LA PLATA, ABRIL DE 1983. Estudiantes contra la dictadura en la Universidad

Encuentro Franja del 83

LA PLATA, ABRIL DE 1983. Estudiantes contra la dictadura en la Universidad

Relatos y Testimonios, 2023, 1

books2bits

Encuentro Franja del 83


Cite este libro: Encuentro Franja del 83 (2023). La Plata, abril de 1983. Estudiantes contra la dictadura en la Universidad. La Plata: Books2bits. (Relatos y Testimonios; 1). https://doi.org/10.51438/B2Bencuenro2023






Relatos y testimonios

2023

Palabras iniciales y Agradecimientos

Este libro conmemorativo de las movilizaciones estudiantiles que se produjeron durante abril de 1983 no tiene un autor, sino que se hizo de manera colectiva. En él participaron de forma voluntaria 22 exmilitantes de Franja Morada de aquella época; diecisiete de ellos, primera generación de estudiantes universitarios de sus familias, y varios procedentes del interior. Gracias a ellos contamos con estos testimonios en los que se puede apreciar la subjetividad de cada uno frente a un mismo hecho. También les agradecemos que nos hayan proporcionado documentos de sus archivos personales.

La nómina de colaboradores es la siguiente: Daniel Andrini, Fabián Barda, Monique Barda, Analía Cardoso, Norma Etcheverry, Cecilia Fernández, María Laura Fontán, Guillermo Fontán, Osvaldo Alfredo Fracassi, Lilian Lértora, Alejandro Monges, Guillermo Quinteros, Cecilia Inés Rastelli, Marcelo Rastelli, Rolando Rivera, Gustavo Rodríguez, Jorge Rosales, Belén Sempé, Luis María Sobrón, Ricardo Wahlmann, Gerardo Wadel y Bernardo Wasinkievich. Contamos además con el testimonio post mortem de Gustavo Drake.

Agradecemos a Guillermo Banzato por su trabajo de edición y a María Alicia Lorenzo por la revisión general.

Finalmente, nuestro agradecimiento a todo el grupo de amigos que de una u otra manera colaboraron con este proyecto.

Introducción

El lunes 11 de abril de 1983 un grupo de jóvenes universitarios impulsores de la Federación Universitaria de La Plata convocó a sus pares de las diferentes unidades académicas, a realizar Asambleas para tratar –entre otras cosas– la eliminación del artículo 54 del Estatuto de la Universidad Nacional de La Plata. No imaginaban lo que iba a suceder.

Para los jóvenes universitarios actuales, el hecho podrá parecer nimio. Acostumbrados a sentarse en una comisión de asuntos académicos y modificar el Régimen de Enseñanza y Promoción (REP) frente a las diversas problemáticas del momento, en un marco de diálogo abierto, es lógico que el hecho pueda parecer menor. Sin embargo, cabe recordar que si bien, la dictadura militar se encontraba en decadencia después de la guerra de Malvinas en todos los ámbitos, en abril de 1983 no se había terminado. En julio de 1982, después de poco más de 6 años, Raúl Alfonsín llamó a un acto en la Federación de Box de Buenos Aires y con ello rompió la veda política que habían impuesto los militares. Pero la censura y la auto censura, el no te metas, el descreimiento en la política, el algo habrán hecho, habían hecho basa en un amplio sector de la población. Además –y tal vez lo más importante– es que todas las instituciones del Estado, fueron invadidas, controladas y espiadas por militares de alta, mediana y baja graduación, y por los denominados “servicios”. Había civiles acompañando al “Proceso”, pero fueron los militares quienes dirigían todos los aspectos de la vida en sociedad.

La Universidad Nacional de La Plata, no fue una excepción. Al frente de la misma estuvo todos los años de dictadura, el Teniente 1ro Veterinario Guillermo Gallo. Con su anuencia, se cerraron carreras, se controlaba a los Estudiantes a la entrada de las Facultades, se hizo cotidiana la presencia de soldados en la Universidad, etc., hasta alcanzar “el orden” deseado. Ello implicó el silencio de los claustros, la falta de diálogo entre pares, la ausencia de debate académico y político, el miedo por decir algo inconveniente durante más de seis años.

En abril de 1983 no solo seguía vigente la dictadura, sino que pretendía que su “legado” continuara durante años, lo mismo que pretendía Gallo para la Universidad. Consultado sobre la posible movilización de Estudiantes al rectorado manifestó que si los estudiantes querían hacer un pic nic en los jardines de calle 7, que lo hicieran, pero que no se iba a modificar ningún artículo del Estatuto. El interventor daba cátedra al resto de sus colaboradores de la forma que había que tratar a los Estudiantes, varios de los cuales recordaban a sus compañeros desaparecidos.

La dictadura no se fue de un día para el otro, sin resistencia. Sabían que tenían que irse, pero tal como lo expresaban algunos de sus agentes, pensaban volver. Gran parte de la población, incluso, consideraban que la democracia no iba a durar. Es de importancia recordar este asunto, porque en virtud de ese aserto es que muchas personas de bien no quisieron participar con todas sus fuerzas del retorno a la democracia. En todo caso, fueron cautos y se perdieron gran parte de lo que aquí se testimonia.

Por entonces, la representación estudiantil mayoritaria era la Agrupación Franja Morada, identificada con la Unión Cívica Radical. En esas jornadas de abril de 1983 participaron agrupaciones de las más diversas corrientes políticas en las marchas, la elaboración de carteles y documentos, los cánticos, las mateadas y comidas en común, la toma simbólica del Rectorado. Existía un objetivo en común y un solo enemigo, a saber: la dictadura, representada como se dijo por el Rector Interventor Guillermo Gallo. Este libro tiene como modesto objetivo evocar esos momentos únicos, a través del testimonio de aquellos jóvenes partícipes de los hechos, identificados con la Agrupación Franja Morada de las diferentes Facultades de la UNLP. ¿Por qué solo ellos? Muy simple: Todos forman parte de una red social y de vez en cuando se congregan para celebrar, básicamente la amistad y la vida. En el seno de este grupo surgió la idea de hacer un acto en abril de 2023, al cumplirse los 40 años de la toma del rectorado y pensamos que si dejábamos testimonio de aquellos días, iba a ser más enriquecedor. Para nosotros como personas adultas y para las nuevas generaciones de Estudiantes que quieran conocer un poco de esta historia, que sin duda, es más amplia. Habrá tiempo para completar estos escritos, para agregar a otros compañeros y sumar testimonios, para que no se pierda la memoria de unos días gloriosos durante los cuales, se torció la postura intransigente de un dictador.

Este libro de testimonios se inicia con la publicación de una entrevista a uno de los militantes muy destacados de la Franja Morada, dirigente y primer Presidente de la Federación Universitaria de La Plata y de la Federación Universitaria Argentina. El Ingeniero Agrónomo Gustavo Drake (el “Pirata”, tal como se lo conocimos) fue también militante de la Juventud y de la Unión Cívica Radical. Falleció el 11 de Mayo de 2021, víctima del COVID. Se publican dos partes de una larga entrevista realizada en 2017 para homenajearlo.

A partir de allí los testimonios se han ordenado alfabéticamente. Cada uno de los testigos contó con tres preguntas muy generales que podían responder ordenadamente o no. Eran principalmente, unas líneas orientadoras de lo que se pretendía obtener. Esto era básicamente un testimonio relajado de la experiencia vívida de los años 80, en particular sobre los acontecimientos de abril de 1983.

Gustavo Drake

Franja Morada de Agronomía. Ingeniero Agrónomo

Gustavo Drake, “El Pirata”
Fotografía 1
Gustavo Drake, “El Pirata”


Fuente: El Día, 30 de noviembre de 1983. Gentiliza de Cecilia Rastelli.

Nota Aclaratoria: el fragmento de entrevista que a continuación publicamos fue realizada al Ing. Gustavo Drake en diciembre de 2017, en el marco de las entrevistas realizadas por el Dr. Guillermo Banzato, el Ing. Raúl “Otto” Pessacq y el Dr. Guillermo Quinteros. Este fragmento es inédito, mientras que el segundo fue publicado en el libro que se cita.

Sobre los comienzos de su militancia

Gustavo Drake: Mi primera aproximación a la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) fue por mi condición de militante de la Franja Morada y acompañando a otros cuadros que estaban antes que yo. La Franja tenía un compromiso con los organismos de Derechos Humanos y con la causa de los Derechos Humanos. Después me tocó participar, más adelante, por haber sido electo presidente de la Federación Universitaria de La Plata. La FULP fue invitada a integrar el comité de la Presidencia de la APDH, en el 83 y fui ya en una cuestión más de carácter institucional a participar de sus reuniones.

Las reuniones se hacían ahí, en Calle 12. Recuerdo haber ido con el Flaco Marcó, con Miguel Base, con Gustavo Liz (después, más tardíamente). Pero íbamos por nuestra condición de militantes de la Franja y era antes de Malvinas. Antes de Malvinas, lo que le da importancia a ese hecho porque no había fecha cierta de una vuelta a la democracia. Digamos, si bien los partidos políticos ya habían empezado a mancomunar voluntades en la idea de comenzar a generar una presión sobre el gobierno militar y forzar una apertura democrática y qué sé yo, Malvinas no había ocurrido (...)

Sobre su ingreso al Centro de Estudiantes de Agronomía

GD- Eran muy prudentes [se refiere a sus compañeros del Centro] y sospechaban de que yo pudiera ser un infiltrado y era lógico, me parece. Un año me tuvieron en remojo hasta que finalmente puedo ir a 48 [El Comité Radical de la 1ra sección de calle 48 e/5 y 6] y era militancia de baja intensidad, porque era testimoniar la presencia política de la organización en ciertas fechas que eran singulares y que había que expresarse (los aniversarios de la Reforma) o, eventualmente, fijar una posición política ante un evento importante de la política nacional. Pero después, era una actitud lavada y limitada a pequeños grupos (en el ámbito en que yo estaba) de activista de la Franja y la Junta Coordinadora Nacional (...)

(...) Los que tenían actividad política y con los que socializábamos eran el MOR (que era el Movimiento de Orientación Reformista, el brazo universitario del PC) y el socialismo popular, eran los más activos.

A la APDH tuve una aproximación más gremial en el 77 y 78. Yo en el 78 tomo la decisión de involucrarme con la Franja Morada, pero no me puedo incorporar así, activamente a la militancia, porque estuve como observado. Después me dijeron los amigos, en una suerte de limbo de observación (...)

Lo cierto es que ese era nuestro ámbito y, eventualmente, concurrir al principio, como acompañando, a reuniones que pudiera haber de la Mesa Nacional Franja o a asomar la nariz cuando había reuniones acá en La Plata, que venían dirigentes de otras regionales del país y se hacía reunión de la mesa del secretariado nacional, pero era muy espacioso, digamos. El ritmo era muy cansino porque no había mucha actividad política. Por suerte, como te digo, en mi facultad estaba el Centro abierto y eso nos daba una visibilidad y no participación política, pero para ocupar un espacio de representación en tanto te ocupabas de la labor gremial que era interceder ante los docentes en eventuales conflictos que pudieran suscitarse (menores siempre). O, básicamente, hacer los apuntes, que era lo que permitía que funcionase la Facultad, como otro tanto hacía el Movimiento de Estudiantes de Ingeniería (MEI) que si no estaba esa imprenta no era viable la Facultad. Entonces, teníamos una muy cordial relación con los docentes, la mayoría de cuño radical, al menos en mi facultad.

Sobre los Derechos Humanos, la Iglesia, etc.

GD: Es importante hacernos cargo de lo que hicimos como radicales en la dictadura en materia de Derechos Humanos. Porque una de las tareas políticas más riesgosas que teníamos en el Centro de Agronomía era hacernos cargo de la impresión o reimpresión de información y documentos que venían de afuera, de Amnesty International, con testimonios de exiliados que habían podido salir o se les había dado la opción de hacerlo y que testimoniaron frente a ese organismo las violaciones de derechos humanos de las que habían sido víctimas y, de algún modo, describían lo que luego se fue construyendo como el aparato represivo, sobre todo la desaparición de personas.

[Respecto de la cifra de treinta mil desaparecidos, dijo:]

GD- Eso apareció un día en el discurso pero a nadie le interesó mucho contar. La verdad que el único esfuerzo serio que se hace es el de la CONADEP que no llega ni cerca a esa cifra. Tiene un carácter simbólico, no sé quién los contó. Ha de haber venido de afuera, es la sensación que yo tengo, que eso vino de afuera, de los exiliados (...) construyeron ese discurso de cuantificar en esa cifra el drama de los desaparecidos. Pero, bueno, venían esos documentitos que eran como unas circulares chiquititas, de color verdes, de Amnesty International con los testimonios y denuncias.

GB- Y ustedes los reproducían.

GD- Sí, lo imprimíamos nosotros o nos íbamos a Ferrograf, que era la imprenta del Gallego Garay, que, en aquel entonces, funcionaba en 66, 118 y 119, al lado del Club América, ahí, en un garaje interno. Ellos habían armado una cooperativa, la mayoría ex militantes de la Unión Ferroviaria o tipos que habían tenido acción gremial y habían sido dejados cesantes por esa razón, entonces, como que se pusieron a trabajar. Arrancaron con una máquina que les dio la Franja de Agronomía antes de que yo me incorporara, una Rota Print, para decir, “bueno, arranquen a ganarse la vida con esto”. Por eso quedó una gratitud para siempre con la Franja y con Agronomía en particular. Yo recuerdo haber ido a la madrugada con Gustavito Liz y el Gallego que venía de Berisso a las cuatro y media de la mañana, nos encontrábamos con ellos y el tipo imprimía las cosas antes de que llegaran los otros como para no comprometerlos tampoco. Se manejaban, que no recuerdo quién nos traía de Capital (de la Coordinadora Capital), diarios que imprimía Hipólito Solari Yrigoyen en Francia, que se llamaba La República, que era un diario blanco con papel más duro. No era práctico, no sé cómo lo entraban al país porque estaba (...) Bueno, y ahí habían notas políticas que era imposible leerlas en la prensa argentina. No solo de los Derechos Humanos, sino que también -una nota buenísima basado en un informe de la Fundación Rockefeller- sobre la influencia de la Iglesia Católica en América Latina y la necesidad de Estados Unidos de correrla, o empezar a minarle el poder a la Iglesia en América Latina porque era un factor de poder que Estados Unidos no controlaba. Recuerdo que ahí la Fundación Rockefeller recomendaba a Estados Unidos, al Departamento de Estado, financiar o ayudar a los grupos evangélicos a comerle la clientela <risas>. Y, bueno, algo de eso hay porque en esa época empezaron incipientemente a aparecer los evangélicos y eso pasó. Yo no sé si se debe a que siguieron el consejo de la Fundación Rockefeller, pero esa nota yo la leí en un diario, La República editado por Solari Yrigoyen en Francia.

[En esa publicación se trataba no solo] el tema de Derechos Humanos, de política también, los negociados de los militares, todas esas cosas. Es decir, los Derechos Humanos fueron unos de los tópicos que hicieron carne en la Franja en esa época, y que nos llevaron a tomar compromiso, así que no nos desayunamos con la CONADEP ni con lo que pasó en democracia, ya veníamos con todo eso. De hecho, te digo, en lo personal, cuando yo he conseguido verlo a Fredy Storani y todo eso, en una reunión política, me acuerdo que le pregunté (que era como última reserva que yo tenía cuando quería despejarme de todas las dudas) ¿qué iba a hacer el radicalismo (o la Franja o la Coordinadora, no me acuerdo cómo le pregunté) en la eventualidad de que se recuperara la democracia con el tema de los Derechos Humanos?.

Y, te hablo del año 79, 80, por ahí sería. Y me acuerdo que Fredy, que era bastante indómito en esa época, me salió, lejos de contestarme cordialmente, de decir “no, mirá, tenemos claro que no vamos a asumir ninguna cuestión de complacencia con el PC, para nosotros es una tema principal (...) ”, me salió a cruzar como si lo estuviera acusando de que iban a sacar una ley que se iba a llamar “De Punto Final”. Me salió a cruzar agresivo mal, pero Fredy era así en esa época y era un tipo que venía con la impronta de la militancia universitaria del 73, 76. En las primeras elecciones del 84 él iba a los escrutinios yo me ponía al lado porque tenía más confianza que algún otro y con algún otro para decirle “pará, no hay que pelearse”, porque iba vestido como para fajarse <risas>. Porque era lo que él había vivido.

83 te estoy diciendo, las elecciones del 83. Antes de ser electo diputado, pero iba a ser candidato a diputado, porque viste que el proceso electoral [para regularizar los Centros de Estudiantes] se hizo en el 83, con anterioridad a la elección nacional. Fredy tenía esas cosas, lo mismo Sony Montero: él no podía entender cómo no nos peleábamos por las cosas que nos gritaban, y nosotros decíamos “no, no es que no tengamos ganas, nos estamos bancando esto muy a nuestro pesar, pero si entramos en la pelea pasamos a una guerra de aparato que va a marginar la participación del estudiante común que no quiere ver eso en la política estudiantil”.

Nosotros teníamos sintonía fina de lo que pasaba en el sentimiento del estudiante común, ellos no. Entonces, los viejos de antes venían con esas cosas, “nosotros con la mitad de lo que ustedes están tolerando, con Montoneros nos matábamos a garrotazos”, y bueno, así fue, una guerra de aparatos, en la que prevaleció la Franja porque la mayoría de los estudiantes se sintieron más expresados por el discurso radical, pero nosotros no tenemos que entrar en eso. Nuestra contradicción política en ese proceso electoral no eran las fuerzas políticas, el enemigo a vencer era la apatía, el discurso que decía que no había que participar en política en la universidad, los independientes fueron nuestros adversarios. Entonces, aparecer la Franja como la expresión de un partido político ya era importante, si encima aparecías con un aparato con gente de afuera de la universidad, con recursos económicos y se hacía más evidente la presencia de un aparato partidario, al estudiante común le daba miedo. Era nuestra hipótesis, acertada.

Uno hacía docencia en esa época, bajaba línea de los contenidos de nuestra doctrina, de nuestra manera de ver las cosas, pero también hacías una docencia en términos de instrucción cívica, porque tenías que explicar el modelo de representación, de la necesidad del protagonismo y de la participación ciudadana en la vida de la universidad, hablar de la autonomía, que no estaba mal hacer política que, al contrario, era necesario, eso era. La gran pelea fue con los independientes, no con las fuerzas políticas, discusión que se termina en el congreso de la FUA porque hicieron agua los independientes. Si bien ellos tenían una gran cantidad de votos en el congreso, pero no los pudieron articular, porque no tenían una organización que los contuviera ni una superestructura política que les permitiera gestionar eso en términos de alguna representación colectiva.

Sobre la Reforma Universitaria

Para mí, la Reforma, la forma en la que yo la concibo en un sentido lato, es la democracia como filosofía aplicada a una institución cultural como la universidad. O sea que es la universidad organizada bajo un concepto democrático. Toda democracia para no encontrar limitantes que la confinen o condicionen debe ser ejercida en un ámbito de libertad. Podríamos, por analogía, decir que la libertad en la universidad es la autonomía. Entonces, el presupuesto es que a la universidad (ya pensando para adelante) no la concibo si no es en el marco de la autonomía, es una condición necesaria. La libertad de la que se nutre la propia universidad para, con libertad, reflexionar, ser crítica de la realidad, de sí misma y ser proactiva en términos de generación de conocimientos de líneas directrices que contribuyan al bienestar de la sociedad que también es democrática. Digamos, no hay una universidad democrática si no hay una sociedad democrática. Es una cuestión necesaria para que haya armonía en esta dialéctica entre una institución y la sociedad que la contiene. Después los conceptos como el de periodicidad de cátedra deben seguir y tienen vigencia hoy y mañana, porque el conocimiento es así: es dinámico, fluye y tenés que garantizar la renovación. Después se podrá discutir reglamentariamente si son seis años, cuatro años, de qué manera se instrumenta este concepto, pero la periodicidad tiene que existir. También tienen que existir mecanismos de retención de recursos humanos que no porque hayan perdido un concurso o lo que fuere (...) A mí me aflige, a veces, cuando a tipos en su plenitud por una cuestión estatutaria lo separan de un cargo, máxime que la expectativa de vida de la persona se ve extendida en el tiempo, entonces me parece un dislate que cuando tenés un recurso humano calificadísimo que está en su mejor momento le digas: “no, tenés 65 años, te tenés que ir a tu casa”. Eso no pasa en otras universidades del mundo, me parece. Es decir, la autonomía es algo que debe estar. El cogobierno: la verdad que yo no hubiera metido jamás a los no-docentes, no con voto. Me parece que es una claudicación al peronismo y la izquierda que les hemos hecho los radicales y es un error. No hacen al proceso que le es propio a la universidad en cuanto proceso de enseñanza, de investigación, de extensión. Podrás decirme que hay no docentes que tienen un grado de especialización, que son más proactivos o pueden ser más protagónicos en ese proceso, sí, pero son excepción. La norma no es esa y los votantes no son esos, son los que te limpian, te acomodan el laboratorio, limpian el laboratorio, son esos. A ver si la CGT nos da una silla a nosotros porque somos universitarios. Es una bol... que hacemos nosotros porque nos pasamos de bol... a veces los radicales. Después no veo mucho más de eso porque tampoco soy un teórico de la agrupación superior, pero no tocaría el concepto de autonomía. Creo que el escenario en el que tiene que moverse la universidad, esta y la del futuro, es mucho más complejo que en el que tuvo que moverse en los cien años que puede tener de vida la Reforma ¿Por qué? Porque hoy la generación de conocimiento no anida, sabemos ya, solamente en la universidad. La empresa genera conocimiento y este llega a la tecnología a veces con semanas de delay. Entonces, la universidad perdió ese rol tan protagónico que antes tenía como centro de investigación y todo eso. Es uno más y es significativo, lo es porque hablábamos de universidades públicas en este país, entonces son herramientas que el Estado se da para tener un control político sobre las líneas de educación superior, de investigación y ese recurso tenerlo mediante la extensión, ponerlo al servicio de la comunidad y alimentar, mediante la extensión, todo lo que es la investigación. Situaciones que el mercado no resuelve y para las que la universidad debe dar respuesta aunque no tenga taquilla económica en el mercado. Entonces, esas cosas siguen vigentes. Después, creo que la universidad del futuro y la Reforma deben también pensarse, como muchas otras cosas hoy día de la sociedad, con el concepto de redes, de cooperación. Las universidades hoy y las de mañana, también, creo, han tenido un sesgo en los últimos años. Las nacionales, de ser cada vez más regionales ante la creación de tantas nuevas universidades. Situaciones socioeconómicas que por ahí imposibilitan que alguien de cierto estatus económico pueda trasladarse al aparecer una oferta académica cerquita. Bueno, se van regionalizando las universidades, aun la nuestra. Por ahí las históricas, las grandes (como la nuestra) pueden tener una impronta más nacional o hacer durar más eso. Sobre todo porque tenemos disciplina del saber que otras universidades más recientes no. Astronomía ¿quién tiene? Córdoba y La Plata, punto. Pero bueno, no sé, creo que la Reforma está vigente, pero no creo que tenga lugar en los términos que funcionó cien años para atrás. Se van a producir muchos libros revisionistas sobre los cien años de la Reforma que darán cuenta sobre esta riquísima vida que tuvo la universidad argentina del 18 para acá y está buenísimo que se haga, porque es patrimonio que hay que conservar, porque tenemos mucho que ver nosotros con todo eso. Pero sería interesante que haya algunos aportes de prospectiva, lo que acabas de preguntar, de cómo la vemos hacia adelante, que es la parte más difícil. La vigencia de la Reforma.

Entrevista al Ing. Agr. Gustavo (“Pirata”) Drake

(Adrogué, 1957 – La Plata, 2021), realizada el 28 de noviembre de 2017.

[Fragmento del Libro: Guillermo O Quinteros; Raúl A Pessacq y Guillermo Banzato (2018). Voces de La Reforma en la Universidad Nacional de La Plata. 50 años de dirigencia estudiantil, La Plata AAAPBA, pp. 187-332].

Guillermo Quinteros- Recuerdas la movilización popular a la plaza (el 30 de marzo de 1982)

Gustavo Drake- Claro, fuimos a la convocatoria que hizo la CGT y murió Dalmiro Flores, me acuerdo, (militante gráfico de Capital) y, claro, tamaña represión se entiende bajo el hecho de que se sabía (ellos sabían) que se venía la locurita de Malvinas. Ya en esa época la Coordinadora empezó a ejercer un liderazgo político muy interesante en el campo democrático, porque cuando fue lo de Malvinas nosotros sacamos un documentito muy chiquito pero muy bien escrito por Raúl Alconada Sempé que era “la cuestión de Malvinas”, se llamaba. Era bravo, muy difícil, fijar una posición en el contexto de una guerra contra Inglaterra, porque vos no sabías para dónde iba a ir, cuánto iba a durar, aún si la podíamos llegar a ganar por una de esas, y ni tampoco cuál iba a ser la conducta (...) Bah, podíamos prever que la conducta iba a ser muy negativa, ¿no? Contra aquellos que pudieran ser señalados como traidores o quinta columnas o cosas por el estilo. Sin embargo, ese documento que escribió Raúl sirvió para que muchos se alinearan detrás del radicalismo y del liderazgo de Alfonsín, porque se sintieron identificados, expresados en esas pocas palabras que definían con justeza la posición o el mejor criterio, digamos, para no dejar de reivindicar los derechos soberanos; de no relativizar en nada la causa histórica, pero que objetivamente significó un retroceso respecto de la resolución obtenida por Illia y Zavala Ortiz en el 65; de que esto era un manotazo de ahogado de la dictadura, bueno, todo el análisis que hacía ese documento. Eso le dio una presencia, ya saliendo afuera de lo partidario. Me acuerdo que lo firmaban los médicos que se habían reunido en Necochea, de la Agremiación Médica de la Provincia de Buenos Aires. Me acuerdo de llegar a comentar “nooo! (...), lo firmó el Colegio de Ingenieros!!”, “¡Ah!”, ¿viste? Había toda una cosa, no sé. Cito, pero eran cosas que ya trascendían lo estrictamente partidario. Estábamos en guerra, entonces empezó a aparecer la política y, bueno, eso aceleró absolutamente todo. Entonces, nada, labramos los consensos y en abril del 83 dijimos: “bueno, tenemos que salir de este microclima que constituimos los que somos militantes estudiantiles”, de las fuerzas que fuéramos, “tenemos que tratar de hacer algo con impacto masivo” y justo se nos presentó la oportunidad del famoso Artículo 54 del Estatuto de la Universidad que exigía algo que, por ahí, es razonable: que vos tengas que rendir las materias del año pre anterior, si no, perdías la condición de alumno regular. No sé quién nos dio la cantidad de 365 alumnos, no sé si eran esos, más o menos, no importa. Teníamos razón en el planteo que hacíamos pero uno tenía cierto derecho a mentir si era necesario porque (...) el enemigo ( (...) )

Presentación del Petitorio de la Federación Universitaria de La Plata al Rectorado, 14 de abril de 1983
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Presentación del Petitorio de la Federación Universitaria de La Plata al Rectorado, 14 de abril de 1983


Fuente: El Día, 15 de abril 1983, p. 5, col. 1-2. Gentileza de Alejandro Monges.

( (...) ) No merecía nada. Entonces buscamos un tema gremial como ese Artículo 54 del Estatuto y le colgamos algo así, por la autonomía universitaria. Insisto, hoy estamos viviendo la Reforma, ¿viste?, pero hablar de la Reforma en esa época era prácticamente una expresión de deseo.

GB- Esa fue una movilización (...)

GD- En la puerta del Rectorado.

Dirigentes de Franja Morada reunidos en el patio del Rectorado de la Universidad Nacional de La Plata, s. 15 de abril de 1983
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Dirigentes de Franja Morada reunidos en el patio del Rectorado de la Universidad Nacional de La Plata, s. 15 de abril de 1983


Fuente: Gentileza de Monique Barda (de espalda).

GB- Yo me acuerdo que ahí ya nos conocimos. No me acuerdo que situación que vos me dijiste “ah, sí, podría ser así” y luego ustedes entraron a reunirse con Gallo ¿Te acordás de esa reunión con Gallo?

GD- Sí, me acuerdo. Fueron varias reuniones que tuvimos con Gallo, porque le hicimos firmar un petitorio. Trabajamos un petitorio toda la semana, varias semanas. Como ya había empezado la apertura, finalizada la guerra (...) La guerra termina en junio del 82 y estamos hablando de abril del 83, entonces, todos los partidos políticos, Alfonsín (...)

GB- Alfonsín ya era candidato.

GD- No nos olvidemos de otro hito importantísimo: Alfonsín forzó el levantamiento del estado de sitio.

GB- Exacto.

GD- Cuando se mantuvo firme en la realización del acto de la Federación de Box, que si Arguindegui no levantaba el estado de sitio estaba obligado a reprimir o a prohibirlo y no había vigor político suficiente en el gobierno como para bancar eso, entonces Alfonsín dijo, “no, lo vamos a hacer igual”. Entonces, no tuvo otra que (creo que fue el 15 de junio o 17 de junio del 82 el acto de la Federación) y ahí fuimos a la Federación de Box. Recuerdo que fuimos en dos micros, y algunos autos y cuando bajamos ahí en Belgrano y 9 de Julio nos había cortado la Federal, la calle Belgrano. Iba con la bandera esa de la Franja toda emparchada que son varias banderas de distintas épocas. Iba por la avenida y no sé quién fue que dijo “che, ¿vamos a la calle que está cortada?” y abrimos la bandera. Éramos 8 o 10 <risas>.

GQ- Se agrandaron ahí.

GD- Claro y caminamos 2 o 3 cuadras y el “Narigón” Escalada nos había reservado un espacio ahí en las gradas, nos hizo entrar por un costado y ahí entraba un vapor, calor. Y habló Marcelo Stubrin, habló Alfonsín, estaban las (...) madres [Por Bonafini y Madres de Plaza de Mayo], en un sector del acto.

Raúl A. Pessacq- Única vez que estuvieron ahí.

GD- Sí, después me la fumé yo en casi todos los actos (...) en la puerta de rectorado, la tenía alquilada a la vieja. Bueno, entonces eso fue en junio. A partir de ahí todos los partidos políticos empezaron a desplegar una acción política que en gran medida pasaba por una acción docente.

GQ- Claro.

GD- Había que explicarle a la gente (a muchos no hacía falta pero a muchos sí, a la mayoría creo) explicarle el rol de los partidos políticos, qué es votar. Agarra el libro de instrucción cívica: eso.

GQ- Docencia en instrucción cívica.

GD- Eso, y había realmente un ánimo muy lindo en ese escenario, era como una primavera política que se vivía. Ganas de que la gente se involucrara, participara. Entonces, en ese contexto de virtudes cívicas armamos un petitorio y empezamos a buscar firmas. Era frecuente que en esa época que formaran paneles en todos lados donde los distintos representantes de los partidos políticos exponían en el Colegio de Escribanos, en el Colegio de Ingenieros, en la Universidad Católica, en las facultades. Aunque fueran funcionarios de la dictadura los que estaban en la universidad no estaba bien visto que en un contexto de apertura le prohibieran, ya a un candidato, por ahí a legislador, hablar. Sin embargo, pasó en Odontología que echaron al “Gordo” [Luis] Menucci y ya era candidato por nuestro partido a Diputado provincial (hicimos el acto igual en la calle). Pero recuerdo que me tocó estar en el programa “Tiempo Nuevo” de Neustadt en esa época y salió él por las universidades de Belgrano, por la Católica a armar paneles con políticos, y armó uno acá y me tocó ir a mí por la FULP y estaba Jorge Daniel Paladino por el peronismo, estaba Marino por el PI, no! Oscar Alende (...) Oscar Alende, Paladino, hablaba yo (...)

