como asesor, expresa en este sentido: “Sigo estimando, y puedo demostrarle a quien quiera, que el acuerdo era lo único que podía hacerse para la exportación argentina del desastre de la gran recesión mundial. No fue un acuerdo dinámico. Fue un acuerdo de defensa, en un mundo económico internacional que se contraía”. http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-140292-2010-02-15.html. Cfr.: González y Pollock, 1991.
10
Lo acompañaron en la elaboración Guillermo Klein y Ernesto Malaccorto. “En la discusión del Plan en el Senado, Pinedo señala a un grupo de colaboradores jóvenes e inteligentes, a quienes no va a olvidar; son el subsecretario Ocantos Acosta, el doctor Prebisch, Liuadet y Klein” (Llach, 1984, p. 517).
11
El Informe Prebisch indica en relación con el deterioro de las relaciones de intercambio: “A menos que estos países [pobres] consigan obtener recursos adicionales, serán incapaces de conseguir la tasa de crecimiento razonable fijada como objetivo de sus planes” (UNCTAD, 1964, p. 16).
12
Legitimando la tesis del deterioro secular de los términos de intercambio. El Informe Prebisch expresa: “Un plan de desarrollo se basa generalmente en el supuesto de que los precios de importación y exportación actualmente en vigor se mantendrán durante el período del plan. La necesidad de financiación compensatoria para mantener la integridad de los programas de desarrollo resultará por tanto evidente” (UNCTAD, 1964, p. 82).
13
De esta forma, se aceptaba la planificación central y otro tipo de relación estado/mercado, sustentada en el hecho que si los subsidios se dirigían al productor primario de los países pobres, aumentaría la oferta y bajarían los precios, agravando los ya deprimidos términos de intercambio. En el Informe Prebisch se expresa: “…los recursos en cuestión no deberían asignarse normalmente de forma directa a los productores individuales. Si se hiciese así, no solo se verían afectados negativamente los objetivos básicos del programa de desarrollo, sino que el problema del deterioro de las relaciones de intercambio podría verse agravado…” (UNCTAD, 1964, p. 83)
14
“… la comunidad internacional debería reconocer que tiene una clara responsabilidad hacia los países en desarrollo…” (UNCTAD, 1964, p. 81).
15
En Argentina, la década del sesenta posee cierta impronta estructuralista, porque es cuando se ponen en práctica recomendaciones cepalinas, al inicio de la década, bajo la presidencia de Frondizi y al final, durante el gobierno de Onganía y su ministro Krieger Vasena. Recorriendo la historia moderna argentina, a partir de la segunda mitad del siglo pasado, los sesenta emergen como una etapa de oro: alta inversión y récord de crecimiento, con estabilidad, baja inflación y políticas fiscales y cambiarias armonizadas. Llach expresa: “Se lograron mantener así las posiciones relativas respecto a los países industrializados”, “…el comercio mundial y las inversiones extranjeras se expandieron a gran velocidad”; “…la ausencia de choques inflacionarios y fiscales y el mantenimiento de una paridad cambiaria realista jugaron un papel importante pare el crecimiento económico…”; “los drásticos aumentos de las inversiones fueron inducidos por la creación de nuevas reglas de juego capaces de inducir horizontes de planeamiento más largos…” (1987, p. 33). Para culminar: “el gasto público crecía según patrones universales, el déficit fiscal se mantuvo bajo control, la inflación disminuyó, el sesgo anti-exportador se fue eliminando gradualmente mediante reformas arancelarias y políticas cambiarias realistas, las exportaciones de manufacturas no tradicionales llegaron a constituir el 25% de las ventas externas totales y la producción agropecuaria comenzó una recuperación sostenida” (1987, p. 37). Pero esta etapa tuvo un mal final. Siguiendo a Llach: “A comienzos de la década del setenta se incurrió en excesos ... incoherentes entre sí, en el déficit fiscal y en la política de ingresos, cuyo resultado obligado fue la explosión inflacionaria de 1975. También afirma que “se cometieron errores en la política de estabilización y crecimiento que condujo a la desindustrialización y al endeudamiento externo que, además fue asignado principalmente a gastos de consumo e inversiones de baja productividad” (1987, p.
38).
16
Quien requiera de mayor profundidad de conceptos y amplitud de temas, puede consultar la Trilogía de la Igualdad, compuesta por los tres manuales ya citados (CEPAL, 2010; 2012; 2014)
17
Se utiliza el concepto de modelo, en el sentido de que “no es más que una representación simplificada de la realidad” (Sampedro, 1959, p. 60).
18
En la Trilogía de la igualdad se pueden encontrar evidencias de lo expresado, en la mayoría de las secciones. Sin embargo, se recomienda el punto B del capítulo I de La hora de la igualdad (CEPAL, 2010).
19
En Argentina alcanzaron un promedio del 3,9% del PBI en la década de los ochenta.
20
Las economías regionales también sufren este escenario, que solo permite la supervivencia de las zonas más productivas, generándose un proceso de concentración territorial.
21
Se lo encuentra en la página del INDEC (http://www.sig.indec.gob.ar/censo2010), Geocenso, mapas temáticos por provincia. Entrada on-line 11 de mayo de 2018.
22
Los durmientes o traviesas de quebracho son largas vigas que proveían a la estructura férrea de estabilidad y permitían fijar y asegurar el paralelismo entre rieles (trocha), y que fueron utilizados para la construcción de todas las vías férreas en el país.
23
Dato del Censo Nacional de Población de 1895.
24
Dato del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas de 1991.
25
Datos de los Censos Nacionales de Población, 1869 y 1914.
26
Datos del Consejo Federal de Inversiones, citado por Rofman & Romero, 1997, p. 193.
27
Datos del Censo Nacional Económico, 1974, INDEC.
28
Su denominación fue modificada durante el proceso de investigación. Al momento de extraer los datos en 2015, se ubicaba el sitio como Sistema Georeferencial en un link al comienzo de la página del INDEC.
29
Por una cuestión de espacio no fueron agregados todos los mapas. Pero pueden ser consultados en el citado Geocenso del INDEC.
30
Software
libre, diseñado para la vigilancia médica, preparado por CRCN et Core personal de Cancer Care Ontario del Instituto Nacional de Cáncer de los EEUU, cuyo objetivo es estudiar cambios de tendencia en series de tiempo con datos sobre el comportamiento de enfermos de cáncer. Adecuada a análisis que cuentan con pocas observaciones.
31
Esta información fue elaborada a partir de las seis tablas que figuran en la Cuenta de Generación de Ingresos, Informe Final de Actividades, 2da etapa, noviembre de 2008 para el CFI, y no se la agrega por ser voluminosa, ya que se trata de numerosas tablas donde se cruzan datos de empleo por sectores, por año y por categoría ocupacional, y, además, por ser de fácil acceso digital, en la biblioteca CFI: http://biblioteca.cfi.org.ar/biblioteca/?texto=Producto%20+bruto+geogr%C3%A1fico.
32
Ídem, nota anterior.
33
http://www.econlink.com.ar/datos/soja (Consultado el 04 de agosto de 2016).
34
Es importante resaltar también, que este análisis se basa en el PBP a precios corrientes.