GB- Eras un nene comparado con esos.

GD- Nada que ver. Yo era el estudiante, tenía permiso para decir boludeces <risas>. Pero lo que más me quedó, dos cosas. Cuando yo me referí, no me acuerdo de qué manera y por qué, lo traté de peronista a Paladino, el tipo se me puso como que yo lo estaba segregando y le digo, “¿Cómo?”, yo no entendía nada. Lo miro a Alende y digo “¿Qué le dije para ofenderlo? ¿Peronista?”, “Justicialista”, decía “y, bueno, a mí no me ofende que me digan yrigoyenista si soy radical”, ¿viste? Una cosa (...) Y después el tipo no me quiso firmar el petitorio. Esa noche le saqué la firma a Oscar Alende, a Marino que estaba ahí (un tipo de los derechos humanos de La Plata, que murió). Yo me lo encontraba porque yo estaba en la APDH desde el 78 que iba a la APDH y lo veía ahí.

GB- Ah, no contaste nada de eso.

GD- Ah, no, pero hay un montón (...) Me olvido. Emilio Perina firmó también ahí, un montón de gente y este zorongo de Paladino no me firmó. Le digo “no va a firmar, es la Federación Universitaria de La Plata ¿cómo no me va a firmar?”, y decía “Y esto, ¿qué es?”, y “¿Qué es la FULP?” me dijo. Eso fue la otra cosa que me sorprendió, no sabía lo que era la FULP, un tipo que era pre candidato a presidente de la república y no sabía lo que era al FULP, nunca (...) Bueno, un salame, pero había sido delegado de Perón.

Daniel Andrini

Franja Morada del Observatorio. Estudios en Geofísica, se recibió de Analista de Sistemas. Primera generación de universitarios en su familia.

Mi primer contacto con la política se dio ya durante la secundaria. No precisamente por algún interés particular, sino más bien por haber sido arrastrado, sin desearlo, por la vorágine política de entonces. Ingresé al Colegio Nacional el año 1972, que tanto por ser un colegio dependiente de la Universidad de La Plata, como también por su estratégica ubicación, al lado del Comedor Universitario y por estar rodeado de varias facultades, se convirtió en centro de disputa de las más variadas agrupaciones políticas.

Es difícil describir el nivel de desorden existente en esos días, tras el triunfo de Cámpora. Al cambio de autoridades y docentes de la institución y de las normas, se sumaban las convocatorias periódicas al Salón de Actos para recibir adoctrinamiento, y, en algún caso, explicaciones sobre cómo fabricar una bomba molotov.

Tras la caída de Cámpora las cosas empeoraron. Perón comenzó con la purga en el Gobierno, con lo que recrudeció la lucha armada, que en el caso de la ciudad de La Plata, adquirió niveles inimaginables. Recuerdo especialmente el día que fuimos obligados a salir a la calle para oponernos a Ivanissevich, aun cuando ignorásemos quien era el tal Ivanissevich y porque debía renunciar. Ese día, cerca de mí, un manifestante recibió un proyectil de gas lacrimógeno en la cabeza. Recuerdo la sangre. Luego supe que sobrevivió de milagro.

Fragmentos del Mensaje del Ministro de Cultura y Educación Oscar Ivanissevich desde el Teatro Colón de Buenos Aires, 10 de setiembre de 1974
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Fragmentos del Mensaje del Ministro de Cultura y Educación Oscar Ivanissevich desde el Teatro Colón de Buenos Aires, 10 de setiembre de 1974

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Fuente: Documento suelto del archivo personal de Guillermo Quinteros.

El estado de caos se mantuvo hasta el golpe del 24 de marzo. Los golpes militares eran entonces parte del folclore político argentino. Pero este fue distinto. Ese día la enorme mayoría de los argentinos dio un suspiro de alivio, y en La Plata especialmente, por haber sido particularmente afectada por las bandas armadas. Cualquier expectativa que pudieran tener los grupos de izquierda de recibir algún apoyo popular, chocó con la realidad de una sociedad harta de caos. Nadie imaginaba los alcances de la represión que se dio entonces. El accionar del Proceso de Reorganización Nacional ha sido suficientemente documentado. Desde lo cultural, no solo se desacreditó a la izquierda, sino a la política en general y a la democracia en particular. Fue un trabajo hecho a conciencia y fue difícil de revertir.

Cada cual llego al conocimiento del horror desde distintos lugares. Algunos por tener un pariente o amigo desaparecido. Otros porque ya tenían actividad política previa al golpe. Pero para los jóvenes militantes de mi generación, la revelación provino de circunstancias más azarosas. En mi caso, surgió durante una competencia de remo en México en agosto de 1980. Estábamos alojados en la Villa Olímpica, junto a muchos otros deportistas de los más variados países. Durante la estadía notamos que otras delegaciones, en especial latinoamericanas, nos evitaban. En una ocasión, unos instructores de atletismo cubanos nos invitaron a su departamento y aprovechamos para preguntarles por esa desagradable sensación de discriminación que percibíamos. Nos dijeron que se nos veía como cómplices de la Dictadura, desde el momento que estábamos ahí. Nos mostraron unos ejemplares del Gramma en donde se detallaba mucho de lo que después quedaría plasmado en el Nunca Más. Mi primera reacción fue negar lo que estaba leyendo, hasta que en un artículo apareció un nombre conocido. Se mencionaba la desaparición de varios estudiantes que reclamaban por la implementación de un boleto estudiantil. Y entre los nombres mencionados aparecía el de Gustavo Calotti. Gustavo era un compañero mío de división del Colegio Nacional, que un día dejó de decir presente.

Regresé a Argentina con un desasosiego que solo se podía curar con respuestas. En el Observatorio, donde estudiaba, se comenzó en esos días a organizar el Centro de Estudiantes. Éramos pocos, nunca fuimos muchos en la Escuela Superior de Astronomía y Geofísica, pero con una formidable vocación militante. Empezamos a relacionarnos con otros Centros y llamamos COFULP (Comisión Organizadora de la Federación Universitaria de La Plata) a esas reuniones informales.

Por esos días, eran particularmente activos los miembros del Centro de Estudiantes de Agronomía. Aun bajo la Dictadura desarrollaban una intensa actividad gremial, pero además, sus principales referentes, el Pirata Drake, Gustavo Liss y Palo Cavigioli, tenían ya entonces una clara identificación con los principios reformistas, y casi como consecuencia, del radicalismo.

Eran tiempos de debates políticos apasionados, de intenso aprendizaje, en reuniones semiclandestinas. Coexistíamos radicales, comunistas, trotskistas, socialistas, intransigentes e independientes. Todos supimos dejar de lado nuestras diferencias para enfrentar al enemigo común. Muy lentamente, la COFULP empezaba a ser una referencia dentro del estudiantado.

A fines de 1981, hicimos una primera convocatoria frente al Rectorado. La variopinta composición política de la COFULP hacia que los reclamos fueran diversos, y porque no decirlo, absurdos. Los militantes del PC pedían que se fueran los yanquis de Nicaragua, los trotskistas que se vayan los rusos de Afganistán, los radicales por la implementación del Cogobierno universitario y el regreso de la democracia, los intransigentes por el ingreso irrestricto, y todos, por la reapertura del Comedor Universitario. Faltaba solo exigir que se incluyeran milanesas y papas fritas en el menú.

Estas demandas, que estaban a años luz de los intereses del conjunto de los estudiantes, se mantuvieron casi invariables durante todo 1981 y 1982. Las convocatorias frente al Rectorado no pasaban de las 50 personas. En una Universidad elitista, el comedor no era una prioridad. Tampoco el ingreso irrestricto, toda vez que ya estábamos dentro. Las demandas políticas eran rechazadas de plano por la enorme mayoría de los estudiantes. El Proceso había hecho un meticuloso trabajo al vincular la actividad política con el caos. Y debemos reconocer que la política les había facilitado enormemente la tarea. Así, los volantes que les entregábamos a los estudiantes, eran rotos inmediatamente, frente a nuestras narices. En los Centros de Estudiantes, de la mano de la actividad gremial que desarrollaban, la participación se mostraba más activa.

A principio de 1982 ocurrieron dos hechos significativos. Una marcha importante del sindicalismo en Capital, duramente reprimida, que marcó el inicio de la oposición activa del movimiento obrero a la Dictadura. Y poco después, el inicio de la Guerra de Malvinas.

En 1978 estuvimos cerca de ir a la Guerra con Chile. Una mediación papal in extremis evitó ese conflicto. Pero en 1982, una Dictadura cada vez más desacreditada, necesitaba imperiosamente dar un golpe de efecto para poder continuar gobernando. Y así, finalmente, tuvieron su guerra. La estúpida idea de atacar al segundo miembro más poderoso de la OTAN, en plena guerra fría, solo podía tener un final. Más allá del valor demostrado, la pésima planificación y la miopía de los dictadores para entender los intereses internacionales en juego, hicieron que la guerra terminase de la única manera posible.

Los militares necesitaron mostrar un respaldo masivo a su iniciativa bélica. Al inicio la población se mostraba favorable a la invasión. Llamaron también a los dirigentes de los distintos partidos políticos a respaldar la Guerra, que viajaron a las Malvinas en muestra de apoyo. Solo uno no fue. Al mismo tiempo, los estudiantes comenzamos a reunirnos y a debatir sobre la suerte de la guerra, lo que condujo, inevitablemente, a la discusión política.

La Dictadura ya no se recuperó del golpe. Y en 1982, pasada la guerra, comenzaron a ocurrir cosas maravillosas. Un cambio en el clima político que tuvo quizás su expresión más genuina en lo cultural. Los músicos prohibidos durante años comenzaron a escucharse nuevamente. De esa época recuerdo los encuentros en el Almacén San José, donde compartí algunos vinos con Facundo Cabral. O escuchar en algún bar a Pedro y Pablo con no más de 20 personas. La juventud comenzó a movilizarse y a cuestionar.

También a mediados de 1982, un acto de la UCR en la Federación de Box en Buenos Aires con Alfonsín como orador marco en los hechos, el fin de la proscripción de los partidos políticos. Lentamente las instituciones de la Republica comenzaban a ponerse nuevamente en movimiento.

Pero en la Universidad la agitación no se traducía en hechos concretos. La movilización que comenzaba a percibirse en todo el país no alcanzaba a los estudiantes. Era claro que mientras pidiéramos que los rusos salieran de Afganistán y milanesas con papas fritas, no íbamos a conseguir el respaldo de nadie. Lo bueno fue que la participación en los Centros de Estudiantes no paraba de crecer.

Por entonces se comenzó a hablar de democracia y elecciones. Con todos sus defectos, la democracia había demostrado ser infinitamente superior a una dictadura donde el destino de millones estaba en manos de tres tiranos. Y con la certeza de futuras elecciones, llegó el momento de fijar postura política partidaria.

En esos días, los únicos que mostraban un modelo de Universidad, basado en los postulados de la Reforma Universitaria de 1918, eran los radicales. Hacia fines del 1982, el Pirata me invitó a Brandsen, a un mitin radical. Allí conocí personalmente al hombre al que escuchaba desde hacía tiempo hablar de la democracia, de la necesidad de recuperar el estado de derecho, de volver al orden constitucional. Cuando el Pirata me lo presenta, tomó mi mano entre las dos suyas, sosteniéndola un poco más de lo habitual, dijo algo agradable, no recuerdo exactamente qué, y cuando finalmente me suelta, yo ya tenía hecha mi elección. En esos días, la persistencia del Pirata logró su cometido, y firmé la ficha de afiliación al radicalismo.

Ya en marzo de 1983 la COFULP realizó una nueva convocatoria, que en los hechos fue una nueva frustración. Éramos los mismos cincuenta de siempre. Seguíamos sin encontrar un eje convocante, común a todos los estudiantes. Esa noche, algunos de los más veteranos de la COFULP nos reunimos en mi casa. Recuerdo al querido Rodolfo Módena, militante del PC, a Chicho Moya, del Partido Intransigente, a los Tres Mosqueteros de Agronomía, Palo, Gustavo y el Pirata y a Marcelo Giusso y Jerónimo Ainchil del Observatorio. Todos coincidíamos en las fallas de nuestras convocatorias. Fue entonces que los amigos de Agronomía expusieron la imposibilidad que enfrentaban los estudiantes de su facultad de cursar las materias de tercer año sin haber aprobado todas las del primero, debido a una norma que regía en toda la Universidad de La Plata (...) el Artículo 54. Era un sistema de correlatividades arbitrario, sin mayor justificación pedagógica. Decidimos de común acuerdo trabajar en ese tema.

En distintas reuniones mantenidas en días posteriores descubrimos que era un problema no solo en Agronomía, sino en todas las Facultades. Ya entonces existían Centros de Estudiantes en cada una. Y en todas existía interés en resolver ese problema. Se fijó entonces el día 14 de Abril para llevar adelante el reclamo en frente a Rectorado. No hubo pedidos de milanesas y dejamos a los yanquis de momento en Nicaragua. Solo marcharíamos contra el Art. 54.

Concentración en el Rectorado de la Universidad Nacional de La Plata, 14 de abril de 1983
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Concentración en el Rectorado de la Universidad Nacional de La Plata, 14 de abril de 1983


Fuente: La Nación, 15 de abril de 1983, p. 5, col. 1-3.

Si bien la diversidad política se mantenía en la mayoría de las facultades, ya existía un marcado predominio de la Franja Morada en el movimiento estudiantil, de modo que la mayor responsabilidad de la convocatoria cayó sobre nuestras espaldas. No recuerdo con exactitud la hora en la cual debían llegar las columnas de las distintas facultades frente al Rectorado, pero si la ansiedad con la que las esperábamos. No existían celulares, por lo que la llegada de las mismas nos sorprendió por completo, acostumbrados como estábamos a nuestras raquíticas movilizaciones.

Eran miles de estudiantes, colmando los jardines del rectorado, coreando consignas contra la Dictadura, contra los militares, contra la conducción de la Universidad, reclamando por justica, por los desaparecidos, por la democracia. Una explosión de vida frente a tanta muerte. Nos instalamos frente a la escalera de acceso, mientras decidíamos como seguir, superados por el éxito inimaginado. Fuimos recibidos por las autoridades a las cuales entregamos un petitorio con nuestras demandas. Quedaron en responder. Deben haber pensado que nos retiraríamos al cabo de un rato, pero decidimos quedarnos. Irnos era perder la ventaja.

Movilización de la Federación Universitaria de La Plata al rectorado y por la ciudad
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Movilización de la Federación Universitaria de La Plata al rectorado y por la ciudad


Fuente: La Prensa, 15 de abril de 1983, p. 5, col. 4-5. Gentileza de Daniel Andrini.

Lo que siguió fue impensado. Espontáneamente comenzamos a organizarnos para lo cual no estábamos preparados. Algunos estudiantes comenzaron a conseguir comida. Otros buscaron ollas. Alguien trajo una guitarra. Nadie se quería ir. Pasamos la noche en los jardines y al día siguiente la movilización cobró nuevos bríos. Marchamos por las calles de la ciudad. Los automovilistas se sumaban con sus bocinas. Desde Casa Tía, ubicada frente al Rectorado, nos enviaban alimentos y bebidas. Los obreros de la obra del edificio de 7 y 47 colgaron un cartel dándonos aliento (...) FUERSA ESTUDIANTES, rezaba.

Durante las movilizaciones frente al Rectorado, podían verse, siempre ubicados en lo alto de la escalera, a izquierda y derecha, dos jóvenes de pelo corto, con lentes oscuros y pelo al ras, llevando cuadernos sin uso, mirando sin sumarse a los canticos. Los muchachos de los servicios, en silencio, nos recordaban que la dictadura aún tenía poder. Poder que se extendió largamente en el tiempo, aun entrado este siglo, como lo demostró el secuestro de Julio López.

Las negociaciones tuvieron marchas y contramarchas. Intentaron dilatar la solución. Pretendieron jugar con nuestro cansancio. Ellos y nosotros sabíamos que lo que estaba en juego excedía el reclamo sectorial. Y además al frente de la UNLP se encontraba un duro. Guillermo Gallo quien no solo conducía la Universidad, también era el Presidente del Consejo de Rectores de Universidades Nacionales. La movilización duró días entre idas y vueltas, y finalmente conseguimos la suspensión de la aplicación del Art. 54 y la implementación de mesas de exámenes complementarias. Una solución de compromiso, pero que en los hechos implicaba nuestra victoria. La primera obtenida por el movimiento estudiantil durante la dictadura.

Esa victoria fue el disparador para la organización de los centros de estudiantes mediante elecciones, en algunos casos antes de las elecciones generales nacionales. A fin de año la COFULP pasó a ser la FULP, luego de la elección de autoridades en una memorable asamblea en el Anfiteatro de Física. Al año siguiente, en Tucumán, finalmente, quedó organizada la Federación Universitaria Argentina. Se había roto el dique que contenía al estudiantado argentino, y se había roto en La Plata.

El triunfo de Alfonsín permitió avanzar en la normalización de las Universidades. Se nombraron rectores normalizadores en cada Universidad y comenzó el cogobierno de las mismas. Éramos tres estudiantes que debatíamos junto al Rector y los Decanos en el Consejo Superior, y lo mismo en cada facultad. Revisamos concursos, reabrimos facultades, derogamos normas represivas. Recuerdo a 1984 como un año de intenso trabajo en la Universidad.

También trabajamos desde la FULP, propiamente dicha. Por ejemplo, desde la Secretaría de Cultura de la Federación, por esos días a mi cargo, se impulsó la organización de programas de alfabetización, que posteriormente fueron integrados al Plan Nacional de Alfabetización. También se organizaron jornadas de ayuda a los inundados de Formosa, en conjunto con estudiantes de los colegios secundarios de la Universidad. Fueron un éxito y se necesitaron dos camiones para llevar las donaciones a esa Provincia.

Cuarenta años después de esos sucesos, tengo el enorme orgullo de poder decir que hicimos lo correcto. No fuimos los guerrilleros de Fidel bajando por la Sierra Maestra, pero supimos enfrentar al miedo. En esos años de noche y niebla hacía falta valor para hacer lo que hicimos. Entonces no me daba cuenta, pero hoy me pregunto qué hubiera pasado si salía bien la guerra de Malvinas, o si hubiera triunfado el levantamiento carapintada.

No pierdo de vista que si bien a la Franja Morada le toco la mayor parte del peso de esa lucha, en definitiva, pudimos triunfar porque nos mantuvimos todos los estudiantes unidos. En estos tiempos de grietas profundas, es bueno recordarlo.

Fabián Barda

Franja Morada de Humanidades. Profesor en Historia. Primera generación de universitarios en su familia.

Los años previos a las jornadas de 1983 me encontraron en una situación muy particular. Ingresé al Colegio Secundario el 13 de marzo de 1976, es decir once días antes del Golpe de Estado. En los primeros meses en el Colegio Nacional de Coronel Dorrego vivimos situaciones en la que fueron cesanteados profesores, incluso nuestra docente de Educación Cívica, madre de una de mis amigas, fue llevada del aula para ser interrogada. Ese fue un día bastante particular porque efectivos del 5to. Cuerpo de Ejército rastrillaron casa por casa toda la ciudad que en ese entonces tenía unos 11.000 habitantes.

Yo provengo de una familia muy politizada por la actividad que desarrollaba mi padre. Él había sido un activo dirigente radical a fines de los años 30 que después se volcó hacia el sector de la UCRI alejándose de la militancia a principios de los años 60. Por la actividad de mi padre –era propietario de una Emisora de Radio de Amplitud Modulada (A.M)– siempre tuvimos información de lo que estaba pasando. Cuando señalaba la situación particular que me encontró el año 1976 es que en julio de ese año comencé a trabajar formalmente en la radio de mi padre. Primero fui radio operador y hasta enero de 1983 era el Discotecario; es decir quien hacia toda la programación musical que se emitía. En mi trabajo tenía enfrente de mi vieja Olivetti Letera 32, pegada en la pared, la lista del COMFER de temas musicales, autores e intérpretes prohibidos. Una vez terminada la secundaria comencé lo que podríamos definir “mi carrera periodística”. Mi padre fue interrogado por los militares en tres ocasiones relacionadas con programas de opinión que estaban en la programación, por la supuesta filiación política de algunos de sus empleados y por el hecho que en el auditórium de la radio ensayaba un grupo de teatro denominado “La Chaika” cuyo Director era el Ingeniero Llerena Amadeo, militante del FIP, asesinado por la Triple A.

La información circulaba en mi hogar sobre todo en uno de los hechos más terribles de la represión como fue la desaparición de los Hermanos Aiub con los cuales había relación de amistad entre las familias. Los hermanos Aiub, dos varones y una mujer, desaparecieron junto a sus respectivas parejas y un menor de unos dos años. Fue un caso terrible dentro de lo terrible del accionar del terrorismo de Estado.

En los tiempos que asume Viola como presidente hay una muy leve flexibilización política que hace que comience a reunirse en torno a Centros de Estudios y algunos políticos retomen la visita a los pueblos. En ese marco, en Dorrego, el radicalismo, el peronismo y la intransigencia crearon sus Centro de Estudio y comenzaron a hacer encuentros. Por mi actividad en la radio -cubría todos esos eventos- es que me empecé a vincular con todos pero fundamentalmente con el radicalismo. Ahí inicié mi militancia que se volvió formal cuando se levanta la veda política después de Malvinas.

Nacido en 1962, exceptuado del servicio militar por número bajo, viví lo de Malvinas muy intensamente porque se intensificó el trabajo en la radio, permanecíamos en jornadas de más de 12 horas diarias de trabajo, tenía compañeros y amigos de la secundaria movilizados en el Teatro de Operaciones del Atlántico Sur y dos de ellos combatieron en las Islas, intercambiaba cartas con un amigo del alma que estaba en Comodoro Rivadavia pero fui testigo y partícipe de la visita de Raúl Alfonsín a Dorrego el 5 de abril de 1982. Todos sabemos la posición de Alfonsín frente a la Guerra de Malvinas. Tuve el honor de entrevistarlo, no solo para la radio local, sino también para el Diario “La Voz del Pueblo de Tres Arroyos”, a la tarde noche cubrí el acto en el Club San Martín y luego, más como militante radical, asistí a la cena que se desarrolló en Monte Hermoso.

La etapa del fin de la dictadura la viví muy intensamente por mi actividad periodística. En ese entonces se había formado la Multipartidaria y nosotros la replicamos a nivel local junto a la juventud peronista, la del partido Intransigente y la socialista.

A todo esto, desde 1977 ya mi hermana estudiaba en La Plata vinculada con el partido por lo que tenía información sobre lo que era la Franja Morada y sus lineamientos. En esos años era un verdadero devorador de los libros y autores clásicos del radicalismo como Gabriel del Mazo, ejemplares dedicados que tenía mi padre, por lo que la primera información sobre la Reforma del 18 vino de esas lecturas.

Había terminado la escuela secundaria en 1980 siempre con la idea de estudiar en La Plata. Permanecí desarrollando la actividad periodística durante 1981 y 1982. En febrero de 1983 ingresé a la Facultad de Humanidades para estudiar Historia. En abril, en la escalera que en ese entonces se compartía con la Facultad de Derecho mi hermana me presenta a Darío Copello y ahí, sobre mis propios pasos, me fui a la toma en el Rectorado. Ese fue mi ingreso a la Franja Morada. A partir de ahí durante varios días estábamos a los pies del monumento de Joaquín V. González. Recuerdo de ese grupo a Dario Copello, Dino Baudino, César Arrondo, Alejandro Simonoff, y Eduardo Carpignano.

La Federación Universitaria de La Plata aguarda la respuesta de los Decanos
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La Federación Universitaria de La Plata aguarda la respuesta de los Decanos


Fuente:El Día, 19 de abril de 1983, p. 5, col. 1-2. Gentileza de Daniel Andrini.

Fue realmente un cambio sustancial. Yo venía de la militancia del comité de un pueblo con políticos de mayor edad, muy formales, era común que para los actos fuésemos de trajo o saco y corbata. Una militancia acotada a una reunión quincenal y algún acto más formal generalmente con cena. De pronto me veía en un grupo que iba adquiriendo mística, grupo que reivindicaba su propia historia de los años 70 y del rol de Alfonsín desde los tiempos de Illia con una intensidad que en algún momento fue de 24 por 7 como suele decirse ahora.

Una anécdota puntual fue que mi padre, quien compraba todos los días varios diarios, desde que mi hermana se vino a La Plata comenzó a comprar el Diario “El Día”. En una de las coberturas del periódico aparece una foto en la que estamos mi hermana y yo por lo que mi padre mostraba el ejemplar con orgullo ya que él alentaba nuestra militancia. El hecho terminó siendo motivo de conversación en Dorrego que es todavía una ciudad muy chica.

Las jornadas de abril sirvieron para la organización y consolidación de la Franja Morada en la Facultad de Humanidades. Una vez terminadas las jornadas de abril se le fue dando mayor formalidad a la estructura. Recuerdo la transición que significó la elección para autoridades del Centro de Estudiantes. Largas reuniones con el Decano Evans en las que los voceros eran Dino Baudino y Darío Copello, los plenarios en la Casa Radical de calle 48, “el aguante” que le hacíamos a otras facultades que iban haciendo las elecciones para los centros (era casi religioso asistir a todos los escrutinios) y en el caso de la Franja de Humanidades la conformación de la lista no trajo grandes inconvenientes por la presencia de Dino que venía con militancia en los años 70 por lo que fue natural que él fuera el primer candidato en la lista. Recuerdo que se hablaba mucho sobre el hecho que Humanidades era el territorio de la izquierda por lo que la ola del “alfonsinazo” nos ayudó a ganar las elecciones constitutivas del centro.

Acta del primer escrutinio. Elecciones estudiantiles de 1983 en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
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Acta del primer escrutinio. Elecciones estudiantiles de 1983 en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación

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Fuente: Archivo personal de Guillermo Quinteros.

Recuerdo como un tema fundamental el impulso para la reapertura de Psicología que había sido cerrada durante la dictadura. Ese fue un tema de campaña que felizmente luego se llevó adelante.

Siempre hubo una clara distancia entre militar en el partido y en la Franja. En mi caso venía de la militancia partidaria en la Sexta Sección Electoral y Darío Copello además militaba en la sección tercera de La Plata por lo que en varias oportunidades militantes de la Franja de Humanidades dimos una mano en ese comité.

Yo pasé a tener un rol menos activo en el frente estudiantil hacia fines de 1984 porque pasé a integrar la conducción provincial de la Juventud Radical de la provincia en representación de la Sexta Sección Electoral. A partir de allí integré listas de la Franja, trabajé en períodos cercanos a las elecciones y fui consejero departamental y varias veces jurado alumno en los concursos que normalizaron la Facultad.

Boleta de Franja Morada Humanidades. Elecciones de 1983
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Boleta de Franja Morada Humanidades. Elecciones de 1983


Fuente: Archivo personal de Guillermo Quinteros.

Fotografía 10 Listas de Autonomistas y de Comunistas de Humanidades. Elecciones de 1983
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Fotografía 10 Listas de Autonomistas y de Comunistas de Humanidades. Elecciones de 1983


Fuente: Archivo personal de Guillermo Quinteros.

Monique Barda

Franja Morada de Ciencias Jurídicas y Sociales. Abogada. Primera generación de universitarios de su familia

“ (...) Hay recuerdos que no voy a borrar

personas que no voy a olvidar

hay aromas que me quiero llevar (...) ”

Fito Páez

Enero de 1978 fue la fecha de mi llegada a la ciudad de La Plata. Finalizaba mi época de Estudiante Secundario en un colegio privado y católico de un pueblo de la Provincia de Buenos Aires –Coronel Dorrego– para dar inicio a mi experiencia universitaria. Llegaba para ir detrás de un sueño, ser Abogada, así pues “abogar” por los demás ha sido una de las decisiones más acertadas de mi vida, como así también lo fue detenerme en aquel año –1979/1980– en el pasillo de la Facultad de Derecho que funcionaba sobre calle 47. En ese momento dos compañeros interceptaron mi paso para contarme sobre un centro de estudiantes que solo se limitaba, en aquellos años de una dictadura que comenzaba a agonizar, a vender programas de materias y apuntes de estudio (...) Ellos eran Lucho Sobrón y Carlos “Negro” Raimundi. También hablaron casi a escondidas, de la importancia de participar y de democratizar en un futuro no muy lejano a aquel casi inutilizable centro de estudiantes (...) Si tuviera que definirlos diría que ellos junto a otros, trabajaban en un proceso lento pero seguro, como si tuvieran que caminar por túneles subterráneos ganándole de a poco y tomando ventaja del desgaste de una dictadura.

Así comencé a participar en la idea de revalorizar una pronta democracia. La Franja Morada fue de todas las juventudes participativas la que mejor lectura hizo de la realidad imperante a principios de la década de los 80, alcanzando a ocupar los mejores sitios en los espacios de debate y organización. Yo llegaba a una facultad reconociéndome como radical (...)

Venía de mi pueblo, pero lo hacía sabiendo que más allá de los límites del mismo había otra realidad, no me eran ajenas palabras tales como “dictadura (...) desaparecidos (...) ”. Era hija de un padre director de una emisora AM que tenía una teletipo, a la que familiarmente llamaban “Pepa” y allí llegaban –diariamente– desde Télam las noticias. Las de verdad, las que muchos no podían leer ni escuchar, porque había alguien con marcador que obligadamente tachaba lo que la población debía o no saber. Así que fue fácil quedarme a escuchar a esos dos primeros compañeros de militancia y luego formar parte de los que entrábamos a hurtadillas en un viejo comité de la UCR sobre calle 48 que estaba cerrado para todos aquellos que “no querían ver”.

Mi viejo me regaló en 1980 mi primera y única boina blanca que perdí en una manifestación estudiantil en abril de 1983, cuando hicimos una huelga, cuando tomamos un Rectorado, cuando ya cursábamos en la nueva facultad de Derecho diseñada como una cárcel con pasillos no muy anchos y una sola escalera, cuando formaba parte de una Franja Morada que nos dio la bienvenida a un conjunto de mujeres que estudiábamos derecho: Marylin Cimadevilla; Analia “la Negra” Cardoso, Analia “la Vasca” Altolaguirre y yo (...) . Luego se sumaron muchas más, pero con ellas recorrimos pasillos, pintamos banderas, leíamos la Contradicción fundamental y soñábamos con un Centro de Estudiantes democrático, con más fechas de exámenes, levantamos junto a todos los compañeros de Derecho que se iban uniendo banderas de igualdad y justicia social, creíamos en una educación pública y gratuita que diera paso a un ingreso irrestricto al cual nosotros no habíamos podido acceder (...) sabíamos de qué se trataba la Reforma Universitaria y sus principios declarados en 1918.

Allí estuvimos de lunes a lunes activamente entre 1981 y 1982 constituyendo un espacio de participación juvenil que iba creciendo en todas las facultades de la UNLP. Íbamos ganándole terreno a la juventud peronista en la política universitaria, tratábamos de convencer a quienes se denominaban independientes que eran aquellos “apolíticos” gustosos de distanciarse de la política y centrar sus intereses en solo conseguir mejoras en lo estrictamente gremial. Así se terminaba de abrir paso a la reaparición de un estudiantado que comenzaba a marchar, que realizaba asambleas y que finalmente toma el Rectorado de la UNLP en abril de 1983 convirtiendo a la Franja en el actor protagónico de una etapa inolvidable para quienes participamos activamente en aquella gesta.

Aquella movilización, permitió reorganizar los centros de estudiantes y realizar sus primeras elecciones. La Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales marcó la punta con una elección inolvidable llevando a Rubén Gamba como presidente y muchos de nosotros pudimos leer nuestros nombres en una primer boleta para elecciones de Centros de Estudiantes legítimamente constituidos. Finalmente Franja Morada arrasó con la mayoría de las facultades, y comenzaron a identificarla con la figura de Raúl Alfonsín.

Yo formé parte de aquel momento –para mí, histórico– en la vida estudiantil universitaria y tuve el orgullo de compartirla con mi hermano Fabián, que llegó a La Plata a estudiar el profesorado en Historia en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, en el año 1983. Fue uno de los primeros en formar parte de la Franja de su Facultad. Como anécdota lo recuerdo sentado en el Rectorado en aquel abril de 1983 junto a otro militante, César Arrondo. Se había decretado una huelga de hambre. Tenía puesto un poncho. Entonces me acerco a ellos y levanto el poncho, descubriendo un sándwich en sus manos!!

Movilización estudiantil por las calles de la ciudad de La Plata, 15 de abril de 1983
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Movilización estudiantil por las calles de la ciudad de La Plata, 15 de abril de 1983


Fuente: La Nación, 16 de abril de 1983, p. 5, col. 1-3.

Viví aquellos años rodeada de gente increíble, que se dedicaba a pensar en un futuro mejor, muchos de ellos siguen formando parte de mis afectos, son y serán mis compañeros de una lucha sin tregua, ya lucimos canas. Pero si los y las miro a los ojos, me reconozco en cada uno de ellos, me veo agitando una bandera morada, me incluyo atendiendo orgullosa los miércoles y los viernes el Centro de Estudiantes de Derecho junto a Gastón Messel. Me recuerdo llenando mi pequeño departamento de estudiantes morados pintando banderas que, luego, colgábamos en los pasillos de la facultad. Me emociono si cantamos en cada encuentro “ (...) A la entrada de La Plata los primero que se ve, una bandera morada que flamea otra vez, es la Franja reformista luchando a la dictadura (...) ”. Reconozco entre cientos de militantes, los redobles del Negro Monges de la Franja de Medicina, quien nos acompañó en todas las marchas, a Bernardo Wasienkewich acompañándonos a las mujeres si se hacía demasiado tarde, a Lucho Sobrón hablando en el patio del Rectorado, a Marcelo Rastelli y Daniel Andrini ponerse al hombro sus facultades. No sé quién encontró mi boina blanca aquel abril de 1983 pero jamás quise tener otra, esa llevaba el sello de mi viejo y de mis mejores luchas universitarias, por eso sé que “ (...) Hay recuerdos que no quiero borrar y personas que no quiero olvidar (...) ”

Analía Cardoso

Franja Morada de Ciencias Jurídicas y Sociales. Abogada. Primera generación de Universitarios de su familia.

Un testimonio de lo que fue la apertura democrática y los acontecimientos vividos en la UNLP en abril de 1983, merece primero una introducción con algunos aspectos relevantes de mi niñez y mi adolescencia para apreciar de mejor manera, el enorme cambio de vida que significó para mí ser protagonista de este enorme movimiento estudiantil que es la Franja Morada.

Nací y viví hasta los 8 años en Liebig, que es un pueblo a 8 km de Colón, Entre Ríos. En realidad hoy es un pueblo, institucionalizado, pero aún hay mapas viejos que lo denominan Fábrica Colón porque allí llegó la Liebig’s Extract of Meat & Co, y construyó un frigorífico donde se faenaban 3000 cabezas de ganado por día, donde se hacía el corned beef “Fray Bentos” que alimentó a los soldados ingleses durante las guerras. No solo hicieron la fábrica inmensa, sino que también hicieron el pueblo, las casas para los obreros, para los jefes, para los gerentes, para los dueños, el campo de golf, el club de tenis, la biblioteca pública y el club de futbol. Además, de lo material, los ingleses impusieron como patrones, la cultura del trabajo, del estudio, a la puntualidad, y el respeto a las normas no solo jurídicas, sino también a las sociales, marcando bien las diferencias entre patrones y obreros, pero, evitando siempre tener conflictos. No éramos dueños de nada, pero teníamos una riqueza inmensa. Vivíamos en casas con todos los servicios proveídos por la compañía: agua corriente, electricidad, cloacas, teléfono; y teníamos los recursos de la naturaleza a disposición: un río hermoso y un campo fértil.

Mi padre solo tenía estudios primarios y mi madre llegó hasta tercer grado ya que a esa edad tuvo que comenzar a trabajar, primero cuidando niños y luego de empleada doméstica en casas de familia. Cuando se casaron, mi madre pasó a ser ama de casa y cuidar de sus tres hijas, yo soy la menor. No necesitaba trabajar en otro lado porque el sueldo que cobraba mi padre alcanzaba para vivir, comprar un autito, salir alguna vez de vacaciones, ir a conocer Buenos Aires y lo más importante, mandar a la Universidad a sus hijas. Mi hermana mayor en 1967 ingresó a la UBA y se recibió de Licenciada en Análisis Clínicos y mi hermana del medio de profesora de Historia ¡Somos un producto de la movilidad social ascendente!

En 1971 la compañía Liebig sin previo aviso cerró sus puertas y despidió a su personal, pagándole a todos los trabajadores la indemnización, en dinero o cediéndole la propiedad de la casa donde vivían. Mi padre optó por la indemnización en dinero así que nos mudamos a Colón, sin casa propia y con un emprendimiento familiar: una pensión y un comedor, y allí mi madre tuvo que comenzar nuevamente a trabajar. Mis hermanas sin abandonar sus estudios, también.

Colón, en ese momento, era una ciudad de 12.000 habitantes y el cambio de vida no fue tan grande. A diferencia de mis hermanas que hicieron el secundario en una escuela católica, yo fui a la escuela pública, de la cual me siento muy orgullosa. A la semana de haber comenzado el secundario fue el golpe de estado que entronó a la más cruel dictadura y por suerte, la última que tuvo nuestro país. Con 13 años no entendía mucho lo que pasaba, pero sí me llamaba la atención que a la madrugada llegaba personal del ejército intempestivamente e irrumpía en las habitaciones de la pensión de mis padres pidiéndole los documentos a los pensionistas, generalmente gente de trabajo, solteros o separados, que no tenían casa propia. Colón es frontera con el Uruguay, tiene un puente internacional y era una vía de escape por agua o tierra. En varias ocasiones escuché a mi padre decirle a personas que venían pidiendo una cama o un baño caliente, que no lo comprometieran, que no podía darles alojamiento si no le entregaban el documento, que debía registrarlos, ya que todas las tardecitas pasaba la policía buscando el registro de los pasajeros.

Yo no tenía conocimiento de que existieran “desparecidos”. Hubo un tiempo en que el matrimonio dueño del almacén de la esquina de mi casa, perdió todo contacto con su hijo menor que estudiaba en La Plata. Meses o años después sus padres fueron notificados de que estaba a disposición del Poder Ejecutivo. Pero no era un tema que se hablara abiertamente. Eran comentarios por lo bajo. Quizás por la ignorancia, o el silencio generalizado, mi adolescencia fue muy feliz.

Cuando estaba terminando el secundario en 1980, mis padres sabían que mi deseo (y también el de ellos) era que fuera a la Universidad. Así que mi madre me dijo: “Elegí una carrera que haya en La Plata porque ya te conseguí un lugar para vivir”.

Era periodismo o derecho. Una vecina que se había recibido en la Escuela de Periodismo de la Plata me dijo que la carrera estaba buena, pero que ella se había vuelto porque no había conseguido trabajo. Así que me decidí por la abogacía.

Recuerdo que el 1 de diciembre de 1980 comenzaban las inscripciones en la UNLP. Así que el 30 de noviembre a la noche, junto con una amiga que se iba a inscribir en Medicina nos tomamos un colectivo a Buenos Aires. Apenas 40 km después de Colón, el Ejército detiene el colectivo en la ruta, nos hace bajar a todos, nos pide los documentos. ¡Nosotros teníamos 17 años! Le mostramos que íbamos a inscribirnos a la Universidad y no nos pasó nada. El operativo era porque ese día en el Uruguay se había desarrollado un plebiscito convocado por el gobierno cívico militar que gobernaba el país vecino, con el objetivo de crear un régimen constitucional que legitimara al gobierno y sustituyera la Constitución, cuyas disposiciones se desconocían. Hoy entiendo que eso fue una colaboración más dentro del Plan Cóndor.

Llegamos a Once y allí tomamos el Río de la Plata a La Plata. Yo era la primera vez que iba a la ciudad de las diagonales, así que el chofer del micro me dijo que para ir a la Facultad de Derecho me bajara en Plaza Italia, que estaba a solo tres cuadras. Obviamente que me perdí; tomé la Diagonal 77 y las tres cuadras no fueron tales. Pero preguntando llegué a la vieja Facultad en calle 47.

Es así que en 1981 ingresé a la Facultad de Cs. Js. y Sociales para estudiar Abogacía. El curso de ingreso era obligatorio, y las materias que se daban eran Historia y Filosofía. Cursábamos en el tercer subsuelo con entrada por calle 48 entre 6 y 7. Era una época donde el ingreso era restrictivo y con cupos. En abogacía ingresaban solo 300 alumnos, los que mejor puntaje obtenían de un máximo de 200 puntos. Quienes habían aprobado el curso de ingreso pero habían quedado sin ingresar por el cupo, al año siguiente se los beneficiaba con puntaje a favor. Recuerdo que una compañera del secundario intentó ingresar en Medicina, su puntaje final fue 198 puntos pero quedó afuera porque a idénticos puntajes, los reincidentes tenían más puntos. No recuerdo cuántos fueron los puntos que yo obtuve en el examen de ingreso, pero sí que fuimos muchos con idéntico puntaje al mío y se desempató por promedio de secundario. Recuerdo también, que a los pocos meses Burundarena, Ministro de Educación de la Nación amplió los cupos universitarios y muchos alumnos tuvieron oportunidad de ingresar.

Para una jovencita que venía de una pequeña ciudad de Entre Ríos, el cambio de vida era muy grande. Ahora sí que todo era distinto. Había que aprender a convivir con cuatro personas en un dos ambientes, tomar decisiones sola, sin la mirada de aprobación o desaprobación de los padres, comunicándonos con nuestros afectos solo por cartas cada quince o veinte días ya que el teléfono era un lujo, las llamadas había que hacerlas mediante operadora (no había telediscado) y con horas de espera. Además, La Plata era una ciudad con muchos miedos, justificados por cierto, y yo no los tenía. Quizás me arriesgaba demasiado incluso con preguntas en la clase de historia hasta que un compañero, platense él, que ya se estaba por recibir en la Escuela de Periodismo, me advirtió que tuviera cuidado con lo que preguntaba o comentaba, que en todos los cursos había alguien que informaba a los servicios sobre ello. ¡Y yo no tenía ni idea de qué eran “los servicios”!

Luego que ingresé a la carrera, en la vieja facultad con entrada por calle 47, me dijeron que tenía que comprar el programa de estudios en el Centro de Estudiantes. Allí fui y además del programa me orientaron sobre lo que tenía que hacer para inscribirme en las materias, que luego se hacía un sorteo y que podía no salir sorteada y entonces tener que rendir libre, pero solo después de haber cumplido el año calendario, porque las materias eran anuales. Por lo tanto, el primer año no había posibilidad de rendir libre en el turno de julio. Había que esperar hasta diciembre. Es decir que sola, o como oyente en las clases, debías preparar durante todo el año las materias que correspondían al primer año de la carrera.

La universidad había dejado de ser gratuita, así que nos entregaron las chequeras para pagar el arancel en el Banco de Crédito Provincial, ubicado en 7 y 50. No solo se pagaba el arancel, sino también el impuesto al burro, es decir que si en algún examen salías mal, debías pagar para poder volver a rendir.

Arancel Universitario: Libreta de pago e inscripción llamando a los estudiantes a la reflexión, 1981
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Arancel Universitario: Libreta de pago e inscripción llamando a los estudiantes a la reflexión, 1981

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Fuente: Archivo personal de Analía Cardoso.

En julio de 1981 la facultad se mudó al edificio nuevo cuyo ingreso era compartido con Humanidades por calle 48. Creo que al Centro de Estudiantes no le facilitaron siquiera un lugar para seguir con la venta de apuntes y programas.

En 1982 la Guerra de Malvinas marcó un antes y un después. Soy clase 63 y mis compañeros de secundario eran clase 62 y 63. La clase 62 era la que estaba haciendo el servicio militar cuando se produce la invasión a las islas. Aunque siempre tuve inquietudes políticas, (comparándome con mis amigos de la época era la que más inclinación tenía por averiguar sobre esos temas, además de que en mi casa se recibía todos los mediodías el diario Clarín y mi padre, viejo peronista, estaba muy informado), comencé a involucrarme más en todo lo que estaba pasando. Había conseguido trabajo en el estudio jurídico de Manuel Humberto Blanco, quien luego fue Juez Federal con competencia electoral hasta su fallecimiento, a quien yo escuchaba cuando hablaba de política y me gustaba su discurso. En ese año me había mudado con unas chicas que estudiaban medicina y el hermano de una de ellas vivía con Pepe Olaechea, así que cuando iba a visitarlo volvía con alguna novedad política. En la facultad salí sorteada para cursar Historia Constitucional, con un profesor Resnik de Buenos Aires quien decía que era Socialista Democrático y en ese curso también estaban Guillermo Tamarit, Osvaldo Fernández, Adriana Garay, grandes militantes de la Franja, además de Sergio Marelli y Leopoldo Brizuela quienes sin ser de la Franja Morada, tenían una formación intelectual envidiable. Por lo tanto las discusiones que se armaban en clase eran interesantísimas. En plena guerra de Malvinas, fue a la clase Carlos Raimundi, se presentó como de Franja Morada, el profesor lo dejó hablar y nos invitó a participar a una reunión para hablar del tema. Así que yo me iba nutriendo de muchas miradas sobre la cuestión política.

Declaración de Franja Morada de Derecho: sobre las movilizaciones de abril de 1983
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Declaración de Franja Morada de Derecho: sobre las movilizaciones de abril de 1983


Fuente: Franja Morada de Derecho, 26 de abril de 1983. Gentileza de Cecilia Rastelli.

En ese contexto, Osvaldo Fernández con quien yo tenía afinidad por ser entrerriano de Gualeguaychú me dice que él era radical (creo que fue el primer compañero de la facultad que abiertamente me dijo con qué partido simpatizaba) y que me invitaba al Colegio de Escribanos a escuchar a Raúl Alfonsín que junto con otros políticos entre ellos Oscar Alende, iban a hablar sobre el conflicto bélico. Allí quedé atrapada por el discurso en contra de la guerra de Malvinas que dio Alfonsín. No recuerdo exactamente las palabras, pero dio claramente a entender que la invasión a Malvinas fue una locura, fue el último recurso al que echó mano el gobierno militar para mantenerse en el poder, cuando las recetas liberales de la economía ya no daban el resultado esperado y los trabajadores comenzaban con sus tímidas protestas. Justamente el 30 de marzo se había realizado una manifestación convocada por la CGT la que fue brutalmente reprimida y el 2 de abril se produce la invasión. Recuerdo que su discurso fue minoritariamente pacifista en una sociedad beligerante.

Puedo decir que ese fue el momento clave para tomar la decisión de militar en la Franja Morada. Yo no provenía de una familia de militantes radicales, mi padre era peronista y a mi madre le molestaba la política, no por miedo, sino por descreimiento. Jamás me dijeron que abandonara la militancia o que militara para otro partido, y eso habla muy bien de ellos, sobre todo porque ninguno de los dos fue a la Universidad, es más, ninguno de los dos había hecho el secundario.

Luego de la capitulación en Malvinas, las reuniones de la Franja comenzaron a hacerse más asiduas, había formación política, nos daban charlas, íbamos todos los días al Comité de calle 48. En la facultad el centro de estudiantes de Derecho estaba presidido por Luis Sobrón y exigía a las autoridades que se hicieran elecciones. También se reunían con los integrantes de la Franja de otras facultades y se conformó la CO-FULP.

Para octubre de 1982, precisamente para el 12 de octubre de 1982, fecha en que Raúl Alfonsín hizo un acto en el Club Atenas de La Plata conformábamos un grupo muy grande de militantes. Luego de terminado el acto, nos fuimos en el Renault 12 de Bernardo Wasinkievich y sin querer cometimos una infracción de tránsito en 1 y 60. Nos persiguió un patrullero, nos apuntaron, nos hicieron bajar, nos palparon de armas, nos llevaron a la comisaría 9na, nos metieron en una celda. Allí realmente sentí miedo. ¿Qué iba a ser de nosotros? ¿Íbamos a “desaparecer”? ¿Nadie iba a preguntar por nosotros? Por suerte, aproximadamente a las 7 de la mañana nos dejaron ir. Fue una anécdota nada más. En el partido se enteraron al otro día por nosotros mismos.

No recuerdo exactamente como se originó el conflicto que llevó a que hiciéramos la sentada en el frente del Rectorado. Creo que había sido algo relacionado con una disposición sobre la aprobación de las cursadas y las mesas de examen que afectaba a todas las facultades.

Como manifesté antes. En derecho se cursaban las materias en forma anual y sólo si salías sorteado. Si no cursabas, en el turno de julio solo podías dar materias del año anterior, es decir que si era tu segundo año en la carrera solo podías dar las materias que debías y correspondían al programa de estudios de primer año. Por lo tanto los alumnos de primer año debían esperar a cumplir el año para comenzar a dar las materias. Los de derecho más que nada exigíamos que se saque esa exigencia y además que haya turno de mesas examinadoras en septiembre y octubre.

En los jardines del rectorado había representantes de todas las facultades con carteles. No recuerdo cuántos días estuvimos pero sí tengo presente que en un momento la Facultad de Ingeniería accedió a modificar la resolución y el Centro de Estudiantes que en ese momento estaba conducido por los independientes dijeron que se retiraban que no tenía sentido que ellos siguieran en la protesta. Allí fue cuando el resto de las facultades les dio una clase de solidaridad y a regañadientes permanecieron.

Obleas con la identidad política inconfundible sobre interior de tapa de agenda
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Obleas con la identidad política inconfundible sobre interior de tapa de agenda


Fuente: Archivo personal de Analía Cardoso.

Obleas de la Federación Universitaria Argentina sobre agenda
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Obleas de la Federación Universitaria Argentina sobre agenda


Fuente: Archivo personal de Analía Cardoso.

Recuerdo también la solidaridad de la gente que nos traía comida. ¡Hasta del Mercado Central mandaron cajones con frutas!

La movilización fue un éxito político no solo para los estudiantes. En los informativos de los principales canales de televisión se hizo mención y se mostraron imágenes de nuestra presencia en el lugar. La respuesta del rector Gallo ante las preguntas de los periodistas era: “Y si los estudiantes quieren hacer picnic en los jardines de la universidad, que lo hagan (...) ”

Fue una movida importante en la ciudad y de hecho se logró el objetivo. A partir de ese momento se comenzaron a normalizar los Centros de Estudiantes.

Quizás por los recuerdos que me provocó la película Argentina 1985, estoy leyendo muchos artículos sobre la época y también el libro de Pablo Gerchunoff “El Planisferio invertido” que lo recomiendo, y me doy cuenta que he sido parte de toda esa historia y en ese momento era solo la vida que me estaba pasando, no pensaba en guardar cada momento que hoy es tan importante. Me da mucha bronca no recordar todas las cosas que pasamos, detalles, tener fotos o haber guardado papeles que era la única forma posible en esa época, de preservar. Hoy puedo decir con total convencimiento que no me equivoqué en elegir el lugar donde militar, que agradezco haber estado en UNLP en los 80, que esa vida de estudiante que pasé en la Franja Morada me hizo muy feliz y aún me sigue haciendo. Agradezco a la vida haberme encontrado con dirigentes y compañeros de militancia que me ha enriquecido como persona y que por suerte, a pesar de las distancias y el tiempo transcurrido, aún siguen siendo mis amigos.

Norma Etcheverry

Franja Morada Periodismo. Licenciada en Periodismo. Primera generación de universitarios en la familia.

El contexto histórico

Alguien sabrá mejor que yo contextualizar histórica y políticamente ese momento en el que transcurrieron las “jornadas de abril”. Pero en lo personal, puedo decir que las primeras veces que fui a una reunión del comité, en el año 82, o a una Asamblea de estudiantes en La Plata, tuve que vencer el miedo y los mudos reproches de mi familia que no querían saber nada de política. Yo venía de un pueblo del interior donde, sólo porque yo era curiosa y preguntaba y leía bastante, tenía alguna noción de que algo extraño pasaba en el país, tenía cierta idea de fusilamientos y aprietes policiales, por conocidos en la Policía y profesores del secundario. Cuando vine a La Plata a estudiar Periodismo, en el programa todavía estaba como materia la Doctrina de Seguridad Nacional. Y había profesores, como el decano, totalmente consustanciados con la dictadura. Nos bajaban esa línea, durante la Guerra de Malvinas y con las marchas que comenzaron en el año 1982. Pero la militancia me fue abriendo los ojos. Los delegados a FULP –en realidad, en 1982 las reuniones todavía eran para reorganizar la Federación– se juntaban en la Facultad de Ingeniería, a veces de noche, y asistían relativamente muy pocos militantes. Hasta allí íbamos con Belén Sempé, representando a Periodismo, donde ya habíamos hecho Asambleas de estudiantes y manteníamos cierta unidad. Pero en diciembre fue la Marcha de la Multipartidaria y para cuando empezó el curso de ingreso en 1983, Belén y yo tiramos unos panfletos escritos a máquina, dando por iniciada nuestra actividad como Franja Morada. Ahí se rompió todo, y cada uno mostró abiertamente su ideología. En realidad, para las jornadas de abril, casi todos los militantes universitarios mostraban su postura ideológica, aunque todavía la dictadura nos obligaba a estar unidos y luchar contra el enemigo común, reclamar por nuestras libertades y por la democracia. A lo largo y ancho del país se producían reacciones y protestas, había un clamor general.

Toma del Rectorado: Cientos de estudiantes de todas las facultades nos quedamos la noche entera frente al Rectorado, pidiendo la derogación del artículo 54 (que nos perjudicaba en las materias correlativas), además de la autonomía universitaria. “A las 11”, les habíamos dicho a los periodistas del diario “El Día”, el matutino de la ciudad. A las 11 de la mañana estaríamos con las banderas frente al Rectorado a pesar de las advertencias, de las dudas y de las infinitas rencillas entre las distintas agrupaciones. Estas controversias hacían que la elaboración y redacción de cada documento que queríamos presentar, culminara en una discusión interminable.

El jardín sobre el que descansa la hermosa fachada del edificio se extendía a la sombra del viejo roble y de los pinos, y parecía que las ramas tocaban el borde de calle 7, la avenida más importante de la ciudad. Nosotros, desparramados en grupos bulliciosos, rebeldes y entusiasmados, podíamos ver desde abajo una sombra furtiva que, en la ventana superior, se asomaba para espiarnos.

La Federación Universitaria de La Plata planea continuar con la movilización, 15 de abril de 1983
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La Federación Universitaria de La Plata planea continuar con la movilización, 15 de abril de 1983


Fuente:El Día, 16 de abril de 1983, p. 5, col. 3-6.

Gallo gallina salí de la oficina (...) ”, le gritábamos, haciendo un juego de palabras con el apellido del Rector. Después, me acuerdo que un grupo entró a dejar el petitorio al secretario general que los atendió de mala gana. En algún momento sé que nos fuimos, cortando el tránsito hacia Plaza Italia, gritando de cara a los patrulleros que esperaban en las bocacalles; todavía me parece ver a esos policías impávidos, con las mandíbulas apretadas y los pómulos endurecidos. Algunos sacudían el machete de goma sobre la mano, con un golpe cortito y rabioso. Era como un muro entre ellos y nosotros, toda esa frialdad. Yo pensaba (...) la distancia propia del que no entiende nada, pero también una cierta hijaputez de no querer entender, resabios de esos instintos atroces de la dictadura. Los bombos retumbaban, y entre todos nos dábamos más fuerza. Algunos decían la palabra maldita: servicio (“mirá, ése es un servicio” o “está lleno de servicios”), y automáticamente a mí se me cruzaban historias oscuras que había escuchado en mi pueblo, mientras estaba en la secundaria.

Íbamos cantando consignas y la canción ésa que yo siempre rescato, que me pregunto de quién, de dónde, cómo habrá surgido exactamente: “Milicos, muy mal paridos, que es lo que han hecho con los desaparecidos, la deuda externa, la corrupción (...) son la peor mierda que ha tenido la nación (...) qué pasó con las Malvinas (...) ” y ahí nos encendíamos, no nos daba la garganta (...) ¡era muy emocionante!

La gente que nos acompañaba desde las veredas nos aplaudía o sonreía, otros movían la cabeza con una mueca quién sabe si escéptica o esperanzada, como diciendo “en este país nunca se sabe”, y algunos permanecían cabizbajos y temerosos, pero esperanzados. La columna de estudiantes seguía el curso de la avenida como si fuera un inmenso río, hasta que desembocó en Plaza Italia. Era conmovedor ir dando vuelta a la plaza y ver como se agitaban las banderas, banderas blancas y azules, rojas y negras, amarillas, ¡pero especialmente las moradas! y nosotros que no parábamos de cantar. Y cantábamos, una y otra vez, la marcha de la Franja.



A la entrada de La Plata lo primero que se ve
una bandera morada que flamea otra vez
Una bandera morada que flamea otra vez
Son las huestes de la Franja peleando a la dictadura
a los perros monopolios y a las viejas estructuras (...)

Siempre recuerdo la cara de los otros, cuando los radicales cantábamos nuestra marcha de la Franja, no sé si podían entender los que nos pasaba cuando la cantábamos; porque nosotros la entonábamos orgullosos y definitivamente convencidos de esos versos, porque nosotros, los de la Franja Morada, éramos los dueños absolutos de la Reforma Universitaria del 18. Ese legado del movimiento estudiantil que se había iniciado en la Universidad Nacional de Córdoba, y que liderado por Deodoro Roca y otros dirigentes universitarios, se extendió –luego– a las demás unidades académicas del país y de América Latina. La Reforma permitió un gran activismo estudiantil del que nos sentíamos legítimos herederos; estábamos orgullosos de eso, y se notaba, igual que de los principios reformistas: la autonomía universitaria, el cogobierno, el ingreso irrestricto, la extensión universitaria, los concursos de oposición para que los docentes pudieran acceder libre y democráticamente a las cátedras. Todo ese legado lo sentíamos nuestro.

Además, también era nuestro Raúl Alfonsín. ¿Y quién, que haya vivido esos momentos, podría discutir lo que eso significaba?

Me parece que, visto a la distancia, no es muy difícil comprender por qué, en esos días, a mí, y creo que a todos, no nos parecía exagerado aquello de “Franja Morada, la patria liberada”.

¿Qué recuerda de la movilización?

Recuerdo muchas cosas, pero especialmente un momento de la noche que permanecimos en el Rectorado: habíamos estado tocando la guitarra y cantando, haciendo el aguante con los mates, escuchando las anécdotas de la gente más grande que pasó la peor época de la dictadura. Nos dormitábamos apenas mientras en las esquinas, los patrulleros nos “custodiaban”. Amanecía. Los que se habían dormido, despertaban en medio de un tendal de cuerpos y banderas. De pronto, fue maravilloso sorprenderse con aquel gesto de los obreros que trabajaban enfrente, en la construcción del Salón Bernardino Rivadavia. Un cartel inmenso que colgaba del andamio más alto decía “Fuersa Estudiantes”, así, con una “ese” tan tierna y conmovedora! Todos reaccionamos con euforia al grito de “Obreros y estudiantes, unidos y adelante”, mientras despertábamos a los que todavía estaban dormidos, tirados en el pasto, para que vieran el histórico cartel en el que se plasmaba la ilusión de la unidad obrero-estudiantil, ésa de la que hablábamos en la marcha de nuestra Juventud, de la Jotaerre, (“estudiante, obrero y campesino, todos juntos vamos a marchar”). Ese fue un momento increíble que tuvo, para mí, su triste correlato cuando lloré como loca en la escalinata del Congreso, el día que perdimos por dos votos la sanción definitiva de la Ley Sindical, tema de campaña, promesa de plataforma, la gran convocatoria que Raúl hacía en cada uno de sus actos sobre democratizar los sindicatos.

Consecuencias políticas de la movilización

Creo que una de las consecuencias directas de las jornadas, además de la derogación del artículo 54, los reclamos contra el arancel, etc., etc., fue que se reorganizaron los Centros y empezaron las elecciones estudiantiles. Fueron momentos históricos, siempre pienso que nosotros tuvimos la suerte de ser jóvenes y estar ahí, algo que sólo se puede dimensionar profundamente en perspectiva.

Lista para las elecciones estudiantiles en Periodismo, 1984
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Lista para las elecciones estudiantiles en Periodismo, 1984


Fuente: Gentileza de Belén Sempé.

Cecilia Fernández

Franja Morada de Humanidades y Ciencias de la Educación. Profesora de Historia. Primera generación de universitarios de su familia.

Ingresé a la Facultad de Humanidades en el año 1980, a la carrera del Profesorado en Historia. En esos años el ingreso a la Universidad había dejado de ser libre y gratuito. Se había establecido examen de ingreso y cupo por Facultades. Los alumnos con los mejores promedios que egresaban de los Colegios dependientes de la Universidad estaban exceptuados de rendir los exámenes para ingresar. El cupo para la carrera de Historia era de unos 60 estudiantes, y solo 5 entraban por mejores promedios de los colegios de la Universidad; el resto iban a examen. Por suerte, mi promedio me permitió ingresar sin rendir examen. El mismo consistía en rendir dos materias que se dictaban para tal efecto en febrero de cada año. Se rendía una Introducción a la Filosofía y algo así como Historia Argentina. Además, había algo de Análisis gramatical y comprensión de texto. Varios de mis conocidos no pudieron aprobar y quedaron afuera porque el examen no era fácil.

De mi promoción ninguno más ingreso en Historia ese año. Al año siguiente ingresó Eduardo Ciafardo, con quien comenzamos a militar en la Franja. Muchos de quienes egresamos del Colegio Nacional y de los otros colegios de la universidad estábamos muy politizados. Era difícil hablar de política dentro de la facultad, porque habían logrado inculcarnos temor; las charlas políticas las teníamos más bien afuera. Dentro de la Carrera de Historia algunos estudiantes más avanzados –recuerdo a Darío Copello, a Dino Baudino– fueron los que me invitaron a formar parte de un gran sueño, volver a tener centros de Estudiantes y viniendo de una familia radical era lo natural hacerlo desde la Franja Morada.

En mi familia se hablaba de política. Mi papá militó en política desde que fue al Colegio Nacional. Militante radical muy comprometido, tomó partido por la Unión Cívica Radical del Pueblo cuando se produjo la división con la Unión Cívica Radical Intransigente. Más adelante se jugó por Renovación y Cambio, por el alfonsinismo contrario a la línea de Balbín.

En el Colegio Nacional, los profesores no podían hablar de política, ni de lo que estaba pasando en nuestro país, dado que en esos años la junta militar aún estaba muy fuerte. Éramos participes involuntarios de algunos hechos significativos de fuerte carácter político que se daban dentro del ámbito del Colegio. Recuerdo una clase de Historia dictada por Fernando Barba. Entró al aula y dijo: el tema que debía dar en esa clase era Revolución Francesa y que no iba a hablar de democracia, república y derechos del pueblo, frente a un militar parado en la puerta del aula escuchando la clase, y que esa gente no entendía nada dando cuenta del peligro que se corría en ese momento. Esas cosas eran las que nos hacían dar cuenta que algo no estaba bien, pero era complejo comprender lo que pasaba en el país. Recordemos que debíamos dejar el Documento en la entrada del Colegio a un militar que nos pasaba lista y cuando salíamos nos lo devolvía. A los 14 años esa práctica terminaba en un punto naturalizándose, mientras que en otro, lo detestabas. Éramos muy chicos para entender su significado.

Al hablarlo con mi papá, él se ocupaba de señalarme que no tenían por qué pedirnos nada, que teníamos derechos, que no tenían que decirte qué pensar, que si no había democracia no existía la libertad.

Vivíamos un montón de situaciones muy fuertes. Recuerdo que para festejar mi cumpleaños de 15 en mi casa, hubo que pedir permiso en la Comisaría 2da, y no se permitían reuniones. Se tenía que entregar una lista con nombre, apellido y número de documento de los invitados. Mi papá dijo que él no iba a poner en riesgo a ninguno de los chicos, y se negó a hacerlo. El día de la fiesta cayó la policía a las 10 de la noche porque había toque de queda y por lo tanto estábamos infringiendo esa norma.

Para 1982 el poder de la junta de gobierno comenzaba a debilitarse y comenzamos a hablar libremente, a comentar los hechos que se vivían, como por ejemplo la guerra de Malvinas. El ver a varios de mis compañeros de división del colegio nacional ir a esa inexplicable guerra, fue otro motivo para involucrarme y participar desde la militancia estudiantil.

El final de la Dictadura fue muy duro.

Recuerdo también una primera Asamblea en la carrera de Historia nada más. Una profesora permitió que durante su clase se discutiera sobre el por qué, de la declaración de guerra que estaba sucediendo en realidad. La Asamblea fue propuesta por Moira Ferreiroa para que tratásemos una propuesta del decano Evans quien exigía juntar dinero y alimentos para enviar a Malvinas. Moira expuso su argumento, que nada de lo que juntáramos les iba a llegar a los chicos que estaban en Malvinas y que todo eso era una maniobra de la dictadura en decadencia, para mantenerse en el poder. Nosotros no la veíamos tan así, pero ella tenía información desde afuera del país, del Partico Comunista.

Por entonces entré de lleno a la Franja, un poco por Dino Baudino (primer Presidente del Centro) que era uno de los referentes y aunque parezca mentira, también por el “negro” Raimundi, otro referente importante de la época.

La Dictadura buscó imponer un modelo universitario abiertamente anti-reformista y excluyente, eliminando la autonomía y el co-gobierno universitario, imponiendo cupos y aranceles para el acceso

Las jornadas de abril de 1983, ya mostraban la proximidad del fin de un ciclo, se estaba perdiendo el miedo y nos sentíamos capaces de enfrentar al poder para reclamar por nuestros derechos, entre ellos la oposición estudiantil al arancelamiento de las carreras de grado en la Universidad a partir de 1980, luego de la sanción de la Ley Universitaria.

La vigilia en los Jardines del rectorado puso de manifiesto la fuerza del movimiento estudiantil. La Formación de la CoFulp y la vuelta a los valores de una universidad reformista.

Después de unos meses hubo que afrontar el proceso de Normalización, siendo todavía estudiantes.

De todo ello destaco el trabajo que hicimos y la esperanza que teníamos en la democracia para lograr un futuro mejor.

Primeras actas del Centro de Estudiantes de Humanidades y Ciencias de la Educación, 1983
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Primeras actas del Centro de Estudiantes de Humanidades y Ciencias de la Educación, 1983

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Fuente: Archivo personal de Guillermo Quinteros.

Guillermo Fontán

Franja Morada de Ciencias Económicas. Economista y Contador. Mg. en Teoría Económica.

Transcurría el año 1982, un día de abril. 2 de abril exactamente, me despierto y escucho con sorpresa que habíamos tomado las Islas Malvinas (...) . Tengo imágenes bastante claras de una plaza colmada de gente gritando “las Malvinas son argentinas”, propinando improperios hacia los ingleses y con un balcón ocupado por el General Galtieri, haciendo gala de sus bravuconadas e incoherencias, desafiando a la flota inglesa (...) . “si se animan a venir, los estaremos esperando” (...) Decía el diario Le monde diplomatique: “ (...) Armada inglesa que derroto a Napoleón, a la que Hitler no quiso enfrentar, el Gral. Galtieri piensa derrotarla con los macheteros correntinos (...) ” Recuerdo también a esa plaza unos días antes, el 30 de marzo. La CGT había convocado a una movilización en protesta al régimen económico y la situación política social que transitaba el país. La plaza fue escenario de una brutal represión, cuando la multitud clamaba –entre otras cosas, el fin de la dictadura militar.

El final de la guerra ya lo conocemos (...) la dictadura estaba en retirada, esto es tan solo una referencia a lo que vendría. Un 1983 cargado de vientos democráticos, traducido en unan participación creciente en los distintos ámbitos del país y en los diversos modos de participación popular.

Mi nombre: Guillermo Fontan, nací en 1960, vengo de una familia radical. Mi padre fue un activo militante. Desde sus 18 años vino a estudiar a la ciudad de La Plata, militando en el movimiento estudiantil. Luego en la Juventud Radical y demás estructuras partidarias, compartiendo espacios de lucha, entre otros con Sergio Karakachoff. Fue él quien nos inculco, junto a mi hermana María Laura, la importancia de participar, leer y formarse opinión propia.

Yo había transitado casi toda mi adolescencia bajo un contexto autoritario, fruto de la dictadura militar. Cuando fue el derrocamiento de Arturo Illia apenas tenía 6 años, luego Ongania, Levingston y Lanusse, después el corto periodo de Campora al frente del gobierno, Perón y nuevamente en marzo del 76 la dictadura militar de la mano del tristemente célebre y mal llamado proceso de reorganización nacional. Claramente jamás había votado.

En el año 78, con 17 años de edad, examen de ingreso mediante, comencé mi periplo académico en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNLP. Eran tiempos difíciles, no había ni la más mínima participación estudiantil, reinaba la frase “yo a la facultad solo voy a estudiar”, el independentismo a partidario seria mayoritariamente el pensamiento generalizado.

Es por ello que era muy difícil imaginar un contexto democrático, libertad de expresión, y mucho menos las bondades que traería la construcción de una concepción democrática a través del espíritu de la Reforma Universitaria la cual traía dentro de sus postulados básicos, libertad de cátedra, autonomía universitaria y cogobierno, entre otros. Era difícil pensar que el arco estudiantil cobraría protagonismo, a través de la participación en los distintos centros de estudiantes de cada facultad y que abonaría la filosofía reformista.

Paulatinamente, fue acercándome a los pocos ámbitos de participación política, como por ejemplo a la casa radical de la calle 48. Algunas reuniones políticas a las que concurría llevado por mi padre al comité de Tolosa, que por entonces era solo un circuito de la sección 6ta. Una vez en el año 82, transcurrida la guerra de Malvinas fui a un meeting al que concurrió Raúl Alfonsín (...) era un club de barrio en calle 20 e/ 45 y 46. Y fue la antesala del acto que se llevó a cabo el 12 de octubre del año 82 en el Club Atenas de la ciudad de La Plata, que tenía como orador de fondo al Dr. Alfonsín quien hablo ente una nutrida concurrencia. Recuerdo que junto a otros militantes de la JR del circuito de La Loma, pintamos una pancarta “JR la Loma” además de haber participado en las noches de pegatinas en el circuito promocionando dicho acto.

En el año 81-82 la universidad dejaba de ser gratuita, aparecía el arancel universitario, debíamos pagar un monto (pequeño) para poder rendir examen final, si bien era pequeño como precedente era lo suficientemente capaz de generar tendencia hacia una universidad arancelada.

Volviendo a mis primeros pasos conocí en calle 48 a algunos militantes de entonces, entre otros, a Dario Copello, Luis Menucci, Luis Sobron, Miguel Bazze, Turco Salomón, Pirata Drake, Bernardo Wasinkievich, Flaco Marco, Enrique Illia, Sony Montero. Con los documentos partidarios que ellos me suministraron, sumados a aquellos brindados por mi viejo, comencé a comprender el valor de la reforma Universitaria y demás posiciones del partido ante hechos de la coyuntura política actual y fundamentalmente a formar mi propio criterio.

Recuerdo una mesa que integraba Raul Alfonsín y demás políticos, en el Colegio de Escribamos, disertando acerca del conflicto bélico de Malvinas, diferenciándose del resto al plantear la locura de la guerra, como una aventura armamentista, un conflicto carísimo en términos de vidas humanas. Tan solo era una cortina de humo para tapar los horrores de la dictadura militar y seguir manteniéndose en el poder.

Luego de la derrota de Malvinas, se generaron en el país vientos de participación popular creciente, se brindaron charlas de diversos temas de actualidad en la Casa Radical, y se reunían integrantes de distintas facultades en lo que había dado en llamarse CO-FULP (Comisión Organizadora de la Federación Universitaria de La Plata). Obviamente había distintas corrientes ideológicas: UCR reformistas; Socialistas; (MUI) Movimiento Universitario Intransigente; PC; Movimientos independientes; troskistas y algo del PJ.

En lo referente a las jornadas de abril, era difícil establecer un eje convocante claro (...) en contra del Arancel. Reformular el concepto del año pre anterior, (...) Correlatividades (...) Básicamente, el tema era expresar repudio a los responsables políticos de la dictadura militar en temas referentes a la Universidad, tomando como blanco de críticas al por entonces Rector, Guillermo Gallo, reformista hasta la caída de Illia luego siguió su propio derrotero alejado de aquella causa. Gallo tenía una participación y un predicamento reconocido en distintos ámbitos socio culturales de la cuidad.

Aquel día, comenzaron a posicionarse las distintas agrupaciones estudiantiles bajo las pancartas de los centros, algunos con cierta formalización, otros como el caso de económicas, con pancartas cuya denominación era COICECE (Comisión Independiente de Ciencias Económicas). A medida que transcurrían las horas, la movilización iba cobrando cuerpo y muchos estudiantes sin saber muy bien que ocurría, se sumaban al encuentro.

Recuerdo que hasta entonces, el rectorado era un ámbito prohibido para los estudiantes. Entonces se formó una comisión estudiantil, quienes irían personalmente a reunirse con el Rector y plantearle sus reclamos. De algún modo era la representación de los referentes que integraban la CO-FULP

El máximo referente era el Pirata Drake, quien dentro de la reunión (así me contaron, pues yo no estaba) y fuera de ella llevaba la voz cantante.

El resultado en términos de logros puntuales era menor, quizá anecdótico, ya que una universidad sin autonomía estaba claramente manejada desde el poder central, pero lo importante era que el estudiantado se hizo escuchar, dando lugar a un sin número de reivindicaciones, formando parte de la primavera democrática que felizmente agudizo el epilogo de la dictadora dando paso a la instauración de la democracia, mediante el voto popular que llevo a Raúl Alfonsín a la presidencia de la Nación.

¡Fue un tiempo memorable! Desde la FM participamos en todos los ámbitos posibles tanto dentro de las distintas facultades, como fuera de ellas. A mitad de año se llevó adelante el periodo de normalización de los centros de estudiantes, donde participo la FM con listas puras siendo conducción en FULP y FUA gracias a triunfos rotundos en casi todas las facultades y, en aquellas que se perdió, la diferencia fue escasa.

Cabe destacar que la épica del momento me granjeo amistades muy fuertes, donde siempre directa o indirectamente además de los afectos, surge como evocación de la lucha estudiantil, la utopía y los ideales que aun mantengo de manera inquebrantables más allá del desafío de estos tiempos, que nos llevan a discutir principios de inclusión, calidad educativa e innovación.

Por último, quiero recordar al querido Pirata Drake, quien ya no está con nosotros. Seguramente donde quiera que se encuentre, estará recordando con la sensibilidad y consecuencia que demostró en vida, los tantos recuerdos de su protagonismo excluyente por aquellos tiempos.

María Laura Fontán

Franja Morada de Arquitectura. Arquitecta.

Fuimos privilegiados

El título de este breve escrito adelanta lo que debería ser su conclusión.

Es que resulta difícil ofrecer un testimonio sin destacar –como punto de partida– el sentirme agradecida por haber tenido la oportunidad de formar parte de quienes fuimos protagonistas privilegiados de un periodo único e irrepetible de la historia de nuestro país, de nuestra universidad, que nos marcó profundamente y cambió nuestra vida para siempre.

La historia quiso compensar, evidentemente, el destino de haber vivido mi adolescencia en coincidencia con la dictadura cívico militar que azotó mentes y cuerpos, pensamientos, ideas e ilusiones. Inicié la secundaria en marzo de 1976. No hay más nada que agregar.

Ingresé a la universidad, a la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) en 1981 a través de un curso de ingreso hostil y descontextualizado de la disciplina aprobando un examen de ingreso de matemática y física (?) Ingresaban solo 200 estudiantes por año. Éramos en total cerca de 1000, 1200 estudiantes en toda la facultad.

Allí transité los primeros años de una facultad que tras haber sido brutalmente castigada –como lamentablemente tantas otras– por la dictadura militar con la muerte y desaparición de numerosos docentes, estudiantes y no docentes, se mostraba muda, silenciosa, de debates ausentes, de “muros limpios”. La única alternativa que se proponía era la de aceptar pasivamente lo establecido. Sin opción de elección de cátedras, de horarios de cursadas, por mencionar sólo algunos de derechos vetados. EL sistema académico era muy restrictivo. Pocas mesas de exámenes. Pensar en alguna consideración o alternativa para un estudiante que debía trabajar era una fantasía; mucho más, encontrar espacio para aquellos que querían opinar.

Como último recurso de supervivencia de una dictadura debilitada, en 1982 llegó Malvinas. Generacionalmente –soy clase 62– un accidente del destino, inclinado por el género me dejó fuera de los convocados para la Guerra. Esta circunstancia, fue en mi vida determinante. No sólo en un sentimiento personal que acompañó todo el desarrollo de la guerra, sino que hasta hoy, cada 2 de abril, me inunda de tristeza y como tantas otras cosas de nuestra historia aun me resulta incomprensible.

Fue así como espontáneamente me sumé al movimiento que en la facultad canalizaba en peñas, colectas y otras actividades la solidaridad de los estudiantes con los soldados que estaban en el frente de batalla. Y ahí empezó todo.

De ese modo surgió una primer organización; el cuerpo de delegados de la FAU, que núcleo a estudiantes sin filiación político-partidaria junto –prácticamente sin excepciones– a los cuadros políticos de las que serían las primeras agrupaciones estudiantiles de la facultad. En mi caso, me encontraba más cerca del 1er grupo, con una interesada e inquieta mirada en busca de espacios donde profundizar mi participación.

Mi contexto familiar daba lugar a ello. Pertenezco a una familia con padres que vinieron del interior a estudiar a La Plata y se quedaron en esta ciudad que adoptaron como propia donde nacimos mis hermanos y yo. La Universidad, la vida universitaria, la militancia política de mi padre, de fuerte raigambre radical y reformista, sin duda nos formó y nos permitió estar informados. A diferencia de muchos amigos y amigas de esas épocas, en mi casa SÍ se hablaba de política. En su momento, fuimos conscientes de todo lo que se vivía.

Fue así que esa acción inaugural de participación, aun en dictadura, terminó canalizando e identificando mis inquietudes en la Franja Morada, siendo parte de la primera agrupación que bajo ese nombre, daba continuidad a las agrupaciones reformitas de épocas anteriores de la FAU.

Mis inicios en la militancia, en aquellas habitaciones del comité de calle 48 coincidieron con los días de la movilización de abril al Rectorado. Es decir, sin mediaciones, con un entusiasmo reprimido hasta entonces, amparada en figuras militantes a quienes escuchaba con admiración, estaba sentada en los jardines de la universidad “haciendo picnic” –al decir del Rector de la Dictadura G. Gallo. Hacer picnic era hacer visible la lucha estudiantil ante una sociedad que empezó a acompañarnos, era reivindicar nuestras causas. Hacer picnic era pedir desde más cantidad de mesas de exámenes, hasta condicionalidad hasta la mesa de mayo. Hacer picnic era expresar el estar en contra del arancelamiento. Haciendo picnic se iniciaba el proceso de reorganización del movimiento estudiantil en vistas a la democratización de los centros de estudiantes y la FULP –COFULP en esos momentos.

La mística militante tomo una vertiginosidad sin igual, acompañando en paralelo la campaña nacional que nos llevaría a las urnas consagrando a Raúl Alfonsín presidente de la Nación.

Reuniones, discusiones, asambleas, peñas, plenarios, plenarios de formación política, carteles, plataformas, volanteadas. Tardes, noches, madrugadas (...) Actos, escrutinios, más actos, más escrutinios, cierres de campaña. ¡Festejos!, muchos festejos.

La militancia se nutría de ideas, de ideales.

El rector de la Universidad Nacional de La Plata cede en su posición, frente a las concentraciones estudiantiles
Fotografía 19
El rector de la Universidad Nacional de La Plata cede en su posición, frente a las concentraciones estudiantiles


Fuente: La Nación, 19 de abril de 1983, p. 11, col. 4-6.

La conquista democrática estaba en nuestras narices. Por la vida y por la paz (...) por una sociedad más justa –la justicia social– por los desprotegidos, por la plena vigencia del estado de derecho, la vigencia de los DDHH. La verdad y la justicia y en el ámbito universitario por los principios de la Reforma que abrazamos para no dejarlos más. Era el cambio. Aprendimos a rezar –y lo hicimos con emoción– el rezo laico del Preámbulo de la Constitución. En los actos se proponía que no siguiéramos hombres, que siguiéramos ideas, pero era difícil. Hombres fuertes proclamaban las ideas que necesitábamos escuchar. Aquellas en las que depositamos toda nuestra esperanza.

Y siguieron festejos, ¡muchos festejos!

Entre septiembre y octubre ganamos todo. La mayoría de los centros de estudiantes –hasta los de aquellas facultades donde nunca había ocurrido– fueron morados y así se consagró el querido Gustavo Drake Presidente de la FULP.

Portada del documento de la Federación Universitaria de La Plata sobre Derechos Humanos, 1984
Fotografía 20
Portada del documento de la Federación Universitaria de La Plata sobre Derechos Humanos, 1984


Fuente: Archivo personal de Guillermo Quinteros.

Ganamos el país, las provincias, intendencias, pero fundamentalmente ganamos la democracia con la conciencia de que debíamos cuidarla, valorarla y fundamentalmente trabajar para su consolidación. Cada uno desde su lugar lo había logrado. Cada uno de nosotros, desde nuestros lugares, seguiríamos más comprometidos aun trabajando.

El camino no se veía fácil, pero todo era esperanza, ilusión. Estaba todo por hacer.

En ese espíritu renovado y esperanzador se inició otro proceso vertiginoso y me referiré exclusivamente en el contexto del proceso de normalización de la universidad, al de la FAU.

Acompañamos al equipo que conformó el decano normalizador.

Como centro de estudiantes llevábamos apenas unos meses de ventaja que nos sirvieron para iniciar la organización gremial y política de lo que estaba desmantelado.

A modo anecdótico: un día nos presentamos como 1er comisión directiva del CEAU ante el decano del proceso. Entramos a su despacho por primera vez. La reunión rondaba en pedirle –como reivindicación– la restitución de los bienes del centro de estudiantes de arquitectura. Estaba toda la comisión directiva integrada mayoritariamente por la FM pero acompañaban minoritariamente referentes de otras agrupaciones –algo del PC, MAS, Movimiento Intransigente; JUP. Respuesta esperada pero no por ello menos escandalosa– “el centro de estudiantes”. Acá nunca hubo nada. Insistimos en que al menos nos dieran un lugar para reunirnos. Nos propuso –si nos servía– el depósito bajo escalera, lugar donde la concesión del bar guardaba cajones de botellas. No nos servía. Insistimos y nos dio un sector –1/3– de un depósito de chapa –el quoncet de la FAU– que estaba lleno de cosas inservibles. Ese fue el lugar donde iniciamos las actividades del centro.

Al retirarnos de esa primer reunión, el decano me llama y me pregunta: “señorita, qué dicen sus padres que se dedica a estas cosas?”, con la naturalidad de los 21 años junto a mi convicción le respondí sin mentir: que se sienten muy orgullosos.

Un cambio inmediato se produjo en lo político y académico. La vuelta a las aulas de los docentes que se habían retirado durante la dictadura trajo aire fresco y pensamientos –políticos y disciplinares– renovados. El ingreso irrestricto, algunas cátedras paralelas a las cátedras “del proceso”. Concursos, Talleres verticales, equipos docentes y el incipiente ejercicio del cogobierno a través de los consejos académicos normalizadores.

Aquella facultad limpia y muda, dejo de serlo.

Desde el centro de estudiantes y sus comisiones se trabajaba en diferentes campos. La comisión de enseñanza –que yo integraba– discutía con la certeza de poder lograrlo, el proponer un plan de estudios para arquitectos comprometidos con el pueblo. En la comisión de Derechos Humanos se discutía cuál era la consigna para pedir por nuestros desaparecidos: verdad y justicia; juicio y castigo, aparición con vida. Cada uno con sus argumentos que dificultaban llegar a acuerdos. Las asambleas –estatutariamente constituidas– rondaban desde la exigencia de la nulidad de los concursos de la dictadura, al vaciamiento de las aulas de los profesores del proceso que aún estaban en la FAU, desde la concesión del bar para los estudiantes (...) hasta Nicaragua libre. Había tiempo y ganas para discutir todo.

Portada del documento de la Federación Universitaria de La Plata sobre situación internacional, 1984
Fotografía 21
Portada del documento de la Federación Universitaria de La Plata sobre situación internacional, 1984


Fuente: Archivo personal de Guillermo Quinteros.

Las diferencias políticas, lógicamente empezaban a expresarse de otra manera. EL enemigo común, que de alguna manera nos ponía a todos de un lado, ya no estaba. EL tono y las maneras de expresar el disenso también cambiaron.

En fin, no fue fácil pasar a ser oficialistas.

La perspectiva histórica y la edad me permitieron comprender algunas cuestiones que sin duda en su momento me costó comprender, explicar o defender.

Como corolario de todo este proceso, no quiero dejar de mencionar –sin quitar trascendencia a otros hechos de importancia – el haber participado como congresal por la FAU en el congreso normalizador de la FUA realizado en Tucumán en 1984. Recuerdo con emoción aún hoy esos días. Ese estadio maravilloso que dio el mejor marco a la asamblea que convocó a toda la militancia estudiantil con representatividad nacional. Fuimos parte de este último eslabón de normalización que nos faltaba ya que sólo nos restaba –más adelante– ser parte de los consejos académicos que eligieron decanos y la primera asamblea universitaria que consagró rector.

Es imposible poner límite temporal a mis recuerdos.

Fuimos privilegiados. Fui privilegiada.

No vi a través de un video en redes, el cierre de campaña de Raúl Alfonsín ese 26 de octubre de 1983 recitando el preámbulo de la Constitución. Estuve ahí. Junto a mis amigos y compañeros de militancia. Llorando de emoción.

No vi en registros fotográficos las imágenes de una plaza llena esperando la asunción del primer presidente constitucional después de tantos años de dolor. Estuve ahí. Hice vigilia frente al cabildo. Junto a mis amigos y compañeros de militancia. Llorando de emoción.

Una película no me contó sesgadamente cómo se desarrolló el juicio a las Juntas. Fuimos testigos de la valentía del Presidente de la Nación al crear la CONADEP y de la entrega del Informe. Movilizamos en vigilia por el inicio del Juicio a las Juntas. Seguí cada instante del desarrollo del juicio. Escuche en directo y sin traducciones el alegato final. Señores jueces (...) nunca más.

Hace apenas unos años, me hicieron un breve reportaje en un portal de la UNLP –me preguntaron sobre el final cómo podía definirme– en relación a mi historia vinculada a la universidad. Hoy retomo esas palabras que surgieron tan espontáneamente de mi boca como si me hubiesen preguntado mi nombre y apellido. Soy profundamente reformista. Creo con convicción y en la acción en los principios y la vigencia de la Reforma Universitaria. Este convencimiento guía mi hacer. Ingresé a la FAU UNLP en 1981 y no me fui nunca.

Sigo creyendo en la autonomía universitaria, en la educación Libre, laica, abierta y cogobernada con calidad académica en el número e inclusiva.

La Reforma se constituyó en mí como una forma de vida. En una manera de transitar y entender la vida universitaria.

No solo sigo defendiendo los principios reformistas. Hoy más que nunca, defiendo la memoria de esas luchas, de nuestras luchas. Soy testigo de que fue posible perseguir ideas como parte de un colectivo comprometido.

En un presente tan complejo, sin bajar las banderas, sólo deseo encontrar hilos de esperanza.

Nos quedan aún muchos dolores, pero muchas libertades las supimos conseguir.

Fuimos privilegiados actores de la historia. Eso nos permite disfrutar de un presente fraternal que nos mantendrá unidos por siempre.

A toda la Franja del 83.

A mis entrañables compañeros de la agrupación Franja Morada de Arquitectura.

A los que ya no están, quienes fueron referentes en este camino.

City Bell, diciembre 2022

Osvaldo Alfredo Fracasi

Franja Morada de Ingeniería. Estudió Ingeniería. Primera generación de Estudiantes Universitarios de su familia.

Comencé a estudiar Ingeniería en el año 1977, primer año de la dictadura cuando había exámenes de ingreso, y había que entregar nuestros documentos a los uniformados que estaban en camiones del ejército. Nos controlaban con unas listas y no sabíamos si estábamos o no. En ese momento comencé con mi carrera de estudiante universitario. Hacia fines de 1981, en la época de la muerte de Ricardo Balbín, yo ya era militante radical por una cuestión familiar, tomé contacto con varios amigos de otras Facultades y de la mía. El Centro de Estudiantes de Ingeniería fue el único que estuvo abierto durante la Dictadura. La zona del bosque, donde se encuentran las Facultades, estaba bajo la jurisdicción de La Marina y sus servicios de inteligencia, porque las Fuerzas Armadas se habían dividido el control de la Universidad. Teníamos un Decano bien cercano a la Marina, pero bueno, nosotros estábamos más con la militancia partidaria y con el vínculo gremial a través del Centro. A partir de la guerra de Malvinas y la postura que adoptó Alfonsín que fue el único que se manifestó claramente en contra hubo más movimiento político. Yo vivía en 67 y 10, y atrás, sobre la calle 11 vivía un militante radical muy amigo de mi padre quien fue el primer tipo que yo recuerde, que salió y con pintura negra escribió en las paredes “Alfonsín, en la Federación de Box”. Ese acto que se hizo en capital y un poco por él, me acerqué y conocí al movimiento de Renovación y Cambio y algunos de la Coordinadora que habían estado más vinculados al Ruso Sergio Karakachoff y a Fredy Storani. También a Miguel Basse que había estudiado Ingeniería y había sido militante de Franja Morada en una etapa anterior.

Ya a partir del 82 comenzamos a presentarnos púbicamente como Franja Morada de Ingeniería y obviamente a presentarnos, posteriormente, a elecciones en el 83. Fue un momento en que nos acercamos a los textos de la Reforma, a conocer un poco más sobre sus postulados, a conversar sobre esas cosas. Se hacían reuniones en el mismo Centro que había permanecido abierto o en el aula Numa Tapia, que era el aula de Matemáticas que se ubica en el edificio central de Ingeniería. Así fuimos conociéndonos con varios amigos, la mayoría de los cuales habían ingresado después que yo, tal vez yo era uno de los más grandes. Nos conocimos con Juan Cocino, Marcelo Rastelli, Lole Pandolfi, y muchos más.

También recuerdo las reuniones de la Federación, que era en realidad la mesa Regional de Franja un poco ampliada. Porque era todo incipiente, nada tenía un nombre, era claramente una reunión de militantes. Es así como comienza con más fuerza la organización de la FULP, después de las jornadas de abril del 83, cuando concentramos en el Rectorado.

Me acuerdo claramente que nosotros convocamos en la Facultad y teníamos buena onda con el Movimiento Universitario Intransigente (MUI), algunos amigos de la izquierda y si bien había algunos peronistas, era muy pocos, era el posmontonerismo. Recuerdo que hicimos una sentada muy importante pidiendo la reapertura de la democracia en la Universidad y otras cuestiones. Se cantaba “Gallo, gallina, salí de la oficina”. A partir de ahí nos involucramos mucho más tanto con la militancia universitaria como en la campaña de Raúl Alfonsín ya no como Franja Morada, porque la campaña era partidaria. Fue una etapa en la que conocí a miembros de la Juventud Radical.

En Ingeniería la Franja se enfrentó al Movimiento Estudiantil Independiente (MEI), al MUI y a otros de izquierda. Sacamos con Marcelo Rastelli como candidato a Presidente del Centro, Juan Cocino como Delegado al rectorado y Antonio Cordonier, yo, y otros para vocales, el 25% de votos, pero no nos alcanzaba para enviar delegados a los Consejos. Nos comimos una paliza frente al MEI, que era muy fuerte en toda la parte gremial. Si no recuerdo mal el cupo para Ingeniería era de un poco más de 700, había que prepararse para el examen de ingreso y el MEI realmente estaba en todo ese asunto del apoyo, tenían un comedor funcionando, el Bufet, fotocopiadora, en fin. Nosotros estábamos con otra cosa, con consignas tales como la Universidad al servicio de las mayorías que todavía no prendían con fuerza.

Con el porcentaje de votos que obtuvimos no pudimos aspirar a ser parte de la gestión de la Facultad. En cambio, tuvimos un representante en la Comisión Directiva del Centro y nos dieron una Secretaría de algo que ni lo recuerdo. Recién cuando se completó la normalización y con Marcelo Rastelli recibido, se integró a la gestión de la Universidad.

Quisiera recordar este hecho que para mí fue muy significativo. Tuvimos la suerte, antes de las elecciones generales estudiantiles (unos meses antes de las elecciones a Presidente), que le ofrecieron al Ingeniero Juan Carlos De Lorenzo ser el Secretario Académico de la Facultad. Una manera de ir llevando la política Universitaria a lo que se venía. De Lorenzo era una persona extraordinaria y nos convocó (como Franja Morada) para conversar, siendo que él había integrado las listas reformistas en la Facultad, por supuesto en otro tiempo. Había sido un militante consecuente con los principios de la Reforma estudiantil y, evidentemente, quería ayudarnos de algún modo. Secretario de Planeamiento en el Ministerio de Obras Públicas durante el Gobierno de Armendáriz en la Provincia de Buenos Aires, un hombre excelente. Lo digo aquí para homenajearlo dado que falleció hace unos meses atrás y recuerdo que nosotros en aquel momento no le dimos ninguna importancia. Pero claro, no sabíamos de quien se trataba.

Lilian J. Lértora (Pinky)

Franja Morada de Humanidades y Ciencias de la Educación. Profesora y Licenciada en Geografía. Primera generación de universitarios de la familia.

Comienzo esta versión remontándome a una época muy anterior al 1983, nací en Rio Colorado (R. Negro) en una familia Radical, donde se discutía mucha política y con un padre que nos llevaba a pintar los paredones con leyendas de la UCRI, fondo blanco con letras celeste. Muy buena secundaria, pero en un colegio privado, por lo tanto de política cero, pero hoy a la distancia agradezco que no me hayan adoctrinado (el cura del pueblo era ante todo facho). Terminado el secundario fui a estudiar a Bahía Blanca –Agronomía– pero no tuve mucho éxito por varias razones. Entre la más importante, el contexto económico-social del momento no me permitía seguir en la Universidad y trabajar, ergo había que comer, por lo tanto abandoné la carrera. Cierto es que también la Universidad era un caos y había mucho miedo en las calles, por efecto de la triple A, más los militares y los montoneros, que no ayudaban en nada.

A pesar de todo lo negativo, uno puede rescatar cosas positivas de momentos desastrosos. No recuerdo bien el año pero seguramente fue por el año 1974 o 1975, cuando fui invitada por mi compañero de vida, a un acto en la Universidad Nacional del Sur. Los “chicos rebeldes” (léase Montos) de ese momento habían armado encuentros con distintos políticos democráticos más cercanos a los ideales del socialismo. En ese contexto iba a dar una conferencia un radical de Renovación y Cambio, llamado Raúl Alfonsín, mi admiración por ese hombre fue inmediata.

Llegaron los años de plomo de la dictadura y si bien es cierto que con algunos compañeros de la secundaria, que también estudiaban en Bahía y eran radicales –como por ejemplo Miguel A. Machado, Irazosqui o Bagolle– nos juntábamos para hablar y discutir de lo que pasaba, poco o nada se podía hacer con relación a la militancia. Sin embargo, siempre hay golpes de suerte, estar en el momento justo y en el lugar indicado, y porque no, ser consecuente con las ideas que uno va macerando. En el año 1979, me invitaron a conocer a Federico Storani. Se trataba de una pequeña reunión a la que asistí con amigos como Elvio Patrignani y Merceders “Mechi” Germillac en el Hotel Austral de Bahía Blanca. Este encuentro marcó mi entrada en la Coordinadora Nacional. Desde ese momento y moviéndonos como podíamos, intentamos estar cerca de las propuestas sociales colectivas, muy relacionadas con el ámbito estudiantil universitario. Por ejemplo: formación de cooperativas de apuntes cuyos integrantes pertenecían a otras agrupaciones políticas, o presentar lista para las elecciones del Club Universitario (club manejado sólo por estudiantes) contraria, dado que venía siendo dirigido por personas muy cercanas a la dictadura. Por supuesto, notábamos que siempre estábamos vigilados y tuvimos que eludir muchas trabas. Una de ellas que tuvimos que sortear dentro del Club, es que nos querían impugnar. Necesitábamos abogados que nos ayudaran con nuestros argumentos y con la presentación de la lista. Fue entonces que tuvimos la ayuda de un grande, el Dr. Héctor “Menucho” Bertoncello, que obviamente era el que presentaba conjuntamente con otro grande, el Dr. Horacio Huarte, los Habeas Corpus en el tema de derechos humanos en la ciudad de Bahía Blanca. Se estableció así una relación muy cercana, no sólo de ayuda y acompañamiento sino de formación política.

Iba pasando el tiempo y nuestra formación y compromiso iba creciendo, íbamos conociendo nuevos compañeros de militancia, fundamentalmente dentro del Movimiento de Renovación y Cambio. Transitábamos el año 1981 y la creación de la Multipartidaria le dio otro encuadre a nuestra militancia, porque se percibía un aire distinto, de mayor presión contra la dictadura y también, más espacio para desarrollar algunas actividades políticas. Ya en el año 1982 –a fines de marzo– se invita a un encuentro al Dr Arturo Illia. Quedamos impresionados por la repercusión de la convocatoria y también fue el momento del paro general y concentración del 30 de marzo. Pero ese año quedó marcado en mí memoria no solo por el hecho de la Guerra de Malvinas, sino porque el 2 de abril se hacía una reunión en la ciudad de Coronel Pringles, de la 6ta sección electoral. La noche anterior había un acto radical en Monte Hermoso en el que hablaba Raúl Alfonsín, y ahí fuimos, con mis amigos Elvio y Mechi en un Citroën. La mañana siguiente nos íbamos a encontrar, en Monte, en la casa de Danilo Biondo con el Dr. Alfonsín. Íbamos en representación de la juventud, pero cuando llegamos el ambiente de silencio que reinaba, nos paralizó. Vimos a Raúl Alfonsín con su típico gesto de manos atrás pensando y mirando el mar por la ventana del departamento, y nos dimos cuenta que nuestra presencia se hacía casi invisible. Es que se había declarado la Guerra. Igualmente partimos todos para la reunión de C. Pringles y allí no había entusiasmo por la toma, sino una fuerte oposición a la acción militar y un renovado apoyo a los reclamos de vuelta a la democracia.

Todavía con estado de sitio vigente, se organizó el acto de Federación de Box. Ahí volvimos a salir para Buenos Aires muchos militantes de Bahía Blanca, nos dábamos cuenta que se estaba generando una gesta importantísima, no nos queríamos perder nada, todo era aprendizaje y experiencia. Llegamos al acto con mucha gente, la atmosfera adentro era irrespirable, estábamos en las gradas superiores, nuevamente a escuchar a Raúl y salir de ahí desbordando entusiasmo y alegría, para seguir militando y convenciendo de que este era el único camino para volver a la democracia.

Luego ya en diciembre 1982, me radique en La Plata y por suerte llegue para la marcha de la democracia del 16 de diciembre. Nunca había participado en una marcha de esta magnitud, allí fui con mis conocidos de las reuniones provinciales de la Juventud: Marcelo Marco, Stella Vanoni, Santiago Alconada Sempé, entre otros. Y mi infinito agradecimiento a Gustavo Rodríguez que logro rescatarme para que no me pasaran por encima y al dueño de una confitería en la 9 de Julio que no dejo que la policía entrara a llevarnos.

¿Qué recuerda de la movilización de abril de 1983 al Rectorado de la UNLP?

Entre en Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación en el 1983 en Geografía, si bien había militado mucho en Bahía Blanca, para estos pagos era una recién llegada. Seguía con mi militancia en la Juventud de la 9na, donde también lo hacía Darío Copello que me acerco a Franja Morada de la Humanidades y conocí al famoso Piraña entre muchos otros. Mis primeros pasos por la militancia universitaria estaban muy dirigidos a discutir el arancel universitario, a levantar los cursos cuando un Profesor pretendía tomar parciales con teoría, lo que hacía que se convirtiera la misma en obligatoria y no había bandas horarias para los que trabajaban y una serie de reclamos, muy ligados a las reivindicaciones gremiales con mucha carga política. Así transcurrían mis días hasta que alguien, no recuerdo quien, comenzó a motorizar que había que ir al rectorado porque se estaba por “voltear” al rector. No muchos concurrieron, todavía en el ámbito estudiantil había un poco de temor por estas manifestaciones y así por primera vez me encamine al rectorado, iba acompañada por algunas compañeras de Geo que solo llegamos hasta las escalinatas, era imponente/soberbio (metía un poco de miedo), pero una buena cantidad de estudiantes se movían ahí adentro como peces en el agua. Con el paso del tiempo supe que eran distintos militantes de Agronomía y otras Facultades, pero todos ligados a las ideas del reformismo y la Franja Morada. Lo que paso después fue espectacular comenzaron a llegar estudiantes y cada vez éramos más.

Candidatos estudiantiles para las elecciones de 1984
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Candidatos estudiantiles para las elecciones de 1984

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b)






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Fuente: Archivo personal de Guillermo Quinteros.

Estaba claro que estábamos ahí exigiendo que se dejaran de lado algunas arbitrariedades, como por ejemplo el famoso artículo 54, que impedía seguir cursando. Pero se percibía que detrás de este reclamo gremial estaba implícito que la demanda era sobre la falta de cogobierno y también de democracia. Por supuesto que las autoridades demoraban la decisión, pero al final se logró el cometido y se derogo el famoso artículo, entre otras reinvenciones. Un éxito total para esos momentos políticos del país, logrado por militantes que tenían en claro que no eran tiempos para bajar los brazos. Que, en todo caso, la lucha recién comenzaba o continuaba.

Lo que vino después, fue el armado de los Centros, la habilitación a elecciones, un período de mucho trabajo, eso que yo tocaba casi desde afuera porque hacía poco que estaba en la agrupación. La voz cantante la llevaron un grupo de excelentes militantes que no paraban de enseñar y formar en el camino hacia una Universidad Reformista, de bases sólidas en el cogobierno. Lo que aprendí en todos esos años de militancia universitaria fueron claves para mi desarrollo intelectual y político, eternamente agradecida por esos momentos. También debo reconocer que esos años, donde la participación política de las mujeres era escasa, nuestros hombres “franjistas” hacían gala de ser flexibles e inclusivos. Resalto este hecho porque no pasaba lo mismo en otras agrupaciones (hoy devenidas en progres del feminismo) tal es así que fui incluida en una lista como Consejera Superior por Humanidades. Un reconocimiento que no olvidaré nunca.

Todo lo que vino después es más conocido, tal vez este relato fue muy personal, pero muestra cómo se puede llegar por distintos caminos a ser un militante de la Franja Morada

Alejandro Monges

Franja Morada de Medicina. Médico. Mg. en Salud Pública, Técnico en Periodismo Deportivo y Licenciado en Comunicación Social. Primera generación de universitarios en su familia.

Más que un grano de arena en la historia de un colectivo de lucha estudiantil

Estábamos recién comenzando la década del 80. Nacido y criado en esta ciudad testimonio de luchas y tensiones ideológicas hasta mediados de los 70 que me encontró haciendo el secundario y participando, como delegado de curso, del Centro de Estudiantes de “La legión”, donde nos conocimos y compartimos aquellos momentos con Gustavo Drake (el “Pirata”).

Uno de los efectos de la Dictadura del 76 fue el paréntesis en la vida política que significó, por la falta de garantías constitucionales, el repliegue, el silencio, el exilio, la muerte.

La Facultad: inicié la facultad de Medicina en el 76 y tuve la posibilidad de conocer un antes y un después de instalado el golpe. Las banderas de las agrupaciones, los discursos en la escalera y en el Hall de entrada, los volantes y la propaganda, las peticiones. Todo se había acabado para fines de marzo de ese año. Las clases comenzaron en Junio. No hablábamos de política con los compañeros de estudio. En ese sentido la incertidumbre, el miedo y la desconfianza en el otro nos brindaba una falsa sensación de seguridad en la piel.

Nos encontramos con “el Pirata” en el buffet de la Facultad, charlamos un poco sobre los compañeros de La Legión, de algunos no se sabía nada, otros los estaban buscando sus familias, otros se habían ido. Quedamos en seguir charlando en Agronomía.

En el 78 conocí a Daniel Agüero, era el año del Mundial de futbol, en el corredor del Hospital San Juan de Dios, en la previa a rendir un examen parcial de Cirugía. De allí nos volvimos para el mismo barrio, el Parque Saavedra donde vivíamos cerca uno del otro y acordamos estudiar juntos algunas materias. Hicimos amistad. Allá por comienzos de los 80 entre medio de las lecturas y el mate, Daniel buscaba en su habitación unos cassettes para decirme con entusiasmo “escuchá lo que dice, está bueno”. Era Alfonsín. De a poco fuimos teniendo de la mano de esos discursos un motivo más para encontrarnos.

En el 82 se hace una primera reunión en una de las aulas de la Facultad de la que participaron ex Franja Morada de los 70, médicos por entonces –Gabriel Montero, Enrique Illia, Dardo Pérez, Pepe Olaechea– con la idea de reconstruir la agrupación, a partir de un período de normalización en la Universidad. Con lo cual la participación política volvería a ser parte de la vida Universitaria.

La idea de reformular en un nuevo contexto el llamado a la participación desde el espacio político, iba generando interés entre el estudiantado en la medida que se explicaba cuál era la idea y la razón de pertenecer a esta agrupación, que generaba cada vez más acercamiento. En un contexto de país donde se avizoraba una salida Democrática tras seis años de golpe y el significante Malvinas.

Se generó un intercambio con otras agrupaciones, con la intención de ir delineando un marco participativo. Comenzaba un tiempo cargado de protagonismo y fuertes emociones.

La propaganda, el hablar con los compañeros, la búsqueda de apoyo a nuestra idea, a nuestra lista. Y allí estábamos compartiendo la construcción de un nuevo paradigma, con entusiasmo: El negro Duarte, Daniel Agüero, Diego Bravo Almonacid, Quico Cap, Norberto Durante (Cartucho), Patricia Lindon Colombo, Sergio Pardal (el Chapa), Patricia Malagutti, Omar Zein (el Turco), Jorge García (el Gallego), Ivan Batistessa (Bati), Carlos Fuccile, Sergio García, el negro Pereyra. Osvaldo Chiodini (el sindicalista) Gustavo Elicabe, Guille Castellari, y otros reiniciadores de un nuevo tiempo.

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Fotografía 23
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Fuente: Gentileza de Belén Sempé.

Con el triunfo en las elecciones del 83 y el fervor dentro manteníamos reuniones de Centro y de Agrupación en 48 donde se generaron nuevos lazos sociales con chicos y chicas de la Franja de otras Facultades.

En paralelo, el país se preparaba para el arribo de una nueva Democracia. Desde el acto en la Federación de Box, al alfonsinazo en el cierre en Rosario, y el triunfo, la jura, noche de vigilia en la plaza, ver a Raúl Alfonsín salir con la banda puesta desde el Cabildo y hablarnos. Fue tocar el cielo con las manos.

Más todo el acompañamiento en la gestión, en las buenas y en las otras, siempre fue motivo para disfrutar. En un tiempo de reivindicaciones, participábamos de cuanto acto hubiese, marchas congresos, escrutinios en las diferentes Facultades. Las banderas y los cánticos formaban parte de lo discursivo que contagiaba ahora con gargantas renovadas las conquistas de esos espacios. La Franja se alzaba con la mayoría del claustro estudiantil, con lo cual iba camino a ser la primera minoría en el congreso Normalizador de la FULP del 84.

Recuerdo las reuniones y plenarios de la regional en 48, debates, discusiones, disensos y consensos. En esos espacios se cultivaba el acercamiento y los lazos entre quienes nos unían las mismas lógicas, los símbolos y los sueños. Nuestra identidad.

Con los chicos de las Facultades del bosque era más frecuente encontrarse y visitarnos y tener charlas mate por medio.

El congreso normalizador de la FULP fue desde lo institucional y simbólico el paso trascendental como logro para todo el arco político estudiantil en un nuevo escenario en la vida universitaria.

Muchas veces se organizaban peñas para recaudar y otros encuentros festivos como parte de pertenecer a un tiempo de gloria.

La Reforma Universitaria fue materia significante en la razón del discurso y el convencimiento de ser el modelo más cierto y transparente de la vida democrática universitaria y faro que iluminó el destino de otras universidades de América.

La UCR un lazo que se conjuga con mi vida, desde lo ideológico en la razón y el sentimiento al que adhiero y critico.

Pero hay algo más, que me pasa hoy como ayer, a saber: buscar en la amistad, la reflexión y el intercambio con el otro, otra, otros; con los de hoy que son aquellos de los 80, en ese espacio donde compartir un vino, un recuerdo, donde se terminan nuestras dolencias a cambio de un momento de disfrute. Y acudir a esa materialidad que también nos une; ¡¡¡la marcha de la Franja y el sonido del tamboril!!!

¡¡¡Un abrazo eterno a quienes nos acompañan desde alguna estrella!!!

¡¡Más que un grano de arena, hicimos médano en un contexto histórico!!

¡Gracias a todos/as por pertenecer a mi corazón!

Guillermo O. Quinteros

Franja Morada Humanidades y Ciencias de la Educación Prof., Lic. y Doctor en Historia. Primera generación de universitarios de su familia.

¿En qué contexto histórico se desarrolló la movilización al Rectorado en abril de 1983?

R: Hice el secundario en un Colegio Nacional, el de Mercedes (Bs. As.), entre los años 1975 y 1979. Contrariamente a la experiencia de otros, formé parte de un grupo de amigos que discutía de política y mucho. Lo hacíamos habitualmente en un bar céntrico, muchas veces acaloradamente, sin mucho fundamento porque nos faltaba la información para pensar de forma más crítica. Digo más, porque a pesar de que la mayoría de nosotros “compraba” gran parte del discurso oficial que se vendía a través de la publicidad, nos agarrábamos de pequeños indicios que nos hacían dudar de lo bueno que eran los milicos. Un profesor de edad avanzada –abogado y peronista– explicaba que no sabía para qué enseñaba educación cívica (no recuerdo si por entonces se llamaba así) y la Constitución, si era sistemáticamente pisoteada por los golpes militares. En el 79 la visita de la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos que hablaba de muertos y desaparecidos. La madre de uno de los amigos, ex jueza pasada a retiro por la Junta Militar, que nos dijo en +-1980-81 que ella integraba la APDH, y que así como en otro momento ella aconsejaba votar a Perón, ahora nos decía que debíamos seguir a Alfonsín.

A los 16 o 18 años, ignorantes de la mayor parte de las cosas, comenzábamos a decodificar lo poco que se nos decía. Alfonsín era para nosotros un desconocido. Quise entrar a la Facultad de Economía de La Plata en 1980, me fue mal y me volví a trabajar. Pero en el verano del 81 comencé la COLIMBA en un regimiento de Campo de Mayo y las cosas se complicaron. En la instrucción no enseñaban a “matar guerrilleros” con la bayoneta representados por los cardos del campo. Uno de los colimbas se puso muy mal, porque tenía a su padre desaparecido, un obrero de la Cantábrica que en ese momento estaba en crisis. Un sub oficial del arma Comando, que nos explicó cómo funcionaba un campo clandestino y nos mostró dónde había funcionado uno. El cura del regimiento que me recomendó guardar silencio, pasar desapercibido y no entrar en confianza con los milicos. Así pasó mi año hasta el día que mi madre –estaba de visita en su casa– me despertó muy temprano para ir a buscar mi DNI al regimiento, y me dio la noticia que habían tomado Malvinas! Recuerdo perfectamente ese viaje en tren hasta Moreno y luego en micro –abarrotado como siempre– sin saber qué me iba a deparar la situación. Nadie sabía nada, ni los propios militares del cuartel sabían qué decirnos.

Por entonces había comenzado a estudiar el Profesorado en Historia y me encontraba instalado en La Plata. Durante la guerra me lo pasé yendo y viniendo de Campo de Mayo, porque no se sabía si nos llevaban o no. Cuando se interrumpió el “puente aéreo” con Malvinas no nos llamaron más.

Me enteré de la movilización de la CGT del 30 de mayo del 82, pero me pasó por el costado. En cambio, recuerdo perfectamente mi asombro por la posición que había tomado aquel personaje que nos había mencionado la ex jueza. Esta vez, Alfonsín era noticia porque iba a contramano de lo planteado por los discursos partidarios.

Ese fue el momento en que conocí a militantes de Franja Morada de la generación anterior y a través suyo comenzamos a realizar una incipiente tarea de conocer a los compañeros, a las autoridades, a saber quién era quien dentro de la Facultad. Darío Copelo y Jorge Baudino, fueron fundamentales en esa etapa.

Pienso que la debacle de la dictadura militar después de la derrota de Malvinas, animó a la juventud a comprometerse de alguna forma. Quiero decir que frente a tanta desazón, tanta derrota, una inflación que no daba tregua, tantos muertos (...) , la militancia política ofrecía alguna salida. Alfonsín llamaba a las madres a llevar de la mano a sus hijos a los comités, a las unidades básicas para afiliarlos porque era a través de la política que íbamos a salir adelante como país. Estimo que los jóvenes respondimos masivamente al llamado de Alfonsín. ¡¡Recuerdo que un amigo de la juventud radical de Mercedes me convocó y me tiró por la cabeza una montaña de boletas de afiliación!! Terminé afiliando a toda mi familia, a los vecinos y a los que pasaban por la vereda. Pero mi mayor actividad política estaba en la Franja de Humanidades. Recuerdo que hacia finales del 82 nos atrevíamos a todo. Ya sentíamos como nuestra la Mutual [de historia], donde trabajaba nuestro compañero Guillermo Banzato y después obtuvimos un aula para organizar el Centro, después de una discusión con el Decano del Proceso Evans.

Éramos ¡por suerte!, bastante inconscientes.

¿Qué recuerda de la movilización de abril de 1983 al Rectorado de la UNLP?

R: Sobre la concentración de abril al rectorado de la UNLP tengo recuerdos borrosos. Habíamos discutido previamente sobre el arancel todavía vigente, el régimen de correlatividades de las materias, la legitimidad del rector (...) en rigor, discutíamos todo. Pero la FULP, me parece, había circunscripto el reclamo a la eliminación del artículo 54 que establecía las correlatividades.

Solución parcial al conflicto por el artículo 54, 19 de abril de 1983
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Solución parcial al conflicto por el artículo 54, 19 de abril de 1983


Fuente:El Día, 19 de abril de 1983, p. 5, col. 1-2. Gentileza de Daniel Andrini.

Lo cierto es que la concentración en los jardines del rectorado comenzó con unos cientos y terminó con unos miles. Fue muy emocionante para mí, dado que nunca había estado en una concentración por el estilo. Ahora comenzaba a comprender un poco mejor el significado de estar allí. Lo había visto por TV en blanco y negro. Las manifestaciones de la época de Lanuse, el regreso de Perón, Ezeiza, la plaza de mayo, pero no lo había vivido. Era todo nuevo para mí y emocionaba.

Recuerdo que había mucho desorden, que los compañeros bajaban y subían las escalinatas del rectorado donde se improvisaba un acto. Si me preguntan qué se dijo, mi respuesta es que no recuerdo una palabra. En cambio recuerdo vívidamente las caras de quienes estaban allí, que seguramente era la mía: eran caras de sorpresa ante la multitud, sonrientes, felices, que irradiaban confianza en sí mismos y en los demás, sin distinción de las agrupaciones políticas. Estaba todo bien, íbamos para adelante, ¡éramos todos más lindos!

Recuerdo también que marchamos por las calles céntricas de la ciudad, acordonados por cuestiones de seguridad y para que nadie circulara por las veredas. No debíamos ser acusados de chorros o vándalos. Tampoco debíamos reaccionar ante cualquier provocación. Pasábamos por la esquina de 7 y 48 hacia el Rectorado y sobre la vereda del Banco Nación estaba estacionado un móvil con policías de la Provincia. Uno de ellos cerca de la cara de un compañero de los que formaba parte del cordón le dijo “ya van a ver cuándo volvamos”. Inmediatamente todos a calmarlo y continuar con los cánticos. Lo cuento porque me quedó grabado y porque no nos dábamos cuenta –me parece– de lo frágil que era la situación. Una fragilidad que se extendió luego a los primeros años de democracia.

No podría medir el porcentaje de la población que pensaba “esto no va a durar”, pero eran muchos. Por eso puse énfasis en los jóvenes, porque pienso –hasta donde puedo recordar– que no nos invadió la desesperanza ni el miedo.

¿Cuáles fueron las actividades políticas a posteriori de la movilización?

No podría armar un cronograma de hechos porque todo se vuelve una vorágine de cosas. La ampliación del Centro de Estudiantes, la agrupación llenándose de adherentes y militantes, las reuniones de discusión política. Fue una época de aprendizaje ciudadano, de ejercicio de la democracia, mientras nos convencíamos que era posible llevarla a cabo. Lo estábamos viviendo dentro de la Normalización, con la aplicación de los principios de La Reforma Universitaria. Porque la Reforma es básicamente Democracia que implica diálogo, debate, discusión para consensuar. Pero era todo nuevo para nosotros y había que aprender rápido porque debíamos participar en las juntas, en los concursos, en los consejos.

Veía cómo mis compañeros se tomaban todo el trabajo con seriedad y responsabilidad, comentando las dificultades para llevar adelante tal o cual concurso, o implementar una propuesta. Digo veía porque yo estuve más en el espacio del Centro de Estudiantes: con los apuntes, levantando firmas, conversando con los compañeros, recibiendo las chicanas y chicaneando a algún miembro de la Fede, planificando el orden del día de la reunión del Centro, juntando las notas recibidas y las producidas para el tratamiento de la Comisión Directiva, etc. Participé, durante la Normalización, como jurado alumno de la primera Cátedra de Derechos Humanos que tuvo la Universidad Nacional de La Plata. La presidenta de ese jurado fue la Profesora Celia Agudo de Córsico, una excelente docente y mejor persona.

Conformación de la Comisión Directiva del Centro de Humanidades, 1984
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Conformación de la Comisión Directiva del Centro de Humanidades, 1984


Fuente: Archivo personal de Guillermo Quinteros.

Conteo manual de votos. Escrutinio en Humanidades, 1984
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Conteo manual de votos. Escrutinio en Humanidades, 1984


Fuente: Archivo personal de Guillermo Quinteros.

Fue, me dice la memoria, un momento de aprendizaje y de creatividad muy importante, que no estuvo libre de conflictos internos y con el exterior. Los internos guardaban relación –según mi opinión– con algunos egos que con el tiempo se revelaron más grandes, pero importaban menos que los otros. Tuvimos disidencias con algunas agrupaciones de la Facultad que no habían apoyado decididamente el juicio a las Juntas Militares, otras iban mucho más lejos. Alguna agrupación tampoco apoyaba de manera categórica, la Autonomía. Aunque teníamos un par de amigos en las agrupaciones independientes, las mirábamos con desconfianza. Sabíamos que dentro de ellas había Peronistas, católicos y los anti política. Me parece que fue una etapa en la que la antinomia Democracia o Dictadura nos llevaba a preguntarnos dónde estaban éstos y aquellos. El reciente accionar de los Partidos Políticos, sobre todo del peronismo, influía mucho en las disidencias que se planteaban dentro de la Facultad. Ítalo Lúder había firmado el decreto de aniquilamiento de la guerrilla del ERP en el monte tucumano y siendo candidato por el PJ en el 83 aceptaba la auto amnistía impuesta por el dictador Reynaldo Benito Bignone. Para nosotros era inaceptable y para una parte de los peronistas de la Facultad, debió resultar muy incómodo encontrarse en ese lugar. Por eso me resulta incomprensible que, pasado el tiempo, no puedan hacer una crítica aguda a esos personajes que tomaban las decisiones dentro de ese movimiento. Pero eso es otra cosa.

Me quedo con el hecho incontrastable de que todos formamos parte de ese momento histórico en el que protagonizamos –mal, bien o regular– la difícil transición democrática en nuestro país.

Total de votos por urna y agrupación. Humanidades, 1984
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Total de votos por urna y agrupación. Humanidades, 1984


Fuente: Archivo personal de Guillermo Quinteros.

Candidatos estudiantiles de las agrupaciones de Humanidades, elecciones de 1983
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Candidatos estudiantiles de las agrupaciones de Humanidades, elecciones de 1983


Fuente: Archivo personal de Guillermo Quinteros.

Cecilia Inés Rastelli

Franja Morada Observatorio. Estudió Geofísica. Primera generación de universitarios de la familia.

Para entrar en contexto, debo contar que nací y crecí en 9 de Julio (Bs. As.), en un hogar de militancia radical, donde era habitual escuchar conversaciones y a veces fuertes discusiones políticas, generalmente entre líneas internas (¡nunca falta la interna radical!), puesto que en mi familia materna abundaban los líderes radicales desde mi bisabuelo, mi abuelo y finalmente mi tío Otto, fielmente alineado con el balbinismo y con un dirigente de la provincia, García Puente. Esto contrastaba con las ideas de mi padre, que sin tanta prosapia radical a nivel local, desde los inicios supo ver en Raúl Alfonsín al dirigente cabal, honesto y de ideas más progresistas y republicanas, a quien no dudó en acompañar y sostener en todo el proceso que culminó con su presidencia, pero que comenzó en tiempos de dictadura.

En esta casa, en este ambiente y en estas familias se respiraba política, eran memorables las reuniones realizadas en la quinta de mi tío en los años 70 con un grupo de amigos, correligionarios todos. Tengo recuerdos de esas charlas muy ricas a nivel cultural, social y político, aunque ninguno de ellos, incluidos mis padres, habían asistido a la universidad. Otto fue diputado provincial durante el gobierno de Illia, mi padre concejal en 9 de Julio, todas las actividades políticas estaban imbuidas de una profunda austeridad. Se militaba realmente como un acto de servicio hacia la comunidad, para transformar la realidad, para mejorarla.

Fue mi hermano Marcelo quien hizo punta yendo a estudiar a La Plata, en 1976, en el mismo momento en que yo comenzaba la escuela secundaria. Con esto quiero dejar sentado que ambos somos la primera generación de universitarios en nuestra familia.

Así fue como en 1981 llegué a La Plata para estudiar geofísica en el Observatorio Astronómico (aún no era Facultad, simplemente “el obser”). Ese año la conocí a María Elena Canafoglia –“Cachorra”– que estudiaba geoquímica en el Museo y, además se anotó en Geofísica. Ella fue quien comenzó a pasarme información de algunas reuniones en el comité, ciertos encuentros a puertas cerradas. Era la cuñada de Miguel Bazze, quien ya estaba junto a algunos correligionarios organizando la militancia de Renovación y Cambio. En consonancia con esto, también mi hermano empezaba a contactarse con esta misma red de militancia.

Lo que comenzó tímidamente, con alguna reunión cada tanto, un reconocerse con otros que estaban explorando el mismo camino, poder acceder a algunas lecturas, escuchar a Raul Alfonsín, fue creciendo y nutriéndose, al mismo tiempo que la dictadura empezaba a mostrar sus primeras grietas, y luego de Malvinas, se comienza a avizorar la inevitable salida democrática.

Durante los años 1982 y 1983 habían comenzado en el Observatorio las reuniones para organizar un centro de estudiantes, con una particularidad respecto a otras facultades, aquí no hubo centro de estudiantes antes de la dictadura, todo era una novedad. Comienza a formarse la Franja Observatorio de la mano de Marcelo Giusso, Jerónimo Ainchil, Daniel Andrini, Alejandro Rombulá, Isabel Martínez, Claudia Tocho, algunos colaboradores más, y ahí enfoqué mi militancia en la Franja Morada.

Sin duda que las actividades más intensivas se dieron durante 1983, recuerdo las movilizaciones previas a la toma del Rectorado, donde recorríamos el centro por Av. 7 al grito de “Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar”, y “El pueblo unido jamás será vencido”, pues eran las consigas de unidad. Por supuesto que surgían diferencias con las agrupaciones peronistas y de izquierda, con las que se debatía y finalmente se acordaba, se discutía mucho, pero existía un vínculo, una relación, un diálogo. De estas jornadas tengo muy presente al querido Pirata Drake, siempre al frente con el megáfono y con las palabras justas para cada ocasión, acompañado del Turco Salomón, Palo Cavigioli, Gustavo Liss, Daniel Andrini y tantos más.

Cuando se decidió la toma del rectorado y quienes estábamos allí decidimos pasar la noche, lo hicimos convencidos, un tanto inconscientes, al menos en mi caso, lo viví casi como algo lúdico, no sentí que corriéramos algún riesgo. Usando una palabra actual creo que estábamos “empoderados”. Esperábamos ansiosos las palabras del Pirata luego de reunirse con Gallo. Y nos estremecimos cuando vimos el cartel que los obreros de la construcción colgaron del edificio de calle 7: “FUERSA ESTUDIANTES”, así, con esa sencillez y ese error ortográfico, era más que un mensaje de aliento, un indicio claro que algo iba a cambiar en Argentina.

Si evoco 1983 y los años que siguieron, todo es emoción y buenas vivencias, el triunfo de Raúl, la ida al cabildo en la víspera del 10 de diciembre para la asunción presidencial, cuidando el lugar que querían ocupar las Madres de Plaza de Mayo y otras agrupaciones, el anuncio del juicio a las juntas. En nuestra vida estudiantil la militancia se desarrolló fructíferamente. Durante muchos años trabajamos tanto en el Centro de estudiantes como en los consejos de la Facultad y de la UNLP, lo que nos dio una formación sólida y la satisfacción de que, en alguna medida, todo lo que hicimos en ese momento, fue hecho con el mismo espíritu con el que lo hicieron mis ancestros, para transformar la realidad, para mejorar la vida de las personas, para luchar por un país mejor.

Listas para elecciones estudiantiles, 1983 y 1984
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Listas para elecciones estudiantiles, 1983 y 1984

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Fuente: Archivo personal de Belén Sempé.

Marcelo Rastelli

Franja Morada de Ingeniería. Ingeniero Hidráulico. Primera generación de universitarios de su familia.

EL 83

Referirse a las Jornadas de Abril, en alusión a las movilizaciones estudiantiles llevadas a cabo para protestar frente al rectorado de la UNLP en los comienzos de 1983, es remontarse un poco más en el tiempo para traer el contexto de los años vividos en la ciudad de La Plata y la vida universitaria.

En mi caso, procedente de 9 de Julio, llegué a estudiar Ingeniería allá por febrero de 1976. Criado en una familia radical y mayoritariamente alfonsinista del interior, no me resultaba ajeno todo lo que ocurría en esta nueva ciudad, aunque me impactaba el nivel de violencia que se respiraba.

A poco de estar acá, ocurrió el tiroteo del Bosque, en el cual varios impactos de bala dieron en el Edificio Central de la Facultad. Al día siguiente, con ingenuidad y un poco de inconsciencia comprobábamos que en esos agujeros entraba una lapicera Bic en un edificio rodeando de policías (...) Pocos días más tarde, el golpe de estado nos devolvió a nuestros hogares hasta algunos meses después.

El regreso estuvo cargado de miedos y secretos. Andar por la ciudad, aún a plena luz del día, nos permitía ver los “operativos”, en los que eran visibles secuestros y robo a las propiedades, casi siempre comandados por grupos que se movían en los Torino blanco y negro o los famosos Falcon verde.

Los años 76 y 77 fueron literalmente de terror. Por las noches el ruido de los bombardeos y balazos eran frecuentes. Para colmo, nuestro mal hábito de estudiar de noche nos mantenía en vela más por los miedos y atentos a procedimientos próximos, que por los beneficios del estudio. Se repetían las noticias de conocidos que habían sido detenidos, y la muerte de dirigentes políticos, sindicales y universitarios eran moneda corriente.

La vida en la Facultad era de ultratumba. Las conversaciones con los compañeros eran mínimas y siempre ajustadas a los temas de estudio. No se fomentaban amistades, los círculos eran muy cerrados. Sólo la actividad en los Centros de Estudiantes regionales nos permitía mantener alguna peña o guitarreada para relajar tanta tensión.

El Mundial de futbol de 1978, tan utilizado como propaganda de gobierno, permitió una distensión en las relaciones sociales. Muchos temerosos de hablar, impregnados de la predica que los argentinos somos “derechos y humanos”, comenzaron a reunirse, invitar, conversar y salir del congelamiento. Mi recuerdo de todo este período es seguramente el más triste de mi vida.

La sensación interior fue de una gran angustia y de no encontrar una salida. Las dificultades para canalizar nuestra rebeldía juvenil reiteradamente reprimida, provocaba el denominador común de la tristeza, el miedo, la frustración, la falta de valores por los que levantarse cada día.

Con un puñado de amigos de 9 de Julio, con los que habíamos compartido un incipiente paso por el Comité antes de venir a estudiar, empezamos a tomar contacto con dirigentes del Partido que se estaban reuniendo con la Multipartidaria local, entre ellos mi viejo. En casa se hacían buena parte de esas reuniones sobra las que me mantenía al tanto. Un día llegaron las noticias que había estado ese dirigente que tanta curiosidad despertaba, el de los mocasines gastados y el andar cansino, el traje ya envejecido y la palabra firme. Raúl Alfonsín.

Poco tiempo después, desafiando las prohibiciones, nos lanzamos con un acto en el Centro Empleados de Comercio. Hablaban entre otros, Antonio Tróccoli y Raúl Alfonsín, el que más atención provocaba, tanto a partidarios como la comunidad toda. Allí fueron sindicalistas y dirigentes de otros partidos, especialmente Justicialistas, deseosos de escuchar una palabra esperanzadora. Raúl fue la luz de esa noche, y por varios días seguíamos reunidos escuchando su repetido discurso. Todavía no había llegado la locura de Malvinas, corría el año 80 o el 81 (...)

Así que, envalentonado con esos aires, me acerqué al Comité de la Novena, donde conocí a Carozo Stávale, que a la postre era mi vecino. Vivíamos a la vuelta. Las charlas con esos dirigentes me permitieron empezar a construir una trama de comprensión y desafío frente a la desesperanza con la que habíamos vivido esos años. Claro que faltaba Malvinas (...) Mi primera reacción ante la declaración de guerra fue “estos tipos están locos”. Pero el contexto general era de entusiasmo y triunfalismo, y yo por dentro pensando (...) nos hacen mierda. Amigos que eran convocados a la colimba de nuevo, me remitía a la repetición trágica de la historia. Otra vez la generación masacrada (...) Y nuevamente la luz de la esperanza vino de nuestra Juventud Radical y del propio Raúl Alfonsín. Que orgullo sentí el día que se anunció el viaje de “los políticos” a las islas, con la honrosa excepción de su ausencia, bien fundada y aclarada. Alfonsín no iba en desacuerdo con la guerra, no sólo en su fundamento filosófico sino en el desconocimiento de la legitimidad de ese gobierno.

Yo me estaba recibiendo, así que alternaba mis estudios con el entusiasmo de comprobar que era posible expresar y hacer que nuestras opiniones tengan impacto en la vida cotidiana. Paso la guerra y mi recibida, y mi destino inexorable fue volcarme de lleno a la militancia. Con los amigos de la Juventud Radical de la sección Novena salimos a las calles a difundir nuestras ideas y prepararnos para la campaña de afiliación masiva a la UCR. Antes de fin de año me contacto con Miguel Bazze, también con la Negra Canafoglia que era compañera de mi hermana, y me plantea la necesidad de armar la Franja de la Facultad, donde todavía cursaba para Ingeniería Civil. Con ese caldo llegue a la previa de las jornadas de abril.

Continúa la movilización, 20 de abril de 1983
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Continúa la movilización, 20 de abril de 1983


Fuente:El Día, 20 de abril de 1983, p. 3, col. 1-3. Gentileza de Alejandro Monges.

Unos meses antes, ya participando de reuniones en el Comité de la Primera, fui conociendo a Pirata Drake, Lucho Sobron, el Cabezón Mendoza, Darío Copello que también militaba en la Novena, Gustavo Liss, el Palo Cavigioli, Stella Vanoni, y tantos más que llenaban los casilleros de la Franja Morada. Empezaba a cerrar el círculo iniciado a los 15 años en las charlas mantenidas en mi pueblo con Juanjo Cavallari que me había contado toda esta gran historia (...)

Las Jornadas de Protesta fueron el desenlace inevitable de esa efervescencia. Podíamos reclamar por el Arancel, que en rigor era una estampilla para contribuir con la Dirección de Sanidad, o por el tema de las correlativas, que se trataba de tener aprobadas las materias del año pre anterior, algo tampoco tan discutible. Lo que era claro era el objeto de nuestra razón: apuntar a los responsables políticos de la dictadura en la Universidad, y así lo hicimos saber.

Nosotros participábamos en el marco de la co-FULP, que era una especie de coordinación para la reorganización de la Federación Universitaria, hasta tanto se normalicen los Centros de Estudiantes con elecciones libres. En ese marco participaban varios grupos independientes, los intransigentes del MUI, el socialismo reformista y el de los troscos, unas pocas expresiones peronistas, los comunistas de la FJC, y la Franja que la traía atada (...) .

Guillermo Gallo, rector durante todo el periodo militar, presidente del CRUN y hombre fuerte del gobierno, era un profesor y veterinario que había sido reformista hasta la caída de Illia, donde cambio sus hábitos y preferencias, pero sabía bien en qué terreno jugaba cada uno. Era un hombre hábil y formado, con predica en muchos ámbitos sociales de La Plata. Tal vez lo agarramos un poco abatido por el final trágico de Malvinas, donde creo que había estado, y con el desgaste propio de su trayectoria. Pero lo cierto es que le ganamos por cansancio (...)

Empezamos la concentración con la presencia de las agrupaciones, pero poco a poco se fue sumando la curiosidad, el interés y el compromiso creciente de cientos de estudiantes que pasaban x la puerta del rectorado, “a ver qué pasa”, y se quedaban en forma solidaria a acompañar la protesta. Una mañana, desde la vereda de enfrente, en la obra de lo que hoy es el edificio de la Compañía de Seguros, se despliega un cartel, humilde, casero, no muy grande, sostenido precariamente, pero contundente: ¡FUERSA ESTUDIANTES! Lo recuerdo y me emociona, ese día nos miramos y nos dijimos: ¡Ganamos!

No recuerdo si ese mismo día o al siguiente, subimos. Me toco entrar en una numerosa comitiva estudiantil a parlamentar con Gallo y una buena cantidad de miembros de su gabinete. La voz cantante la llevaba el Pirata anticipando lo que sería el liderazgo morado posterior. Era la primera vez que yo ingresaba al rectorado, y directamente íbamos al despacho del rector. No podía creer que, apenas unos pocos años antes, destilaba mi angustia de tanto silencio, y ahora podíamos ir a golpear la puerta del poder.

La reunión no fue buena, pero para nosotros salió bien, Gallo no quería más quilombo. Su cara mostraba malestar y cansancio, cedía en cuanto le pedíamos. Volvimos a la Asamblea y lo festejamos como el triunfo de la rebeldía. Una vez más la juventud universitaria daba un grito de libertad, y los ideales reformistas alzaban la bandera de la esperanza.

Y la bandera de la esperanza, en nuestro caso, era la Esperanza en Marcha. Imposible no asociar el resultado de esta gesta en el plano universitario, con el frenético entusiasmo con el que nos lanzamos para armar y trabajar la campaña de Raúl Alfonsín.

En poco tiempo llenamos plazas, estadios de fútbol, calles, ferias y cuanto lugar hubiera, para transmitir la predica de la vuelta de la democracia. Viajamos a cuanto acto podíamos, fortalecimos el armado de las agrupaciones, fomentamos seminarios, reuniones y movilizaciones en pos de agotar las discusiones y debates sobre los temas centrales de la república. Ocupamos las Facultades, las que recorríamos diariamente. Cada Comité se convirtió en nuestra otra casa, cada tarde, cada noche estábamos allí pintando carteles, discutiendo la estrategia o recibiendo nuevos militantes.

A mitad de año ya teníamos agrupaciones en todas las Facultades, íbamos a afrontar las elecciones con listas completas y sin alianzas en todas partes. Nuestra predica era clara, frontal y limpia de pasado oscuro. Los principios de la Reforma Universitaria sumados a la propuesta de Raúl Alfonsín para la presidencia de la República, nos allanaban el camino. Nuestra lucha en defensa de los Derechos Humanos nos legitimaba no solo ante la dictadura, sino ante buena parte del espectro político que había defeccionado frente a la violencia.

Afrontamos las elecciones estudiantiles antes de las generales, y como racimos de fruta madura se fueron sucediendo los triunfos en la mayoría de la Facultades, anticipando lo que más tarde sería el triunfo del radicalismo del 30 de octubre.

En mi caso me toco representar a nuestra agrupación como candidato a Presidente del Centro. No ganamos, nuestro adversario era el MEI, un grupo independiente muy consolidado allí, pero ganamos porque obtuvimos una importante adhesión y pusimos nuestras ideas en toda la Facultad, en la que hoy, orgullosamente, gana la Franja. Para esa campaña trajimos a Conrado Storani a hablar de energía y estallo el anfiteatro de Hidráulica. Juan Cocino, Lole Pandolfi, Pancho Rodríguez, Jorge Riehme, Graciela Marcos, Marcela González, Antonio Cordonnier, Gustavo Clavero, el Ruso Schlosman, Jaime Morales, Carlos Sampaolesi, Osvaldo Fracassi, Rosa Burone, Oscar Cingolani, Hugo Cardozo, fueron entre tantos otros los nombres de ese hermoso momento.

Lejos de caer en triunfalismos, redoblamos nuestra militancia colaborando con todos los frentes que podíamos participar haciendo todo por lograr el triunfo de Raúl Alfonsín. Logrado ese gran objetivo, normalizamos la Federación Universitaria, con una cantidad abrumadora de delegados morados que aclamamos la presidencia de mi querido y entrañable amigo, Gustavo Drake, el Pirata, a quien le dedico este recordatorio.

Portada del documento de la Federación Universitaria de La Plata sobre educación, 1984
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Portada del documento de la Federación Universitaria de La Plata sobre educación, 1984


Fuente: Archivo personal de Guillermo Quinteros.

El 10 de diciembre de 1983 marchamos masivamente a la Plaza de Mayo a recibir al nuevo Presidente de la Democracia. Salimos de 48, llenamos el tren y la plaza, hicimos la vigilia toda la noche anterior, esperamos su jura, nos calcinamos al sol del mediodía y vibramos con el saludo de Alfonsín. Habíamos hecho una parte de la historia.

Lo que siguió es conocido. Solo resta agregar que los vínculos logrados durante este breve y fugaz periodo de nuestras vidas, nos marcó a todos hondamente y en lo personal me lleno de firmes amistades y aprendizaje, que bien suplieron los años grises de la dictadura. Ni el miedo ni el dolor pudieron robarnos lo que siguió, que no solo fue la construcción de la esperanza sino el tejido de una telaraña interminable que se estira y mueve con los vientos de los tiempos pero que no se romperá jamás.

30 de octubre de 2022

Rolando Rivera

Franja Morada del Museo, Licenciado en Ciencias Biológicas y Dr. en Bioquímica Facultad de Ciencias Exactas. Primera generación de Universitarios en su familia.

La vaca y la universidad

Al Artículo 54 (al “año preanterior”) le debo haber iniciado mi participación en la política universitaria. Yo no tenía mucha idea de lo qué pasaba en La Plata porque no era platense y solo viajaba a diario a estudiar. Casi todos mis amigos eran los amigos del Roca. Pero no era ajeno a la época, en mi familia se discutía mucho de política. Más siendo el primer radical de una familia en la que en fútbol y en política había de cada pueblo un paisano. Me había afiliado después de Malvinas y participaba en el comité de Tito Moyano, de 12 de Octubre y Camino Belgrano, en Quilmes Oeste. Tito Moyano era el perfecto puntero: estaba ahí para atender cada necesidad, desde arreglar la canilla que perdía a la vecina hasta levantar reclamos para presentarlos en la municipalidad. Y, claro, de paso, afiliar. Con él fui a un acto minúsculo del Alfonsín precandidato en el Barrio San José, en el conurbano profundo, que era pobre pero no degradado como hoy. Ese conurbano en donde el 30 de octubre del 83, siendo fiscal y viendo que en mi mesa y mesas vecinas la UCR no perdía escandalosamente con el PJ sino que hacía una buena elección, hasta los ateos creímos en los milagros.

Mi primer contacto con la UCR en la universidad había sido en 1981. Estaba en el teórico de estadística en el subsuelo de 48, cuando a media tarde el profesor Rodríguez Presa nos dice: hoy termino antes la clase porque voy a acompañar a Balbín al cementerio. E hizo, para la época, una sorprendente apología de Ricardo Balbín y la democracia.

A comienzos del 83, como siempre, cursaba dedicado cien por ciento a mi carrera. En el subsuelo de 48, creo que ese día tenía el práctico de Invertebrados I, porque era a mediados de semana a la tarde, se me aparece un grandote de vozarrón cordobés repartiendo panfletos, el Toto Storani y me cuenta de la movida contra el Art 54. “Yo estoy de acuerdo con el año preanterior”, le dije. “Sí, pero esto es más que eso”. En pocos segundos, me hizo ver de qué iba la cosa y me sumó a la causa. La toma del rectorado fue algo un poco ajeno para mí. Participé de refilón, porque además de viajar a diario a Quilmes, viajaba a trabajar a Buenos Aires. Mi rondín era Quilmes-La Plata-Buenos Aires-Quilmes. Pero eso fue un antes y un después.

Mi correligionario del Museo, Jorge Plantamura, amigo del Roca, siguió trabajando en el comité de Quilmes. En esas reuniones iniciales conocí a los que recuerdo como “fundadores” de la Franja del Museo: el Toto Storani, Cachorra Canafoglia, Sergio Matheos, Jorge Noriega, Juan Novara, el Guru Cozzi. Y se me abrió un mundo nuevo, en apariencia más sofisticado que el comité de Quilmes Oeste pero, en la realidad, exactamente igual: hacer cosas por los demás y juntar votos.

Como podía participaba en las reuniones que se hacían en el comité de la primera. Eran tarde, y esa exasperante costumbre radical de ser impuntual me obligaban a salir corriendo a tomar el último tren a Quilmes a mitad de las reuniones. Las reuniones noctámbulas de la Co-FULP me eran ajenas. Por mis correrías ferroviarias, no podía participar en todas las actividades, así que me enfoqué en el Museo, que era adonde estudiaba y pasaba la mayor parte del tiempo (era de los que iban a todos los teóricos y no faltaba nunca) para hacer política. Hablé con Tito Moyano y le dije que no iba a seguir viniendo al comité porque iba a participar en la Franja Morada. Gracias a que, alternativamente, Juan Novara o el Toto Storani me ofrecían una cama en sus casas a veces me quedaba. Pero estudiar, trabajar y hacer política no me dejaban mucho tiempo. Mis padres me dijeron que aproveche, que me dedique a la universidad, que me iban a bancar como pudieran. Para ellos era importante porque era el primer universitario de la familia. Como trabajaba colocando cortinas y persianas para una tienda de Villa Crespo en la que mi papa era empleado, convenció al dueño para acumular los trabajos para los viernes y sábados y tener más tiempo para estar en La Plata. Por suerte, justo en esa época la universidad me dio una beca para trabajar en un laboratorio del Museo, en el CePaVe. Fue así como tuve realmente más tiempo y pude participar de manera activa para la primera elección de centro de estudiantes, en la que el Guru Cozzi fue elegido presidente y yo fui designado para ir con Juan Novara y Chicho Moya del MUI, al consejo académico normalizador que, por fortuna, era de mañana.

Confección de la Lista y Lista definitiva para las elecciones del Centro de Estudiantes de Ciencias Naturales
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Confección de la Lista y Lista definitiva para las elecciones del Centro de Estudiantes de Ciencias Naturales


Fuente: Archivo personal de Rolando Rivera .

Ese año fue el primer congreso de la FULP, que seguí al detalle y del que guardo un libro de actas extraoficial, y el primero de la FUA, en Tucumán. En esos momentos fue que conocí a los que para mí eran los noctámbulos de la Franja. Uno de ellos, el Pirata Drake, me tomó de alumno y en sucesivos cursos intensivos me enseñó la política en la universidad.

Esos años de participación universitaria fueron, en política, los más felices de mi vida. Todo gracias al 54, La Vaca.

Entrevista al Dr. Rolando Rivera

El fragmento que a continuación publicamos pertenece a la entrevista llevada a cabo en diciembre de 2017, en el marco de las entrevistas realizadas por el Dr. Guillermo Banzato, el Ing Raúl “Otto” Pessacq y el Dr Guillermo Quinteros. Parte de este fragmento fue publicado en el libro Voces de la Reforma (...) , pp. 339-370.

R- Y, yo fui a un colegio católico porque en ese momento querían darme una buena educación y era de lo mejorcito que había en la zona, entonces me mandaron ahí. Lo pudieron pagar dos años y después los curas me becaron, así que viví dos años a expensas de los curas durante toda la primaria y toda la secundaria, me pagaron todo, uniforme, todo. (...) nunca me pidieron absolutamente nada, ni siquiera que me confirmé, que yo nunca me confirmé. Porque a mí me bautizaron, después tomé la comunión y ya después motu proprio (...)

Eran de la Orden de los Salesianos. Yo que no soy creyente ni nada de eso (...) De hecho, eran peores los padres que los curas. Los padres de mis compañeros, que cuando yo decidí no confirmarme empezaron con toda una cuestión de “¿Cómo? ¿No te confirmás en tercer año? ¿Se confirman todos y vos no?”, y empezó toda una idea de “Rivera comunista” <risas>. Y el que me salvó de que los padres me echaran del colegio fue Monseñor Jorge Novak, el obispo de Quilmes (...) . Sí, porque fueron e hicieron un planteo de que había uno que no se confirmaba, “bueno, pero es porque necesita más tiempo, denle tiempo”. Me dieron un año más, cuarto, quinto, me fui y no me agarraron más <risas>.

RAP- Ahora, ¿eso era influencia de tus padres? ¿Eran creyentes ellos o no?

R- Mi papá sí, muy creyente; mi mamá (...) Es de esas creyentes (...) Lo que pasa es que mi mamá es socialista, entonces tiene ese componente no creyente, aunque cree. Que “no a la iglesia” y qué sé yo, pero, por las dudas (...) “No existen las brujas; pero que las hay, las hay”. Así que mi papá no, él era demócrata progresista y en casa siempre hubo mucha no militancia política, pero siempre estuvo muy politizada. De hecho, yo me acuerdo de ser chiquitito cuando me sentaban a escuchar los discursos de Onganía. Tenía cuatro años y me acuerdo de Onganía porque me sentaban allí y “tenés que escuchar el discurso porque está hablando el presidente”. Esas cosas insólitas.

Entonces, se hablaba de política. También con los vecinos. Tenía un par de vecinos radicales, uno de ellos quien tenía la fábrica de faroles de fibra de vidrio, que estaba a dos casas de mi casa y que también era súper politizado. En la época de los militares, durante la dictadura, él era el que más expresaba lo que eran los milicos, era el que definía la medida de la estupidez humana. Así como está el “milímetro” está el “militar” que mide la estupidez, eso me quedó acá, un tipo terrible para eso. Después, en la escuela, había un par de curas que sí, a veces hacían comentaros políticos. Uno era extremadamente nacionalista, así, fascista (el Padre Suárez) que tenía un libro que se llamaba Defensa de la Argentinidad, que lo tengo en casa, una cosa horrorosa. Después había un par de curas, uno en particular, –después lo sacaron, era profesor de Psicología y Filosofía– que era el único que en el 77, 78 por lo menos a mí, mano a mano, me explicaba lo que estaba pasando. Porque en el Gran Buenos Aires es increíble, pero no se sentía como en La Plata. Yo, después, hablando con Pepe que ha vivido toda su vida en La Plata, me daba cuenta que la dictadura se vivía mucho más que en el medio del Conurbano, ahí pasaba por el costado. Un barrio de gente de trabajo en el que solo sabía lo que ocurría el que estaba politizado. (...)

Vine a La Plata por una cuestión táctica. Yo iba a estudiar en Buenos Aires Biología, pero en Buenos Aires con el examen de ingreso había que sacar unas puntuaciones terribles y me dijeron “en La Plata es más fácil”, listo, vamos a La Plata, y terminé en La Plata, así de simple. Porque si me iba a perder un año a riesgo de que no pasaba el examen de ingreso con los cupos y demás, acá era probable que entrara. Era la época absurda de los cupos esos, en que Medicina había que sacar más de 100% para ingresar, porque sumaban lo de los años anteriores. Era un caso así, ¿no? Me puse a estudiar acá en el Museo y ahí terminé. En el Museo estaba todo muy tranquilo, digamos, no se notaba tampoco (...) Claro, yo entré en el 80, la oleada ya había pasado. Pero, ya en el 81, empezó a haber un poco más de movimiento político, y en el 82 con Malvinas.

(...)

R- Yo fui a la primera o segunda reunión que hizo la Franja en esa época, que se estaba organizando (...) ¡Ah! A ustedes que les gusta la historia, yo tengo la costumbre (ahora no lo traje, pero esto les puede servir) (...) Yo tengo cuadernitos donde anoto todo lo que hago, reuniones, todo. Tengo los cuadernitos de esa época guardados. Antes eran Norte con cositas, te puedo decir quiénes estaban en la primera reunión, voy y la miro, en la primera reunión de la Franja a la que fui. (...)

GOQ: ¿Había otras agrupaciones?

R- Ginkgo se llamaba la agrupación, que estaban en línea, por ejemplo, con el MEI en Ingeniería (Agrupaciones Independientes). Así que sí, había varias agrupaciones. Después, estoy tratando de acordarme de una más que había, que era verde, pero fue así, fugaz. Después hubo una agrupación que inventamos y que nunca existió y se armó un lío bárbaro, porque empezamos a pegar carteles de una agrupación ficticia con un candidato ficticio y todos se creyeron que existía. Lo inscribimos, lo hicimos cursar una materia (...)

R- Lo hicimos jugar un torneo de ajedrez. ( (...) ) Sí <risas>, con un par de amigos del listado, que políticamente lo único que teníamos en común era que nos quisimos divertir un rato <risas>. Lo hicimos cursar Genética en Agronomía, cursó, dio los parciales, los presentes, todo el mundo convencido de que el tipo existía (...)

R- Y, yo vengo de una familia, antes que nada, de anti-militares. Cualquier fin de gobierno militar es bienvenido, aunque lo que venga sea, no sé (...) ¡El hipopótamo del zoológico!. Lo que pasa es que, bueno, no sé cómo decir cómo lo vivimos porque fue fantástico. Es difícil de describir (...) No te estoy zanateando, es difícil de describir, pero vos tenías la sensación de que estabas (...) Que eras dueño de ir, venir (...)

(...)

Me afilié al radicalismo apenas se abrieron las afiliaciones. Me afilié en realidad, a instancias de un conocido mío, radical. (...) Me dijo “tenés que afiliarte a la UCR”, así que me fui a afiliar a un comité en el conurbano más profundo de dónde yo vivía todavía, que es en la Avenida General Belgrano y 12 de Octubre, en el medio del Conurbano, Conurbano. Porque este chico conocía al puntero de ese comité y me dijo, “te afiliás ahí”. Estuve trabajando mucho tiempo ahí, pero yo empecé a trabajar, militar formalmente en la UCR, en Quilmes.

[Por entonces] (...) estaba más dedicado a la militancia local en Quilmes que a la universitaria. Pero al final terminé concluyendo lo universitario porque estaba en el mismo lugar donde estudiaba, sino me volvía loco. Trabajaba en Buenos Aires, iba al comité en Quilmes y venía a estudiar acá, terminaba (...) Acá me quedaba de paso, por eso me metí más en esto y en aquella época con el que yo estaba más en contacto era un chico que estudiaba en Quilmes: Jorge Plantamura (me acuerdo nombres que no sé dónde andarán) que él, por ejemplo, decidió que entre las dos cosas se quedaba militando en Quilmes. Yo hice al revés, me quedé acá, en La Plata, pero más o menos mantuvimos siempre contacto

GQ- Y, ¿estudiaba Geología acá, en La Plata?

R- Exactamente, y me acuerdo el día de las elecciones cuando gana Alfonsín nosotros estábamos yendo de viaje de campaña a Puerto Madryn. O sea, me fui con el resultado de las elecciones conocido, entonces fue toda una sensación rarísima, porque sabías que todavía estaban los militares, pero que a la vez tenías (...) Ay, ¡escones! ¡Qué cipayo! <risas>.

GOQ- Y en la militancia estudiantil vos, particularmente, ¿qué otros roles ocupaste además de ser secretario de actas?

R- Secretario de actas informal. Ahora no anoto porque estás grabando <risas>

GOQ- Sí, pero, por ejemplo, no sé si interviniste en las comisiones o si fuiste consejero.

R- Sí, de todo estuve haciendo. Cuando empezamos con el Centro de Estudiantes, no me acuerdo el candidato que fue en la lista. De presidente fue Uncosi, y yo fui vocal, pero me mandaron al Consejo Normalizador.

Que es donde me agarraba a piñas con él [Por Raúl “Otto” Pessacq] y con Oscar Arrondo [Decano de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo]. Después de que estuve en el Consejo Normalizador un año ahí si fui candidato a presidente del Centro, entonces fui presidente del Centro dos veces. Después, fui candidato al Consejo Superior, estuve en el Consejo Superior y después me fui, me recibí. Ahí hice una pausa, cuando me recibí hice una pausa de cinco años para hacer el doctorado, ni militancia ni nada.

GB- ¿Cómo la viviste vos y qué significaba en ese momento para ustedes el hecho de estar construyendo una universidad a partir de la idea de la Reforma Universitaria?

R- En el fondo era como si te hubieran dado un juguete y que te digan, “dale, hacelo”. Así fue, porque tenías que hacer todo, desde los estatutos (...) No nosotros como estudiantes, pero todos los que teníamos que hacer los estatutos, las nuevas ordenanzas, hacer de cero todo. Fue fantástico eso, no tenés tiempo de aburrirte, y es una sensación increíble, ¿no? Porque es como si te dijesen, “mirá, armá una universidad”. Lo que tenías eran los edificios y cierta estructura burocrática establecida, el resto lo tenías que hacer de cero, porque habían dejado tierra arrasada, ese era el otro tema.

(...)

Nosotros como Franja no nos peleamos con Arrondo. Yo, porque a veces soy demasiado principista, que si tenemos que hacer la departamentalización de la facultad, la tenemos que hacer! Porque la tenemos que hacer, ¡no hay negociación! El resto negociaba y hacía lo que había que hacer, yo estaba ahí para pelearme. Qué sé yo, los concursos fueron un tema terrible porque, te lo recuerdo si querés (...)

RAP- Sí, yo los hice aprobar todos.

R- Sí, ya lo sé (...) <risas>. Porque para mí, los concursos estaban mal hechos, habían llamado de una manera. Claro, te pasás de rosca ¿viste? Todo tiene que ser tan democrático que te pasás de rosca, entonces esas fueron las peleas. Y después, bueno, yo consideraba (pero hablo a título personal esto) que había que decretar la departamentalización de la facultad y quizás de la universidad (que en esa idea estábamos de acuerdo) y que no se hacía con la suficiente (...) rapidez.

Crítica a los concursos realizados en Ciencias Naturales
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Crítica a los concursos realizados en Ciencias Naturales


Fuente: Archivo personal de Rolando Rivera.

(...)

R- Después, lo que veía yo cuando comencé a formar parte de la Franja es que vos tenías ya una especie de educación interna donde vos debatías los temas. Te daban a leer, desafortunadamente, resúmenes, porque vivíamos de apuntes, que es una cosa que yo creo que hizo mucho daño a la militancia política. Vivíamos leyendo apuntes, no libros.

GB- Recuerdo, recuerdo.

R- A vos te traían “tomá, lee”, y esos fueron los motivos por los cuales yo llegué a tener cortocircuitos con todo el mundo. “Leete La contradicción fundamental”, ajá, te leías La contradicción fundamental y después debatías sobre eso, porque es lo que te tomaban en el examen. Lo mismo que yo les critico a los estudiantes universitarios que leen apuntes y no leen los libros, pero bueno, estábamos empezando de cero también. Para mi forma de ver las cosas ahora y en aquel momento había mucha sarasa, en donde uno leía un apunte y a partir de eso hacía construcciones fabulosas para buscar soluciones imposibles a problemas que no existen. Pero bueno, eso es parte también del entrenamiento ¿no?

GB- Sí, y la Reforma en funcionamiento en tu rol de, primero, consejero en el período de normalización y, después, normalizado, ¿cómo lo viviste?

R- Y, yo no me imaginaba (y ahora lo miro retrospectivo y es increíble que haya sucedido) que nosotros como estudiantes tuviéramos tanta capacidad de injerencia en la gestión de la universidad, de la facultad, de la universidad misma. Yo lo veía como algo teórico, cuando te sentás en el Consejo y tenés que discutirlo; cuando estás en el Centro de Estudiantes y tenés que hacer un planteo, lo estabas haciendo todo de cero. Entonces, yo me acuerdo de la ordenanza de concursos: tuvimos que estudiar un montón <risas>, tuvimos que estudiar un montón, pero nosotros teníamos la lapicera en la mano para poner “y acá se puede hacer esto y cambiamos el artículo y modificarlo” y después se votaba, se hacía o no se hacía. Eso es una cosa que yo no la he visto nunca más, es la realidad, viste. Circulaba un borrador (no un apunte) de ítems que había que considerar y nos poníamos a rellenarlo y a imaginarnos cómo tenía que funcionar. Metimos la pata, uno lo mira en retrospectiva y nosotros hicimos cada disparate (...)

La ordenanza de concursos yo la miro ahora, retrospectivamente, y es un maleficio, porque al día de hoy empezar un concurso y terminarlo es una tortura. Que te impugnan, que te reimpugnan, todos esos reaseguros que vos ponías pensando “que van a volver el día de mañana los militares a poner los dedos”; uno armaba un esquema súper controlado y yo cada día pienso que cuanto menos controles y los estatutos menos artículos tengan, mejor.

GQ- ¿Vos nos estás diciendo que la cabeza funcionaba bastante en diálogo con el período anterior, con lo que había pasado durante el período anterior?

R- Claro, es que lo tenías presente todo el tiempo. Hay cosas que son impresionantes. Por ejemplo, yo me acuerdo de una vez que, apenas asumido Alfonsín, Facundo Suarez era el jefe de la SIDE. Nos trajo la lista a cada facultad, nos mandó la lista de quiénes eran los agentes en cada facultad. Cuando agarramos la lista nos queríamos morir, porque había compañeros tuyos. Yo soy medio escéptico siempre y digo “bueno, habrá que comprobarlo”, pero, por las dudas (...) ( (...) )

Pero lo más impresionante de todo es que uno se sentaba en el Consejo Académico y no tenía mucha idea de a qué se estaba sentando. O sea, vos ibas y sabías que representabas a los estudiantes, ahora ¿qué tenías que hacer (...) ? “mirá (...) Y, vemos”. Yo por lo menos, no puedo hablar por otros. Yo era “y, vamos a ver”, por más que tengas toda la formación política, cuando tenés que decir “bueno, ¿qué hacemos con la Ordenanza de Licencias?”, “Ajá. ¡Traeme La contradicción fundamental!”, ¡nooo! <risas>. La licencia, treinta días de conversaciones y cuando te enfrentabas con el mundo real (...) Ahí vos te dabas cuenta de que ponías una frase en una nueva ordenanza y resolución y podías armar un lío bárbaro o que todo funcionara bárbaro. Yo ahí aprendí administración.

GB: ¿Había mandatos?

R- Había de todos niveles, pero en general uno tenía bastante libertad salvo que fueran temas como, por ejemplo, la Ordenanza de Concursos, que es la que tengo más presente porque en esa trabajé mucho. Los que más trabajamos, que yo tenga recuerdo, en ese momento (no en el Museo, sino en toda la universidad), trabajé un montón con Claudio Contreras, que éramos “los tecnócratas”, de alguna manera. Estudiábamos, mirábamos las cosas e ibas con un mandato. En otras cosas el mandato era el Centro de Estudiantes, que era una cosa que a mí nunca me gustó, pero bueno. El Centro de Estudiantes te decía, “tenés que ir al Consejo Académico y la posición del Centro es tal”. Como la Franja tenía minoría, siempre terminaba llevando posiciones bolcheviques y yo muchas veces no hacía caso al Centro, o me iba. Había cosas que eran (...) Yo me acuerdo que una de las grandes peleas que hubo en su momento fue si se declaraban nulos los concursos de la dictadura, por ejemplo, y el Centro de Estudiantes llevó al Consejo Académico que había que declararlos nulos. Yo decía “declará nula la designación de fulano, pero fulano te tomó examen, por lo tanto tu examen es nulo, porque te lo tomó un tipo que no tiene entidad administrativa”. Bueno, eso no podías discutirlo, porque era como ir a discutir con del Caño ahora, antes estaba lleno de “del Caños”, muchos más que ahora. Entonces, en esos en la Franja decíamos “Bueno, hacemos lo que queremos” y después nos agarraban a piñas y nos querían matar, pero zafábamos el momento. Pero sí, había mandato del Centro de Estudiantes, o de la agrupación, que podía ser de la agrupación Franja-Naturales o de Franja-Regional. Entonces, Franja-Regional tenía una posición y en general se respetaban 100%, ahí no había vueltas, porque, bien o mal, las discutías antes.

GQ- Y las reuniones periódicas del Centro, ¿se hacían?

R- Sí, todas las semanas.

GQ- Eso porque, también, cuando hablaste que había que hacer todo de nuevo, ustedes también hicieron los estatutos del Centro.

R- Claro, todo de cero. Y ahí sí que era de cero, porque no había ni historia previa. Había habido historia pero había desaparecido, entonces había que buscarla, que alguno que hubiera estado en el Centro de Estudiantes en el setenta y pico y en el setenta (...) Nadie tenía nada de nada porque no había ni actas, no existía eso, era (...) Por lo menos es la experiencia que yo tengo.

El Centro de Estudiantes estaba organizado en comisiones, hubo una época en que todos se mataban por estar en la Comisión de Derechos Humanos y yo terminaba siempre en la Comisión de Asuntos Académicos que a nadie le interesaba porque era re aburrido <risas>. Tuve que estar en la comisión, yo me acuerdo, en una internacional donde discutían los grandes problemas del mundo, y yo en eso era medio sindicalista. Varios en la Franja nuestra éramos bastante sindicalistas, ¿no? “Bueno, discutamos cómo vamos a resolver el problema de la colecta de café en Nicaragua y de paso busquemos una fotocopiadora”. ( (...) ) Tendría que acordarme, hacer memoria. Si querés, tengo las fotocopias de las actas del Centro de Estudiantes, porque las fotocopiaba, porque después, pasó lo que pasó: vas al Centro de Estudiantes ahora y no hay un acta de nada, porque andá a saber, cuando se mudaron, dónde tiraron las cosas, dónde quedaron. Yo tengo copia, ¿por qué? Y, ¡para tener copia (...) !

Portada de las normas de funcionamiento, Centro de Estudiantes de Ciencias Naturales, 1983
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Portada de las normas de funcionamiento, Centro de Estudiantes de Ciencias Naturales, 1983


Fuente: Archivo personal de Rolando Rivera.

(...)

R- Por ejemplo, una cosa que a mí me llamaba la atención de los Centros de Estudiantes era esa poca vocación por llevar las cuestiones administrativas y de registro de decisiones enorme. Era un poco eso de que “bueno, éramos dueños de todo y hacíamos todo más o menos, si total estaba todo bien”. Y ahora lo deben haber sacado, que se perdió. Habían hecho una caricatura mía, disfrazado de Hitler <risas>, porque yo no toleraba que el Centro estuviera hecho una mugre. Entonces, yo llegaba a las reuniones del Centro, y yo encima era “si es a las cuatro: a las cuatro, no es ni a las cuatro y media, ni a las cinco. A las cuatro”, entonces llegaba media hora antes y barría. Barría, limpiaba, pasaba el plumero, y eso era “de fachos” <risas>. Pretender sentarse en una mesa en que no hayan tirado los restos del mate así, y (...)

(...) R- Sí, era en el 83. Entonces, claro, como eso estaba asociado a pintar los árboles de blanco, yo era milico <risas>. Es al día de hoy que no lo aguanto. Tomás mate y tiras las cosas al piso, una cosa (...) Eso es uno de los recuerdos más graciosos que tengo del Centro, que teníamos las reuniones, yo llego y “bueno, llegó (...) ”. No sé, teníamos las reuniones a las ocho de la noche, ocho y media estaban todos dando vueltas y yo desesperado para comenzar. Empezaba a golpear el pizarrón, las mesas, “den bola, empecemos y nos vamos” y después cayeron en cuenta –muchos– en que yo no es que era necesariamente un facho, es que se me iba el tren de las once y cuarto <risas> ¡Me tenía que ir a tomar el tren!

GOQ- Y, sí.

R- Entonces, eso es para mí lo que yo viví en esa época, que es todo un descalabro, una anarquía absoluta. Que está bien, es bárbaro, porque la anarquía es creativa. La mugre no, ¡la mugre no es creativa!

Gustavo Rodríguez

Franja Morada de Derecho. Abogado. Primera generación de estudiantes universitarios en la familia.

1.- Ingresé a la Facultad de Derecho de la UNLP en 1979, procedente de Bahía Blanca. En julio de ese año me convocaron al servicio militar (marina), del que salí de baja en octubre del 80. La política siempre estuvo presente en mi familia, más cercano al peronismo y al socialismo. En la secundaria había participado en movimientos sociales vinculados a la iglesia. Malvinas me tocaba muy de cerca porque hacía apenas un año y medio que había salido.

Tenía amigos y conocidos apenas unos años mayores, secuestrados, muertos o desaparecidos.

Tenía conocimiento de la multipartidaria y fue la postura pública de Alfonsín en la guerra lo que me hizo prestarle atención por su valentía y firmeza. La convocatoria al acto en julio del 82 en la Federación de Box fue el punto de partida para la recuperación democrática y la figura de Alfonsín era quien mejor representaba esa demanda, que se consolido con el acto en el Luna Park en diciembre de ese mismo año.

Sobre la Reforma Universitaria poseía poca información. A fines del 81 (creo recordar) participe en una movilización frente al rectorado contra el arancelamiento universitario, pero suelto, no encuadrado en ninguna organización.

2.- Las Jornadas de Abril fueron la culminación de una etapa que se había empezado a organizar desde fines del 82. A principios del 83 (febrero) junto con el “turco” Daniel Salomón nos metíamos bien temprano, antes que empezaran las clases de los ingresantes, en la facultad vieja (la de la escalera al costado del rectorado). Nos abrían las puertas los no docentes y volanteábamos en forma relámpago dejando volantes de la FUA contra el arancel y el ingreso en los bancos. Mientras tanto Lucho Sobrón vigilaba desde la esquina por si nos pasaba algo o nos agarraba la “cana”. Él era el encargado de avisar por teléfono al estudio del “Mudo” Alconada para que interviniera en caso de ser necesario. Estas volanteadas también las hacían otros compañeros en todas las facultades en las que se podía.

Esos días de abril fueron muy intensos. Yo era delegado por Derecho a la COFULP, junto a Daniel, después se sumó Osvaldo Fernández (de Gualeguaychu). Las reuniones las hacíamos en el sótano de Agronomía (donde estaba la imprenta), con Gustavo “el Pirata” Drake, Gustavo Liss, Palo Cavigioli, Alfredo Benassi y muchos más.

La Franja se organizaba como estructura en Derecho, Agronomía y el resto (porque eran militantes de las diferentes facultades donde no había centro de estudiantes o pertenecían a otras agrupaciones, como Medicina, donde estaba el MOR (PC). En Humanidades y Ciencias de la Educación estaban Darío Copello y Dino Baudino, en Medicina el “negro” Duarte y algunos más que a esta altura no recuerdo.

En la COFULP nos reuníamos con el MOR (PC) de Medicina que representaba Rodolfo Módena, el Troskismo que representaban Rody de La Vega y Manolo Luengo por arquitectura, el MUI (Partido Intransigente) con el Negro Bejarano y el Colorado Belloti.

La noche anterior nos reunimos. Decidimos que al otro día empezábamos la acción. Después de mucho debate, organización y reparto de tareas, salimos al bosque con frio, hambre y unos nervios inimaginables. Teníamos conciencia de lo que íbamos a hacer y la responsabilidad que implicaba.

A la mañana siguiente empezamos con las tomas de las facultades, hablando en los cursos con Rubén Gamba, el “cabezón” Mendoza y Lucho Sobrón (que era presidente en derecho). Concentramos en el rectorado, estuvimos dos días y medio sin dormir. Pasamos las noches de reunión en reunión, con debates y asamblea, para evaluar y decidir los pasos a seguir.

Después organizamos las marchas, generando un hecho político que para la ciudad sumida en el terror por tantos años, era algo impensado. El movimiento estudiantil estaba más vivo que nunca y le plantaba cara a la dictadura públicamente. Los reclamos puntuales eran por los turnos de examen, el arancel y el ingreso, pero políticamente representaba mucho más. Marchamos por calle 7 con la montada y patrulleros enfrente, pero el pueblo en la vereda nos saludaba y aplaudía. La libertad, la justicia y la democracia vencían al temor y la apatía.

Recuerdo estar bajo la lluvia, con miles de compañeros cantando “Gallo* gallina, salí de la oficina / Gallo coimero salí del gallinero” y la más creativa: “Que llueva que llueva que gallo está en la cueva / los estudiantes cantan, las clases se levantan / que sí que no que Gallo es un cagón” (Guillermo Gallo, Interventor de la UNLP, era Teniente 1° Veterinario del Ejército)

En lo personal, cuando la comisión encabezada por el Pirata Drake entró a entregar el petitorio, me subí a caballito de la estatua de Joaquín V. González para hablar e informar megáfono en mano a los compañeros. No recuerdo lo que dije exactamente, pero la emoción de ese momento aun puedo evocarla y me sigue estremeciendo.

Las Jornadas de Abril fueron un momento bisagra para La Plata, que se enmarcaba en una creciente efervescencia política y participativa.

3.- Después de las Jornadas de Abril, nos dimos a la tarea de organizar e institucionalizar al movimiento estudiantil en todas las facultades. Bajo la dirección de Franja Morada, disputando la conducción con otras agrupaciones, Facultades como Periodismo (con Belén Sempe, Norma Etcheverry y Marcelo Miró), Odontología, Humanidades (Leonardo Calo), Observatorio (Daniel Andrini) Arquitectura (Laura Colombo) Económicas (Guillermo Fontán) e Ingeniería. Se fueron haciendo las elecciones en cada uno de los Centros, con victorias contundentes de la Franja Morada, que culminaron con la normalización de la FULP, siendo electo Gustavo Drake como Presidente.

Circular de la Federación Universitaria de La Plata a los Centros de Estudiantes, sobre guardería infantil, 1984
Fotografía 35
Circular de la Federación Universitaria de La Plata a los Centros de Estudiantes, sobre guardería infantil, 1984


Fuente: Archivo personal de Guillermo Quinteros.

Se aceleraba el fin de la dictadura, que estaba en retirada y el movimiento estudiantil hizo un aporte muy importante a la revitalización de los partidos políticos y a la participación en los mismos. En el caso del radicalismo nos abocamos a la campaña de afiliación para rehacer los padrones partidarios y para el Movimiento de Renovación y Cambio que conducía Alfonsín.

Con la participación en alza, las Jornadas de Abril fueron un espejo donde se miraron los compañeros de otras Federaciones en el resto del país. Fue así que entre el 13 y el 15 de mayo se organizó en Rosario una reunión de la FUA, a la que fuimos por la FULP el “Pirata” Drake por Agronomía y yo por Derecho. Viajamos en tren, con un solo pasaje de ida y vuelta para los dos, con plata que juntamos entre todos, implorando que el “chancho” (guarda que pedía los boletos) no nos enganchara.

Llegamos a Rosario, ciudad que no conocíamos, con una única dirección, la del Pini Elias. Le caímos a la madrugada con hambre y frío. Él –generosamente– nos dio abrigo y comida.

Desde la mañana empezamos las reuniones con los delegados de las distintas Federaciones, recuerdo a Julio Genesinni de Rosario, al “Ciego” García de Santa Fe, Scaletta de la FUS de la UNS de Bahía Blanca.

Ahí transmitimos nuestras experiencias y organización para que el resto de las federaciones, conforme su realidad particular, iniciaran también la movilización por reclamos que excedían lo meramente reivindicativo gremial en el marco del clima político y los pedidos de democracia que formulaba la sociedad.

La representación de la Federación en Rosario estaba en manos del MNR (Socialistas Populares de Estévez Boero) por los acuerdos de FUA del 75, donde se habían prorrogado los mandatos a raíz del golpe.

Para dar una semblanza mínima de aquellos tiempos, mientras nosotros nos reuníamos en un altillo –no más de 12 o 14 personas, con suma discreción y medidas mínimas de seguridad– a dos cuadras de ahí, un par de horas después, la “patota” secuestraba a Osvaldo Cambiasso y a Eduardo Pereyra Rossi. Entregados al Comisario de Tigre Luis Abelardo Patti, fueron encontrados muertos tres días después, en la localidad de Lima. Habían simulado un enfrentamiento.

Jorge Rosales

Franja Morada de Periodismo. Periodista. Primera generación de universitarios de su familia.

Las sombras en La Plata son largas y acogedoras, tal vez por esa conjunción de árboles añosos y veredas anchas, pero las de febrero de 1981 cuando me instalé a estudiar Periodismo tenían otro significado. Abrigaban el terror e historias de dolor y pérdida, que pude reconstruir con el paso de los años. Esas sombras me daban miedo. Han pasado muchos años desde entonces pero no puedo dejar de sentir algo en el estómago cuando transito algunas de las calles platenses que hoy están llenas de voces de alegría y paz y que en los primeros meses de 1981 estaban cubiertas de silencio, quebrado de vez en cuando por susurros de tristeza y desgarro.

La Plata era una ciudad gris habitada por gente que, sin quererlo, también se había contagiado de ese color emparentado con la tristeza. Primeras sensaciones y apreciaciones de quien acababa de llegar de un pueblo de poco más de 10.000 habitantes, ubicado en el centro de la provincia de Buenos Aires, de casas bajas que a la noche sus puertas no se cerraban con llave. Allí, en Rauch, tampoco se hablaba de lo que estaba pasando en las cuevas de la Argentina de la dictadura sangrienta. Se sabía poco y se intuía mucho. Seguramente de ahí se alimentaban los temores y recomendaciones de mi madre de caminar siempre por calles iluminadas, evitar salir de noche y llevar siempre los documentos.

Las primeras impresiones de la sede de la Escuela Superior de Periodismo y Comunicación Social donde rendí el examen de ingreso y luego cursé la carrera fueron fuertes y me han acompañado siempre. El primer día nos recibió un señor de bigotes, peinado a la gomina y saco blanco impecable que nos dio la bienvenida. Resultó ser el director de la carrera. Nos dijo que estábamos en esas aulas para estudiar y no meternos en cosas raras como en el pasado. Y que en los muebles ubicados adelante nuestro ahora estaban llenos de libros, pero que cuando ellos llegaron en marzo de 1976 para terminar con el desorden y la violencia en vez de libros había armas ocultas de los subversivos. Quédense tranquilos -nos advirtió-, porque esa etapa de violencia y terror se había acabado en el país y que ahora se podía estudiar sin interrupciones de ningún tipo. Nadie atinó a contradecirlo. El salón estaba lleno de servicios de inteligencia, cuyas caras empezaron a resultarnos familiares con el paso del tiempo. Esas iban a ser las últimas clases en la vieja sede de Periodismo en la calle 10 y 54. Pasado el examen de ingreso nos trasladamos a la nueva sede de la avenida 44 entre 8 y 9. La estrenamos en el arranque del año lectivo. Cuando cruzábamos la puerta de ingreso nos saludaba siempre el mismo “servicio”. Y antes de entrar en las aulas debíamos dar el presente en la ventanilla de alumnos.

Nuestro refugio fue el bar de 8 y 44. De a poco, en las charlas de café comenzaron a surgir los temas que en las clases estaban vedados. La política, los militares, la crisis económica que nos carcomía los pocos pesos que nuestras familias nos podían dar para vivir en La Plata, y los desaparecidos. Fue en esas tertulias que esa palabra empezó repetirse en voz baja pero que de a poco fue ganando espacio en las conversaciones. Teníamos miedo de que alguien nos escuchara, mirábamos hacia todos los costados en busca de ojos intimidantes. Los Falcon verde todavía rondaban con las patotas armadas, sobre todo cuando caía la noche. De esas charlas nacieron relaciones que todavía perduran, se reafirmaron posiciones ideológicas y se fueron clarificando de qué lado nos íbamos a colocar en el terreno de las ideas y de la acción. Ahí, en esas charlas en días lluviosos y de escapadas de clases soporíferas empezó a gestarse el grupo de amigos que luego conformaría la Franja Morada de Periodismo. Estaban siempre Belén Sempé, Norma Etcheverry y Eloy Gómez.

Vivía en una casa típica de estudiantes, en la calle 58 entre 3 y 4, junto a mi primo Pedro Espondaburu, estudiante de Abogacía, y Juan Davancens, de Medicina. Todos de Rauch y de familias radicales. La política era parte esencial de nuestras charlas cotidianas.

Ese 1981 estuvo cargado de revelaciones. En las largas charlas de café en la Escuela de Periodismo y en el bar de 44, en las pausas en los trabajos de equipo y en la confianza ganada a fuerza de horas de diálogo, surgieron puentes que nos llevaron a encontrarnos en lugares reservados con quienes serían íconos de la lucha y recuperación de la democracia. En casas cuyas direcciones no recuerdo un puñado de mujeres que tenían las edades de nuestras madres y en algunos casos de nuestras abuelas, nos recibieron un par de veces con mate y con las historias de sus hijos y nietos que buscaban desde hacía años. Se abrían y lloraban con nosotros, mocosos de 18 o 19 años que, como en mi caso, no podíamos imaginar la magnitud de lo ocurrido en La Plata. Quienes teníamos hermanos o primos que habían llegado tres o cuatro años antes a esta ciudad desde pequeños pueblos en busca de conocimiento y formación contábamos con una idea, limitada, pero idea al fin, de que había habido una cacería salvaje y muerte en las calles y casas de estudiantes. Quienes provenían de ciudades más grandes, como Mar del Plata, o capitales de provincia, tenían otras vivencias y entre sus compañeros del colegio había desaparecidos.

Las charlas en nuestras casas pronto se trasladaron a otros ámbitos. Ya había reuniones a puertas cerradas en la sede del comité de la calle 48 que sorteaban la prohibición. Era la época de las “urnas bien guardadas” del general Albano Harguindeguy, ministro del Interior de la dictadura. La palabra elecciones no figuraba en el glosario de la discusión pública. Sin embargo, hubo un hecho en ese tiempo que se transformó en una válvula de escape en la Argentina oprimida. La muerte de Ricardo Balbín, de eso se trata, el 9 de septiembre de 1981, fue una ventana inesperada por la que decenas de miles de argentinos ganaron la calle. Lo hicieron para despedir al viejo líder radical, pero también para expresar el malestar y la necesidad de terminar con la dictadura. Pude ver el dolor de la gente en la capilla ardiente montada en el Comité Nacional de la UCR, me sumé al multitudinario cortejo hasta el cementerio de La Plata y lloré con las palabras de despedida de Raúl Alfonsín. Despedía al caudillo muerto, pero nos hablaba de lo que estábamos viviendo y de lo que podíamos hacer para salir de las tinieblas.

El siguiente, 1982, fue un año horrible. Cuando el malestar social empezaba a agitarse en una olla a presión y la movilización el 30 de marzo de 1982 a la Plaza de Mayo en reclamo de Paz, Pan y Trabajo, era reprimida a sangre y fuego, los dictadores anunciaron la “recuperación” de las Islas Malvinas. El pueblo se agitó. Sensaciones raras invadieron el país. Muchos celebraron y otros, los menos, advirtieron que estaban enviando al matadero otra vez a cientos de jóvenes. La tristeza nos invadió. Recuerdo el invierno del 82 en mi casa de estudiante como uno de los más crudos que he vivido. Gris y triste. Una Argentina con una generación masacrada y jóvenes mandados a morir en una guerra absurda.

Después de la guerra, los militares habían perdido el poco respaldo popular que creían tener. El dique del silencio y el miedo se había roto. Las reuniones ya no se ocultaban y se amplió el horizonte de contactos. No eran solo encuentros entre compañeros de facultad para hablar de lo que había que hablar y que ya no era un secreto: había que forzar una salida democrática y vivir en la institucionalidad. Se sumaban compañeros de otras facultades.

En Periodismo se había armado un centro de estudiantes con el guiño de la Secretaría Académica de la Escuela (faltaban años para crecer a Facultad) bajo la estricta consigna de que sólo se debía ocupar de las necesidades académicas, fotocopias y ayuda da los alumnos, pero nada de política, considerada una mala palabra. Era un experimento raro, que se detonó después de Malvinas, cuando todo cambió. Cambió el clima de cordialidad y se pasó de hablar a media lengua a llamar a las cosas por lo que eran. Todavía recuerdo el día en que el loco Barrios, un compañero de Periodismo de La Plata, se paró en medio de una clase en la que el director de la carrera hablaba de la toma de Malvinas y empezó a gritar que todo era una farsa para tapar el desastre de la dictadura y los muertos. Lo sacaron del aula y a los pocos días lo expulsaron de la carrera y de la Universidad.

El clima de malestar era irrefrenable igual que en otras universidades del país. La exigencia del fin del arancelamiento y otros reclamos ganaron la calle de la mano de dirigentes que se animaban a enfrentar a la dictadura. El grito por una universidad democrática, gratuita y sin restricciones de ingreso estaba todavía limitado a un grupo de estudiantes más politizados, pero poco a poco empezó a romperse el temor y ganó la adhesión de buena parte de la comunidad de estudiantes. Fue una etapa de debates y de agitación y de animarse a ganar las calles.

El hito de nuestra lucha fue sin dudas la ocupación de los jardines del rectorado de la avenida 7 al grito de “Gallo, gallina, salí de la oficina”. Ya había habido marchas por las calles de La Plata con el Pirata Drake y el negro Agüero a la cabeza, pero el reclamo frente al rectorado donde pasamos la noche fue un mojón en la lucha universitaria. Ya no teníamos miedo y estábamos convencidos de que con nuestras acciones contribuíamos a empujar un poco más a la dictadura para que se fuera y no volviera nunca más.

Pero todavía faltaba mucho para que la victoria fuera completa. La convocatoria a elecciones para la normalización de los centros de estudiantes nos energizó y obligó a armar listas para competir por el liderazgo y también para quebrar la resistencia de muchos estudiantes a los que les había calado hondo el perverso mensaje de la dictadura de que la política tenía que estar lejos de las aulas. Los personeros de los militares en las facultades promovían las listas independientes. Nosotros decidimos participar como Franja Morada, orgullosos de nuestra pertenencia política y acepté la propuesta de mis compañeros de ser candidato a presidente del centro de estudiantes. Por pocos votos nos derrotaron los independientes. Pero ese año la Franja fue imparable y la alegría y esperanza que se vivía en las facultades tuvo su correlato en las calles, que desembocaron en la elección del 30 de octubre. Una oleada de aire fresco dio paso a la primavera democrática, la etapa más maravillosa que pude transitar y vivir.

Unos días después del triunfo de Raúl Alfonsín regresé a La Plata desde mi pueblo, adonde había ido a votar. Caminé por las calles, en silencio y sin rumbo, bajo las sombras largas de los árboles añosos. Habían pasado casi tres años desde que me había instalado en la ciudad. Pero ya no tenía miedo.

Belén Sempé

Escuela Superior de Periodismo. Licenciada en Periodismo.

Comencé a estudiar Zoología en el año 1977 en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo, y después, en el año 1980 me decidí por Periodismo. Vengo de una familia radical por parte de mis padres, y mi abuela materna celebró los 40 años de afiliada en la sección primera. Es decir con larga tradición dentro del Unión Cívica Radical.

Mi recorrido militante comenzó en 1980, en este año no había nada en cuanto a actividades ya que seguíamos en Dictadura. Entonces, comenzamos a agruparnos bajo el nombre de Estudiantes de Periodismo de la Escuela de Periodismo y Comunicación Agrupados. El Centro de Estudiantes, que no llegaba a estar constituido como tal, se ocupaba de recolectar algunos apuntes, también se hacían actividades como bailes para juntar dinero, se hacían los esténciles, había que comprar los insumos, pero no mucho más.

En la Escuela, ubicada en la calle 44 e/8 y 9, conocí a varios compañeros de estudios que luego se convertirían en militantes. Estudiábamos con Giusse Cavigioli, en su casa junto a Tomas Lunazzi, y allí tuve la oportunidad de conocer a Palo, a Gustavo Liss y al Pirata. En las reuniones que se hacían en casa de Cavigioli, me insistían “vos que sos radical, comenzá con la Franja”. Junto con Norma Etcheverry y dos o tres más pusimos un primer cartel en la Facultad convocando a los estudiantes a sumarse a la Franja Morada. El cartel decía algo así como “si querés militar en la Franja, acércate a la Sección Primera”. Para los compañeros sonaba fuerte, dado que no pensaban que era yo quien estaba en esa movida. Recuerdo que viajando en el colectivo 508 con varios amigos de la Facultad, Tomy hace un comentario del siguiente tenor: ¿Quién habrá sido el boludo que puso ese cartel en la Facultad? Entonces le dije que la boluda estaba sentada al lado suyo.

Resultado electoral en Periodismo, 1984
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Resultado electoral en Periodismo, 1984


Fuente: recorte de El Día. Gentileza de Belén Sempé.

De ese modo fuimos sumando adherentes, comenzamos siendo 2, luego 4 y así comenzamos a reunirnos. Nunca hubo Franja Morada de Periodismo, así, jamás. Junto con Norma y otros llevamos de candidato a Presidente de Centro a Jorge Rosales. Nos criticaban porque era de Línea Nacional, pero la cuestión era que en 1983 no éramos tantos como en otras Facultades. Éramos todos amigos porque siempre fuimos pocos en la Escuela. Primero ganaron los independientes, pero nosotros sacamos una buena diferencia y me convertí en delegada a la Federación Universitaria de La Plata (FULP), esto me dio la oportunidad de elegir como Presidente a Gustavo “el Pirata” Drake. El segundo año ganamos el Centro y fue como Presidente Marcelo Miró. En ese momento sí, sacamos una gran ventaja, ahí fui electa como Consejera Académica por el claustro estudiantil y más tarde tuve el privilegio de ser Delegada por la Franja Morada a la Federación Universitaria Argentina (FUA), que tuvo cita en la provincia de Tucumán.

Identificación de los Delegados al Congreso de la Federación Universitaria de La Plata
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Identificación de los Delegados al Congreso de la Federación Universitaria de La Plata


Fuente: Archivo personal de Belén Sempé.

Respecto de la movilización de abril, recuerdo salir a la calle con los carteles y un buen número de estudiantes que acompañaban. Fue un momento emocionante porque íbamos a encontrarnos con el resto de las agrupaciones y con las Franjas de las otras Facultades, es decir con todos los amigos, en los jardines del Rectorado. Al evocar ese episodio se me pone la piel de gallina porque era básicamente una concentración en contra de Gallo, el rector de la dictadura. No se esperaba nada, pero recuerdo que hasta la gente que pasaba nos apoyaba. Sus comentarios eran alentadores para con nosotros que salíamos en paz a la calle a reclamar. La concentración fue en el Rectorado y nos quedamos toda la noche.

Fue una jornada impresionante, la gente se acercaba para traernos comida y bebidas, sentíamos una emoción muy grande al comprobar su apoyo.

Para mí fueron unos de los mejores años de mi vida, lo recuerdo con mucho cariño, me emociono al evocarlos. Frecuentemente digo, cuando veo cosa de aquella época, pensar que yo estuve acá, que hicimos esto o lo otro, cuando participe de muchas movilizaciones a los actos de Alfonsín, cuando se entregó el informe de la CONADEP. Fue una época de gloria, vivíamos para eso.

Luis María Sobrón

Franja Morada de Ciencias Jurídicas y Sociales. Abogado. Segunda generación de universitarios en la familia.

Entre 1981 y 1982, fui el Secretario del Centro de Estudiantes de Derecho, mientras que Carlos Jauriguiberry era el Presidente. Una vez egresado Carlos como abogado los compañeros de la Franja me eligen Presidente del Centro en 1982. Como recuerdo y como anécdota hago referencia a la primera de las preguntas, y es que con motivo de la puesta en duda por otras organizaciones políticas de los acuerdos de FUA del año 77, fuimos a esa Asamblea después del intento de las autoridades de la Facultad de tener una organización estudiantil con aquellos estudiantes que tuviesen promedios superiores a 7. Me sentí electo por una democracia ateniense porque esa Asamblea que no quiso la propuesta que llevábamos como Franja de ir a elecciones en 1982, y que no querían las elecciones porque pensaban que era una maniobra política de la Franja en contubernio – entre comillas– con el Decanato de la Facultad, ya que éramos los que mejor estábamos preparados para afrontar un proceso electoral, aceptamos la crítica y fuimos hacia 1983, pero en esa Asamblea se refrendaron los acuerdos de FUA del 77 y la conducción que tenía la Franja, y que tuve el honor de encabezar durante todo el año 1982 hasta 1983. Ese año fue electo Rubén Gamba y –a posteriori– no hubo ninguna discusión sobre la legitimidad que tenía la Franja en ese momento.

1) En qué contexto histórico se desarrolló la movilización al Rectorado en abril de 1983?

El contexto histórico está fundamentalmente influido por el intento de liberalización o flexibilización de las autoridades del Rectorado de la UNLP, vis a vis del movimiento estudiantil que se estaba preparando. El punto culminante fue la derrota de la dictadura en Malvinas y, como consecuencia de ella, el Rectorado intentó en varias Facultades, principalmente en la de Derecho de la que fui partícipe, tener una apertura. La primera propuesta que hace el Rector de la Universidad y que analiza el Decano, es la participación de los estudiantes en un Centro de Estudiantes, que estaría representado por aquellos estudiantes que tuvieran un promedio de 7 o superior en las asignaturas.

La Franja Morada tomó como actitud de conducción del Centro de Estudiantes de la Facultad, sobre la base de los acuerdos de FUA del año 1977, el rechazo a tal política. Fuimos a esa Asamblea convocados por el Rector, llevando como propuesta la de elecciones libres y democráticas para la conducción y elección de autoridades que pudiesen normalizar los centros de estudiantes.

Las autoridades de la Facultad perdieron la Asamblea, pues la Franja tuvo una postura muy clara y fue secundada por todas las fuerzas políticas, los distintos o pequeños grupos o grupúsculos diseminados hacia la izquierda de la Franja, y sumado al peronismo que también se opusieron a la propuesta del Rectorado. Este contexto histórico se agudiza, pues la Asamblea puso de manifiesto una participación estudiantil que durante la dictadura fue solamente para cuadros militantes tanto de la Franja, como de otras organizaciones políticas. Pero fundamentalmente éramos nosotros los que militábamos en la Universidad, y particularmente en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Los acuerdos de FUA databan de 1977, ya habían pasado 5 años, y se notaba y esbozaba por parte de otras fuerzas políticas, un reclamo de esa conducción. Este mismo reclamo de elecciones se puso de manifiesto en las reuniones de Comisión del Centro de Estudiantes, que se hacían en calle 48 Nro 522. Allí concurrían todas las fuerzas políticas y para saldar las discusiones es que fuimos a una Asamblea convocada como de carácter general. Fue sumamente participativa.

Como corolario, en esa Asamblea se decidió solicitar a las autoridades universitarias, que las elecciones no se llevaran a cabo en 1982 sino en el año 1983, como finalmente ocurrieron. Pero el saldo de la Asamblea fue un Acta de cinco puntos, de los cuales no los recuerdo de forma literal, pero sí que el punto más importante de la misma era que no se discutía la legitimidad de la Franja Morada en los acuerdos de FUA del 77 y que estábamos todos juntos en la conducción del Centro de Estudiantes de Derecho. Recuerdo que lograr el consenso requirió quedarnos toda la noche en el comité de 48, rodeados de papeles, transcribiendo el Acta y también colocando pancartas de entre tres y cinco metros, colgadas en la Universidad. Fue una larga madrugada.

Los ánimos del conjunto se tranquilizaron, pero se continuó trabajando. Esto fue aproximadamente entre julio de 1982 hasta diciembre de ese mismo año. No obstante, el proceso de descomposición de la dictadura y el reclamo de elecciones desembocó en abril del año 1983. Se había formado la CO FULP, había que legitimar la conducción emergente de esa coordinación para constituir la Federación Universitaria de La Plata. Es así que varios representantes de cada uno de los Centros de Estudiantes nos aglutinamos en una proto FULP que es la que convoca a esa movilización general, previas huelgas estudiantiles que se dieron en casi todas las facultades de la UNLP. La huelga fue un éxito, fue una huelga general con una aquiescencia tacita por parte de los profesores de la Facultad, levantamos los cursos y obtuvimos una respuesta masiva por parte de los estudiantes, haya sido por convencimiento propio, por conveniencia personal, o por sumarse a un estado de revuelta en el que se encontraba la Argentina. Era un momento de reclamo por un proceso de democratización, destacándose el hecho de que todavía no se habían convocado las elecciones de octubre de 1983.

Portada del documento de la Federación Universitaria de La Plata sobre la situación nacional, 1984
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Portada del documento de la Federación Universitaria de La Plata sobre la situación nacional, 1984


Fuente: Archivo personal de Guillermo Quinteros.

Ese fue el contexto histórico, el reclamo estudiantil de la normalización universitaria, de la vida estudiantil de cada uno de los Centros de Estudiantes y por supuesto, la constitución de la Federación Universitaria de La Plata. Como reclamo posterior y final, se quería lograr la normalización de la Federación Universitaria Argentina, que necesitaba imperiosamente renovarse.

La movilización terminó convirtiéndose en un éxito y el Rector de la Universidad recibió –a lo que yo llamaría hoy, con una lectura de más de 40 años– de la proto FULP cuando le hicimos saber de la necesidad imperiosa de la normalizar los Centros de Estudiantes.

2) Qué recuerda de la movilización de abril de 1983 al Rectorado de la UNLP?

Sinceramente se podrían confundir los hechos con la nostalgia de la juventud pasada, pero en mi humilde opinión creo que fue el primer éxito del movimiento estudiantil de la Universidad, la primera respuesta masiva de una participación que excedía a los cuadros militantes de las distintas organizaciones políticas que militábamos en el mundo estudiantil. Hubo también una gran participación de lo que se denominaba el independentismo, es decir aquellos que se consideraban independientes. Nosotros como organización política, nos preguntábamos si eran independientes del club de Avellaneda o de la corona de España! Pero así se presentaban ellos, como independientes, porque eso les era funcional a lo que pretendía la dictadura, que la Universidad solamente era una casa de estudios y que la participación política era cosa del pasado y de las organizaciones que terminaron haciendo terrorismo en Argentina. Pero nosotros discutimos críticamente con y a los compañeros que entendían que el camino de las armas era el camino de la liberación, sin estar nunca en ese campo. De suerte tal que nunca fuimos terroristas y nos limitamos a hacer política universitaria comprometida con los intereses del país.

Ingresantes a cada Unidad Académica. Números oficiales de la Universidad Nacional de La Plata, 1985
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Ingresantes a cada Unidad Académica. Números oficiales de la Universidad Nacional de La Plata, 1985


Fuente: El Día, 18 de marzo de 1985.

La movilización de abril del 83 fue sumamente importante porque considero que le torcimos el brazo al aparato militar, mejor dicho, a la representación académica de la dictadura militar en la Universidad. Por eso es que la dictadura comprendió que había que seguir el camino hacia la normalización universitaria. De hecho, después de esta movilización y huelga del 83, comienzan los distintos procesos electorales para la normalización de los Centros de Estudiantes. El primero fue en agosto de 1983 cuando se normaliza el de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales y es electo por una abrumadora mayoría de más del 75% con una participación electoral de más de 2000 alumnos y con varias fuerzas políticas representadas, la Franja obtiene ese histórico triunfo cuando asume el compañero Rubén Gamba como Presidente del Centro de Estudiantes de Derecho. Es a mí a quien me toca dejarle dicho Centro con una enorme felicidad, por haber todos, cumplido con una tarea militante que sin duda reflejaba su punto más importante. Esa movilización donde toda la Federación en abril de 1983 marcó el punto de partida hacia la normalización y democratización de los Centros de Estudiantes.

3) Cuáles fueron las actividades políticas a posteriori de la movilización?

Creo que esta pregunta queda encuadrada en mi respuesta anterior, pero a manera de esquema, las actividades posteriores fueron traducidas en el inmenso compromiso de cada una de las distintas organizaciones políticas, fundamentalmente nosotros como Franja Morada que éramos los que más organizados estábamos. La Franja tenía presencia en la Facultad y en la Universidad desde el año 1977 e incluso había compañeros que habían militado de 1976 cuando hacer política universitaria era realmente jugarse el pellejo.

La movilización de 1983 abrió una avenida amplísima hacia la normalización de los Centros de Estudiantes, coincidiendo con la normalización de la República a través de las elecciones generales del 30 de octubre de 1983.

Gerardo Wadel

Franja Morada de Arquitectura. Arquitecto. Primera generación de universitarios de la familia.

¿En qué contexto histórico se desarrolló la movilización al Rectorado en abril de 1983?

El año 1983 remite al clima de esperanza por la recuperación de la democracia y de ansias por refundar la Argentina. Pero también a lo que ocurría en paralelo, al horror del final de la Dictadura que se acrecentaba en la medida en que se conocía la gravedad de las violaciones a los derechos humanos y de las consecuencias de la Guerra de Malvinas.

Llegué a la Universidad Pública con la vista cegada por el recorte y la manipulación de la información que sufrimos durante los años del llamado Proceso, que coincidieron con mi educación secundaria en Chascomús, Provincia de Buenos Aires. Y también, ya en 1982 y en coincidencia con la guerra aunque sin tomar parte en ella, integrando involuntariamente una estructura militar con asiento en el Puerto de La Plata.

En 1982, en la UNLP, el ingreso suponía un curso eliminatorio y un cupo limitado, que reservaba un 10% de plazas directas para egresados de institutos militares. Además, los estudiantes teníamos que pagar un arancel sin el cual no podíamos acceder a las aulas. Ni elecciones estudiantiles, ni elección de autoridades, ni centro, ni cogobierno, ni concursos, ni libertad de cátedra, ni nada. Ah, sí, teníamos unas ganas muy grandes de cambiarlo todo.

Abril de 1982, manotazo de ahogado de la Dictadura. Invasión de las Fuerzas Armadas argentinas en las Islas Malvinas para intentar recuperar la soberanía tantas veces reclamada. Enfrente, el Reino Unido y la OTAN entera. No había que ser experto en estrategia militar para intuir el resultado. Así que, en medio de la festividad ingenua con la que mucha gente se sumó a la iniciativa dictatorial, otra gente se tomó la guerra con gran preocupación.

Mayo de 1982, Aula 1 de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo. Se corta la clase, afloran las radios puestas a bajo volumen. La marchita anuncia “Comunicado Número 1, estamos ganando, seguimos ganando”. Faltaba algo de tiempo para que pasáramos a escuchar Radio Colonia, del Uruguay, para enterarnos de la dura realidad.

Allá, en Malvinas, junto a tantos jóvenes que lo dejaron todo para defender a su país sin saber cómo, sin ropa adecuada, con comida a cuentagotas, pasando frío, maltratados por la cúpula militar, estaba Rodolfo Pertusi. Rodolfo, el “Tero”, entrañable amigo y compañero que fuera después militante en arquitectura. Arquitecto, afiliado radical desde siempre, Secretario de Planeamiento de la Municipalidad de Chascomús y, sobre todo, Ex-Combatiente poniendo el cuerpo en el 82 y en todos estos años por Malvinas.

¿Qué recuerda de la movilización de abril de 1983 al Rectorado de la UNLP?

Fue un torrente de juventud que podía cambiarlo todo. Que aún no sabía, o casi no sabía, de banderías políticas excluyentes, de real politik, de militancia pagada, de aplaudir con obsecuencia siempre al mismo, de la grieta, de los derechos humanos selectivos, de hablar de participación cuando hay miedo de disentir, de justificar lo injustificable y de tantas otras deudas de nuestra joven democracia.

Pasar entonces por la Avenida 7, entre 47 y 48 (la calle del edificio que casi engulle al Rectorado y al que después se le hizo tomar distancia) en abril de 1983 era asomarse a lo que parecía imposible. Al poder dictatorial, representado en la universidad por el ex Rector Gallo a quien nadie eligió, le habían plantado cara primero un grupo de estudiantes y posteriormente una multitud entre la que se contaba el apoyo de muchas otras personas que, aunque no formaran parte de la comunidad universitaria, compartían el cariño por nuestra Casa de Altos Estudios y la vocación de cambio. Democracia ya (...) y de aquí no me muevo.

Si el frente del Rectorado era masividad, festividad, aguante y banderas hechas a pulmón, en las facultades no es que no pasara nada. Allí estaban, entre los aún uniformes y disciplinados grupos de estudiantes, quienes comenzaron a hacerse oír dando a conocer lo que pensaban en un ámbito en el que por entonces pensar no estaba bien visto. Reconocidos como militantes, o simplemente como estudiantes, esos chicos y chicas que estaban en las aulas, junto a la inspiración de quienes no estaban porque se les había impedido el acceso -desaparecidos, exiliados, muertos y otras personas excluidas- habían comenzado el trabajo. Silencioso e incipiente al comienzo, bullanguero y masivo en pocos meses, ahí estaba el arranque de la recuperación del Movimiento Estudiantil que volvió a poner en pie las Asambleas, los Cuerpos de Delegados, los Centros de Estudiantes y las Federaciones Universitarias de La Plata y Argentina (FULP, FULP, FUA!) así como integró después los órganos del Cogobierno de esta y de las otras universidades públicas.

Entre ellos, Claudio Orlando. Claudio, el de Campana, el de la campera gris sin mangas y el carpetón donde cabía todo (todo es todo, allí estaba cualquiera de los papeles importantes). El primer presi del Centro de Estudiantes de Arquitectura y Urbanismo, que, junto a las y los militantes de entonces supo transmitirnos el entusiasmo y el compromiso con la Democracia en la Universidad, así como una responsabilidad suficiente para seguir estando cuando las cosas no vinieran tan bien dadas. Para el disenso y la desilusión.

¿Cuáles fueron las actividades políticas a posteriori de la movilización?

Hubo alguien, fue el Pirata Gustavo Drake quien dijo algo así como “ahora que bajó la espuma es tiempo del trabajo constante, menos espectacular, pero imprescindible”. Y eso significaba habernos graduado, habernos recibido, de protagonistas del día a día de la vida estudiantil en el marco de una universidad que había puesto proa hacia la recuperación de sus mejores tradiciones democráticas.

Entre esas tradiciones, horneadas a fuego en la Reforma Universitaria de 1918 y los movimientos posteriores inspirados en ella, estaban el acceso a la docencia por concurso, la periodicidad de cátedra, el libre ingreso, la extensión universitaria y, por supuesto, la autonomía de la universidad y el cogobierno de los claustros.

Había que empezar por dar legitimidad a los claustros, por entonces docente, estudiantil y de graduados. Los estudiantes y los profesionales egresados no requerían de más legitimación que su reconocimiento y, en el caso de los primeros, un ingreso libre que asegurara las mejores condiciones de acceso a la universidad para las grandes mayorías. A esto apuntó la eliminación de los exámenes de ingreso, de los cupos y del arancel.

En el caso de los docentes la cuestión era más complicada. La dictadura había intentado blindar, también en la universidad, los puestos otorgados a quienes les fueron funcionales mediante concursos convocados y sustanciados en un marco de exclusión y terror. Se trataba, entonces, de desbloquear esta situación que la Ley 23.068 de Normalización de las Universidades Nacionales no ponía fácil, pues para volver a convocar concursos para los cargos ya otorgados durante la Dictadura fue necesario impugnar, obtener la nulidad y reabrir los mecanismos públicos, participativos y resueltos por los jurados de los claustros.

En este momento es que resulta imprescindible citar a Jorge Lombardi, Decano normalizador y luego Decano electo de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNLP quien, junto a su equipo, así como contando con el apoyo activo de docentes y estudiantes que nos involucramos en ese proceso, consiguió la nulidad de todos los concursos de la Dictadura y la convocatoria abierta para renovar toda la planta docente.

Lo que sigue es historia viva. La creación de talleres verticales y paralelos en tres bandas horarias para todas las asignaturas del Plan de Estudios de Arquitectura, con libre elección, que ha sido y es estandarte de la Facultad. Pero, para no quedarnos conformes allí está el espíritu de abril de 1983 recordándonos: podemos ir más lejos, hay mucho por mejorar.

Ricado Wahlmann

Franja Morada de la Facultad de Ciencias Exactas. Farmacéutico.

Nací en un pueblo a 120 km de La Plata, General Belgrano, y vine en el año 1979 a estudiar a la UNLP la Carrera de Farmacia, en una Facultad complicada. Recordemos que en esa Facultad, el Departamento de Física tenía una historia de muy buen nivel académico y con mucha militancia política de izquierda en los años 70, no casualmente hubo muchos desaparecidos en esa Facultad. Dicha circunstancia me lo hicieron saber algunos Ayudantes, algún Profesor, aunque lo sabía en virtud de que mi hermano había venido a estudiar Bioquímica en 1973 y luego, a partir de 1976 Medicina, y contaba con su experiencia sobre lo que ocurría.

El régimen de cursada en esa Facultad era de jornadas de 8 o 10 horas por día, entre las teóricas y las prácticas y para nosotros el artículo 54 era terrorífico. El nivel académico de lo aprendido en un pueblo como el mío y la Facultad de Exactas, era abismal. Por lo tanto era impensado perder una cursada, sino después no comprendías nada. Un ejemplo de las dificultades que teníamos era la cursada de Química Orgánica, que en el año 82 se cursaba los sábados, con prácticos de laboratorio a la mañana y seminarios a la tarde. Por esta razón no podía irme a mi pueblo. Por entonces había avanzado bastante en la carrera aunque con alguna materia recursada por ese asunto del artículo 54, que impedía cursar una materia sin haber aprobado la materia inmediatamente correlativa y anterior a la misma. Es decir que el régimen de correlatividades era muy estricto y con ello la carrera se alargaba demasiado.

En el año 1981 recuerdo haberme acercado al Comité Radical de la Primera, porque vengo de familia radical, con alto compromiso político de parte de mi padre. Comenzamos a tener algunas reuniones con compañeros de otras carreras cercanas y conversábamos sobre las afinidades políticas, sobre las primeras visitas de Raúl Alfonsín a los pueblos y sus discursos. Así es como también comenzamos a discutir los temas que surgían en torno a la Reforma Universitaria y destacábamos sus virtudes en el plano de la democracia.

Junto con estos compañeros comenzamos a reunirnos en casas para armar la Franja y ver las posibilidades que teníamos de organizar un Centro, desde luego con muy escasos resultados. Después de la guerra de Malvinas entonces sí, hubo un despertar importante y formamos la Comisión Organizadora del Centro de Estudiantes de Ciencias Exactas.

Recuerdo que en las jornadas de abril de 1983 la Facultad fue en pleno dado que la convocatoria era en rechazo del artículo 54, que como dije impactaba mucho en nuestras carreras. Allí comenzamos a establecer aceleradamente vínculos con otras agrupaciones del resto de las Facultades, particularmente con las Franjas. Esos vínculos se sostenían dentro y fuera de la Universidad, a través de compartir otros espacios, como el de las peñas que se hacían en las casas Universitarias de los pueblos del interior. Desde luego que había que luchar contra el miedo que todavía existía en el estudiantado y en los pueblos se notaba bastante, aunque yo no lo sentía dada la experiencia familiar.

En 1983 la Franja Morada en Exactas recibió una ola de adhesiones, fue un despegar impresionante, y pienso que era porque representábamos a la vida, era la paz. Por supuesto el discurso de Alfonsín lograba las mayores adhesiones, porque él hablaba de la Democracia, de la búsqueda de la libertad, de la igualdad y de la paz como bienes preciados por todos. El estudiantado se volcaba masivamente a esos valores que nosotros representábamos, llenando las listas de candidatos por tantas adhesiones. Además, quiero destacar que los mejores alumnos de la Facultad –sin ser yo mismo uno de ellos– militaban en Franja Morada, por lo tanto recibían un enorme respeto tanto entre los pares como en el cuerpo de profesores, muchos de ellos influenciados en algunos aspectos por la dictadura, como por ejemplo el ejercicio de la autocensura. Entonces era muy difícil negarles la palabra a esos estudiantes que recibían una enorme legitimidad en toda la Facultad. Varios estudiantes de esa época terminaron siendo investigadores en EEUU y en otros países, lo cual demuestra el nivel que habían alcanzado.

Agrupaciones estudiantiles partícipes de los comicios de 1985
Fotografía 40
Agrupaciones estudiantiles partícipes de los comicios de 1985


Fuente: Archivo personal de Rolando Rivera.

Una vez organizado en Centro formé parte de su Comisión Directiva. Tuvimos la enorme oportunidad y ventaja de tener varias charlas, muchas de ellas con Ángel Plastino. Nosotros fuimos el soporte suyo dentro de la Facultad, porque por ser radical, y pienso que por ser el mejor investigador de la Facultad y de la Universidad, lo castigaban. Era un tipo fantástico con el que tuve una relación personal, de visitar su cátedra en muchas oportunidades y escuchar junto a otros sus charlas. Recuerdo que él tenía algo así como 184 publicaciones en fisical abstrac, y el que le seguía en la Facultad, 7 años mayor que él, tenía 32. Lo aprecié mucho a Plastino con sus propuestas sobre el futuro de la ciencia, sin olvidar el contenido social y los valores que expresaba la Reforma Universitaria. Era una luz en esa Facultad.

Yo hice militancia estudiantil hasta 1986-1987 dedicándole unas 8 horas diarias, y eso se interponía en la carrera. En casa no me decían nada porque era el retorno a la democracia y había que defenderla, pero ciertamente también había que terminar con los estudios. Ocurre que eran momentos difíciles para nuestro gobierno: militamos el plan Austral, el Congreso Pedagógico, la CONADEP, el juicio a las juntas militares, los Derechos Humanos. Respecto a esto último era inconcebible que algunos sectores de la izquierda atacaran al gobierno y a nosotros, siendo que habíamos sido pioneros –Alfonsín entre ellos– en la denuncia y defensa de los derechos humanos. Nuestro Centro le dio un espacio a Eve de Bonafini, como así también a Graciela Fernández Meijide para expresar sus planteos, antes de la formación de la CONADEP.

Repudio a la agresión de activistas de la Confederación General del Trabajo a Madres de Plaza de Mayo, 8 de setiembre de 1983
Fotografía 41
Repudio a la agresión de activistas de la Confederación General del Trabajo a Madres de Plaza de Mayo, 8 de setiembre de 1983

a)






b)



Fuente: Archivo personal de Marcelo Rastelli.

Por el 87, me encerré un año a estudiar y me recibí.

Vengo de una familia de tradición farmacéutica mi tatarabuelo y mi bisabuelo eran farmacéuticos recibidos en Copenhague, Dinamarca. Mi abuelo, que vino con su padre, fue idóneo en farmacia otorgado por el ministerio de salud y mi padre bioquímico y farmacéutico de la UNLP.

Bernardo Wasinkievich

Franja Morada de Ciencias Jurídicas y Sociales. Estudió abogacía. Primera generación de universitarios en su familia.

Nuestros años felices

Regresar casi cuarenta años atrás para evocar aquellas gloriosas Jornadas de Abril contra la Universidad de la dictadura en La Plata supone en primer lugar y en mí caso recordar desde dónde se partió. En tal sentido, mi militancia estudiantil arrancó en la Franja Morada secundarios de esta ciudad en los años 1973-74; con varios amigos de diversos colegios tales como el Negro Duarte y Dino Baudino de mí Colegio Nacional, junto a Darío Copello y el Tano Ramplinelli de otros establecimientos educativos. Éramos muy pocos, pero activamente convencidos de sostener el ideario radical y reformista en ese nivel de enseñanza Y EN TIEMPOS MUY DIFÍCILES, con las siniestras presencias de grupos armados de extrema derecha, tales como la Triple A y la CNU. Por la izquierda drástica, los Montoneros-UES tampoco nos apreciaban para nada. Además, en lo político partidario también adherimos fervorosamente a la referencia y actividad que desarrollaba en la UCR un combativo abogado de Chascomús: Raúl Alfonsín.

Lista opositora en la interna de la UCR, 1972
Fotografía 42
Lista opositora en la interna de la UCR, 1972


Fuente: Archivo personal de Marcelo Rastelli.

Así las cosas, se produjo golpe de Estado de marzo de 1976, con su sangriento saldo de muertos, desaparecidos, encarcelados y exiliados, junto a la implementación de retrógradas políticas en lo social, cultural y educativo. Conscientes de la importancia de oponernos a ese tenebroso régimen intentamos seguir con nuestras actividades, aunque en forma semi clandestina, junto a la Franja Universitaria, la Juventud Radical y los amigos del partido. Sin embargo, la represión del Proceso también nos alcanzó al producirse en setiembre de 1976 el asesinato de Sergio Karakachof en esta ciudad, junto a otras muertes de correligionarios en distintos lugares del país, tales como las de Pisarello, Mario Abel Amaya y Luis Aredez entre otros. Produciéndose además varias detenciones de destacados radicales como Marchesini en Misiones y Solari Yrigoyen en Chubut.

Destaco todo esto para poner en evidencia desde donde se siguió militando a pesar del clima de terror que se vivía. Muy pronto la Franja de La Plata quedó limitada a tres agrupaciones: Derecho, que meritoriamente logró en 1978 la REAPERTURA de su Centro clausurado hacía dos años bajo la figura de una "cooperativa"; Agronomía, que pudo continuar con el insustituible trabajo de su Centro y la que llamábamos "El resto", integrada por algunos pocos amigos de humanidades (Guillermo Banzatto, Darío Copello) Medicina (el Negro Agüero, Pepe Olaechea, el Negro Duarte), de Naturales (la Negra Canafoglia), del Observatorio (Daniel Andrini) y de Ingeniería (Miguel Bazze).

Pese a las enormes dificultades señaladas, la consigna era no desaparecer como agrupación, realizando un trabajo casi artesanal de formación política, trabajo universitario (destaco el exitoso petitorio contra el ARANCELAMIENTO de la educación universitaria) y, por lo menos una vez por año, algún acto político en la Sección Primera, con la presencia y el mensaje de Raúl Alfonsín.

De tal forma, fueron pasando los difíciles años hasta que, como resultado de la fallida y luctuosa Guerra de Malvinas, se decidió a principios de 1983 ELEVAR nuestra actividad a fin de hostigar aún más a una dictadura cuyos cimientos comenzaron a resquebrajarse.

La Juventud Radical ante la Guerra de Malvinas, 1982. Portada
Fotografía 43
La Juventud Radical ante la Guerra de Malvinas, 1982. Portada


Fuente: Archivo personal de Marcelo Rastelli.

Para ello, se apuntó contra el famoso Artículo 54 de la UNLP, que pretendía acotar la regularidad de los alumnos. Hubo una primera y prometedora marcha de protesta a fines de 1982, por las calles de una ciudad no acostumbrada a ello y liderada por los amigos que trabajaban para reconstruir la FULP (COFULP), momentos en los cuales se empezaron a destacar figuras como Lucho Sobrón y el Turco Salomón de Derecho, Gustavo Liss, Palo Cavigioli y el querido Pirata Drake de Agronomía; junto a muchos otros. Ya plenamente activos en ese abril del 83, se incrementaron las movilizaciones, se agregaron más reclamos como la reapertura del comedor y, vaya audacia, la vuelta de un sistema de AUTONOMÍA UNIVERSITARIA para cogobernar democráticamente la Universidad. La repercusión en los medios locales y nacionales no tardó en llegar. Recuerdo especialmente dos episodios de aquellas jornadas. Un día en el cual había una menguada concurrencia de jóvenes frente al rectorado y fuimos a la cercana Facultad de Derecho en la cual, un vibrante discurso del Turco Salomón logró que numerosos estudiantes se sumaran a la concentración. Otro día en el cual pasamos TODA LA NOCHE en la entrada a la Universidad amaneció con algunas precipitaciones y la enfervorizada concurrencia empezó a corear "Si llueve, si llueve, LA GENTE NO SE MUEVE".

Más allá del previsible rechazo del rector- interventor Gallo, lo cierto es que durante esas históricas jornadas se echaron las bases del resurgimiento del hasta ese entonces castigado movimiento estudiantil en todas sus expresiones. La Franja Morada no fue la excepción. Incrementada su militancia en forma geométrica, ello supuso el arribo de una nueva generación de jóvenes muy pronto identificados con el ideario Radical y REFORMISTA. En donde casi todas las noches tenían lugar en distintos departamentos o casas encuentros con nuevos amigos que se sumaban a la causa. Recuerdo en especial el antiguo caserón del Cabezón Mendoza en calle 9 y 40 o 41 y el departamento 14 A de 2 y 51 que alquilaban el querible Ariel Boletta y el Lole Pandolfi.

De allí en adelante, todo fue una vorágine de exitosos resultados; con el triunfo en numerosos centros de estudiantes ("Nueve centros y la Rosada", decía un cartel colocado en la Sección Primera invitando a una celebración de fin de ese año), la normalización de la FULP en noviembre del 83 con la consagración del Pirata Drake como su primer Presidente desde 1974 y finalmente el estupendo triunfo electoral de octubre de ese año que, para bendición del país, llevó a Raúl Alfonsín a la presidencia y posibilitó entre muchas otras cosas la AUTONOMÍA PLENA de las Universidades junto a la recuperación de una democracia con profundo contenido social para cien años o más aún.

A pesar de que veníamos de décadas de amargura y frustración política, considero esos años 1982-83 como la etapa más feliz de mi vida y supongo que también la de muchos. Aquella en la cual fue posible plasmar nuestros más intensos anhelos de justicia y reparación. Aquella en la que también fuimos bendecidos con hermosas amistades, muchas de las cuales perduran hasta el día de hoy. Aquella que nos hizo mejores y reafirmó nuestras convicciones en los hechos.

A menudo pienso que tal vez todo lo duro que sobrevino en años posteriores es la factura que nos pasó la vida por llenarnos de tanta felicidad en aquellos irrepetibles momentos. De ser así, la seguiría pagando con gusto e indefinidamente.

Acto de finalización de la Normalización. Facultad de Medicina, Universidad Nacional de La Plata, 30 de mayo de 1986. Presidente Raúl Alfonsín y Rector Normalizador Raúl Pessacq
Fotografía 44
Acto de finalización de la Normalización. Facultad de Medicina, Universidad Nacional de La Plata, 30 de mayo de 1986. Presidente Raúl Alfonsín y Rector Normalizador Raúl Pessacq


Fuente: Archivo personal de Marcelo Rastelli.

Asunción del Presidente de la Universidad Nacional de La Plata, 30 de mayo de 1986
Fotografía 45
Asunción del Presidente de la Universidad Nacional de La Plata, 30 de mayo de 1986


Fuente: El Día, Portada, 31 de mayo de 1986. Gentileza de Marcelo Rastelli.

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